Misericordia para los misericordiosos
LA MISERICORDIA es para los misericordiosos. Se concede conforme a principios justos y con un propósito definido. Ese propósito es desarrollar integridad en los hombres y mostrar que esa integridad es inquebrantable. La misericordia es para los que tratan de mostrar su amor a Dios guardando sus mandamientos. El hombre falto de misericordia, desagradecido e inicuo, el hombre que inventa y practica el mal, no recibe de la misericordia de Dios. El sabio pregunta: “¿No van errados los que maquinan el mal? pero la misericordia y la verdad serán para los que piensan medios de hacer bien.”—Pro. 14:22.
Jehová es el “Padre de misericordias compasivas y el Dios de todo consuelo.” (2 Cor. 1:3, NM) Él expresa su derecho absoluto de otorgar su misericordia a quienquiera que él quiere. A Moisés él dijo: “Tendré misericordia de quienquiera que yo tenga misericordia, y mostraré compasión a quienquiera que yo muestre compasión.” (Rom. 9:15, NM) Es esta cualidad de misericordia lo que lo distingue de todos los demoníacos dioses de los paganos.
La misericordia de Jehová lo hace a él adorable a nosotros. Nos hace querer adherirnos a él y amarlo. Por causa de su misericordia nos sentimos libres para acercarnos a él en nuestra debilidad e imperfección con seguridad de ser oídos y, comprendidos. La manera en que Jehová expresa su misericordia nos demuestra que él es amor. (1 Juan 4:16) Su misericordia no es señal de debilidad o blandura sentimental; más bien es una efusión de amor a sus criaturas. Está escrito de él: “Jehová, Jehová, un Dios misericordioso y benigno, lento para airarse y abundante en bondad amorosa y verdad, que preserva bondad amorosa para miles, perdonando iniquidad y transgresión y pecado.”—Éxo. 34:6, 7, NM; Miq. 7:18.
La misericordia de Jehová es especialmente para los que buscan la misericordia de él. “Porque tú, Señor, eres bueno, y perdonador, y grande en misericordia a todos los que te invocan.” (Sal. 86:5) “Porque así como el cielo es alto sobre la tierra, así tan grande es su misericordia a los que le temen.” (Sal. 103:11) “Y por generaciones tras generaciones su misericordia está sobre los que le temen.” (Luc. 1:50, NM) Su misericordia también es para los que confían en él (Sal. 32:10); quienes lo aman, por lo que él es (Neh. 1:5); quienes siembran para sí mismos, justicia (Ose. 10:12); quienes son conducidos por su espíritu (Gál. 6:16); y quienes ellos mismos son perdonadores (Mar. 11:25). La misericordia de Dios es un aliciente a la justicia, un estímulo a un esfuerzo honrado para vivir por encima de la ley del pecado.—Rom. 7:21-25, NM.
Nadie está fuera del alcance de la misericordia de Jehová, si el tal la desea. Su misericordia puede levantarnos y ayudarnos a obtener vida eterna. Pero nosotros tenemos que ser honrados con nosotros mismos. Estamos en circunstancias desventajosas debido a nuestra imperfección. Tenemos que creer que sólo mediante la misericordia de Dios obtendremos la vida. Para recibir de la misericordia de Jehová tenemos que ser misericordiosos con otros. El negar misericordia trae negación de ella para uno mismo. “No haya quien le tenga misericordia, . . . por cuanto no se acordó de tener misericordia; sino antes persiguió al hombre afligido, y al pobre.” (Sal. 109:12, 16) Y cuando se muestra misericordia a otros ha de hacerse “con alegría” y con “buenos frutos.” (Rom. 12:8; Sant. 3:17) Imite al “Padre de las misericordias compasivas” cuando exprese misericordia a otros. “Benigno y compasivo es Jehová; lento en iras, y grande en misericordia. Jehová es bueno para con todos, y sus piedades velan sobre todas sus obras.”—Sal. 145:8, 9.
DELEITE EN LA MISERICORDIA
Un corazón verdaderamente benigno será misericordioso. Esto se manifiesta en hacer bien. Los misericordiosos saben que sus hermanos son imperfectos como ellos. Saben que sus hermanos cometen errores como ellos; que todos son ‘nacidos en iniquidad’ y concebidos en pecado; que “no hay hombre justo, ni siquiera uno.” (Sal. 51:5; Rom. 3:10, NM) Los misericordiosos saben que Dios recuerda a éstos en su misericordia. “Porque conoce nuestra hechura, tiene presente que somos polvo.” (Sal. 103:14) ¿No deberíamos ser tan perdonadores unos a otros? “Con el misericordioso te mostrarás misericordioso.” (2 Sam. 22:26) “Felices son los misericordiosos, porque a ellos se les mostrará misericordia.”—Mat. 5:7, NM.
Ninguno de nosotros es perfecto. Cada uno tiene su propia debilidad e imperfección, caprichos y disposición peculiares. Debido a estas diferencias, todos nosotros sin excepción tenemos que ejercer misericordia. A nuestros propios ojos podemos parecer justos, buenos y sin defecto. Pero para otros nuestros defectos son muchos y obvios. Tenemos defectos escondidos o secretos. Por eso, si hemos sido ofendidos o injuriados por algún hermano, no cometamos el error de cavilar en ellos, y hacer las cosas todavía peores publicando la debilidad de nuestro hermano, chismeando acerca de ella. No sea inmaturo, pueril, abrigando un rencor. Más bien, siga la regla bíblica de ir al ofensor en algún momento oportuno, cuando usted esté en un estado de ánimo correcto, y entonces bondadosa, sosegada y atinadamente traiga el asunto a su atención. No lo condene. Jehová tal vez lo esté reputando inocente. “Dejen de juzgar, para que ustedes no sean juzgados; porque con el juicio que ustedes están juzgando, serán juzgados.” (Mat. 7:1, 2, NM) No cometa el grave error de reprenderlo delante de otros. Usted no sólo lo abochorna a él sino que usted mismo se hace un daño también al no seguir la regla bíblica dad en Mateo 18:15-17. Privadamente y en medio ambiente bueno y alegre ventile sus diferencias. Así usted no solo conservará amigos, sino que ganará amigos.
Queremos que Jehová perdone nuestros “pecados encubiertos,” ¿no es verdad? Entonces, seamos muy misericordiosos pasando por alto y perdonándonos los defectos los unos a los otros. “¿Quién podrá entender sus propios errores? Límpiame de los pecados encubiertos. Asimismo de los de soberbia retrae a tu siervo; no tengan ellos dominio sobre mí: entonces seré perfecto, y estaré limpio de grande transgresión.” (Sal. 19:12, 13) Podemos contar con que Jehová perdonará nuestros pecados encubiertos si nos perdonamos los nuestros los unos a los otros.
Pablo da otra razón para ser misericordiosos hacia nuestros hermanos. “Hermanos,” dijo Pablo, “aun cuando un hombre da algún paso en falso antes de darse él cuenta de ello, ustedes que tienen las debidas cualidades espirituales traten de restaurar a dicho hombre con un espíritu de apacibilidad, vigilándote tú mismo por temor de que tú también seas tentado.” (Gál. 6:1, NM) Jamás sabemos cuándo nosotros nos hallaremos en una condición en que necesitemos misericordia. El proceder seguro es estar siempre perdonando. Perdone a su hermano “setenta y siete veces” si es necesario.—Mat. 18:22, NM.
DEBERÍAN ESTAR MEJOR ENTERADOS
Algunos cristianos profesos son ¡oh! tan bondadosos y perdonadores hacia personas fuera de la congregación cristiana quienes cometen alguna transgresión. Pero que su hermano cristiano llegue a ser culpable de alguna fechoría contra ellos, y, en vez de mostrar la misma misericordia, éstos llegan a ponerse tan fríos como el hielo y tan duros como la piedra. Para justificar su insensibilidad, a menudo dirán que estos deberían estar mejor enterados, mientras que tenemos que hacer concesiones para gente de afuera porque ella no sabe lo que debe hacerse. De modo que no muestran amor a su hermano. Jesús clasificó a estos inclementes con los escribas, fariseos e hipócritas, diciendo: Ustedes “han desatendido los asuntos de más peso de la Ley, a saber, el juicio y la misericordia y la fidelidad.” (Mat. 23:23, NM) en vez de decir que él debería estar mejor enterado, tal vez sería mejor decir: Él es todavía débil e imperfecto en la carne, como todos lo somos. Pablo muestra que muy posiblemente sea así.—Rom. 7:15-25.
Si mostramos una actitud insensible no dejamos que Dios nos muestre su misericordia. “Con el misericordioso te mostrarás misericordioso, con el hombre recto te mostrarás recto.” (Sal. 18:25) ¿Tenemos base para rehusar misericordia a los hermanos asociados porque, en nuestra opinión, ésos deberían haber estado mejor enterados? Apliquemos la misma regla a nosotros mismos y razonemos que Dios de aquí en adelante no nos perdonará o será paciente con nosotros porque nosotros, también, debemos estar mejor enterados, ahora que estamos en la verdad.
Esto tiene otro lado que debe considerarse. Si rehusamos misericordia, será rehusada a nosotros. El añadir misericordia a otros es tenerla añadida a nosotros. El multiplicar misericordia hacia otros significa que será multiplicada en una abundancia aun mayor a nosotros. “Con la medida que ustedes están midiendo al dar se medirá para dar a ustedes.” (Mat. 7:2, NM) El rehusar misericordia es ser cruel.
Los hombres inicuos no tienen misericordia. “Pero las compasiones de los inicuos son crueles.” (Pro.12:10) En la ilustración del esclavo inclemente, al que rehusó misericordia a su esclavo compañero se le rehusó también a su vez. El amo llamó inicuo al esclavo inclemente. “Esclavo inicuo, yo te cancelé toda aquella deuda, cuando tú me suplicaste. ¿No deberías tú, en cambio, haberle tenido misericordia a tu compañero esclavo, como yo también te tuve misericordia a ti?” Jesús agregó: “De manera semejante mi Padre celestial tratará también con ustedes si no perdonan cada uno a su hermano de corazón.” (Mat. 18:32-35, NM) “El que practica misericordia tendrá su juicio sin misericordia.”—Sant. 2:13, NM.
Las recompensas por ser misericordiosos son muchas. El misericordioso no tiene que temer el juicio de Jehová. Se le asegura consideración misericordiosa. La misericordia contribuye a la tranquilidad de ánimo de aquel a quien perdonamos. Lo libra de la carga de la preocupación y pesares innecesarios. Crea armonía dentro de la congregación cristiana. Bendice al dador, al que muestra misericordia, porque, ¿no es más bendito dar que recibir? Sí, cuando expresamos misericordia compartimos el consuelo y gozo que resulta de ello. Por otra parte, si rehusamos misericordia perturbamos nuestra propia carne. “El hombre bondadoso hace bien a su propia alma; pero el cruel atormenta a su misma carne.”—Pro. 11:17.
Por eso tome a pechos el consejo del sabio: “Misericordia y verdad no te desamparen; átalas á tu cuello, escríbelas en la tabla de tu corazón: y hallarás gracia y buena opinión en los ojos de Dios y de los hombres.”—Pro. 3:3, 4, Va.