Despertando a los dormidos
UN TESTIGO de Jehová estaba ofreciendo la revista ¡Despertad! en la entrada a una estación de trenes subterráneos situada en el hotel más grande de la ciudad de Nueva York. Entre los que pasaban estaban dos jóvenes vestidas elegantemente, una de las cuales, al oír sus lemas y notar el nombre de la revista que presentaba, dijo en broma: “Tiene razón. ¡Estoy muy dormida!” Con una sonrisa el testigo contestó: “Señorita, sabe usted que ‘muchas verdades se han declarado en broma’.”
Pero con razón la joven bromeó en cuanto a estar dormida. ¿No es ridículo decir a la gente que despierte en ésta, la época más acelerada de toda la historia? ¿Cuando las vías modernas de comunicación están cargadas de información que se envía a los cuatro ángulos de la tierra con la ligereza del relámpago? ¿Cuando los hombres de ciencia están realizando logros tan sorprendentes?
Sin embargo permanece como realidad el hecho de que la gran mayoría de la gente está dormida sin saberlo. Tal vez les parezca gracioso salir con tal declaración, pero realmente están diciendo una verdad que pone a uno sobrio. ¿Por qué? Porque están dormidos en cuanto a las cosas de verdadera importancia, en cuanto a las únicas cosas esenciales. Están bien dormidos en cuanto al significado de los muchos sucesos trascendentales que han acontecido desde 1914 en cumplimiento de la gran profecía de Cristo como se registra en Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21. Están dormidos en cuanto al hecho de que ya no le queda mucho tiempo a este viejo sistema inicuo de cosas y que tienen que salirse de él si no quieren perecer con él en el Armagedón.—Apo. 16:14, 16; 18:4.
¿Qué cosa los ha puesto a dormir? El estar preocupados en intereses egoístas, los anuncios comerciales deshonestos, la propaganda política, las enseñanzas religiosas falsas y las teorías de la seudociencia de sabiduría mundana; todo lo cual resulta como opio para la gente.
Al tiempo del gran diluvio sólo Noé y su familia inmediata estaban despiertos respecto al tiempo en que vivían y lo manifestaron por sus acciones; no sólo edificando aquel gran barco semejante a cofre, sino también amonestando a otros a que despertaran antes de que fuera demasiado tarde. (2 Ped. 2:5) Hoy día, nosotros, como testigos cristianos de Jehová, tenemos un privilegio y responsabilidad parecidos, porque ¿no dijo Cristo que así como era en los días de Noé será en los días del Hijo del hombre? Si apreciamos cabalmente estos hechos, daremos la amonestación a todos los que todavía están dormidos, diciéndoles: “Despierta, oh dormido, y levántate de entre los muertos, y el Cristo brillará sobre ti.”—Efe. 5:14, NM.
Seguramente si la casa de nuestro vecino estuviera quemándose y supiéramos nosotros que él no se daba cuenta de ello, que quizás hasta pudiera estar profundamente dormido, haríamos un gran despliegue de urgencia en despertarlo a él y a su familia para hacerlos saber de su peligro. Sin embargo el trabajo que Jehová ha encargado a sus testigos hoy día es mucho más importante y urgente, porque lo que está envuelto en ello tiene que ver no simplemente con pasar nosotros el resto de los setenta años que nos tocan en este miserable sistema de cosas, sino con el vivir una eternidad en el nuevo mundo de Dios, mundo de justicia y felicidad. En realidad, a menos que nosotros hagamos todo lo posible para despertar a estos “muertos”, nosotros mismos participaremos del “sueño perpetuo” con ellos.
Como ministros adecuadamente entrenados, demos, en toda oportunidad, la amonestación de que despierten, sean cuales fueren las circunstancias, y busquemos la oportunidad de despertar a otros hablando a los transeúntes en las calles y yendo de casa en casa para llevar el mensaje a la gente en sus hogares.