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  • Corriendo la carrera sin tropezar

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  • Corriendo la carrera sin tropezar
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1959
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1959
w59 1/4 págs. 212-219

Corriendo la carrera sin tropezar

“Todo el que es orgulloso de corazón es algo detestable a Jehová . . . El orgullo está antes de un ruidoso estrellarse, y un espíritu altivo antes del tropezar.”—Pro. 16:5, 18.

1. ¿Por qué establece Jehová ciertas reglas en su Palabra, y qué regla aparece repetidas veces?

LAS reglas para correr la carrera provienen de Jehová por medio de su Palabra: “Te instruiré aun en el camino de la sabiduría; haré que pises en las vías de la rectitud. Cuando andes, no será estrecho tu paso; y si corres, no tropezarás.” Para ayudar a los cristianos a evitar el tropezar, Jehová ha hecho que ciertas reglas aparezcan repetidas veces en la Biblia. Una de éstas es el mandato de despojarse del orgullo, lo cual es una causa del tropezar; despojarse de ello como de un peso abrumador, como de algo que hará difícil o imposible el progreso en la carrera cristiana. “Quitémonos,” dijo Pablo, “todo peso.”—Pro. 4:11, 12; Heb. 12:1.

2, 3. (a) ¿Por qué es el presente un tiempo adecuado para saber por qué Jehová detesta al orgulloso de corazón? (b) ¿Qué es este orgullo que la Biblia condena, y cómo afecta el correr de uno el poseerlo?

2 Es apropiado, en este “tiempo del fin,” que entendamos por qué el orgullo es tan detestable a Jehová y tal piedra de tropiezo contra el correr bien “en la correcta contienda de la fe.” En verdad, es en este mismísimo “tiempo del fin” que se vería una abundancia de “amantes de sí mismos,” individuos “arrogantes” e “hinchados de estimación propia.”—1 Tim. 6:12; 2 Tim. 3:1-4.

3 ¿Qué cosa es este orgullo que conduce a tropezar? Es el pensar muy elevadamente de uno mismo. Es el correr en un rumbo contrario al señalado por el apóstol: “Digo a todo el que está allí entre ustedes que no piense más de sí mismo de lo que es necesario pensar.” “No se hagan discretos a sus propios ojos.” Es un fuerte trago de engreimiento que induce cierta clase de embriaguez. La persona orgullosa está borracha con adulación propia y amor propio. A tal persona, el correr la carrera cristiana “de acuerdo con las reglas” le es tan difícil como le es al borracho correr sin tropezar, porque “antes de un ruidoso estrellarse el corazón del hombre es orgulloso.”—Rom. 12:3, 16; 2 Tim. 2:5; Pro. 18:12.

4. ¿Cómo consideran Jehová y Cristo al orgulloso? ¿Con qué resultado?

4 “El orgullo está antes de un ruidoso estrellarse,” porque Jehová aborrece a las personas orgullosas. Las detesta. Se opone a ellas. “Dios se opone a los arrogantes.” Entre las siete cosas anotadas como detestables al alma de Jehová se encuentran los “ojos altivos.” Cristo Jesús, el que es la sabiduría personificada, dice: “El ensalzamiento propio y el orgullo y el mal camino y la boca perversa he aborrecido.” Cuando estuvo sobre la tierra Cristo declaró la regla inflexible: “Quienquiera que se ensalce será humillado.” Entonces, el resultado del orgullo es oposición de parte de Jehová y Cristo y humillación resultante para los orgullosos que se ensalzan a sí mismos.—Sant. 4:6; Pro. 6:16, 17; 8:13; Mat. 23:12.

POR QUÉ DETESTABLES A JEHOVÁ

5, 6. ¿Por qué le son algo detestable a Jehová los orgullosos de corazón?

5 Es fácil entender por qué los que son orgullosos de corazón son “algo detestable a Jehová.” No están buscando a Dios ni la verdad que viene de Dios. “El inicuo de acuerdo con su altanería no hace ninguna investigación; todas sus ideas son: ‘No hay Dios.’” Los pensamientos de dichas personas se espacían en cómo pueden ensalzarse a sí mismas. Rehusan dar la gloria y alabanza a Jehová.—Sal. 10:4.

6 Orgullo, altivez, arrogancia—todos éstos son características de los inicuos: “La altivez les ha servido de collar.” “Los ojos altivos y un corazón arrogante, lámpara de los inicuos, son pecado.” Los orgullosos de corazón no sólo no buscan a Dios, sino que se oponen a Dios y a sus siervos. Esta oposición engendra un espíritu de persecución: “En su altivez el inicuo persigue con ardor al afligido.” El Faraón orgulloso persiguió con ardor a los israelitas y sufrió las consecuencias de su acto arrogante. El orgullo coloca un fundamento para toda clase de iniquidad, sí, para la reprensible iniquidad de enseñar la religión falsa: “Si cualquier hombre enseña otra doctrina y no se aviene a palabras saludables, las de nuestro Señor Jesucristo, ni a la enseñanza que armoniza con la devoción piadosa, está hinchado de orgullo, no entendiendo nada, sino estando mentalmente enfermo sobre preguntas y debates acerca de palabras. De estas cosas brotan envidia, contienda, discursos ofensivos, sospechas inicuas, disputas violentas acerca de insignificancias.” ¡Con razón los orgullosos, los hinchados de orgullo, le son detestables a Jehová! Personas de esta clase le son desagradables aun al hombre; ¡cuánto más a Dios!—Sal. 73:6; Pro. 21:4; Sal. 10:2; 1 Tim. 6:3-5.

7. ¿Por qué deben preocupar al corredor cristiano las exhortaciones de la Biblia en cuanto al orgullo, y quién ilustra bien el hecho de que el orgullo está antes de un ruidoso estrellarse?

7 Pero, ¿por qué tantas amonestaciones en cuanto al orgullo si éste es característica de los inicuos? ¿Por qué debería ser un asunto de preocupación para el corredor cristiano? Porque el orgullo puede brotar en la vida del cristiano y resultar en desastre, porque el orgullo es parte de la “vieja personalidad” de la cual es preciso que se despoje el corredor cristiano si ha de correr “de acuerdo con las reglas.” La razón por la cual un hombre recientemente convertido no ha de ser recomendado para el puesto de superintendente, el apóstol dice, es por temor de “que se hinche con orgullo y caiga en el juicio pronunciado contra el Diablo.” Sí, la criatura espiritual que ahora es el Diablo mismo comenzó bien, pero el orgullo lo condujo a su caída; un ruidoso y humillante estrellarse le espera en el Armagedón: “Se te ha engreído el corazón a causa de tu hermosura; has corrompido tu sabiduría con motivo de tu esplendor: por eso, te echo a tierra; te pongo delante de reyes, para que te miren.”—1 Tim. 3:6; Eze. 28:17, Mod.

8. ¿Qué puede hacer a uno susceptible al orgullo, y cómo confirma esto la historia?

8 Del caso de Satanás el Diablo y la amonestación que se da contra el poner a un hombre recientemente convertido para servir de superintendente, se hace patente que el poseer autoridad y responsabilidad hace a uno susceptible al orgullo. Existió el orgulloso y poderoso Hamán, cuyo orgullo condujo a su propia caída. (Ester 3:5; 7:9) Existió el orgulloso Nabucodonosor, quien perdió su cordura después de brillar con orgullo, diciendo: “¿No es ésta la gran Babilonia que yo he edificado para metrópoli del reino, con la fuerza de mi poder, y para la gloria de mi grandeza?” (Dan. 4:30, Mod) Existió el orgulloso rey Belsasar, a quien Daniel dijo: “Y tú, su hijo, oh Belsasar, no has humillado tu corazón.” (Dan. 5:22, Mod) El perdió un reino y su vida. Existió el orgullo de Herodes, quien se arrogó la gloria para sí mismo en vez de dársela a Dios y por eso fué “comido de gusanos.” (Hech. 12:21-23) Verdaderamente, la historia es un largo registro del ruidoso estrellarse de hombres y naciones poderosos, lo que da testimonio del hecho que “el orgullo está antes de un ruidoso estrellarse.”

LA PRESUNCIÓN PRECEDE A LA DESHONRA

9. ¿Qué acto de infidelidad cometió el rey Uzías, y qué lo impulsó a semejante insensatez?

9 El poseer riquezas aumenta la susceptibilidad al orgullo. “El rico es sabio a sus propios ojos,” declara la Palabra de Dios. Considere lo que le sucedió al rey Uzías de Judá. Fué un adorador fiel de Jehová, pero tropezó cuando el orgullo brotó en su vida. En sus últimos años se hizo fuerte y próspero: “Tan pronto como fué fuerte, su corazón se hizo altivo aun al grado de causar ruina, de modo que obró infielmente contra Jehová su Dios y entró en el templo de Jehová para quemar incienso sobre el altar de incienso.” Al hinchado rey Uzías no le correspondía hacer esto. De modo que los sacerdotes lo reprendieron: “Salga usted del santuario, pues usted ha obrado infielmente y no es para gloria alguna a usted de parte de Jehová Dios.” ¿Aprovechó el rey Uzías esta reprensión? No, pues “Uzías se enfureció mientras tenía en la mano un incensario para quemar incienso, y, durante su furor contra los sacerdotes, la lepra misma le relumbró al instante en la frente ante los sacerdotes en la casa de Jehová.” ¡Herido de lepra en la frente! Leproso hasta el día de su muerte, Uzías perdió sus deberes regios y su hijo gobernó en su lugar. ¡Cuán triste estrellarse! Y le sucedió a uno que había servido a Jehová fielmente por tantos años. Pero la regla es cierta: “¿Ha venido la presunción? Entonces vendrá la deshonra.”—Pro. 28:11; 2 Cró. 26:16-21; Pro. 11:2.

10. ¿Cómo podemos sacar provecho de la experiencia de Uzías?

10 Los siervos de Jehová hoy día, aun los que no están en puestos de responsabilidad, pueden sacar provecho de la experiencia de Uzías. No se cuente usted entre las personas que jamás están convencidas acerca de una cosa a menos que hayan pasado por ella. No hay razón para experimentar el ruidoso estrellarse que sigue al orgullo. ¿Cómo saca uno provecho, entonces? Cuidándose de los actos presuntuosos, de decir o hacer cosas a causa de engreimiento cuando no le corresponden a uno. Manténgase en su lugar en la organización teocrática, jamás permitiendo que el orgullo lo haga a usted correr en el rumbo incorrecto, rumbo que conduce a un ruidoso estrellarse.

EL ORGULLO OBSTRUYE LOS BENEFICIOS DE LA REPRENSIÓN

11, 12. ¿De qué no sacó provecho el rey Uzías a causa del orgullo, y qué lección debemos recibir de ello?

11 No sea usted como Uzías. Él no sacó provecho de la reprensión y corrección. Él pudo haber aceptado la reprensión de los sacerdotes y salido inmediatamente del santuario. Dicho proceder sin duda hubiera evitado el ruidoso y humillante estrellarse que sufrió. Empero él permitió que el orgullo le sirviera de obstrucción que no le dejó aceptar la reprensión. “¿Has visto a un hombre sabio en sus propios ojos? Hay más esperanza para el estúpido que para él.” El hinchado Uzías menospreció la reprensión, aun dejó que ésta lo enfureciera. El orgullo lo cegó a los beneficios de la reprensión.—Pro. 26:12.

12 Puesto que la corrección y la disciplina vienen a todos los siervos de Jehová necesitamos recordar las palabras de Pablo a los hebreos: “Ustedes se han olvidado por completo de la exhortación que se dirige a ustedes como a hijos: ‘Hijo mío, no tengas en poco la disciplina de Jehová, ni desfallezcas cuando seas corregido por él; porque a quien ama Jehová él disciplina, de hecho él azota a todo el que recibe como hijo.’” Si el cristiano tiene en poco la disciplina que viene de Jehová por medio de su organización rehusando aceptar la reprensión en armonía con la Palabra de Dios, entonces esa persona es semejante a Uzías; está permitiendo que el orgullo le niegue los beneficios de la reprensión. “Cierto,” el apóstol explica, “ninguna disciplina parece gozosa por el momento, sino dolorosa; sin embargo después a los que han sido entrenados por ella les produce fruto pacífico, a saber, justicia.” Por eso cuando la corrección viene de la organización de Jehová, saque provecho de ella. No deje que el coloso del orgullo sea un obstáculo. La disciplina, aunque al principio es dolorosa, produce fruto pacífico, justicia y vida. “Echa mano fuertemente de la disciplina; no sueltes. Salvaguárdala, pues ella misma es tu vida.” “Las reprensiones de la corrección son el camino de la vida.”—Heb. 12:5, 6, 11; Pro. 4:13; 6:23.

13. ¿Cómo puede causar desavenencias el orgullo y hacer que uno tropiece?

13 No sorprende que el orgullo a veces cause desavenencias en una congregación cristiana. Si hay orgullo allí, la prole del orgullo probablemente esté allí—ira, espíritu de contradicción, sensibilidad, envidia, etc. “El que es arrogante de alma excita contiendas.” El orgullo es un obstáculo para la paz y la unidad. Se pueden allanar las desavenencias prestamente si no se permite que el orgullo sirva de obstáculo. Es tan fácil permitir que el orgullo cause hipersensibilidad. Puede que la persona sumamente susceptible, cuando siente que su dignidad ha sido herida, haga cosas que conduzcan a un tropezar y a un ruidoso estrellarse. Por ejemplo, ha sucedido que un siervo profeso de Dios ha roto una relación vital con la organización de Dios por medio de dejar de concurrir a las reuniones. Y ¿por qué? A menudo porque la sensibilidad o dignidad de tal persona ha sido herida por un acto impropio por parte de otro. Realmente puede ser sólo un mal imaginado, y el orgullo puede haber hinchado todo el asunto hasta convertirlo en una desavenencia inflada. Pero aunque otro siervo de Jehová no haya corrido la carrera “de acuerdo con las reglas,” aunque sea éste un siervo de la congregación, jamás permita que el orgullo lo haga salir de la carrera a usted. ¿Vale menos el premio de la vida eterna que el orgullo de uno? Reflexione algo sobre esta pregunta. Siempre que permitimos que el orgullo impida nuestro correr, el tropezar se encuentra adelante. “El orgullo está antes de un ruidoso estrellarse, y un espíritu arrogante antes del tropezar.”—Pro. 28:25; 16:18.

14, 15. ¿Cómo puede conducir el orgullo a huesos podridos, y qué debemos hacer en vista de los efectos del orgullo?

14 El orgullo puede conducir a un peligroso espíritu de competencia y a envidiar a otros que tengan dones superiores. La envidia, a su vez, conduce a la frialdad y a la falta de armonía. Por eso “no nos hagamos egotistas, provocando competencia unos con otros, envidiándonos los unos a los otros.” Recordando que “la envidia es podredumbre a los huesos,” no permitiremos que el orgullo haga pudrir los vigorosos huesos espirituales que tenemos para correr la carrera cristiana puesta delante de nosotros. ¿Y quién puede correr bien con los huesos podridos?—Gál. 5:26; Pro. 14:30.

15 Ya que ha considerado algo de la prole mala del orgullo y lo peligroso que le es el orgullo al corredor cristiano y cuán detestable es la persona orgullosa a la vista de Jehová, guárdese del orgullo. Pero, ¿cómo puede uno guardarse del orgullo? La Biblia muestra cómo.

CURANDO EL ORGULLO CON AMOR Y HUMILDAD

16. ¿Por qué tiene el amor suficiente fuerza para vencer el orgullo, y qué clase de amor se necesita para la humildad?

16 El amor tiene suficiente poder para vencer el orgullo y toda su prole mala. “El amor no es celoso, no se jacta, no se hincha, no se porta indecentemente, no busca sus propios intereses, no se irrita. No lleva cuenta del daño.” El amor saldrá victorioso contra el orgullo si tenemos el amor que Jesús indicó cuando contestó la pregunta: “¿Cuál es el mandamiento más grande de la Ley?” Jesús dijo: “‘Tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente.’ Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo, semejante a él, es éste: ‘Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo.’ “Esta clase de amor de seguro ha de conducir a la victoria sobre el orgullo porque conduce a la humildad verdadera.—1 Cor. 13:4, 5; Mat. 22:36-39.

17. ¿Qué prenda de vestir necesitamos para correr a fin de ganar el premio, y por qué?

17 ¡Cuán opuestos están la humildad y el orgullo! “Antes de un ruidoso estrellarse el corazón del hombre es orgulloso, y antes de la gloria hay humildad.” El orgullo conduce a un ruidoso estrellarse, la humildad a la gloria. Para ganar el glorioso premio de la vida necesitamos humildad; la necesitamos para correr bien. La humildad, entonces, es la prenda de vestir que han de ponerse los corredores cristianos: “Todos ustedes cíñanse con humildad de mente los unos hacia los otros, porque Dios se opone a los arrogantes, pero da bondad inmerecida a los humildes. Por lo tanto, humíllense bajo la poderosa mano de Dios, para que él los exalte al tiempo debido.”—Pro. 18:12; 1 Ped. 5:5, 6.

18. ¿Qué consideran muchas personas mundanas que es la humildad?

18 ¿Qué es esta humildad que precede a la gloria y a la exaltación? En este mundo moderno se entiende poco la humildad, e igualmente se ejemplifica poco. Muchas personas mundanas tienen a la humildad en baja estimación. La confunden con la cobardía y debilidad: es una virtud de los débiles y los cobardes, dicen. También ven la humildad como un disfraz para ocultar falta de energía o de habilidad.

19. ¿Qué consideraban algunos antiguos paganos que era el orgullo, y cómo aparentemente tenía engañados a algunos cristianos colosenses la humildad ficticia?

19 El concepto falso y la impopularidad de la humildad de hoy día no es nada nuevo. En el día de Pablo las personas mundanas ni entendían ni practicaban la humildad verdadera. Lo que se glorificaba era el orgullo o una humildad ficticia. Entre las virtudes catalogadas por Aristóteles, el orgullo y la altivez se llaman “la corona de las virtudes.” Otros enseñaban que las cosas materiales son inherentemente malas. Aparentemente algunos cristianos colosenses habían sido engañados por una forma de humildad ficticia, un ascetismo oneroso. Esto tenía un peligro doble: hacía que la persona creyera que el premio de la vida se concedía a los que simplemente adoptaban la práctica negativa de renunciar a las cosas materiales. En segundo lugar, producía una forma sutil de materialismo, puesto que las prohibiciones ascéticas hacen que uno concentre su interés y atención en las cosas materiales. Por consiguiente, el ascetismo derrotaba su propósito: hacía que la persona se concentrase principalmente en lo que afirmaba odiar, en cosas “que están todas destinadas a la destrucción al consumirse por el uso.” Para advertir a los colosenses que tal forma de humildad podría hacerles tropezar y hacer que fuesen privados del premio de la vida, Pablo escribió: “Que ningún hombre les prive del premio, hombre que se deleita en una humildad ficticia . . . un tratamiento severo del cuerpo.” No, la humildad verdadera no es ascetismo.—Col. 2:18-23.

20. ¿Qué es humildad, y qué resulta de tener un punto de vista falso de ella?

20 La palabra “humildad” se deriva remotamente de la palabra latina humus, que significa “tierra.” Humildad, literalmente, es sumisión de mente; es considerarse pequeño o insignificante. Es esta cualidad lo que los cristianos tienen que ponerse como una prenda de vestir: “Como escogidos de Dios, santos y amados, vístanse de los tiernos afectos de la compasión, la bondad, la humildad de mente.” La humildad es lo contrario de la altivez. No obstante, “la humildad de mente” no tiene nada que ver con servidumbre, servilismo, cobardía o falta de energía. La falsa idea de que la humildad es debilidad lo priva a uno de las ricas bendiciones de la humildad verdadera. Veamos cómo se cultiva la humildad verdadera.—Col. 3:12.

EL FUNDAMENTO DE LA HUMILDAD

21. ¿Con qué empieza la humildad, y qué es su fundamento?

21 La humildad comienza con el conocimiento, el amor y el temor de Dios. La humildad nace del comprender cuán pequeños somos y cuán grande es Dios. La humildad se arraiga cuando la criatura el hombre comprende que él simplemente es el fluctuante brillo de una vela pero que Dios, “el Rey eterno,” es más brillante en gloria que la luz brillante del sol al mediodía. (Jer. 10:10, Mod) Sí, éste es el fundamento de la humildad: el comprender la infinita majestad de Dios y nuestra propia pequeñez. Dicha comprensión viene del conocimiento, la clase de conocimiento que Jehová impartió a Job, como se registra en el libro de Job, capítulos treinta y ocho al cuarenta y uno; ese conocimiento ayudó a Job a humillarse “bajo la poderosa mano de Dios.” Nosotros necesitamos esta clase de conocimiento. Nos facilita el colocarnos en la relación correcta con Dios y obedecer las palabras registradas en Santiago 4:10: “Humíllense a la vista de Jehová, y él los ensalzará.”

22. La humildad de mente de unos para con otros yace en ¿qué fundamento, y cómo ayudará tal humildad al corredor cristiano?

22 Por medio de humillarnos a la vista de Jehová también colocamos un fundamento para la humildad de mente tocante a nuestro prójimo, pues la humildad verdadera tocante al hombre yace finalmente en la humildad verdadera ante Dios. Con la humildad verdadera uno consigue la habilidad de verse tal como es en realidad; asimismo uno puede ver a otros como ellos son. Estando libre de necesidad alguna de desestimar sus cualidades y triunfos, uno puede apreciar de corazón lo que son y hacen. Por razón de la humildad, entonces, uno piensa de sí mismo no más elevadamente de lo que debería pensar. Aunque “el conocimiento hincha,” la humildad verdadera impedirá que aun las personas con educación superior se hinchen y tropiecen por razón de su propio orgullo. Los cristianos de humildad verdadera pueden correr la carrera de acuerdo con las reglas, “no haciendo nada movidos por espíritu de contradicción o egotismo, sino considerando con humildad de mente que los demás son superiores a ustedes.”—1 Cor. 8:1; Fili. 2:3.

EL MUNDO TIENE PUNTO DE VISTA FALSO DE LA HUMILDAD

23, 24. ¿Cómo pone de manifiesto Cristo la falsedad del punto de vista del mundo en cuanto a la humildad, y por eso cuál debe ser nuestro punto de vista en cuanto a ella?

23 ¡Cuán tergiversado el punto de vista del mundo en cuanto a la humildad, el de que es debilidad o un disfraz para ocultar la debilidad! Realmente el orgullo es debilidad; la humildad es fuerza. Cristo Jesús fué el hombre más humilde que jamás haya andado en la tierra. No obstante fué el más fuerte de los fuertes, el más valiente de los valientes, el más sabio de los sabios, el único hombre que no conoció debilidad o pecado en sí mismo. ¡Cuán grandes obras efectuó él, aunque no demandó ni aceptó crédito personal! (Juan 5:19) ¿Hubo alguna vez un caudillo tan grande como él y no obstante uno que lavara los pies de sus discípulos y dijera: “Les he puesto ejemplo, que, así como yo hice con ustedes, ustedes también deben hacerlo”? ¡Cuánta autoridad tenía él: “Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre”! ¡Y sin embargo cuán humilde fué: “Soy de genio apacible y humilde de corazón”!—Juan 13:15; Mat. 11:27, 29.

24 En vez de ser un disfraz para la falta de inteligencia o energía, la humildad es fuerza y salud verdaderas. Es el escalón para la gloria. “Todo el que se ensalza será humillado, pero el que se humilla será ensalzado.” “La mismísima altivez del hombre terrestre lo humillará, pero el que es humilde de espíritu se asirá de la gloria.”—Luc. 18:14; Pro. 29:23.

25. ¿Cuál fué la actitud mental de Cristo y el resultado de ella, y por eso qué debemos hacer nosotros?

25 Todo lo que la Biblia dice concerniente a la humildad se ilustra y se confirma en aquel gran ejemplo, Cristo Jesús. Nosotros tenemos que modelar nuestra mente y vida según él. Tan vital es esto que el apóstol manda: “Retengan en sí mismos esta actitud mental que también estaba en Cristo Jesús.” ¿Qué actitud? “Se humilló y se hizo obediente hasta la muerte, sí, muerte en un madero de tormento. Por esta misma razón Dios también le exaltó a un puesto superior.” Sí, “por esta misma razón,” porque Cristo se humilló y lo demostró por medio de ser sumiso y obediente a Dios, ha sido ensalzado al lugar más encumbrado que pueda ocupar criatura alguna en el universo. ¡Cuán veraz es que “antes de la gloria hay humildad”!—Fili. 2:5, 8, 9; Pro. 15:33.

26. ¿Cómo considera Dios a los humildes de espíritu, y con qué pérdida para los orgullosos?

26 Sí, la humildad es fuerza. Es la clase de fuerza que necesitamos para correr la carrera puesta delante de nosotros. Dios da fuerza únicamente a los humildes: “A este hombre empero miraré, a saber, al que es humilde y contrito de espíritu, y que tiembla ante mi palabra.” “Porque así dice el Alto y el Excelso, que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en el lugar alto y santo; habito también con aquel que es de espíritu contrito y humilde; para vivificar el espíritu de los humildes.” ¡Cuán insensato que el corredor se niegue a sí mismo la fuerza vivificante a causa de orgullo! ¿Cómo pueden recibir fuerzas los orgullosos de parte de Dios? Aun si oran sus oraciones son estorbadas, como Jesús lo demostró en el caso del fariseo cuya oración reflejaba el orgullo que se origina de la vanagloria de considerarse a sí mismo justo.—Isa. 66:2; 57:15, Mod; Luc. 18:10-14.

27. ¿Qué nos capacitará a hacer la humildad, y qué deben recordar los que anhelan el puesto de superintendente?

27 El correr la carrera de acuerdo con las reglas no es carga cuando uno tiene humildad verdadera. Los que son verdaderamente humildes son enseñables; sacan provecho de la reprensión. Comprenden que no están compitiendo en la carrera y que todos tienen que correr unidamente para obtener el galardón amoroso de Dios; de modo que se ayudan mutuamente, se animan mutuamente. La humildad hace posible que uno ‘predique la palabra’ a todos los hombres, en toda circunstancia. Hace posible que uno se entrene para el ministerio del Reino, que saque provecho del consejo que se da en la escuela del ministerio, que aprenda a decir las buenas nuevas de casa en casa. La humildad hace posible que los que se encuentran en puestos de responsabilidad sean como Jesús—humildes y siempre abordables. Si algún hombre está anhelando un puesto de superintendente, recuerde que el orgullo le sirve de obstáculo impidiendo que sea útil y sirva para mayores privilegios de servicio en la organización de Dios, porque Dios aborrece a los orgullosos y se opone a ellos. Recuerde que “antes de la gloria hay humildad.” Recuerde las palabras de Jesús: “Quienquiera que desee llegar a ser grande entre ustedes tiene que ser ministro de ustedes, y quienquiera que desee ser el primero entre ustedes tiene que ser esclavo de ustedes.”—Mat. 20:26, 27.

28. ¿Cómo se viste el corredor cristiano para la carrera, y con qué resultado?

28 Por eso quítese el orgullo, el peso que causa el tropezar. Póngase la prenda de vestir hecha a la medida para la carrera. “Cíñanse con humildad de mente los unos hacia los otros.” “Vístanse,” manda Pablo, con “la humildad de mente.” Esta es la prenda de vestir para correr sin tropezar; porque “el resultado de la humildad [y] el temor de Jehová es riquezas y gloria y vida.”—Pro. 22:4.

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