El orgullo destruye, la mansedumbre salva
LA ARROGANCIA es algo que Jehová odia y el orgullo es una ofensa contra Dios. Los orgullosos confían en ellos mismos más bien que en Jehová, faltándoles humildad, no apreciando que dependen de su Creador. Orgullosamente creen que poseen sabiduría superior, y tal vez tengan habilidades naturales superiores al término medio. Pero ¿cuál es la fuente de la sabiduría verdadera? ¿Dónde consiguieron sus habilidades naturales? ¿No está el hombre en deuda con el Creador por todas las cosas buenas? ¿No es Jehová el Dador de todas las dádivas buenas? ¿Qué tiene el hombre que no haya recibido? ¿Por qué debe un hombre estar orgulloso en sí mismo? La tierra sobre la que está de pie, el alimento que come, el aire que respira—¿no fueron estas cosas suministradas por el Creador del universo? El hombre depende de estas provisiones para mantener la existencia, y su misma existencia depende de Jehová. Con lógica lúcida Pablo pregunta: “No se hinchen individualmente en favor del uno contra el otro. Porque ¿quién hace que difieras de otro? En verdad, ¿qué tienes tú que no hayas recibido? Ahora, pues, si verdaderamente lo recibiste, ¿por qué te jactas como si no lo hubieras recibido?” El orgullo y retraimiento arrogantes con un espíritu de autosuficiencia son una ofensa contra Jehová Dios.—1 Cor. 4:6, 7, NM.
Muchas personas son orgullosas, pero pocas lo admitirán. Harán la confesión general de que cometen errores, sabiendo cuán presumidos aparecerían si alegaran ser infalibles. Pero el hacerlos reconocer un error específico es mucho más difícil. La confesión amplia, general, la harán porque no les culpa de nada definido, pero no les gusta admitir un error específico, ya que eso sería un golpe directo a su orgullo. Aun cuando saben que no pueden defender lo que sostienen, el orgullo las hace persistir en ello coléricamente. Mientras más persisten en mantener su punto, más difícil llega a ser abandonarlo donosamente. La condición mental del orgulloso entonces concuerda con la descripción: “Su mente se endureció con orgullo.” (Dan. 5:20, VA) En esta condición endurecida sus facultades de raciocinio están congeladas. No pretende ser infalible pero actúa como si lo fuera.
ORGULLO RELIGIOSO
El orgullo especialmente está propenso a florecer en el campo de la religión. Pocos escogen su propia religión como resultado de haber hecho un estudio escrutador de la Biblia. La heredan de sus padres, o la adquieren de sus vecinos, o la absorben de sus amigos, o la adoptan por ventaja comercial. Una vez que se han comprometido son reacios para cambiar. El orgullo está presto a protestar cualquier confesión de error. El cambiar sería decir que sus padres estaban equivocados, o sus vecinos, o su círculo de amigos, o sus asociados comerciales. Por eso persisten en su religión, demasiado predispuestos para examinar sus enseñanzas a la luz de la Biblia, demasiado orgullosos para admitir la posibilidad de que exista algún error, demasiado endurecidos en orgullo para considerar un cambio, y muchas veces demasiado indiferentes para importarles. Piensan que cambiar los haría perder prestigio. Olvidan que el rehusar los hará perder la vida.
Muchos puede que discutan de política o disputen acerca de economía, pero su norma es jamás discutir religión. ¿Por qué? Dicen que el tema está demasiado cargado de emoción. Pero ¿no son explosivas las discusiones políticas en las que se enfrascan, no están cargadas de dinamita emocional? Tienen sus opiniones, fundadas en estudio y experiencia, y están determinados a divulgar esas opiniones, aunque ello produzca calor emocional y controversia. Entonces ¿por qué son reacios para divulgar sus opiniones religiosas? Frecuentemente porque no están informados. Algunos ni siquiera saben claramente lo que su religión enseña, y los que saben no tienen conocimiento de textos bíblicos que apoyen estas enseñanzas. Puesto que no conocen la Biblia que se supone es la base de su creencia, y no conocen textos bíblicos que apoyen su credo, y no conocen ningún texto para refutar credos contrarios, son desastrosamente vulnerables en discusiones religiosas. Su orgullo sería un blanco directo para muchas heridas, por eso lo protegen detrás de una barricada de silencio, con su norma de no discutir religión. Sin conocimiento sólo podrían discutir emocionalmente, con sentimientos de frustración. Esté seguro de que sí conocieran las doctrinas de su religión y pudieran defenderlas bíblicamente no permanecerían callados para evitarse emociones. La discusión religiosa inteligente, basada en la Palabra de Jehová, es vital. Si la mente está abierta, no cerrada por prejuicio; si la razón tiene completa libertad de acción y no está muerta por orgullo disparatado; si la Biblia es aceptada como la autoridad, no invalidada por tradiciones de credos humanos, entonces la emoción permanece subordinada a la lógica y el resultado será conclusiones correctas basadas en la Biblia.
Los caudillos religiosos en el día de Jesús estaban dispuestos a discutir religión siempre que pensaban que podían ganar el argumento. Cuando se dieron cuenta de que siempre perdían decidieron no discutir religión. Esto se mostró después que los fariseos perdieron en una contienda con Jesús: “Y nadie podía decir una palabra en respuesta a él, ni nadie se atrevió desde ese día en adelante a preguntarle algo más.” Muchos le preguntaron con mansedumbre para aprender, pero los orgullosos ya no hicieron sus preguntas antagónicas después de saber que les salía el tiro por la culata, lastimando su orgullo. No estaban interesados en aprender la verdad; sólo querían ganar un argumento. Si no podían defender su creencia no la discutirían. Cuando un siervo de Jehová probó que estaban equivocados los enemigos religiosos, ellos “gritaron a voz en cuello y se taparon los oídos con las manos y se abalanzaron sobre él de común acuerdo.” (Mat. 22:46, Hech. 7:57, NM) No podían oír la verdad y refutarla, rehusaban oírla y aceptarla, por eso se taparon los oídos contra ella y mataron al que la predicaba. Así es ahora. Los orgullosos discuten con la boca abierta y la mente cerrada.
EL ORGULLO TRAE CONTIENDA Y DESHONRA
Debido a esto la contienda continúa: “Por la soberbia no viene más que contienda; pero con los avisados está la sabiduría.” Los orgullosos rehusan ser avisados y corregidos y permitir que una disputa termine quedando ellos derrotados. Rechazan la verdad: “En la muchedumbre de los consejeros hay seguridad.” También, “Se trastornan los propósitos donde no hay consulta; pero con la muchedumbre de los consejeros se hacen estables.” Si una persona no es lo suficiente sabía para escuchar buenos consejos, ni es lo suficiente mansa para aceptarlos, no se puede llegar a conclusiones sanas y la contienda continúa debido a resistencia orgullosa contra la lógica. No hay seguridad en tal orgullo o éxito en tal arrogancia, sino sólo caída desastrosa: “La soberbia precede a la destrucción, y el espíritu altivo va delante de la caída.” Adonde el orgullo va la destrucción sigue. Adonde la arrogancia conduce, una caída no está muy atrás.—Pro. 13:10; 11:14; 15:22; 16:18.
El orgullo trae no sólo contención sino deshonra: “Cuando viene la soberbia, viene también la deshonra; pero con los humildes está la sabiduría.” Los orgullosos están absolutamente seguros, convencidos de que tienen razón, no dispuestos a considerar opiniones contrarias. Rehusando pensar que pudieran estar equivocados, dirigen todo su pensamiento hacia justificarse ellos mismos más bien que a examinarse. Lo que apoya su lado crédulamente lo arrebatan, lo que está opuesto a él arbitrariamente lo rechazan. La deshonra viene cuando se prueba que están equivocados, aunque aun entonces el orgullo puede endurecerlos hasta hacer que rehusen enfrentarse a la deshonra y cambiar. Y cuando este orgullo se ejerce con relación a escoger la religión correcta, y los orgullosos errados rehusan razonar, sigue la destrucción. Su orgullo trae ceguera, ceguera que no permite ver lo lógico. Rehusando reconocer el error, no son sumisos a la reprensión correctiva: “El mandamiento es una lámpara, y la ley es una luz, y las reprensiones de la corrección son camino de la vida.” Faltos de corrección, los orgullosos continúan en el camino de la destrucción y no dan con el camino a la vida. Por consiguiente está escrito: “El orgullo del hombre le humillará; pero aquel que es de espíritu humilde alcanzará la honra.”—Pro. 11:2; 6:23; 29:23.
No se trata sólo de que los orgullosos resisten a Jehová, sino que Jehová resiste a los orgullosos, mientras levanta a los humildes: “Todos ustedes cíñanse con humildad de mente los unos hacia los otros, porque Dios se opone a los arrogantes, pero da bondad inmerecida a los humildes. Por lo tanto, humíllense bajo la poderosa mano de Dios, para que él los exalte al tiempo debido.” Jesús anunció la misma regla divina, después de desenmascarar a caudillos religiosos que asumían títulos ensalzadores: “Quienquiera que se ensalce será humillado, y quienquiera que se humille será ensalzado.” En el Armagedón los orgullosos que se ensalzan a sí mismos serán abatidos, hasta el polvo mismo en destrucción. Por otra parte, los humildes serán levantados y preservados debido a su mansedumbre. Por esto el consejo divino es: ‘Buscad a Jehová, todos los mansos de la tierra, los que habéis obrado lo que es justo; buscad la justicia, buscad la mansedumbre; puede ser que os pongáis a cubierto en el día de la ira de Jehová.’”—1 Ped. 5:5, 6; Mat. 23:12, NM; Sof. 2:3.
MANSEDUMBRE SIGNIFICA SALVACION
Así como con el orgullo vienen la contienda y la pugnacidad, con la mansedumbre vienen la paz y la razón. Los mansos aprecian la sabiduría del cielo más bien que la sabiduría de este mundo orgulloso. Puesto que se prestan a recibir dirección divina, Jehová no se la rehusa: “Encaminará a los humildes en la justicia; enseñará a los humildes su camino.” Otra vez, “Hermoseará a los mansos con la salvación.” El propósito de Jehová es “anunciar buenas nuevas a los mansos.” A todos se les aconseja que sean mansos, para que puedan “[aceptar] con mansedumbre la implantación de la palabra que puede salvar sus almas.” El orgullo no se presta a recibir la semilla de la verdad, pero la mansedumbre es semejante a la tierra buena que la recibe y produce más.—Sal. 25:9; 149:4; Isa. 61:1; Sant. 1:21; NM.
Note por qué Jehová escoge favorecer a los mansos más bien que a los orgullosos: “Pues observen su llamada de ustedes, hermanos, que no muchos sabios según la carne fueron llamados, no muchos poderosos, no muchos nobles; sino que Dios escogió las cosas insensatas del mundo, para avergonzar a los sabios, y Dios escogió las cosas débiles del mundo, para avergonzar las cosas fuertes; y Dios escogió las cosas innobles del mundo y las cosas despreciadas, las cosas que no son, para anonadar las cosas que son, con el fin de que ninguna carne se jacte a la vista de Dios.” (1 Cor. 1:26-29, NM) Los orgullosos están tan ocupados reflejando su propia gloria supuesta que no tienen tiempo de reflejar la gloria de Jehová. Pero los mansos despreciados por los orgullosos sirven para los propósitos de Jehová y son ensalzados al dejárseles participar en su servicio. Este cambio de asuntos constituye una reprimenda para los sabios mundanos.
Los endurecidos en su orgullo no serían manejables para los propósitos de Jehová en el nuevo mundo de justicia, como no lo son ahora. Serían individuos que no se adaptarían bien, serían alborotadores, haciendo que la aflicción surja de nuevo, cuando el caso es que Jehová no permitirá que surja así la aflicción para estropear la paz de la vida del nuevo mundo. (Nah. 1:9) Para demostrar que entonces seremos mansos tenemos que mostrar mansedumbre ahora. Tenemos que escuchar la verdad de Jehová; ser corregidos por ella, y concienzudamente declararla. No se trata de probar que usted está en lo correcto y el otro en el error, sino de dejar que la Palabra de Dios permanezca como verdadera, aunque haga falsas las creencias anteriores de usted. (Rom. 3:4) Aunque los orgullosos desprecien la invitación para ser razonables los mansos no tienen que hacerlo: “¡Venid pues, y arguyamos juntos, dice Jehová! ¡Aunque vuestros pecados fuesen como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque fuesen rojos como el carmesí, como lana quedarán!” Ahora es el tiempo de razonar con Jehová mediante el mansamente estudiar su Palabra. El rehusar con orgullo significará morir en deshonra.—Isa. 1:18.
NO HAY CAUSA PARA ORGULLO HERIDO
Es mejor que el orgullo sea lastimado que el que la vida sea terminada. El cambiar su religión puede que hiera su orgullo. Puede ofenderlo el tener que admitir a otro que usted estaba equivocado. Realmente, no debe haber en absoluto ningún sentimiento lastimado. No es un caso de reconocer a otra persona como más inteligente, porque no son los pensamientos de otra persona los que usted acepta para reemplazar los suyos. Si por medio de razón y averiguar en la Palabra de Jehová usted se entera de que las creencias de usted son falsas, ellas fueron probadas así, no por los pensamientos de otros hombres, sino por los pensamientos registrados, inspirados por Jehová Dios. ¿No admitirá usted prontamente que la mente divina de Jehová, el que creó el universo entero, es inconmensurablemente más elevada que la de usted? ¿Le es un reproche a la de usted el ser corregida por la de él? ¿Necesita ser lastimado algún orgullo cuando permitirnos que la sabiduría de Jehová reemplace la insensatez humana? En vez de hacer pucheros con orgullo pueril, ¿no debemos regocijarnos con gratitud mansa de que podamos hallarlo, invocarlo, regresar a él, ser perdonados por él? Escuche: “¡Buscad a Jehová mientras pueda ser hallado, invocadle en tanto que esté cercano! ¡deje el malo su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá compasión de él, y a nuestro Dios, porque es grande en perdonar! Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son mis caminos, dice Jehová. Porque como los cielos son más altos que la tierra, así mis caminos son más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos que vuestros pensamientos.”—Isa. 55:6-9.
Ahora es el tiempo para buscar a Jehová, mientras todavía puede ser hallado. Ahora está cerca para aceptarnos. En el Armagedón se acercará para destruir a los que rehusan razonar sobre su Palabra ahora. Los inicuos deben abandonar sus caminos, los orgullosos deben abandonar sus pensamientos. Todos deben dirigirse a Jehová, a sus caminos, a sus pensamientos, para que puedan ser perdonados y vivir para siempre. No debe herir el orgullo humano el dirigirse a caminos reconocidamente más altos que los caminos del hombre y a pensamientos reconocidamente más altos que los pensamientos del hombre. Si alguien tiene un orgullo tan endurecido que le impide aceptar la sabiduría de Jehová porque quiere retener los pensamientos humanos, ¡ése verdaderamente es insensato! Debidamente, el orgullo de los orgullosos los conducirá a la destrucción en el Armagedón. Y la mansedumbre de los mansos los salvará para vida en el nuevo mundo de Jehová.