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  • El trastorno mental
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1953
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1953
w53 1/4 págs. 195-196

El trastorno mental

LA PEREZA trabaja incansablemente porque le es fácil trabajar—¡en la mente! Sólo deje que el pensamiento se tome un día de fiesta, y podrá resultar en vacaciones permanentes. Sólo cambie el razonamiento y la lógica por emocionalismo y conmociones sensuales y la mente queda en peligro ante una amenaza siniestra: la de un trastorno mental.

“Peligro, la emoción está trabajando” es un anuncio que bien podría ser colocado en todo puesto de periódicos, porque cualquier avalúo cuidadoso de lo que se vende allí gráficamente ilustra por qué se está manifestando hoy un trastorno de la mente pública. Dé una mirada a la exhibición vistosa de revistas. ¿Son la mayoría de ellas provocadoras de meditación? ¿Requieren pensamiento sobrio? Las ventas se estimulan con “muchacas de cubierta” voluptuosamente descubiertas. Las revistas y periódicos se venden mejor si son de la clase “rápida” y contienen, en su mayor parte, fotografías. Revistas de inferior calidad producen número tras número de vida baja e inmoral; ¡la fornicación y las concupiscencias sexuales sutilmente normalizadas! ¿Requieren verdadero pensamiento los libros de bolsillo repletos de sexo, sadismo, asesinato, vicio, pasión y crimen? No, la emoción es la que trabaja, arrastrando consigo al lector como por propulsión a chorro y levantando como por palancas las ventanillas de la mente para que la pereza de pensamiento se escurra adentro. El público tiende a demandar ficción; aun estas novelas del “mundo de los sueños” tienen que ser de naturaleza comparativamente ligera. Obras por Shakespeare, Browning, Víctor Hugo y Alejandro Dumas están perdiendo atracción, ¡porque éstas requieren el uso de un diccionario! Algunas personas, no importa qué estén leyendo, jamás se dirigen al diccionario. La “diccionariofobia” es parte del trastorno mental.

La pereza mental se percibe en el lenguaje del “hombre de la calle”—lleno de vulgarismo y jerigonza. La tendencia de la mente pública en masa es la de desconfiar y rechazar el material que implique una estructura intelectual que tenga que ser edificada mediante el razonamiento. En San Francisco, recientemente, el gobernador Stevenson dijo: “No creo, como algunos dicen, que he hablado más allá del alcance mental de persona alguna tampoco. No creo que pudiera hacerlo aunque tratara.” ¿Es esta crítica al estilo de oratoria del candidato presidencial realmente una condenación de Stevenson o de la mente pública? Una carta que Stevenson recibió nos da la respuesta: “No creo que usted hable más allá de nuestro alcance mental. A mí fácilmente me arrastra la emoción, hasta que pienso, cosa que a veces hago.” La mente pública piensa “a veces”, pero el pensar “a veces” no es suficiente para la protección de uno mismo y para darse cuenta uno mismo de las cosas. De modo que aun en el asunto de la opinión política, la preferencia por un candidato está determinada sólo hasta un pequeño grado por pensamiento lógico fundado en conocimiento de las condiciones sociales y las normas mismas de los partidos.

El número de personas rechazadas en la conscripción da prominencia al trastorno mental. Aproximadamente una persona de cada seis es rechazada por razones “mentales”. Empero las escuelas y colegios abundan. ¿No podría ser que el trastorno mental tiene su principio a edad temprana? A los niños frecuentemente se les ve en los puestos de periódicos con las manos llenas de revistas de historietas cómicas y los adolescentes salen de farmacias con un buen surtido de novelas de misterio abundantemente condimentadas con vida lasciva. De esta manera la pereza mental acecha a la juventud; la mente se hace impermeable a material que provoque pensamiento.

Otro aspecto insidioso del cuadro del trastorno mental es la locura por la televisión. ¿Provee la televisión ocasión para pensamiento? ¿Estimula siquiera el pensamiento? ¡No! ¡Si adultos y niños que desean mejorar su mente en una casa donde hay televisión a veces se ven obligados a salir en busca de un lugar privado para estudiar! Es difícil concentrar cuando hay televisión. La industria de la televisión, sometiendo a sus adultos a embrutecedores “matatiempos”, parece asumir que el público tiene la mentalidad de un niño. Las mentes maduras, al considerar la tendencia presente en la televisión, el periodismo, la radio, el cine, las revistas, los libros de mayor venta, la respuesta en masa a la propaganda emocionada, y la aversión pública a los diccionarios, se preguntan: ¿Ha llegado el tío Sam a ser un hombre en perpetua adolescencia—con un libro de historietas cómicas siempre en la mano?

Algunos pueden contender, sin embargo, que hay algo bueno en las representaciones de crímenes por televisión y en las novelas de bolsillo de misterios con su énfasis sobre sexo y violencia. Algo bueno porque capacita a la persona a eliminar de sí las malas intenciones “substitutivamente”. Pero si uno puede desarraigar las tendencias malas leyendo tal material abyectamente perverso, y luego salir y hacer bien, ¿no podría ser cierto lo contrario? Lea la Biblia, elimine lo bueno de usted, y luego ¡salga y haga mal! No, tal razonamiento sólo aparenta ser plausible, porque lo que llena la mente determina la clase de acciones que provendrán de adultos y niños por igual. Los niños, naturalmente, son más susceptibles a trastornos mentales. ¿Puede un niño que ve cadáveres esparcidos cual palomitas de maíz en un circo—por programas de televisión, cine, revistas de historietas cómicas, etc.—entender que eso es sólo “substitutivo” para él? ¡Difícilmente! En Brooklyn el hijo de seis años de un policía le pidió a su padre balas verdaderas porque su hermanita “no se muere de verdad cuando le disparo como se mueren cuando Hopalong Cassidy los mata”.

El trastorno mental marcha así inexorablemente unido a su siniestro hermano gemelo, el trastorno moral, ambos habiendo sido predichos por la Biblia para estos últimos días. (2 Tim. 3:1-5) Los cristianos tienen que ser diligentes en la vigilancia contra las intrusiones de la emoción y la pereza, las cuales afectan tan fácilmente la mente. La misma Palabra de Dios dice: “Venid pues, y razonemos juntos, dice Jehová.” (Isa. 1:18, VA) Tal razonamiento significa estudiar su Palabra, determinar la voluntad de Dios, y luego ejercitar la mente continuamente en buenas obras. Los cristianos tienen que evitar el trastorno mental. El consejo de Pablo a ellos es apropiado hoy: “Cuantas cosas sean verdaderas, cuantas sean de importancia, cuantas sean justas, cuantas sean puras, cuantas sean amables, cuantas sean de buena reputación, cualquier virtud que haya y cualquier cosa que haya digna de alabanza, sigan considerando estas cosas.” (Fili. 4:8, NM) Ninguno que no use la mente ahora para gloria de su Creador, Jehová, recibirá la dádiva de vida eterna en el nuevo mundo.

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