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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1957
w57 15/1 págs. 60-63

Asambleas excelentes en Corea y Alaska

EN LO que se refiere a la obra del Reino, Corea está llena de actividad. En el mes de abril de 1956 había 1,506 publicadores predicando enérgicamente en las ciudades principales y en muchas regiones aisladas del país. Personas recién interesadas vienen de continuo a las congregaciones, deseosas de saber acerca de la obra y a qué se debe que los testigos de Jehová sean tan diferentes. Algo que asombra mucho a la gente, pero que ella agradece, es el ver a los misioneros norteamericanos predicando de casa en casa y hablando con ella en su propia lengua. Cuando los clérigos de la cristiandad, especialmente los de las iglesias más prominentes de Corea (la presbiteriana y la metodista) hablan contra la obra de los testigos de Jehová, la gente se pone más curiosa. Aun entre las personas incrédulas se le tiene respeto a la Biblia. Es cosa común ver la Biblia en la mano de las personas cuando andan por las calles. Por estas razones la obra en Corea es muy fructífera.

Todos los testigos de Jehová en Corea estaban felices, esperando la asamblea en Seúl, del 27 al 29 de abril. Los hermanos consiguieron el uso del salón de una escuela para todas las sesiones menos para el discurso público del domingo. Dado que se esperaba la llegada de una concurrencia más amplia se había obtenido también el estadio de la piscina, que estaba ubicada dentro de los terrenos circundantes del Estadio de Seúl. Se habían colocado letreros en todos los tranvías de la ciudad y también cartelones en las vitrinas por todas partes.

Finalmente llegó el 27 de abril. Esa mañana unos 800 hermanos se habían reunido en las diferentes congregaciones para el servicio en el campo. No se había anunciado a qué hora se esperaba que llegaran los representantes de la Sociedad y no parecía probable que muchos de los hermanos podrían ir a recibirlos. Sin embargo, el siervo de sucursal y los misioneros habían hecho arreglos para recibir a los visitantes.

Debido a un viento que soplaba directamente en contra del avión, éste llegó tarde, pero para las 12:30 p.m. ya habían llegado al aeropuerto cuatro ómnibuses llenos de testigos de Jehová—en realidad esto no es muy sorprendente cuando uno conoce bien la disposición de estos hermanos sinceros. Veintenas de ellos, representando las congregaciones prósperas de Seúl y otras congregaciones, estaban estrechándose la mano vigorosamente, tomando fotos y dando consideración a preguntas bíblicas.

Aterrizó el avión, se abrió su puerta inmensa, y pronto salieron los hermanos Knorr, Barry y Adams, sonriendo a los casi 500 hermanos que habían estado esperándolos; los hermanos movieron enérgicamente las manos con gozo. ¡Qué espectáculo! Cuando el hermano Knorr descendió del avión fué saludado por el siervo de sucursal y el hermano Yuh Wan Chang, quien es ministro de reconstrucción de la República de Corea.

Esa tarde comenzó la asamblea en el salón de la escuela Hui Moon Middle. Aun antes de que comenzaran las sesiones el salón estaba repleto al máximo de su capacidad. Se habían provisto bancos en que sentarse, menos en la parte delantera del salón, donde se habían colocado esteras. Al sentarse la gente en el piso se hace espacio para que quepan más personas, y los coreanos están acostumbrados a sentarse en el piso. Rostros ansiosos y alegres, jóvenes y ancianos, escucharon el discurso de bienvenida que pronunció Don L. Steele, el siervo de sucursal en Corea. A esto siguieron discursos por los hermanos de la localidad y los misioneros. Esa noche los hermanos se conmovieron al escuchar al hermano Knorr dirigirse a ellos por primera vez. Los 1,330 asistentes regresaron a casa refrescados y felices, pero ansiosos de oír más.

En la mañana del sábado, fresca, pero despejada y vigorizadora, todos estaban reunidos a hora temprana para el discurso sobre el bautismo. Cerca de la conclusión del discurso el conferenciante pidió a los candidatos que se pusieran de pie. Fué verdaderamente maravilloso ver a 303 personas levantarse entre un auditorio de unas 600. Había 202 mujeres y 101 hombres. Esta proporción de 2 a 1 fué especialmente animadora, ya que hace dos años la proporción había sido de tres mujeres por cada hombre. En ese entonces verdaderamente había escasez de hombres, pero ahora hay más de ellos asociándose con la sociedad del nuevo mundo.

Mientras cientos de personas observaban la inmersión, otras 515 estaban ocupadas rindiendo servicio en el campo. Los arreglos de servicio para toda la asamblea fueron dirigidos desde las siete congregaciones locales. Aunque la población de Seúl ahora es de 1,500,000, el espacio en que vive la gente está muy atestado y eso hace que el área general de la ciudad sea muy reducida. Debido a la actividad celosa de los 700 publicadores de Seúl, cada hogar ha sido visitado varias veces.

INTERÉS EXTRAORDINARIO DEL PÚBLICO COREANO

Durante la semana de la asamblea el departamento de relaciones con el público prestó consideración cuidadosa al asunto de la publicidad. En todos los periódicos de Seúl salieron buenos informes y también se publicaron varias fotos del hermano Knorr. También se publicaron artículos excelentes en algunas de las revistas principales de Corea. Además, se habían hecho arreglos para una entrevista de radio con el hermano Knorr. Esta entrevista la condujo una joven que trabaja como locutora en una de las principales radioemisoras de Seúl. Ella está estudiando con una de las misioneras.

El domingo llegó el clímax de la asamblea con el discurso público del hermano Knorr: “Haciendo a todo el género humano uno bajo su Creador.” El aire fresco y el sol resplandeciente que brillaba sobre las personas sentadas y las que estaban de pie alrededor de la inmensa piscina vacía en los terrenos del Estadio de Seúl proporcionaron condiciones atmosféricas ideales para el discurso extensamente anunciado. Las personas siguieron entrando como ríos hasta que se hizo patente que el estadio estaría lleno hasta el máximo de su capacidad. En cuanto a los testigos de Jehová que estaban presentes, rebosaban de gozo al ver más personas que las que habían esperado y la manifestación evidente de la bendición de Jehová. Habiéndose acomodado la muchedumbre de personas, un coro de hermanos interpretó cánticos del Reino a través del micrófono. Durante el discurso de noventa minutos pronunciado por el presidente de la Sociedad con la ayuda de un intérprete, las 3,473 personas que se habían reunido escucharon atentamente.

Después del discurso cientos de los concurrentes ordenada y rápidamente subieron a tranvías fletados, volviendo a la escuela para las sesiones concluyentes de la asamblea. Exactamente una hora más tarde, a pesar de haber mucho tráfico, 1,408 personas se habían reunido de nuevo para escuchar con gozo el discurso final del hermano Adams y las palabras concluyentes del hermano Knorr. Entonces, después de otra comida deliciosa de arroz, “kimchi” y otros platos sabrosos, los hermanos partieron del terreno de la escuela con rumbo a sus casas. Llenos de nuevas verdades y admoniciones, hablaban de la obra futura—el hallar a otras personas semejantes a ellos que desean conocer a Jehová.

Esta primera asamblea nacional de los testigos de Jehová en Corea no solamente sirvió para estimular el celo (ya abundante) de los hermanos, sino que ayudó a todos a apreciar cuán necesario es que avancen hacia la madurez. En Corea las personas generalmente perciben la verdad muy rápidamente. Aun las personas que están en puestos encumbrados no permiten que su orgullo les impida admitir que su creencia religiosa es errónea. Una vez convencidas, llegan a ser muy diligentes en lo que se refiere al estudio y la predicación. Un ejemplo de esto se dió en una experiencia interesante que se relató en la asamblea.

Hace un año uno de los misioneros se encontró con un fiscal prominente y su esposa y se hicieron arreglos para tener un estudio. Como este hombre y su esposa eran presbiterianos, los dos creían firmemente las doctrinas de esa religión. En el transcurso de los meses subsiguientes el abogado, el Sr. Kim, separó dos horas de su trabajo todos los jueves por la tarde a fin de hacer un estudio minucioso de la Biblia. De manera que fué necesario presentar una gran cantidad de prueba bíblica para convencerlos, pero en forma lenta y segura llegaron a reconocer la verdad. Dejaron de apoyar la iglesia, a pesar de la protesta del padre de la esposa, un pastor prominente de la localidad. El Sr. Kim fué enviado a los Estados Unidos por el gobierno coreano en asuntos de negocios y desde ese tiempo ha visitado la casa Betel de Brooklyn y la fábrica. Ha tenido el gozo de participar en la predicación en Nueva York, pero en sus cartas indica que está ansioso de regresar a su propia nación para ayudar en la predicación allí. Su esposa se ha hecho muy celosa en el servicio y se bautizó en esta asamblea.

Desde el lunes 30 de abril hasta el mediodía del jueves 3 de mayo, los hermanos Knorr, Barry y Adams visitaron la oficina de sucursal para considerar asuntos relacionados con la obra de los misioneros y la sucursal. Se les indicó, también, que los misioneros de Corea tienen una responsabilidad especial en lo que toca a hacer que logren madurez completa estas vastas multitudes de personas que ingresan en la organización tan rápidamente. Son diligentes en lo que se refiere a esto y tratan de hacerlo con mucho empeño. A fin de lograr esto, se hizo hincapié en que el dominar el idioma es el paso de mayor importancia para llegar a ser un misionero eficaz. En solamente un año los nuevos misioneros han avanzado mucho; pero es solamente por medio de llegar a ser hábil en expresarse con facundia en el idioma del pueblo que el misionero puede comunicar los asuntos bíblicos y de organización a los hermanos y gente de buena voluntad.

Los tres viajeros ahora tenían que volver al Japón, donde el hermano Barry se quedaría; los hermanos Knorr y Adams seguirían a Alaska. En el vuelo de regreso a Tokio se observaron paisajes sobresalientes; el avión se remontó muy sobre el terreno escabroso y pintoresco de Corea, entonces viajó sobre el Mar de Japón y finalmente pasó sobre el hermoso monte Fujiyama. Fué placentero estar otra vez con los misioneros en Tokio por dos días.

ALASKA

En el aeropuerto de Tokio, a las 6:30 de la noche del sábado (5 de mayo), los hermanos Knorr y Adams movieron la mano en despedida a una multitud feliz de misioneros y otros testigos de Jehová. Toda esa noche y gran parte del día siguiente volaron sobre las islas Aleutas, finalmente aterrizaron en Anchorage, Alaska, el sábado a las 2:30 de la tarde. ¡Cuán extraño se siente uno al vivir el mismo día dos veces! Una vez más habían cruzado la línea internacional de cambio de fechas. Antes de subir al avión con destino a Fairbanks pasaron unas cuantas horas con un hermano y una hermana a quienes no les iba a ser posible ir a la asamblea.

El avión para Fairbanks despegó en las últimas horas de la tarde, pero el sol todavía resplandecía brillantemente sobre las colinas nevadas alrededor de Anchorage y sobre la cordillera de montañas al norte—un espectáculo que inspiraba admiración. Una capa gruesa de nieve cubría los picos escabrosos y valles bajos hasta el horizonte. Remontándose encima de todo estaba el monte McKinley, el punto más alto de Norte América (20,300 pies sobre el nivel del mar), que se eleva más sobre el terreno circundante que cualquier otro monte del mundo.

Dentro de una hora después de llegar a Fairbanks los hermanos se hallaron en el Salón de Carpinteros donde se celebraba la asamblea, y momentos después el hermano Knorr pronunció su primer discurso a un auditorio de 152 personas. Fué muy agradable estar con este pequeño grupo. Aquí todos hablaban el inglés y esto hizo posible tener compañerismo caluroso con los hermanos después de los discursos y a las horas de comida. Para el discurso público del domingo el salón estuvo repleto con 231 personas, y los hermanos verdaderamente se regocijaron al ver esto, el mayor grupo de personas que hasta entonces se había juntado para una reunión pública de los testigos de Jehová en cualquier parte de Alaska.

El día anterior nueve hermanos se habían bautizado, lo cual llenó de gozo a los misioneros y otros que habían servido fielmente en Alaska. Un hermano había preparado una pila para el bautismo en el sótano de su casa, porque el hielo impedía celebrar la inmersión a la intemperie, Alaska, como algunos sin duda piensan, es un territorio difícil en que trabajar. En verdad lo es, pero los misioneros que han ido allá lo aman y se sienten como en su propia casa. Lo mismo es verdad con muchos otros hermanos que han hecho solamente un viaje a Alaska. Sienten la frescura del aire y la libertad de esa gran extensión de tierra y optan por establecer allí su hogar. Cuando salen a testificar en la nieve profunda en medio del invierno, las personas generalmente los invitan a entrar en sus casas y se tienen excelentes conversaciones sobre asuntos bíblicos. Puesto que Fairbanks está tan cerca del circulo ártico, los días son muy cortos en el invierno, pero en la primavera y en el verano nunca llega realmente a oscurecer. En efecto, durante los días de la asamblea el sol salía a las 2:51.

Los hermanos habían hecho los arreglos para una entrevista de quince minutos por la radio y también dos programas de televisión el día después de la asamblea. Los hermanos de la congregación de la localidad se sintieron muy contentos al recibir toda esta publicidad.

El día antes de su salida los hermanos Knorr y Adams tuvieron el placer de comer con los misioneros tajadas asadas de alce que uno de los hermanos que desempeña servicio misional allí cocinó bien. Era motivo de gozo considerar con ellos el maravilloso aumento de la obra en Alaska. Habían pasado ocho años desde que el presidente de la Sociedad había visitado a estos mismos misioneros, pero ellos continúan fielmente en su servicio.

VOLVIENDO A CASA

Nueva York había de ser la próxima parada, pero antes de llegar allí habría que viajar miles de millas. La primera etapa fué un vuelo sobre el interesante Territorio Yukón del Canadá. Se hizo escala en Whitehorse, donde un grupo de hermanos que había viajado por automóvil desde Fairbanks a través del camino real de Alaska el día antes tomó el avión para hacer un vuelo breve de una hora sobre los montes para volver a su propia congregación de Juneau, Alaska. Aquí también un grupo de hermanos vino al aeropuerto para recibir a los viajeros en camino a Nueva York. Estos cortos períodos refrescantes de treinta minutos sirvieron para alegrar el corazón, tanto de los viajeros como de los publicadores de congregación en estos lugares. Desde el avión se pudo apreciar una vista excelente del hermoso helero de Mendenhall, así como también la cordillera de montes coronados de nieve de la costa occidental del Canadá. Desde el aeropuerto de Seattle se podía apreciar en toda su gloria al monte Rainier como un cono alto que alzaba su cumbre por encima de las nubes bajas.

El vuelo transcontinental a través de los Estados Unidos fué muy rápido. Dió gozo ver desde el aire la nueva construcción (ya terminada) que la Sociedad había estado edificando en Brooklyn desde el verano de 1955. Así llegaron a su fin diez semanas de viajar, reunirse con misioneros, siervos de sucursal, precursores especiales, siervos de circuito y de distrito y muchos otros miles de publicadores del reino de Jehová en las regiones distantes del Pacífico del Sur y el Lejano Oriente. El amor demostrado por todos éstos da gozo al corazón de uno y los representantes viajeros de la Sociedad se regocijaron al haber tenido la oportunidad de servir a sus hermanos y disfrutar de deleitable compañerismo con ellos en estos muchos países. En verdad Jehová y su Rey entronizado siguen recogiendo a las “otras ovejas” de entre todas las naciones, tribus y lenguas, y se va acercando el tiempo en que todo el género humano que sobreviva será unido bajo su Creador. Los miles de testigos de Jehová de todos estos países expresaron su amor caluroso y saludos a todos sus colaboradores por todo el mundo, y están resueltos a seguir unidos en la sociedad del nuevo mundo, dando devoción exclusiva a Jehová.

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