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  • Derrota total de un defensor sacerdotal de error
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1953
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1953
w53 15/4 págs. 227-228

Derrota total de un defensor sacerdotal de error

RECIENTEMENTE una persona de buena voluntad que había estado estudiando la Biblia con uno de los misioneros de la Watch Tówer enviados al Uruguay hizo arreglos para una reunión entre su sacerdote y este misionero.

El sacerdote estuvo presto para empezar la pequeña entrevista doméstica preguntando de modo sarcástico al misionero: “¿Habla usted griego?” Cuando el misionero contestó que no era griego sino norteamericano y hablaba sólo inglés y español, el sacerdote trató de terminar la discusión diciendo que puesto que la Biblia fué escrita en griego él sólo consentiría en una discusión de ella si el misionero entendiera ese idioma. Sin embargo, el misionero indicó que la Biblia en parte también fué escrita en hebreo y que bajo esas condiciones el sacerdote habría de poder hablar hebreo también para tener una discusión.

El misionero añadió: “La señora católica de la casa aquí me dijo que usted personalmente la había estimulado a leer la Biblia, pero ella no mencionó nada acerca de que Ud. insistiera en que la leyera en griego.” Dirigiéndose a la señora, el misionero le preguntó: “¿Le dijo el sacerdote a usted que leyera la Biblia en griego?” Por supuesto la señora respondió: “No, él me dió una Biblia en español.” Poniendo fin de esa manera a dicha pregunta capciosa, la discusión prosiguió.

Primero el misionero le pidió al sacerdote que mostrara al grupo su apoyo bíblico para la enseñanza de la iglesia sobre el purgatorio. Puesto que la palabra ni siquiera aparece en la Biblia, lo mejor que el sacerdote pudo hacer fué referirse a un texto en el libro apócrifo de Macabeos, el cual en realidad apoya la promesa de una resurrección en vez de alguna idea de sufrir en el purgatorio. Luego el misionero pidió al sacerdote apoyo bíblico para la enseñanza de la trinidad. No pudiendo presentar alguno, en seguida se le pidió apoyo en la Biblia para la doctrina del alma inmortal. De nuevo no pudiendo contestar de algún modo, el sacerdote empezó a caminar de un lado a otro de la habitación como león enjaulado, diciendo que él no había venido para ser hecho aparecer como un zopenco con un hereje haciéndole tales preguntas necias.

Sin embargo, la señora de la casa logró que el sacerdote se sentara de nuevo, y esta vez el misionero dijo que puesto que el sacerdote no quería contestar preguntas, a él le gustaría aprovechar la oportunidad de mostrarle textos de la Biblia que muestran que el alma en realidad es mortal. El sacerdote consintió en escuchar éstos. Y lo que es bastante extraño, cuando el misionero leyó de los libros de Josué y Eclesiastés acerca de las almas de los animales y almas humanas muriendo, el sacerdote admitió que estos textos estaban correctos aunque contradecían la doctrina eclesiástica. Pero él agregó que la dificultad con los protestantes es que ellos no saben que la palabra “alma” se traduce erróneamente en las Biblias protestantes así como en las católicas, y que aunque es verdad que el alma muere, el espíritu no. Sin embargo, cuando se le mostró el texto de Eclesiastés acerca de que todos los espíritus regresan a Dios, él se dió cuenta de que esto le colocaba en un dilema, porque querría decir que hasta el espíritu de los más inicuos regresaría a Dios, y por eso no quedaría nadie para ir al purgatorio o al infierno, como él alegaba.—Ecl. 12:7.

Él trató de salirse de esto explicando que los misioneros no entendían griego, pero que esta palabra espíritu no era espíritu sino otra palabra, y él citó una palabra de sonido extraño que él alegaba era el griego original. El misionero dijo que era una lástima que él mismo no pudiera hablar griego, pero que tenía consigo un ejemplar de la Concordancia completa de Strong y podían buscar la palabra griega original en ella. La palabra del texto en Eclesiastés estaba en hebreo, por supuesto, y por eso buscaron en vano la palabra que el sacerdote usó, examinando las secciones hebrea y griega, sólo para descubrir al fin que era la palabra francesa para Dios la que estaba usando para tratar de confundirlos. El misionero entonces dió al sacerdote una lección de hebreo y griego de su concordancia, mostrándole las palabras hebreas y griegas correctas para espíritu y alma y lo que querían decir. Para este tiempo el sacerdote estaba muy desconcertado y sin duda deseaba no haber dicho nunca nada acerca de entender griego, porque era evidente para todos que no lo conocía.

Entonces la señora de la casa enfática y claramente le dijo al sacerdote que ahora estaba convencida de que los testigos de Jehová saben y enseñan más acerca de la Biblia que la iglesia católica. Y, hablando todavía más francamente, declaró que había aprendido más en una hora de estudio bíblico con los testigos de Jehová de lo que había aprendido en seis años de estudio con él. Esa noche, dijo ella, él había exhibido su falta de conocimiento al no poder contestar siquiera una de las preguntas que se le hicieron. Cuando él protestó que no estaba preparado, ella indicó que sus diecisiete años de estudio en un seminario habrían sido más que suficientes para prepararlo. Y de esta manera la derrota total de un defensor sacerdotal de error resultó en que una de las otras ovejas del Señor Jesús llegara a conocimiento y apreciación más claros de la verdad de la Palabra de Dios.

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