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  • Sobre toda otra cosa, ¡guarde su corazón!

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  • Sobre toda otra cosa, ¡guarde su corazón!
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1953
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1953
w53 15/2 págs. 100-103

Sobre toda otra cosa, ¡guarde su corazón!

EN LOS terrenos hermosamente plantados de árboles en frente de la estación de radio WBBR en la isla Staten, ciudad de Nueva York, se encontraba un roble grande, descollando sobre los árboles circundantes y dominando la escena. Su imponente tronco macizo parecía ser el símbolo mismo de la solidez. Sin embargo cierto día, después de una tormenta particularmente fuerte, este gigante del bosque yacía en tierra. Todos los árboles alrededor de él todavía permanecían en pie, pero él había sido derribado, partido en dos. ¿Había sido herido por un rayo? No. Entonces ¿qué lo hizo caer cuando árboles más pequeños, aparentemente más débiles, permanecían en pie? ¡Ah! tenía el centro hueco, podrido. Su corazón estaba malo.

Vez tras vez una tragedia parecida se ve con respecto al cuerpo humano. Un hombre, aparentemente disfrutando de una salud inmejorable, de repente muere de un ataque al corazón. Él también había parecido fuerte, pero algo, demasiada preocupación, demasiado trabajo, o quizás demasiado placer, complacencia excesiva consigo mismo, había ahuecado su centro, había debilitado su corazón, y por eso un esfuerzo excesivo lo derribó así como la tormenta derribó al roble. Puesto que esta tragedia también puede suceder en un sentido espiritual, es adecuado amonestar: Sobre toda otra cosa, ¡guarde su corazón!

Jehová, el maravillosamente sabio Creador, no sólo formó ese maravilloso órgano, el corazón humano, órgano que contiene los músculos más fuertes que se encuentran en el cuerpo del hombre, y que trabaja sin cesar desde la cuna hasta el sepulcro—de hecho, fué concebido para funcionar por siempre jamás—sino que Él también produjo aquellas buenas cualidades y facultades simbolizadas por el corazón. Nadie entiende tan bien como él este corazón metafórico, y está dentro de su poder endurecerlo, fortalecerlo, debilitarlo, o hasta quebrarlo, según le plazca a él, por sus tratos con sus criaturas.—Rom. 9:16-18.

Jehová Dios endureció el corazón de Faraón por su manera de tratar con él, y luego quebró el corazón de ese tirano matando a su primogénito. Por sus obras poderosas a favor de su pueblo Israel durante su viaje por el desierto, Dios hizo que el corazón del pueblo de Canaán se debilitara, así como Rahab testificó: “Y como lo hubimos oído, se nos derritió el corazón.” (Éxo. 7:3; Jos. 2:11) Job se quejó de que Dios había enervado su corazón, lo había hecho blando.—Job 23:16, Va.

En el mayor número de casos en la Biblia donde el término “corazón” aparece, se usa de esta manera metafórica, como símbolo de la mente, la disposición, el amor y motivo impulsador del individuo. Al tiempo de escribirse las Escrituras hebreas la palabra para corazón (lebh) “denotaba el asiento de toda actividad afectiva y razonadora de la mente: se creía que las emociones de amor y odio, deseo, gozo, pesar, valor, lealtad, temor y orgullo residían en el corazón, así también las facultades de memoria, imaginación y raciocinio”. (Arqueología y la religión de Israel por Albright, páginas 24, 25) Y no sin buena razón, porque ¿no afectan directamente al corazón literal todas esas actividades mentales y emocionales? ¡Claro que sí!

Es en este sentido, como el asiento de nuestros afectos, las operaciones de nuestra mente, que el término “corazón” se usa en Proverbios 4:23 (Ro): “Sobre todo lo que debe ser guardado guarda tu corazón, porque de él son las fluencias de la vida.” Sí, así como la salud, la fuerza y la vida del cuerpo humano dependen del órgano del corazón, así la salud espiritual, la fuerza y la vida del cristiano dependen de la condición de su corazón simbólico o metafórico.

Estamos viviendo en los últimos días de este viejo sistema de cosas inicuo, en los tiempos críticos difíciles de manejar, cuando la iniquidad está abundando y poca fe se encuentra, cuando el adversario, Satanás el Diablo, está poniendo en juego toda su fuerza para corromper a toda la raza humana y destruir a todos los que están determinados a mantener integridad para con Jehová Dios. (Mat. 24:9-13; Luc. 18:8; 2 Tim. 3:1-5; Apo. 12:12, 17) Ahora, más que nunca antes, debemos prestar atención a esta amonestación de guardar nuestro corazón.

Previendo esta misma situación y necesidad, Jesús nos dió amonestación adecuada: “Mas presten atención a ustedes mismos para que sus corazones nunca lleguen a estar cargados debido a comer con demasía y por beber excesivamente o por las ansiedades de la vida [que, de hecho, son perjudiciales al corazón literal], y repentinamente esté sobre ustedes al instante ese día como un lazo. Porque vendrá sobre todos los que moran sobre la haz de toda la tierra. Permanezcan despiertos, pues, todo el tiempo haciendo suplicación para que tengan éxito en escapar todas estas cosas que están destinadas a suceder, y para mantener su posición delante del Hijo del hombre.” (Luc. 21:34-36, NM) Y sépase que con el tiempo los sufrimientos que prueban la fe y las tentaciones escrutadoras del corazón aumentarán.

Nuestro corazón representa lo que somos verdaderamente en el interior, lo cual está determinado por aquello en que nos gusta pensar, o aquello en que concentramos nuestro amor y afectos. Si ponemos nuestro corazón en los placeres corruptos de este viejo mundo, sólo evitando el ceder a ellos por temor de desenmascaramiento y crítica desfavorable y castigo, quizás por un tiempo podamos mantener nuestros verdaderos deseos o propósitos ocultos de los hombres; pero no de Dios. Su Palabra dice: “¿Esto no sabría por ventura Dios, el que los secretos ve del corazón?” (Sal. 43:22, BC; 44:21, Mod.) “Yo, Jehová, escudriño la mente [lebh], pruebo el corazón, aun para dar a cada hombre según sus caminos, según el fruto de sus obras.” (Jer. 17:10, AN) No hay nada escondido que no será revelado, y si nuestro corazón está débil o sucio, tarde o temprano ese hecho quedará manifiesto. Quizás pasemos por ministros guardadores de integridad por un tiempo, pero cuando la prueba venga caeremos.

CÓMO GUARDAR EL CORAZÓN

¿Cómo podemos guardar nuestro corazón con toda diligencia a fin de asegurarnos a nosotros mismos aprobación divina y vida eterna en el nuevo mundo? Vigilando cuidadosamente las cosas en las cuales nos gusta concentrar nuestra atención, las cosas en las que fijamos nuestros afectos, nuestros anhelos. Por ejemplo, una joven soltera que tenga el corazón fijo en el matrimonio llenará su mente de ideas románticas acerca de un “príncipe encantado” ideal; ella se hará una vívida representación mental de su apariencia, de cómo le conoció, cómo él la enamoró, y la emoción de las bodas. En todo esto meditará y con esto llenará su mente, su corazón, porque ahí es donde ha puesto sus afectos.

Si nosotros, como ministros cristianos, testigos de Jehová, tenemos nuestro corazón fijo en la vindicación del nombre de Jehová, las bendiciones del nuevo mundo y la expansión presente de la adoración verdadera, entonces estaremos llenando nuestra mente de las verdades puras, hermosas y dadoras de vida de la Palabra de Dios y de planes tocante a dar a conocer esas verdades a otros. (Fili. 4:8) Estaremos estudiando y prestando atención a estas cosas, almacenándolas en nuestra mente y dejando que ellas sean nuestra meditación y guía. De modo que, en vez de volvernos y mirar con anhelo las cosas egoístas del sistema de cosas de Satanás, obedezcamos a Dios mirando hacia adelante al nuevo mundo, manteniendo los ojos fijos en el reino de Dios. No mirando a la derecha ni a la izquierda, sino yendo hacia adelante con una determinación firme, guardaremos nuestros pies del mal y en el camino que conduce a la vida eterna.—Pro. 4:20-27.

El salmista David apreció este hecho, y por lo tanto dijo tocante a las leyes, preceptos, testimonios, mandamientos y ordenanzas de Dios: “Tu siervo es amonestado con ellos, y en guardarlos hay grande galardón. ¿Quién podrá entender sus propios errores? límpiame de los pecados encubiertos. Asimismo de los de soberbia retrae a tu siervo; no tengan ellos dominio sobre mí: entonces seré perfecto, y estaré limpio de grande transgresión. ¡Sean aceptos los dichos de mi boca, y la meditación de mi corazón, delante de ti, oh Jehová, roca mía y mi redentor!”—Sal. 19:11-14.

Puesto que para que la meditación de nuestro corazón sea aceptable a la vista de Dios se requiere que lo llenemos de las verdades de su Palabra, tenemos que estudiar. Estudie la Biblia misma y también estudie esas ayudas que Dios nos ha provisto para ayudarnos a entender su Palabra. Y debemos estudiar no sólo privadamente, sino también con otros, con los miembros de nuestra familia cercana y con nuestros hermanos en la congregación. Y además, debemos fijar la mente en lo que leemos, concentrando en el tema, de otra manera no se nos grabará en la mente; y ¿cómo podemos meditar o reflexionar sobre algo que no ha sido grabado en la memoria?

HABLANDO DE LA ABUNDANCIA DEL CORAZÓN

Si llenamos nuestro corazón con las cosas buenas concernientes a Jehová Dios y su reino éstas también estarán en nuestros labios, porque de la abundancia del corazón habla la boca. (Luc. 6:45) Así que ésta es otra manera en que nuestro corazón contiene las corrientes de la vida, porque aunque “con el corazón se ejerce fe para justicia” es “con la boca [que] se hace declaración pública para salvación”.—Rom. 10:10, NM.

En vista de la importancia de nuestra declaración pública, no nos contentemos con una actividad de mera rutina, simplemente dedicando tiempo, por decirlo así, sino que estemos ansiosos para hacerlo de la manera que efectúe el mayor provecho, sabia y persuasivamente: “Quien atiende a la palabra halla felicidad, y quien confía en Jahveh es dichoso. El sabio de corazón es proclamado inteligente, y dulzura de labios acrece la fuerza persuasiva. Fuente de vida es la inteligencia para quien la posee, y el castigo de los necios es la necedad. El corazón del sabio hace prudente su boca, y sobre sus labios crece la fuerza persuasiva.”—Pro. 16:20-23, BC.

Apreciando la seriedad de nuestras responsabilidades también trataremos de hacer mejores planes y arreglos tocante a nuestro curso como testigos de Jehová. Y después que hayamos hecho nuestra parte, habiendo considerado plenamente la Palabra escrita de Dios, pediremos a Jehová Dios dirección y guía. Si nuestros planes van en pleno acuerdo con la Biblia como la entendemos, entonces confiadamente podemos esperar que el Señor nos conduzca con aprobación divina por el camino que planeamos. “El corazón del hombre traza su camino, pero Jehová dirige sus pasos.” (Pro. 16:9) ¿Cómo hace Jehová esto? Por medio de su espíritu o fuerza activa, que es más fuerte que nosotros mismos y además es infalible.

¡SEA DE CORAZÓN FUERTE!

El vigilar nuestro corazón nos ayudará a llevar una vida pura, nos equipará e impulsará a dar a conocer las buenas nuevas del reino de Dios, y hacerlo de la manera más persuasiva. Además, también hará fuerte nuestro corazón, y los cristianos deben tener corazón fuerte porque ¿no amonesta Pablo que “todos los que deseen vivir con devoción piadosa en asociación con Cristo Jesús también serán perseguidos”? (2 Tim. 3:12, NM) Todas las indicaciones señalan hacia persecución aumentada, y solamente teniendo corazón fuerte podremos resistir. Tomando nota de los ejemplos de devoción intrépida y fiel a Dios como se hallan en su Palabra, haciendo nuestras sus promesas de ayudarnos en todo tiempo de necesidad, obtendremos fuerza para aguantar y ser sumisos a todo lo que él permita. Su Palabra almacenada dentro de nosotros impedirá que pequemos rebeldemente contra Dios cuando estamos bajo opresión o intento de persuasión por parte del mundo y sus gobernantes. “¡Hubiera yo desmayado, si no creyese que tengo de ver la bondad de Jehová en la tierra de los vivientes! ¡Espera a Jehová! ¡anímate, y sea esforzado tu corazón; y espera a Jehová!”—Sal. 27:13, 14; Sl 119:143, 144, 153, 157, 161.

Vigoricemos nuestro corazón entrenándolo en fortaleza ahora. No temamos el reproche del hombre sino denodadamente confesemos el nombre de Jehová a toda oportunidad, en el lugar del empleo seglar de uno, en tratos comerciales, en el servicio del campo, en las esquinas de las calles y de casa en casa. Tal entrenamiento nos preparará para las ardientes pruebas que nos esperan en el futuro. Y estemos siempre alerta para no transigir en ningún respecto.—Fili. 1:27-29.

Hoy todo el mundo mira hacia el futuro con temor y aprensión, temiendo la inminencia de una tercera guerra mundial, temeroso del desastre que las bombas atómicas descargarán sobre la civilización moderna. No podemos temer su temor, porque si nosotros, que hemos adoptado el nombre de Jehová, nos acobardamos, ¿quién más podría ser fuerte? Además, ¿cómo podemos nosotros decir a otros que sean fuertes si nosotros mismos no somos fuertes? Recuerde que nuestra comisión es: “¡Fortaleced pues las manos que están débiles, y corroborad las rodillas que titubean! decid a los que son de corazón tímido: ¡Sed fuertes! ¡no temáis! ¡he aquí a vuestro Dios! ¡La venganza viene, la retribución de Dios! ¡él mismo viene, y os salvará!”—Isa. 35:3, 4.

Las estadísticas manifiestan que las enfermedades del corazón físico son el asesino No. 1 de la civilización moderna. Cuidemos de no perder la vida eterna en el nuevo mundo debido a tener un corazón simbólico que es débil o malo. Para tener corazón fuerte y sano tenemos que mantener nuestra mente informada de la Palabra de Dios y sus promesas. Tenemos que mantener nuestro corazón lleno del conocimiento de los actos poderosos de Jehová, su trato fiel con su pueblo en tiempos pasados y ahora, y sus propósitos mediante su reino. Siempre tengamos presente el gran punto en disputa de la soberanía universal, sabiendo que mediante el permanecer fieles y mantener integridad a Jehová participaremos en vindicar su nombre. Mantengamos nuestro afecto mental, nuestro amor, fijos en él y en su glorioso gobierno teocrático mediante Cristo Jesús. Demos testimonio de lo que sabemos que es veraz, y sin temor del reproche del hombre. Siguiendo tal curso sabio seremos de corazón vigoroso, porque “El hombre sabio es fuerte; y de pujante vigor el hombre docto”. (Pro. 24:5, Va) Y de nuevo: “Sobre todo lo que debe ser guardado guarda tu corazón, porque de él son las fluencias de la vida.”—Pro. 4:23, Ro.

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