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  • Esclavos voluntarios de Jehová
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1955
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1955
w55 15/4 págs. 233-236

Esclavos voluntarios de Jehová

¿ESCLAVO de quién es usted? “De nadie; soy libre,” puede que sea su respuesta confiada. Pero no es posible que usted sea libre. En este tiempo decisivo su servicio se da a uno o a otro de dos amos, o a Jehová Dios o a Satanás el Diablo. Dijo el apóstol Pablo: “¿No saben que si siguen presentándose a cualquiera como esclavos para obedecerlo, ustedes son esclavos de él porque le obedecen, ya sea del pecado con muerte en perspectiva o de la obediencia con justicia en perspectiva?” (Rom. 6:16, NM) Entonces, ya que uno puede seleccionar de quién será esclavo, la pregunta es: ¿Cuál es el mejor amo? Satanás permite cierta independencia voluntariosa, moral relajada y un modo de vivir desenfrenado, pero es un tirano entregado al mal cuyo servicio conduce al pesar, sufrimiento, enfermedad y muerte. Por otra parte, Jehová Dios exige fidelidad, obediencia y un modo de vivir correcto, pero libra a uno de la iniquidad, concede perdón por pecados y señala el camino a bendiciones innumerables y a la vida eterna.

La elección entre estos dos amos no presentó ningún problema a los varios miles de personas que simbolizaron su dedicación a Jehová Dios por medio de bautismo en agua en las asambleas de distrito y asambleas nacionales celebradas por los testigos de Jehová durante el verano pasado. Estas personas se habían dado cuenta de que lo que el viejo mundo tiene para ofrecerles es en verdad superficial en comparación con las bendiciones que Jehová Dios otorga a sus siervos, aun ahora. Así que, siguiendo a Jesús, se habían separado de la esclavitud a Satanás, y habían dedicado su vida al servicio del amo justo Jehová Dios, haciéndose esclavos obedientes de él.

Dedicación es el acto de ponerse aparte mediante un acuerdo solemne, sin reservas y sin condiciones, para hacer la voluntad de Jehová Dios, por medio de Cristo Jesús, de la manera que esa voluntad se declara en la Biblia y se manifiesta por el espíritu santo de Dios. Jehová Dios tiene conocimiento de esa dedicación desde el momento que se hace, pero por medio de la sumisión de uno al bautismo, esa dedicación se reconoce públicamente, y se sabe desde ese día en adelante que se puede esperar que esa persona viva y actúe como cristiano verdadero.

JESÚS PUSO EL EJEMPLO

Jesús emprendió el mismo proceder. Habiendo cumplido treinta años, la edad de virilidad bajo la ley de Dios para el servicio levítico en el templo, él se enfrentó a la decisión: ¿Qué haría con el resto de su vida? ¿Continuaría en la carpintería, o haría lo que sabía que era la voluntad de su Padre? Había solamente una manera de proceder justa y correcta que podía adoptar. Pero lo interesante es el primer acto que ejecutó al aceptar esa obligación. Escuche el relato: “Entonces Jesús vino de Galilea al Jordán a Juan a fin de ser bautizado por él. Pero éste trató de impedírselo, diciendo: ‘Yo soy el que necesito ser bautizado por usted, ¿y usted viene a mí?’ En respuesta Jesús le dijo: ‘Que sea, esta vez, porque de ese modo nos es apropiado efectuar todo lo que es correcto.’ Entonces dejó de impedírselo.” (Mat. 3:13-15, NM) Ahora, ¿por qué consideraría Jesús, un hombre sin pecado, que este bautismo era necesario para “efectuar todo lo que es correcto”? Porque fué mediante este bautismo que él se presentó para el ministerio, recibiendo el espíritu de Dios y evidencia de la aprobación de Jehová.

El apóstol Pablo aplicó la profecía del Salmo 40:6-8 al tiempo cuando Jesús “entra en el mundo”: “Entonces dije yo: ‘¡Mira! Yo he venido (en el rollo del libro está escrito acerca de mí) para hacer tu voluntad, oh Dios.’” (Heb. 10:5, 7, NM) ¿Cuándo vino así al mundo Jesús, haciendo votos de hacer la voluntad de Dios? No pudo expresar esta determinación al tiempo de su nacimiento. Más bien, fué al tiempo que se bautizó y comenzó a predicar que verdaderamente emprendió esta acción, que descendió sobre él el espíritu de Jehová y se oyó una voz del cielo decir: “Este es mi Hijo, el amado, a quien he aprobado.” (Mat. 3:17, NM) Así es que esta promesa dedicatoria de hacer la voluntad de Dios aplicaría desde el tiempo del bautismo de Jesús.

El bautismo cristiano de hoy en día también indica que el bautizado ha dedicado su vida a Jehová, que, en realidad, hace el voto públicamente, ante testigos: “He venido para hacer tu voluntad, oh Dios.” El bautismo es un símbolo apropiado para tal dedicación. El ser sumergido en agua y luego levantado y sacado de ella, simboliza el entierro del individuo en cuanto a su manera de proceder pasada, y el ser levantado para hacer la voluntad del Padre. Él está manifestando que se ha hecho un esclavo voluntario de Dios.

Pero, ¿no es el bautismo para la remisión de pecados, como enseñan muchas religiones? Es verdad que el bautismo de Juan tuvo que ver con la remisión de pecados, pero nosotros no estamos bajo el bautismo de Juan, sino bajo el otro instituído por Jesús. No obstante, es de interés notar que aun en el caso del bautismo de Juan no era la misma sumersión en agua lo que resultaba en perdón, sino el arrepentimiento de los que se bautizaban. Por eso traductores modernos vierten las palabras de Juan: “Yo, por una parte, los bautizo con agua debido a su arrepentimiento.”—Mat. 3:11, NM; compare también Una Traducción Americana y la traducción de C. B. Williams.

Juan predicaba el arrepentimiento entre los israelitas en cuanto a pecados contra la ley, a fin de prepararlos para el Mesías, pero los cristianos saben que es la sangre de Jesucristo, “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo,” lo que es el medio efectivo para toda remisión de pecado.a (Juan 1:29, NM) Así que, el bautismo de Jesús, no el de Juan, es la clase de bautismo para nosotros hoy día, y el bautismo de Jesús acompañó su dedicación para hacer la voluntad de su Padre, como paso preliminar a su ministerio.

¿Por qué se sumergió debajo del agua más bien que meramente rociarlos a los miles que fueron bautizados por los testigos de Jehová? Porque la palabra “bautismo” misma viene de una palabra griega que quiere decir hundir, sumergir, zambullir, y así anegar debajo de o envolver completamente con la cosa en que uno se bautiza. El rociar no llena satisfactoriamente este requisito. No es el método que usó Cristo. No da la idea del entierro de uno en cuanto a su manera de proceder anterior y el ser levantado para hacer la voluntad de Dios. Algunos arguyen que el rociar es más conveniente, y que este método tiene que haberse usado por la congregación primitiva, puesto que hubiera sido una tarea demasiado grande sumergir a las 3,000 personas que se convirtieron en Pentecostés. Pero había suficientes estanques en Jerusalén para permitir esto, y en Nueva York en 1953 los testigos de Jehová bautizaron mucho más de 3,000 (4,640) personas en la mitad de un día más o menos, sumergiéndolas de la manera correcta como se había sumergido Jesús.

SE REQUIERE DEDICACIÓN COMPLETA

Según las instrucciones específicas de Jesús el bautismo tiene que hacerse “en el nombre del Padre y del Hijo y del espíritu santo.” (Mat. 28:19, NM) Esto quiere decir más que meramente conseguir que estas palabras se repitan al tiempo del bautismo del individuo. El que se bautiza en el nombre del Padre tiene que reconocer al gran Creador, Jehová, como el único Dios vivo y verdadero, el Padre y Dador de vida, el galardonador de los que demuestran fe en él. Es a él en su capacidad de la potestad más elevada, que tiene que dedicarse la vida de la persona, aquel a quien toda criatura tiene que someterse y obedecer. La dedicación es una promesa de defender la causa, adoración, Palabra y nombre de él. “El que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que llega a ser el galardonador de los que con sinceridad le buscan.”—Heb. 11:6, NM.

Debe hacerse “en el nombre del Hijo” en que tiene que incluir un reconocimiento del hecho de que venimos al Padre solamente por medio del mérito del Hijo. Tenemos que reconocer el alto estado de Cristo en la organización de Jehová, su puesto como el ungido Rey y Gobernante del reino de Jehová. Esto también incluye seguir el ejemplo de Jesús, confiar en él para la salvación, aceptarle como el “caudillo y comandante a los pueblos.”—Isa. 55:4.

El que se bautiza tiene que reconocer que tiene necesidad “del espíritu santo,” sin el cual no se puede mantener la dedicación. Tiene que reconocerse al espíritu santo como la fuerza activa de Jehová, la fuerza que efectúa la voluntad de él. El que se bautiza tiene que haber determinado obrar en armonía con ese espíritu de Jehová, no oponiéndose a él, no blasfemando en contra de él. Debería orar que se le llene con más de ese espíritu y que sea guiado por él, más bien que seguir su propia voluntad o la de cualquier hombre.

El hacer todas estas cosas no es trabajo en que pueda ocuparse uno sólo parte de su tiempo, sino que para hacerlas la persona tiene que haber dedicado su vida a Jehová. Y así, solamente cuando uno haya hecho tal dedicación es su bautismo “en el nombre del Padre y del Hijo y del espíritu santo.” No son importantes las palabras que alguien repita sobre nosotros al momento de nuestro bautismo. No es el lugar donde se efectúe el bautismo, ni la clase de vestidos que uno lleve lo que es de importancia, sino que la cosa de importancia es lo que ha hecho el individuo, si ha hecho esa dedicación, si ha ofrecido su vida en devoción a Jehová.

Este bautismo no es cosa que una vez hecha, puede ser olvidada ya. Nos dice Eclesiastés 5:4: “Cuando hicieres voto a Dios, no dilates en cumplirlo.” Y Jesús dijo: “Ningún hombre que ha puesto la mano en el arado y mira a las cosas atrás, es muy apto para el reino de Dios.” (Luc. 9:62, NM) De modo que la necesidad de mantener esa integridad a Jehová correctamente es la cosa que tiene mérito ante las más de medio millón de personas que viven ahora que no solamente han hecho esta dedicación sino que se encuentran perseverando fielmente en su actividad cristiana, ministrando a miles más que como ellos emprenderán el mismo proceder.

Si los del mundo no pueden entender cómo es posible que un hombre o una mujer se dedique sin reservas al servicio de Jehová, con corazón rebosante, pues nosotros no podemos remediar eso. Debieran poder reconocerlo. Pero si no pueden entender qué es lo que haría que personas, de su propia libre voluntad, quisieran separarse de la esclavitud a Satanás y su viejo mundo, que examinen los hechos concernientes a Jehová y su nuevo mundo. Muchos de los que se habían mofado anteriormente han hecho ese escrutinio y han cambiado de parecer, rechazando la esclavitud a un amo entregado al mal y uniéndose con entusiasmo a los de la multitud creciente que están gozosa y felizmente haciéndose esclavos obedientes del Dios verdadero. ¿Ha hecho usted esto ya?

[Notas]

a Se usan ciertos textos para tratar de probar que el bautismo es un sacramento que remite todos los pecados, entre ellos Hechos 2:38 y 22:16. El primero, según la Versión Moderna, dice: “¡Arrepentíos, y sed bautizados, cada uno de vosotros, en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados!” Sin embargo, por lo menos un traductor, C. B. Williams, hace una paráfrasis para indicar que es el arrepentimiento lo que resulta en recibir perdón, y que el bautismo es una expresión de ese arrepentimiento. Hechos 22:16 dice, según la versión del Rey Jaime: “Levántate, y bautízate, y lava tus pecados, invocando el nombre del Señor.” Empero, traducida correctamente, ésta es una instrucción para que la persona se levante, se bautice, y que ‘lave sus pecados por medio de invocar el nombre de él.’ (NM) Así que no es el agua bautismal lo que lava los pecados, sino que es el invocar el nombre del Señor lo que lo hace.

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