La manera sensata de considerar el dinero
CUAN frecuentemente oímos que alguien llama al dinero “la raíz de todo mal.” Esto da una impresión incorrecta, oculta un lazo traicionero y obscurece una señal de los últimos días. ¿Por qué? Porque el dinero no es la raíz de todo mal. No hay nada de mal intrínseco en el medio circulante llamado “dinero.” Lo que la raíz de todo mal verdaderamente es puede hallarse en las palabras del apóstol de Cristo: “Los que se resuelven a ser ricos caen en la tentación y en un lazo y en muchos deseos insensatos y dañinos que hunden a los hombres en destrucción y ruina. Porque el amor al dinero es raíz de toda suerte de cosas perjudiciales, y esforzándose para lograr este amor algunos han sido desviados de la fe y se han acribillado con muchos dolores.” (1 Tim. 6:9, 10, NM) Aquí; entonces, está esta raíz inspiradora del mal—¡el amor al dinero! ¿Qué sucede a los que caen víctimas del amor al dinero?
El amor al dinero es un lazo ya se trate de dinero obtenido honradamente o sin honradez. Pudiéramos comparar este lazo a una trampa u hoyo cavado en el suelo y que está lleno de estacas puntiagudas, estando ligeramente cubierta toda la trampa. De modo que cuando un hombre, o cualquier animal, la pisa, cae adentro. Tal lazo es en el que “los que se resuelven a ser ricos” necesariamente tienen que caer. La manera de evitar el caer en un lazo semejante a éste es tener una manera sobria y desapasionada de considerar el dinero poniendo atención al consejo dado en la Palabra escrita de Dios, la Biblia. Ese libro da evidencia gráfica de que el amor al dinero es una raíz de toda suerte de cosas perjudiciales.
Considere, por ejemplo, el caso de Acán. Justamente antes de caer Jericó se les advirtió a los israelitas que no se apropiaran cosa alguna de los despojos; todo el oro y la plata había de ir al tesoro de la casa de Jehová. Pero cuando Acán encontró alguna plata y una barra de oro, su amor al dinero le dió otras ideas. Tomó el dinero y lo escondió en su tienda. Israel sufrió una derrota ante la ciudad de Hai debido a la desobediencia de Acán. Cuando su pecado fué descubierto, Acán, junto con toda su familia, fué muerto a pedradas. El amor de Acán al dinero condujo a la desobediencia, y su desobediencia a la muerte.—Josué, capítulos seis y siete.
Otro que permitió que su amor al dinero lo condujera a la deslealtad, y la deslealtad al desastre, fué el siervo de Eliseo, Giezi. Eliseo, mediante el poder de Jehová, acababa de curar de lepra a Naamán. Cuando le fueron ofrecidos regalos, el profeta rehusó aceptarlos. Pero Giezi, corriendo tras Naamán y falsamente usando el nombre de Eliseo, pidió plata y ropa. La deslealtad de Giezi, sin embargo, fué descubierta. Dijo Eliseo: “‘¿No estaba yo presente en espíritu cuando el hombre se volvió de su carro para recibirte?’ . . . ‘¿Es tiempo de aceptar dinero? . . . La lepra de Naamán se te pegará a ti y a tus descendientes para siempre.’” (2 Rey. 5:26, 27, UTA) El deseo de ganancia egoísta convirtió a Giezi en un mentiroso y engañador y ‘lo acribilló con muchos dolores.’
El nombre “Judas” ha llegado a ser un sinónimo de traidor. Pero ¿qué llevó a Judas a emprender este proceder traidor? La codicia. Él amó al dinero. Amó tanto al dinero que se convirtió en ladrón mucho antes de traicionar a Jesús. Cuando María de Betania ungió a Jesús con costoso ungüento perfumado, Judas censuró esto como extravagancia, porque él quería que el ungüento se vendiera por dinero. ¿Por qué? “No porque él estuviera preocupado por los pobres, sino porque era ladrón y tenía la alcancía y solía llevarse los dineros puestos en ella.” Prescindiendo de cuáles habrán sido las razones de Judas para traicionar a Jesús, el amor al dinero fué predominante. A los sacerdotes principales él preguntó: “¿Qué me darán para que se lo entregue a ustedes?” Convinieron en treinta piezas de plata. El resto es bien conocido. Judas, después de la traición, arrojó la plata y se colgó. ¿Qué le hizo a Judas este amor al dinero? Lo convirtió en ladrón, traidor y, en un sentido, asesino; porque él bien sabía que los sacerdotes querían que Jesús fuera muerto. No el dinero mismo, sino el amor al dinero, ‘desvió de la fe’ a Judas y lo arrojó a tal destrucción que Jesús dijo: “Habría sido mejor para ese hombre si no hubiera nacido.”—Juan 12:6; Mat. 26:15; Mar. 14:21, NM.
Muchas son las razones por las que el dinero es amado. A menudo es el deseo de tener poder y prestigio. Simón de Samaria amó al dinero en este sentido, porque codiciaba poder para explotar a otros y elevarse a sí mismo. Cuando vió a Pedro y Juan impartiendo el don del espíritu santo, él pidió: “‘Dénme también esta autoridad, que cualquiera a quien impusiere las manos reciba espíritu santo.’ Pero Pedro le dijo: ‘Perezca su plata consigo, porque usted pensó conseguir posesión del don gratuito de Dios mediante el dinero.’” (Hech. 8:18-20, NM) Hoy la palabra “simonía” se aplica a la práctica de comprar o vender puestos eclesiásticos.
Verdaderamente, hoy día el amor al dinero ha penetrado en la religión organizada. Las iglesias de la cristiandad mercantilizan la Palabra de Dios, dando énfasis, no a las verdades bíblicas, sino a colectas, ferias, bingo y otros métodos de reunir dinero. Nadie necesita que se le diga del amor al dinero que impulsa al comercio. Y el amor a la ganancia, poder y prestigio egoístas en la política es bien conocido. Aun el matrimonio ha sido corrompido por el universal amor al dinero. Fué igual en el día de Jesús. De la Roma antigua dice la obra de Lord Beacon Lights of History: “El dinero era el primer objetivo en todas las alianzas matrimoniales.” Lo mismo sucede con muchos actualmente.
Las Escrituras nos advierten del peligro siempre presente del amor al dinero. Pero ¿no es esencial el dinero? Sí, pero el cristiano verdadero se da cuenta de que, más allá de cierta cantidad necesaria para cubrir las necesidades de la vida, el dinero no tiene poder para otorgar felicidad o vida. La felicidad verdadera y la vida verdadera vienen de acumular tesoros en el cielo por medio de manifestar amor a Dios y no amor al dinero. Jehová, el Dios verdadero, es rico, porque todo el oro y la plata de la tierra son suyos. Empero el cristiano puede usar el dinero de este mundo injusto para hacer amistad con Dios. Porque Jesús aconsejó: “Háganse amigos por medio de las riquezas injustas, para que, cuando las tales fracasen, ellos los reciban a ustedes en los lugares de habitación eternos.” (Luc. 16:9, NM) Jehová y Cristo son estos Amigos verdaderos que pueden preservar la vida cuando el dinero fracase completamente. Sólo los que han usado su vida, tiempo y riqueza material para honrar a Jehová y Cristo tendrán Amigos verdaderos en el Armagedón.
Parte de la señal de los últimos días es la abundancia de “amantes del dinero.” (2 Tim. 3:2, NM) Esto, junto con todos los rasgos de la señal de los últimos días ahora relampaguea ante nuestros ojos. Cuán vital, entonces, que seamos desapasionados concerniente al uso del dinero, que evitemos el lazo que pudiera arrojarnos a la destrucción en el Armagedón. Millones de personas morirán ricas en el Armagedón. ¡Ninguna ganancia ésta! Por eso haga usted del dinero un siervo suyo. Úselo para honrar a Dios y manifestar amor al prójimo trayéndole las buenas nuevas del reino de Dios. Entonces Jehová y Cristo serán sus Amigos eternos. Ellos no olvidarán su servicio amoroso. Porque el Rey Cristo le dará la bienvenida a los “lugares de habitación eternos” del nuevo mundo: “Vengan, ustedes que tienen la bendición de mi Padre, hereden el reino preparado para ustedes desde la fundación del mundo.”—Mat. 25:34, NM.