BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • w53 1/8 págs. 453-456
  • ¿Demanda el sentido común un purgatorio?

No hay ningún video disponible para este elemento seleccionado.

Lo sentimos, hubo un error al cargar el video.

  • ¿Demanda el sentido común un purgatorio?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1953
  • Subtítulos
  • Información relacionada
  • SENTIDO COMÚN CONTRA PURGATORIO
  • LA BIBLIA CONTRA EL PURGAT0RIO
  • PRUEBA BÍBLICA EXAMINADA
  • EL TESTIMONIO DE LA TRADICIÓN
  • ¿Paga usted por sus pecados después de la muerte?
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1963
  • ¿Existe el purgatorio?
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1960
  • ¿Menciona la Biblia el purgatorio?
    Preguntas sobre la Biblia
  • ¿Están sus familiares amados en el purgatorio?
    ¡Despertad! 1974
Ver más
La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1953
w53 1/8 págs. 453-456

¿Demanda el sentido común un purgatorio?

“EL SENTIDO común demanda un purgatorio.” Esas palabras las atribuye a H. Page Dyer, clérigo protestante de Filadelfia, Pensilvania, el Nuestro visitante dominical del 26 de octubre de 1952. Así, en apoyo del purgatorio, este semanario católico cita no sólo a los primitivos “padres” eclesiásticos, autoridades judías y la Biblia sino también a clérigos y autores no católicos. Argumentos parecidos se encuentran en la Enciclopedia católica y La fe de nuestros padres, por Gibbons.

Antes de examinar la pretensión de que el sentido común, la Palabra de Dios y la tradición prueban la existencia de un purgatorio, notemos lo que la enseñanza del purgatorio es verdaderamente. Según el cardenal Gibbons, purgatorio es “un estado medio de castigo temporal, destinado para los que han muerto en pecado venial, o que no han satisfecho la justicia de Dios por los pecados ya perdonados. [La Iglesia católica] nos enseña también que aunque las almas consignadas a este estado intermedio, comúnmente llamado purgatorio, no pueden ayudarse, pueden ser ayudadas por los sufragios de los fieles de la tierra. La existencia del purgatorio implica naturalmente el dogma correlativo—la utilidad de orar por los muertos—porque las almas consignadas a este estado intermedio no han llegado al final de su jornada. Todavía se hallan excluídas del cielo y en condición de recibir la clemencia divina”.

Este sufrimiento, según autoridades católicas como Agustín, Tomás de Aquino y Gregorio Magno, es “más severo que el que cualquier hombre pueda sufrir en esta vida”. De hecho, algunos hasta sostienen “que el menor castigo del purgatorio excede al mayor castigo de esta vida”. También que “el purgatorio es un verdadero Subinfierno. Las sensaciones de dolor en el Purgatorio igualan a las del Infierno, lo que significa que la temperatura es la misma en ambas regiones”.—Nuestro visitante dominical del 26 de noviembre de 1945.

SENTIDO COMÚN CONTRA PURGATORIO

¿Demanda el sentido común un purgatorio? Veamos. En primer lugar note que, según la enseñanza católica, no es el cuerpo humano, sino una entidad intangible, inmaterial, conocida como el “alma”, la que va al purgatorio a sufrir sus “sensaciones de dolor”. Pero ¿cómo puede aquello que no es temporal, puesto que el alma al morir se supone que está despojada de todas sus propiedades temporales, sufrir castigo temporal? ¿Demanda el sentido común eso?

Y ¿demanda el sentido común que suframos, quién sabe por cuánto tiempo, más severamente de lo que es posible que el hombre sufra en su organismo humano, por pecados que se reconocen como sólo “pecados veniales”? Piense en todas las posibles clases de sufrimiento: el ser quemado en la hoguera, muerte lenta por cáncer, tormento de herejes durante el reinado de la inquisición y en el presente por las autoridades policíacas comunistas, y sepa que el menor sufrimiento en el purgatorio todavía es peor que eso. ¿Es razonable eso?

Y ¿demanda el sentido común que la duración de la permanencia en el purgatorio dependa en gran parte de las oraciones, o sufragios, de los amados dejados atrás? Si alguien tiene amigos y parientes no católicos que no creen en el purgatorio y por lo tanto no oran por él ni le hacen misas, por supuesto no obtendrá ayuda de ellos; y por esto ¿tiene que estar en el purgatorio hasta que haya pagado el último centavo, por decirlo así?—Mat. 5:26, Confrat. Cat.

Y ¿por qué hacer distinción en contra de la juventud? Alguien quizás muera joven, mientras se divierte sin restricción. Piense en todos los años que sufre y tendrá que sufrir, más de lo que posiblemente pudiera sufrir sobre la tierra; mientras que otro, por vivir hasta una edad avanzada madura, cuando las pasiones de la juventud han pasado, entonces tiene tiempo para reflexionar, hacer penitencia y prepararse para el purgatorio. ¿Demanda el sentido común eso?

Hoy la gran mayoría de cristianos profesos, católicos así como protestantes, muestran por sus actos que de hecho son ‘amantes del placer más bien que amantes de Dios’. ¿Va Dios a dar la bienvenida en el cielo a millones de criaturas que aman el placer más que a él, y que lo escogen sólo al enfrentarse a la alternativa de sufrir? ¿Demanda el sentido común tal cristianismo?—2 Tim. 3:1-7.

Y ¿es sentido común sostener que una de las enseñanzas más prominentes de la religión cristiana no se menciona por nombre en ninguna parte de la Biblia? Si tanto depende de oraciones por los muertos, ¿por qué será que ni Jesús ni sus apóstoles y discípulos lo mencionaron una sola vez?

El sentido común demanda un purgatorio, se nos dice, porque sin él sólo hay dos lugares adonde pueda ir el alma inmortal al sobrevenir la muerte, al cielo o a un infierno de tormento eterno; y como nada contaminado puede entrar al cielo y Dios es de ojos tan puros que no puede contemplar el mal, la gran mayoría no podría ir al cielo y por lo tanto estaría destinada a un infierno de tormento, si no hubiera purgatorio. Además, así como el hombre hace que el castigo sea adecuado al crimen, así Dios con justicia haría lo mismo, y por lo tanto el sentido común y la justicia juntos demandan un tercer estado intermedio donde la duración del sufrimiento se determine por el grado de los pecados.—Hab. 1:13; Luc. 12:47; Apo. 21:27.

Un bien conocido axioma dice que cualquier cosa puede probarse si uno empieza con una premisa incorrecta. Si el hombre tiene un alma inmortal que es separada y distinta de su cuerpo y que al producirse la muerte tiene que vivir en alguna parte, y si aparte del purgatorio sólo hubiese el cielo o el infierno, entonces podría argüirse que el sentido común demanda un purgatorio.

LA BIBLIA CONTRA EL PURGAT0RIO

Pero ¿enseña la Biblia que el hombre tiene un alma separada y distinta de su cuerpo y que ésta vive después que él muere? ¿Enseña que el hombre está consciente después de morir? ¿Enseña que existe tal lugar como un infierno ardiente de tormento eterno? ¡No!

La Biblia claramente dice que en la creación “el hombre vino a ser alma viviente”. Que los animales inferiores son almas. Que “el alma que peca, la misma morirá”; y que el Rey de reyes y Señor de señores “solo tiene inmortalidad”.—Vea Génesis 2:7; Números 31:28; Ezequiel 18:4; 1 Timoteo 6:16, Dy.

Además, conforme a la Palabra de Dios, el infierno no es un lugar de tormento sino el sepulcro común de la humanidad. Por eso encontramos en la Versión Douay la palabra hebrea seol vertida no sólo 63 veces “infierno” sino también una vez “hoyo” y una vez “muerte”; y por eso la versión del Mons. Knox repetidamente lee “lugar de muerte” donde la Douay lee “infierno”. La muerte del hombre es como la de los animales inferiores. (Ecl. 3:19-21) Por eso, “Cuanto bien puedas hacer, hazlo alegremente, porque no hay en el sepulcro, a donde vas, ni obra ni industria, ni ciencia ni sabiduría.”—Ecl. 9:10, NC.

Por eso el argumento de que el sentido común demanda un purgatorio porque al sobrevenir la muerte tantas almas inmortales ni son dignas del cielo ni merecen tormento eterno cae por completo, puesto que las criaturas humanas son almas pero no tienen almas que puedan existir separadas del cuerpo. Las almas son mortales, pueden morir, y seol, el infierno de la Biblia, es el sepulcro común de la humanidad. Es verdad que Jesús en sus ilustraciones y en el Apocalipsis une fuego con infierno en ciertas traducciones de la Biblia, pero ¿por qué considerar al fuego literalmente cuando no consideramos los términos “ovejas”, “cabras,” “bestia,” etc., literalmente? Claramente tales expresiones sólo son figuras de retórica. La esperanza de la Biblia para los muertos no yace en que sean inmortales sino en la resurrección.—Juan 5:28, 29; Hech. 24:15, Confrat. Cat.

En cuanto a la necesidad de fuegos purgativos para limpiarnos de pecados, note el testimonio del apóstol Juan: “Mas si camináremos en la luz, como Él está en la luz, tenemos comunión recíproca con Él, y la sangre de Jesu-Cristo, su Hijo, nos purifica de todo pecado.” “Si confesáremos nuestros pecados, fiel es y justo, para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda iniquidad.” Y tal perdón no aplica sólo a nuestros pecados pasados, porque Juan sigue diciendo: “Si todavía alguno pecare, abogado tenemos ante el Padre a Jesu-Cristo, justo. Y él es propiciación por nuestros pecados, y no por nuestros pecados solamente, sino también por los de todo el mundo.”—1 Juan 1:7, 9; 2:1, 2, BC.

PRUEBA BÍBLICA EXAMINADA

Al esforzarse para probar la existencia de un purgatorio muchos textos bíblicos se citan. Consideremos los sobresalientes. El primero es 2 Macabeos 12:43-46 (TA), que habla de un tal Judas Macabeo enviando una ofrenda “a Jerusalén, a fin de que se ofreciese un sacrificio por los pecados de estos difuntos, teniendo, como tenía, buenos y religiosos sentimientos acerca de la resurrección (pues si no esperara que los que habían muerto habían de resucitar, habría tenido por cosa superflua e inútil el rogar por los difuntos): y porque consideraba que a los que habían muerto después de una vida piadosa, les estaba reservada una grande misericordia. Es, pues, un pensamiento santo y saludable el rogar por los difuntos, a fin de que sean libres . . . de sus pecados”.

Pero ha de notarse que ni éste ni ningún otro libro apócrifo fué aceptado por los judíos palestinos como parte de la Palabra de Dios, no fueron citados por Jesús o sus apóstoles y discípulos, y ni siquiera fueron considerados como exactos, mucho menos inspirados, ni siquiera por Jerónimo, el traductor de la Biblia Vulgata latina. Sin embargo, aun si se aceptara como Escritura este texto no probaría verdadera la enseñanza del purgatorio por dos razones: Primero, los muertos mencionados eran judíos que fueron muertos debido a su idolatría, y según la enseñanza católica romana la idolatría es un pecado mortal que lo hace a uno merecedor de tormento eterno. Segundo, la cita muestra que fué debido a la esperanza de la resurrección, no debido a que los muertos estuvieran vivos, sino porque estaban muertos hasta la resurrección, que estas oraciones se ofrecieron. Las almas en el purgatorio no necesitan una resurrección; se supone que estén vivas y al fin de su “evolución espiritual hacia la santidad perfecta” sean llevadas al cielo.

Se pretende además que puesto que la Biblia da ejemplos de castigo temporal para pecados hay un purgatorio implicado; y para prueba se dan los ejemplos de Moisés, a quien se le negó la entrada a la Tierra Prometida, y David, cuyo primer hijo por Betsabé murió. (Núm. 20:12; 2 Rey. 12:13, 14, TA; 2 Sam. 12:13, 14, en versiones no católicas) Pero, en los días del arreglo de la Ley los pecados no sólo fueron castigados temporalmente sino que la obediencia se recompensó temporalmente. (Vea Levítico, capítulo 26.) Pero ni bendiciones temporales por el bien hacer ni castigo temporal por la iniquidad se ofrecen a los cristianos, sino precisamente lo opuesto a manos de los impíos. (Luc. 6:20-26; 2 Tim. 3:12) Moisés y David no tuvieron recurso a la sangre de Cristo Jesús, ni hay registro alguno de que sufrieron después de morir.

La Enciclopedia católica, esforzándose por probar el principio del purgatorio, cita Mateo 3:8; Lucas 13:3; 17:3, todos los cuales hablan de hacer “penitencia” (TA; Dy), y por lo tanto dan lugar para la expiación de pecados mediante obras meritorias. Sin embargo, el uso de la palabra “penitencia” es desacertado en estos textos y por eso encontramos versiones católicas modernas que usan el término “arrepentimiento” y “arrepentirse”.—Vea Knox, Confrat. Cat.

Se sostiene también que el purgatorio se enseña por las palabras de Pablo en 1 Corintios 3:11-15, donde él compara las obras cristianas a oro, plata, madera, heno, etc., y luego dice que el fuego probará la obra de cada hombre, y que si la obra de un hombre “se quema perderá su recompensa, pero él mismo será salvo, empero como si fuera por fuego”. (Confrat. Cat.) ¿Están edificando los cristianos con oro, plata, madera y heno literales? ¡Por supuesto que no! Entonces ¿por qué considerar el fuego como literal? Además, note que la obra de cada uno, ya sea él bueno o malo, será probada, también que mientras la obra defectuosa será quemada, o destruída, el individuo será salvo, empero “como si fuera por fuego”, no fuego verdadero.

Todavía otro texto usado para apoyar el purgatorio se encuentra en Mateo 12:32, donde se registra que Jesús dijo: “Quien dijere palabra contra . . . el Espíritu Santo, no se le perdonará, ni en este mundo ni en el venidero.” (BC) La manera en que Marcos y Lucas expresan esto claramente indica que lo que Jesús quería decir era que dichos pecados jamás serían perdonados. (Mar. 3:29; Luc. 12:10) Además, el ‘mundo venidero’ se refiere, no al estado de los muertos, que otras partes de la Biblia muestran que es un estado de inconsciencia, sino a un nuevo sistema de cosas, como se prometió: “Pero nosotros esperamos otros cielos nuevos y otra tierra nueva, en que tiene su morada la justicia, según la promesa del Señor.”—2 Ped. 3:13, NC.

EL TESTIMONIO DE LA TRADICIÓN

Pero alguien dirá: Ustedes pasan enteramente por alto el testimonio de la tradición. Pero, nosotros respondemos: ¿de qué valor es la tradición si contradice la Palabra de Dios? Para que una enseñanza sea verdadera tiene que ser conforme ‘a la ley y al testimonio’ porque ‘la palabra de Dios es la verdad’. Jesús condenó a los caudillos religiosos de su día porque ellos trataron de invalidar los mandamientos de Dios por su tradición, y Pablo dijo: “Dios es veraz y todo hombre falaz,” si contradice la Palabra de Dios.—Isa. 8:20, BC; Mar. 7:9; Juan 17:17; Rom. 3:4, NC.

El mero hecho de que algunos “padres” eclesiásticos primitivos creyeron en algo semejante a un purgatorio no prueba que Jesús y sus apóstoles creyeron en ello, especialmente cuando no hay mención alguna de un purgatorio en el “Nuevo Testamento”. ¿No amonestó Pablo que habría una apostasía? (Hech. 20:29, 30, Confrat. Cat.) Pedro habló de algunos que tergiversaban las Escrituras en su día, y Juan señaló con especialidad a uno que era ambicioso.—2 Tes. 2:3-7; 2 Ped. 3:16; 3 Juan 9, Confrat. Cat.

Y ¿dónde consiguieron los “padres” eclesiásticos la idea del purgatorio, puesto que no se encuentra en la Biblia? De fuentes paganas. Según la Enciclopedia católica los paganos tenían una creencia semejante a la del purgatorio. Híslop da prueba de que los antiguos egipcios, los griegos y los romanos creyeron en eso, citando de Virgilio, Platón y otros.

El sentido común no demanda un purgatorio. ¡El sentido común lo rechaza!

    Publicaciones en español (1950-2025)
    Cerrar sesión
    Iniciar sesión
    • español
    • Compartir
    • Configuración
    • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
    • Condiciones de uso
    • Política de privacidad
    • Configuración de privacidad
    • JW.ORG
    • Iniciar sesión
    Compartir