El clero y el libro
“LA JUSTICIA se ha vuelto atrás, y la rectitud permanece alejada; porque la verdad ha caído en las plazas públicas, y la probidad no puede entrar. Falta la verdad.” De este modo la Palabra de Dios muestra la relación directa que hay entre la delincuencia y la falta de aprecio que se le tiene a la verdad, la cual Jesús definió como la Palabra de su Padre, Jehová Dios.—Isa. 59:14, 15, Nor. Rev.; Juan 17:17.
Y los hechos comprueban lo que declara la Biblia. Nunca ha habido tanta inmoralidad y corrupción y crimen y nunca se le ha tenido tan poco aprecio a la Palabra de Dios. Oh sí, la Biblia sigue como uno de los libros que más se venden, pero rara vez se escudriña su contenido, y mucho menos se aplican sus lecciones al vivir diario. Así fué que una encuesta hecha en 1954 mostró que el 65 por ciento de los judíos, el 56 por ciento de los católicos y el 32 por ciento de los protestantes nunca o casi nunca leen la Biblia. Y otra, publicada en 1955, mostró que más de la mitad de la gente de los Estados Unidos ni siquiera pudo nombrar uno de los cuatro Evangelios.
Pero ¿debe extrañar el que la gente preste cada vez menos atención al contenido de la Biblia, en vista de la baja opinión que el clero tiene de ella? Aunque Pablo escribió que “toda Escritura es inspirada por Dios,” sin embargo, según una reciente encuesta sólo el 38 por ciento de todos los ministros cree que la Biblia está “totalmente libre de leyenda o mito,” y sólo el 4 por ciento de los estudiantes de seminarios teológicos tiene tal fe implícita.—A Guide to the Religions of America, página 236, por Rosten.
Tampoco debe extrañarnos el que los estudiantes seminaristas tengan tan poca fe en que la Biblia esté libre de leyenda o mito, cuando se considera cómo ven el asunto sus profesores. Así, en una carta al periódico The Christian Century, cierto R. T. Stamm, Ph.D., D.D., profesor de griego y del Nuevo Testamento en el Seminario Teológico Luterano de Gettysburg, Pensilvania, hizo los siguientes comentarios respecto a la “ciega agonía destructiva” y la “carrera temeraria” de Sansón, a quien él colocó en la misma categoría que a los militaristas modernos, de Oriente y Occidente: “Igual que todos los otros hombres impelidos por odio en su corazón, él pudo obrar milagros con el material que tenía—quijadas, zorros hechos teas y pura fuerza bruta. La gente que él mató quedó tan muerta como los 60,000 habitantes de Hiroshima.” “Sansón fué un genio en armar pendencias, nacido para fomentar discordias tal como las chispas saltan hacia arriba, y en realidad el tiempo era propicio para sus proezas. . . . Algunos patriotas hasta dijeron que los actos de Sansón fueron inspirados por el Señor Dios mismo con el propósito de encender una guerra de exterminio en contra de estos enemigos de su ‘pueblo escogido.’”
Sin embargo, no fueron patriotas israelitas fanáticos, sino nada menos que el ángel de Jehová, quien había dicho: “Él es quien llevará la delantera en salvar a Israel de la mano de los filisteos.” Y note también que el apóstol Pablo menciona a Sansón con aprobación: “Porque el tiempo me faltará si procedo a relatar acerca de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David y también de Samuel y los otros profetas, los cuales por medio de la fe derrotaron a reinos en conflictos, efectuaron la justicia, obtuvieron promesas, cerraron las bocas de leones.” Cuando el inspirado apóstol registra la aprobación de Jehová, ¿quién es este Stamm para que desapruebe así? Cual el profesor, tales los estudiantes seminaristas, tales los legos.—Heb. 11:32, 33, NM.
Y tal el rabino moderno. Así, Jakob J. Petuchowski, escribiendo en el periódico religioso judío mensual Commentary, alega que los judíos también deberían hacer obra misionera, y entre las ventajas que él pretende que el judaísmo tiene sobre el cristianismo él alista su punto de vista respecto al pecado: “Tampoco, de nuevo, es el pecado . . . algo transmitido a través de las generaciones desde una ‘Caída’ mítica. El hombre es responsable sólo por sus propios actos . . . La confesión a Dios . . . el remordimiento, y el evitar el mismo pecado cuando la tentación vuelve a surgir, son el único medio para restaurar su relación armoniosa con Dios.” Él de este modo no sólo desacredita el registro de Génesis acerca del pecado original, sino las muchas referencias que se hacen a éste en el resto de las Escrituras Hebreas así como todo lo que dicen acerca de la necesidad de un sacrificio propiciatorio. ¿Cuánto de la Biblia ha dejado el rabino Petuchowski? ¿Extraña el que casi dos terceras partes de los judíos nunca lean la Biblia a pesar de que ella contiene la historia de su raza?
Típico de la propaganda destructora de fe de los protestantes es el editorial de The Christian Century relativo a la resurrección de Lázaro. Pregunta: “¿Resucitó Jesús realmente a los muertos?” Contestando su pregunta éste declara: “Parece estar bastante evidente que los hombres que escribieron los Evangelios pensaron que él lo hizo. Ellos vivieron en un clima [intelectual] completamente diferente del nuestro. Habían sido criados con la narración acerca de Eliseo y recordaban que él hizo que el hijo de la mujer sunamita volviese a la vida. Nosotros vivimos en un mundo diferente. Sabemos que ocurren cosas que están más allá de nuestra comprensión. . . . No obstante, le tenemos mucho respeto a la regularidad y el orden con que Dios opera el universo y se nos hace difícil imaginarnos que Dios arbitrariamente pondría a un lado todas sus leyes para hacer volver los muertos a la vida, aun cuando fuera para demostrar su poder o para manifestar su gloria.” Entonces como apaciguamiento para los que no estuvieran de acuerdo, el editorial sigue diciendo: “Seríamos sabios, sin embargo, si reserváramos nuestro juicio acerca de tales asuntos. Estos son asuntos que están más allá de nuestra experiencia inmediata acerca de los cuales no tenemos evidencia verdadera.”
Y otra vez preguntamos: ¿Extraña el que la gente descuide el leer la Biblia cuando un semanal supuestamente cristiano adopta un punto de vista tan vago acerca del ministerio y los milagros de Jesús? El mismísimo propósito de los milagros fué el de proveer algo que estuviera “más allá de nuestra experiencia inmediata,” y para los que creen que la Biblia es la Palabra de Dios el testimonio de ella es “evidencia verdadera.” Jesús mismo dió énfasis al punto de que sus milagros eran sus credenciales: “Las obras mismas que estoy haciendo, dan testimonio acerca de mí de que el Padre me despachó.”—Juan 5:36, NM.