“Transfórmense rehaciendo su mente”
AL CREAR al hombre, Dios le dió la facultad del estado consciente que llamamos “mente”.a En ella origina el pensamiento y con ella nos es posible recoger información, razonar y sacar conclusiones. Opera de acuerdo con cierta ley o regla de acción. Por eso, si la mente está inclinada hacia el mal, seguirá moviéndose más en esa dirección.
Hoy la inclinación continua de la mente del hombre es hacia el mal, una inclinación de pensamiento contraria a la voluntad del Creador. (Isa. 55:8-11) Es como era antes del diluvio del tiempo de Noé, cuando “había crecido la maldad del hombre sobre la tierra” y “todos sus pensamientos y deseos sólo y siempre tendían al mal”.—Gén. 6:5, NC.
¿Cómo adquirió la mente del hombre tal inclinación? Es seguro que Adán no tenía tal inclinación mental cuando fué creado, porque toda obra de Dios es perfecta. (Deu. 32:4) Pero después que voluntaria y egoístamente inclinó su mente lejos de Dios y hacia el mal, pasó la misma inclinación a su prole. Y el que causó que el hombre inclinara al principio su mente en la dirección equivocada, el Diablo, ha hecho mayor presión sobre los hombres para que se inclinen más y más lejos de Dios.
El presente sistema de cosas, basado en tal pensamiento equivocado, está condenado a destrucción. Tenemos que cambiar la inclinación de nuestra mente para no ser destruídos con él. Nosotros no podemos cambiar este mundo. Está bajo el control de Satanás y para cambiarlo tendríamos que cambiarlo a él. Y no podemos hacer eso.
¿Cómo podemos cambiar la inclinación de nuestra mente? Tenemos que ir a la Palabra de Dios, la Biblia. Como nos instruye el apóstol Pablo: “Dejen de amoldarse a este sistema de cosas, mas transfórmense rehaciendo su mente, para que prueben para sí mismos la buena y la aceptable y la completa voluntad de Dios.”—Rom. 12:2, NM.
Y no podemos olvidar el poder del espíritu de Dios en este asunto de la transformación mental. Es sólo por medio de él que la información en la Biblia se nos hace entendible. (1 Cor. 2:10, 12) En adición, necesitamos la ayuda de la organización visible de Dios así como los israelitas necesitaron el arreglo del templo con su sacerdocio y como la congregación cristiana primitiva miraba al cuerpo gobernante en Jerusalén por ayuda.—Mal. 2:7; Hech. 15:1-31.
Con la Palabra de Dios en nuestra mente y nuestro corazón verdaderamente tenemos una poderosa nueva fuerza que nos ayuda a poner a un lado la vieja personalidad y vestirnos de la nueva personalidad que se renueva por medio de conocimiento acertado. (Efe. 4:22-24; Col. 3:9-11, NM) La Biblia nos revela a Dios y nos muestra cómo él obra, lo que piensa y cuáles son sus principios o reglas de comportamiento. Mirándolo a él a través de nuestro conocimiento acertado de su Palabra, podemos ser transformados y llegar a ser una imagen de él por medio de reflejar lo que él es, imitándolo a él en conducta y pensamiento, por medio de expresarnos como él y hacer lo que él requiere. Entonces, a pesar de diferencias externas de lenguaje o raza, seremos cristianos unidos en amor para llevar a cabo la voluntad de Dios.
[Nota]
a Para una consideración más detallada de este tema, consulte La Atalaya del 15 de abril de 1952.