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  • Timoteo, el joven ministro
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1953
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1953
w53 15/3 págs. 165-167

Timoteo, el joven ministro

“INSTRUYE al niño en su camino, que aun de viejo no se apartará de él.” (Pro. 22:6, NC) Entre los muchos buenos ejemplos de la validez de esa regla bíblica está Timoteo, el muy joven ministro que vivió en tiempos apostólicos. Llamado por el apóstol Pablo su hijo en la fe, su colaborador y ministro de Dios, Timoteo también sirvió de representante viajero y agente del cuerpo gobernante de la congregación cristiana primitiva.—Rom. 16:21; 1 Tes. 3:2; 1 Tim. 1:2, NM.

Timoteo recibió su instrucción bíblica sana, no de su padre, quien era griego incrédulo, sino de su madre Eunice y su abuela Loida, quienes tuvieron fe verdadera en Jehová Dios. Como resultado de tal instrucción Timoteo desde la infancia conoció las santas escrituras que pueden hacerlo a uno sabio para salvación mediante fe en conexión con Cristo Jesús.—Hech. 16:1; 2 Tim. 1:5; 3:15, NM.

El apóstol Pablo encontró a la madre y la abuela de Timoteo en Listra, en el Asia Menor, en su primer viaje misionero, y como resultado de su predicación ambas llegaron a ser cristianas. Y sin duda, así como habían enseñado al joven Timoteo lo que ellas entendían de las Escrituras hebreas conforme a la ley de Moisés ahora le instruyeron respecto al Mesías prometido que había venido. Incidentalmente, estas dos mujeres, en vez de rebelarse debido a su esfera restringida de actividad en la congregación cristiana, se aplicaron diligentemente a los privilegios que eran suyos, y el Señor bendijo sus esfuerzos.

Tocante a la primera vez que nos dice el registro que Pablo y Timoteo se vieron en Listra alrededor de 49 d. de J.C. leemos: “Y, ¡mire! cierto discípulo estaba allí, de nombre Timoteo, hijo de una mujer judía creyente pero de padre griego, y de él dieron buenos informes los hermanos de Listra e Iconio. Pablo expresó el deseo de que este hombre fuera con él, y lo tomó y lo circuncidó por causa de los judíos que estaban en esos lugares, porque todos sabían que su padre era griego.”—Hech. 16:1-3, NM.

Es posible que a algunos les extrañe que Pablo hiciera que Timoteo se circuncidara, particularmente en vista del hecho de que los dos iban a emprender un recorrido en el que informarían a las congregaciones cristianas acerca de lo que el cuerpo gobernante en Jerusalén había decidido de que la circuncisión no era necesaria y exactamente qué cosas deberían observar. (Hech. 15:19-21; 16:4) Sin embargo, no hubo ninguna inconsistencia en esto por parte de Pablo. Él sólo hizo que Timoteo se circuncidara para evitar que surgiera prejuicio innecesario, puesto que se sabía que Timoteo era de origen mixto.

Timoteo debe haber sido un hombre bastante joven, sin duda todavía en su mocedad en ese tiempo, porque más de diez años después Pablo, en su primera carta a él, hace más de una referencia a la juventud de Timoteo. “Que nadie jamás menosprecie tu juventud. Por lo contrario, llega a ser un ejemplo para los fieles en el hablar, en conducta, en amor, en fe, en castidad.” “No critiques severamente al hombre de mayor edad. Al contrario, ínstale como a un padre, a los de menos edad como a hermanos, a las mujeres de mayor edad como a madres, a las de menos edad como a hermanas con toda castidad.”—1 Tim. 4:12; 5:1, 2, NM.

Aparentemente Timoteo era un joven algo tímido, de otro modo Pablo no hubiera considerado necesario aconsejarle que no permitiera que nadie menospreciara su juventud. Esto se ve de nuevo en las instrucciones que Pablo dió a los corintios: “Sin embargo, si Timoteo llega, vean que se sienta libre de temor entre ustedes, porque él está ejecutando la obra de Jehová, así como yo. Por lo tanto, que nadie lo menosprecie. Condúzcanle parte del camino en paz, para que él llegue aquí a mí, porque lo estoy esperando con los hermanos.”—1 Cor. 16:10, 11, NM.

La timidez de Timoteo puede haber sido en parte debida a su mala salud. El consejo de Pablo a él manifestó que Pablo tenía interés en que Timoteo estuviera fuerte física y espiritualmente. “Y a no tomes agua, sino usa un poco de vino a causa de tu estómago y tus frecuentes casos de enfermedad.” “Te recuerdo que agites como un fuego el don de Dios que . . . está en ti. Porque Dios no nos dió un espíritu de cobardía, sino de poder y de amor y de mente sana.” “Tú, por lo tanto, hijo mío, sigue adquiriendo poder en la bondad inmerecida que hay en conexión con Cristo Jesús.”—1 Tim. 5:23; 2 Tim. 1:6, 7; 2:1, NM.

Timoteo recibió mucha instrucción mediante Pablo, así como el don del espíritu. Que Timoteo usó bien la instrucción y el don que recibió es muy evidente del informe que Pablo envió a la congregación que especialmente estimó, la de los filipenses, tocante a Timoteo: “Por mi parte, espero en el Señor Jesús enviarles a Timoteo en breve, para que sea yo un alma alegre cuando llegue a saber de las cosas que tienen que ver con ustedes. Porque no tengo a nadie más de una disposición como la de él que genuinamente cuide de las cosas que tienen que ver con ustedes. Porque todos los demás están buscando sus propios intereses, no los de Cristo Jesús. Pero ustedes saben la prueba que él dió de sí mismo, que como un hijo con un padre él se esclavizó conmigo en el adelantamiento de las buenas nuevas.”—Fili. 2:19-22; 2 Tim. 1:6, 13; 2:2, NM.

De lo susodicho prestamente podemos apreciar por qué Timoteo fué tan amado por Pablo, quien repetidamente se refirió a él en los términos afectuosos de “hijo mío,” “un amado hijo,” “un genuino hijo en la fe.” Que el cariño de Pablo a Timoteo fué semejante al de Jonatán para David, altruísta y fundado sobre principios, y no mero sentimentalismo, es evidente de las palabras adicionales de Pablo a Timoteo: “Nunca ceso de recordarte en mis súplicas, noche y día anhelando verte, al recordar tus lágrimas, para que pueda llenarme de gozo. Porque recuerdo la fe que está en ti sin ninguna hipocresía, y que primero moró en tu abuela Loida y en tu madre Eunice, pero la cual estoy seguro también está en ti.”—1 Tim. 1:2; 2 Tim. 1:2-5, NM.

TIMOTEO SIRVE CON PABLO

Después de unirse a Pablo en Listra, Timoteo le acompañó en su segundo viaje misionero a través de Frigia, Galacia, y luego a Troas, donde una noche Pablo recibió la llamada para ir a Macedonia. En esa provincia se dió comienzo a una congregación en Filipos. Después de viajar por varias otras ciudades llegaron a Tesalónica, donde otra congregación fué establecida; la persecución, sin embargo, abrevió su permanencia. El buen éxito que tuvieron en su siguiente parada, Berea, de nuevo hizo que los judíos los persiguieran. Pero allí se pensó que sería mejor que Pablo fuera solo a Atenas, mientras Silas y Timoteo se quedaban atrás.—Hech. 16:1 a 17:15.

En Atenas Pablo envió instrucciones a Timoteo para que éste regresara a los tesalonicenses y los animara: “Cuando no pudimos aguantarlo más, nos pareció bien el que nos dejaran solos en Atenas, y enviamos a Timoteo, nuestro hermano y ministro de Dios en las buenas nuevas acerca del Cristo, para darles firmeza y consolarlos para bien de la fe de ustedes, para que nadie fuera a ser movido por estas tribulaciones.” Timoteo hizo esto, y después encontró a Pablo en Corinto, de donde Pablo escribió sus dos cartas a los tesalonicenses, en la primera de las cuales él informó: “Timoteo acaba de llegar a nosotros de con ustedes y nos ha dado las buenas nuevas acerca de su fidelidad y amor.”—1 Tes. 3:1-3, 6, NM.

Después Timoteo fué enviado con Erasto a Macedonia y regresó a Pablo cuando él de nuevo visitó a Filipos, donde él escribió su segunda carta a los corintios. Timoteo también acompañó a Pablo al viajar éste por Asia en su tercer viaje misionero. Mientras estuvo en Éfeso Pablo envió a Timoteo en una misión importante a la congregación cristiana en Corinto. Timoteo también fué un compañero útil durante la primera encarcelación de Pablo en Roma. En once de las catorce cartas de Pablo se alude a Timoteo o se le habla directamente. Un indicio del aprecio que Pablo tuvo de su ayuda es la súplica que dirigió a Timoteo durante su segunda encarcelación: “Haz cuanto puedas por venir a mí en breve.”—2 Tim. 4:9, NM.

Debido a la devoción de Timoteo a Jehová Dios y Cristo Jesús, el apóstol Pablo, bajo la influencia guiadora del espíritu santo, asignó a Timoteo para servir como agente del cuerpo gobernante de la congregación cristiana en su día; autorizándosele para asignar a hombres maduros como superintendentes y ayudantes en las diversas congregaciones cristianas. (1 Tim. 1:3; 3:1-15, NM) En esta capacidad Timoteo prefiguró o representó al instrumento que Jehová Dios está usando hoy, la Sociedad de seguidores de las pisadas de Cristo Jesús, la cual igualmente asigna siervos para la congregación cristiana en armonía con la promesa de Jesús de que él pondría a su esclavo fiel y discreto sobre todos sus bienes.—Mat. 24:45, NM.

Pablo dió a Timoteo mucho consejo bueno, al cual todo ministro hoy hará bien en prestar atención: “Continúa aplicándote a la lectura pública, a la exhortación, a la enseñanza. Cuídate a ti mismo y a tu enseñanza. Persiste en estas cosas, pues haciendo esto te salvarás a ti mismo y a los que te escuchan.” “Haz todo lo posible para presentarte aprobado a Dios, un trabajador que no tiene de qué avergonzarse, manejando la palabra de la verdad correctamente.” “Toda Escritura es inspirada por Dios y es benéfica para enseñar, para reprender, para rectificar las cosas, para disciplinar en justicia, para que el hombre de Dios sea enteramente competente, completamente equipado para toda buena obra.” “Predica la palabra, hazlo urgentemente en tiempo favorable, en tiempo dificultoso.” “Mantén tu equilibrio en todas las cosas, sufre el mal, haz obra misionera, efectúa tu ministerio cabalmente.”—1 Tim. 4:13, 16; 2 Tim. 2:15; 3:16, 17; 4:2, 5, NM.

Verdaderamente Timoteo fué un buen ejemplo de los resultados de la apropiada educación cristiana de los hijos. Que todos los padres cristianos sean diligentes en seguir el ejemplo de Loida y Eunice al educar a sus hijos. Y que todos los ministros jóvenes manifiesten humildad decorosa como Timoteo, pero al mismo tiempo recuerden el consejo de Pablo a Timoteo: “Que nadie jamás menosprecie tu juventud.”

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