Yo viví en destierro en Siberia
EN NOVIEMBRE de 1955, dado que soy ciudadano alemán, pude volver a mi tierra natal después de cuatro años y medio de destierro en Siberia. Pero, muchos testigos de Jehová procedentes del territorio de Mémel, Lituania, Latvia, Estonia, Besarabia y Ucrania, así como también de otras partes de Rusia, que no tienen ciudadanía alemana, todavía se hallan en esa tierra fría. Muchos de ellos me pidieron que hiciera un informe a los testigos de Jehová de otras partes del mundo.
Mientras los ejércitos rusos ocupaban diferentes partes de Alemania yo vivía en Prusia oriental, Mémel. Por ser testigo de Jehová yo ya había pasado más de seis años en diferentes prisiones e instituciones bajo el régimen de Hitler. Cuando Hitler dió órdenes de que se evacuara Mémel [ahora Klaipeda] casi todos los habitantes de este territorio huyeron a Alemania. Yo no participé en esta huída. No podía conformarme con la idea de buscar refugio bajo el régimen de Hitler, que le había ocasionado dolor tan indescriptible a los testigos de Jehová. También había pensado que los comunistas tratarían con menos severidad a los testigos de Jehová, que tanto habían sufrido bajo el régimen de Hitler. ¡Cómo me equivoqué! Ahora estoy más convencido que nunca de que este mundo está bajo la dirección y guía de su gobernante invisible, Satanás.
En cuanto a la persecución de los testigos de Jehová, la forma comunista de gobierno ha mostrado que es una verdadera imitadora de Hitler y su partido nacionalista. Al venir los rusos, el clero y los predicadores huyeron y dejaron abandonadas a sus ovejas detrás de ellos. Muchos de los testigos de Jehová, al ver en este tiempo a esta gente en angustia, tuvieron la oportunidad de predicarle acerca del reino de Dios. A menudo estas personas les pedían a los testigos de Jehová que les predicaran. El resultado de esto fué que se formaron varias congregaciones nuevas en esta parte del país. Muchas personas se dedicaron a Jehová y fueron bautizadas. Los pocos ejemplares de La Atalaya que teníamos se estudiaban en las reuniones que se celebraban con regularidad. Después se volvían a imprimir y distribuir entre el pueblo. Todo esto se hacía sin ocultarlo de la vista de la policía de seguridad rusa. Muchas veces nos aprehendían y tras largas interrogaciones sobre nuestras doctrinas y organización nos soltaban. Sabíamos que la policía secreta enviaba espías a la congregación pero no teníamos nada que ocultar. Estábamos predicando la Palabra de Dios y confiando en el reino de Dios como la única esperanza del mundo. Tan recientemente como en 1949 dirigí la palabra a casi 300 personas en una reunión. Mi texto bíblico fué Isaías 25:6-8.a A base de estos textos explicaba como Jehová bendeciría ricamente a los que le sirvieran y que la muerte sería tragada en victoria y que Jehová limpiaría las lágrimas de toda cara y que el oprobio de su pueblo sería quitado de sobre la tierra, puesto que Jehová lo había declarado.
El día siguiente me arrestaron mientras andaba por la calle. Pasé dos días bajo la custodia de la policía y entonces me volvieron a dejar libre después de muchas horas largas de interrogación. Después de pocos días tuve que presentarme de nuevo ante la policía de seguridad. Allí se me dijo que escribiera un informe exacto acerca de la organización de los testigos de Jehová. Se hizo un informe respecto al reino de Jehová Dios ya establecido, junto con muchas otras verdades adecuadas al tiempo y la ocasión. También se señaló que los testigos de Jehová habían sido perseguidos horriblemente bajo el régimen de Hitler y que el 7 de octubre de 1934 las congregaciones de testigos de Jehová en muchos países habían enviado telegramas al Canciller del Reich en Berlín, todos los cuales decían la misma cosa: “Su maltratamiento de los testigos de Jehová ofende a todas las personas buenas de la tierra y deshonra el nombre de Dios. Absténgase de continuar la persecución de los testigos de Jehová; de otro modo Dios le destruirá a usted y a su partido nacional.”
No dudo en lo más mínimo que se envió este informe a las oficinas principales de la policía de seguridad en Moscú. El primer golpe severo contra los testigos de Jehová en esta parte de Rusia vino en septiembre de 1950. Una noche la policía de seguridad recogió a todos los hermanos de cuerpo sano y a varias hermanas y se los llevó a las prisiones del ministerio de seguridad en Vilna. Aquí los tuvieron en custodia por medio año, cuando por fin llegaron de Moscú sentencias que exigían que casi todos ellos fueran encerrados en el presidio por diez años. Después de seis meses de interrogaciones y persecuciones que alteraban los nervios, muchos quedaron con los nervios destrozados. Muchos habían sufrido severamente debido al hostigamiento que tuvieron que soportar durante la investigación. A algunos de éstos los sacaron del presidio y los pusieron en campos de trabajo. Muchos tuvieron que hacer trabajo subterráneo en minas de hulla. A algunos les enviaron al norte a lugares tan retirados como el campo infame que llaman Vorkuta. Todavía hay algunos de nuestros hermanos trabajando en ese lugar.
Hace mucho frío allá. No hay vegetación de clase alguna en esta localidad, y los inviernos son largos, los veranos cortos. Muchos de nuestros hermanos quedaron incapacitados, inválidos, debido a los requisitos sobrehumanos del cruel régimen comunista. A algunos de éstos entonces los enviaron a sus familias en Siberia.
A fines de marzo de 1951 vino la segunda ola de persecución. A los que no habían sido arrestados antes, tales como los ancianos, mujeres, hijos e infantes y otros que no habían sido recogidos, los pusieron bajo custodia rusa. Nadie se escapó; todos fueron llevados en camiones a trenes de carga que iban a Siberia. Sólo podían llevar consigo unas cuantas posesiones personales, una pequeña cantidad de harina, unas cuantas piezas de ropa, y a algunos les fué posible llevar sus camas. Todo lo demás quedó en poder de las autoridades de la policía. En este tiempo los comunistas registraron cuidadosamente todo el equipaje, para ver si había Biblia alguna o literatura de la Watch Tówer entre ellos.
De Vilna vimos dos grandes trenes de carga, cada uno de los cuales constaba de unos cincuenta vagones de ganado. Fué en éstos que se llevó a los testigos de Jehová, procedentes de todos los territorios, a cierta tierra, para que murieran allá, o trataran de vivir. Los vagones estaban más que atestados. No había dónde sentarse. El alimento les era raro y de calidad muy inferior. Los testigos de Jehová le dieron gracias y alabanza a su Padre celestial durante todos estos tiempos dificultosos. Unos a otros se animaban. Por la consideración que daban a la Palabra de Jehová todos recibían consuelo y cobraban ánimo para seguir adelante, pasare lo que pasare. Las palabras que ellos habían llevado a la gente para consolarla al fin de este mundo ahora les servían de gran consuelo a estos testigos de Jehová apiñados en vagones de ganado. Fuerte era su cantar de canciones del Reino, pero más tarde los soldados del Soviet hasta pusieron fin a esto.
Después de trece días todos los testigos de Jehová llegaron a su destino, habiendo viajado día y noche en vagones de ganado. Entonces se nos informó: “Como enemigos del Estado se les destierra a ustedes por vida a Siberia. Despidan cualquier esperanza que abriguen de volver alguna vez a su tierra natal.”
Ahora esparcieron a los testigos de Jehová como esclavos de trabajo por diferentes granjas colectivas entre Tomsk e Irkutsk y a algunos hasta más allá de esos lugares. La protección y ayuda de Jehová fué lo único que nos dió la fortaleza necesaria para hacerle frente a esta situación. Frente a nosotros teníamos una vida hostigada por el hambre. Los víveres que algunos de nosotros llevábamos pronto se acabaron. Las granjas colectivas no estaban en precisamente buenas condiciones. No se les ocurría a los directores de estos centros de agitación soviéticos proveer pan antes de la nueva cosecha a los que allí sufrían malnutridos. No hay instituciones para labor de beneficencia en el “paraíso soviético.”
No obstante, en lo que toca a los testigos de Jehová el amor fraternal se encarga de la situación. Así fué que aun a los más necesitados se les ayudó con la escasa cantidad de alimento que teníamos. Durante los primeros dos años algunos de los desterrados murieron debido a las pesadas aflicciones que les fueron impuestas. Trabajo sumamente pesado les fué impuesto especialmente a las mujeres. Durante el tiempo de invierno, habiendo nieve en el suelo, se les enviaba al bosque a cortar leña, porque no alcanzaba el tiempo para hacer este trabajo durante el breve verano. Los inviernos de Siberia duran siete meses sin intermisión. No se conocen allí la primavera ni el otoño. Además hay temporadas de frío extremado, en que la temperatura baja a 50 grados bajo cero (Fahrenheit). Hay que tener mucho combustible en este país, y éste es uno de los principales problemas de los desterrados en Siberia. Hay muchos bosques grandes en Siberia, pero el transferir la leña del bosque al hogar de uno es una tarea sumamente difícil. Para recoger leña la persona verdaderamente necesita un trineo tirado por caballo, pero estas pobres personas desalojadas tienen que pedir, sí, en realidad rogar al encargado que les dé ayuda de esta clase. Esta vida les es casi insoportable a los ancianos. No tienen las fuerzas que se necesitan para hacer trabajo agrícola, y cuando una persona tiene sesenta o setenta años de edad el llevar a casa una carga de leña sobre el lomo no es trabajo fácil.
Con dolor es que hablo de las condiciones de alojamiento en Siberia. Durante la mayor parte del período que yo pasé en destierro viví en un solo cuarto, junto con cuatro familias, incluyendo los hijos. Además teníamos una pequeña cocina con una estufa provisional hecha de lata, sobre la cual teníamos que cocinar nuestra comida. Cada vez que la nieve se derretía, el agua inundaba nuestra casa. A través de todas estas condiciones los testigos de Jehová en destierro se ayudaban los unos a los otros siempre que les era posible. Algunos se pusieron a construir sus propias chozas cuando terminaban sus horas de trabajo agrícola. Aunque lograban establecer sus propios hogares y hacer de ellos lugares un poco más habitables, todavía quedaba mucho que desear.
Mientras yo estaba en uno de estos campos de esclavos en Siberia, durante los primeros dos años el jornal que se pagaba en una granja colectiva, fuera hombre o mujer el trabajador, era de medio kilo a un kilo de grano, es decir, de una y una décima libras a dos y una quinta libras. Desde que murió Stalin las normas de vida han mejorado hasta cierto grado. La cantidad de grano ha mejorado y se ha dado una pequeña suma de dinero a los trabajadores esclavos de modo que ya no tienen que pasar tanta hambre ni sentir tanto frío como antes. En medio de estas condiciones los testigos de Jehová siguen estudiando la Palabra de Dios a medida que tienen la oportunidad, y confían en gran manera en sus memorias, hablándose y consolándose los unos a los otros según se les presenta la oportunidad. Nuestro ruego todavía es: “¡Si sólo tuviéramos Biblias y nuevas Atalayas!”
Todos los testigos de Jehová en estos campos de esclavos por toda Rusia le oran a Jehová Dios de continuo y tienen plena fe en que algún día serán librados de estas condiciones. En estos campos de prisión y afuera, por toda Rusia, una cantidad aun más grande de rusos está aceptando la verdad. Una hermana informa: “Yo tengo aproximadamente treinta muchachas estudiantes a mi cuidado y ellas reciben con ansia cada palabra que hablo respecto al Reino.” Hoy hay mucha gente en Rusia que quiere saber acerca del reino de Jehová y que está ansiosa de oír la verdad. Siempre ocasiona gozo el leer una carta de otros publicadores del Reino en Rusia y saber de sus experiencias en los campos de prisión. Al ser sentenciados a prisión ellos han venido a estar más estrechamente unidos los unos a los otros y a Jehová. Día tras día cada uno está recibiendo un mejor entendimiento de la organización teocrática de Jehová, y todos están más resueltos a presentar al gran Juez la prueba de su fidelidad al predicar. Por la bondad inmerecida de Jehová están resueltos a retener su integridad y probar que son dignos de la vida eterna.
Yo sé que estas personas a quienes se ha desalojado y puesto en las granjas colectivas no están ocultando su luz debajo de una canasta. Más bien, están dejando que su luz resplandezca.
En noviembre de 1954 el periódico ruso Pravda de Moscú informó que un bien conocido líder del partido comunista había dicho: “El comunismo ha llegado a estar tan firmemente establecido por todo el mundo hoy día que se puede descontinuar la lucha que se llevaba a cabo contra las diferentes religiones. En lo pasado después de nuestra ascensión al poder nos fué necesaria esta lucha. Ahora, sin embargo, ya que la juventud en particular ha sido debidamente entrenada, todo el mundo seguramente debe llegar a la conclusión de que el comunismo es lo único que puede traerle verdadera paz y prosperidad al género humano.” Pero los testigos de Jehová están firmemente convencidos de que la verdadera paz y prosperidad para todo el género humano serán realizadas únicamente por medio del reino de Jehová que ahora se ha acercado y que estará bajo su gran Príncipe de Paz, Cristo Jesús.
Pronto voy a cumplir setenta y siete años. La Sociedad llegó a mí por medio de sus ministros unos cuantos meses antes que estallara la primera guerra mundial en 1914. He tenido el privilegio de ser un ministro de Dios durante todos estos años, y ahora que he vuelto de Rusia mi único deseo es pasar el resto de mi vida terrestre en el servicio de Jehová.
[Notas]
a Isaías 25:6-8 dice: “Y en este monte hará Jehová de los Ejércitos, para todas las naciones, un banquete de manjares pingües, banquete de vinos sobre las heces; de manjares pingües de mucho meollo, de vinos sobre las heces, bien refinados. Y destruirá en este monte la cobertura de las caras, la que cubre todos los pueblos, y el velo que está tendido sobre todas las naciones. ¡Tragado ha a la muerte para siempre; y Jehová el Señor enjugará las lágrimas de sobre todas las caras, y quitará el oprobio de su pueblo de sobre toda la tierra! porque Jehová así lo ha dicho.”