La insensatez de la apatía
ESTE es el día de la indiferencia, la frialdad y la apatía. Converse con una persona en los Estados Unidos acerca de la corrupción en lo interior de los lugares encumbrados, y manifiesta indiferencia. Cuéntele acerca de la tambaleante y siempre ascendente deuda nacional que está socavando la estabilidad económica de la nación, y permanece impasible. Adviértale del pavoroso fascismo que está carcomiendo las mismísimas partes vitales de sus más queridas libertades, y manifiesta apatía. Y toque a su puerta con un mensaje de la Palabra de Dios, y quizás ni se esfuerce por cerciorarse si el que llama está vendiendo cordones de zapatos o es un ministro cristiano que le lleva las buenas nuevas del reino de Dios.
Y el hombre moderno se siente bastante complacido con su apatía. ¿Por qué preocuparse por la corrupción, por un día de ajuste de cuentas o por lo que el mañana pueda traer? ¡Todo me va bien hoy! Su actitud es igual a la de aquellos que hace veinticinco siglos dijeron: “¡Jehová no nos ve! ¡Jehová ha abandonado la tierra!” “¡Jehová no hará bien, ni tampoco hará mal!” (Eze. 8:12; Sof. 1:12) O quizás adopte la actitud complaciente de que “me basta la religión de los viejos tiempos,” jamás interesándose en determinar si acaso sus antepasados usaron buen juicio al escoger su religión o no.
Realmente sus hechos muestran que él es el insensato que “ha dicho en su corazón: ¡No hay Dios!” (Sal. 14:1) En lo profundo de su corazón él está descontento con su filosofía de la vida, pero en vez de buscar algo mejor egoístamente se entrega a placeres físicos y tarde o temprano conoce la verdad de que “cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará.”—Gál. 6:7, NM.
En vez de manifestar apatía, ahora más que nunca antes es el tiempo para que estemos alerta, vigilantes e interesados, porque hay un Dios en el cielo y su Palabra es la verdad. Y esa Palabra manifiesta que estamos viviendo en un período de transición de un viejo sistema de cosas a unos nuevos cielos y tierra. (2 Ped. 3:4, 13) Ahora, por lo tanto, es el tiempo de escuchar la amonestación de Jesús: “Presten atención a ustedes mismos para que sus corazones nunca lleguen a estar cargados debido a comer con demasía y por beber excesivamente,” y de obedecer el mandato: “Buscad a Jehová, . . . buscad la justicia, buscad la mansedumbre.”—Luc. 21:34, NM; Sof. 2:3.
Los que hacen de la esperanza del reino de Dios su interés recibirán aun ahora tranquilidad de ánimo y gozo de corazón. Y esa esperanza verdaderamente es un premio por el cual vivir, trabajar y luchar, porque se necesitará una vida eterna para realizar plenamente sus bendiciones de paz y prosperidad, salud y vida. Los que manifiestan apatía hacia esa esperanza hoy día jamás conocerán dichas bendiciones. Verdaderamente, tal apatía es insensatez.