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  • ¿Basta con la regla áurea?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1957
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1957
w57 1/1 págs. 4-7

¿Basta con la regla áurea?

Muchas personas llevan lo que ellas llaman “una vida buena”. Quieren decir con esto que no hacen ningún daño a otros y a menudo les hacen bien de un modo material. ¿Conducirá esto a la vida eterna? ¿O se requiere más?

CRISTO Jesús formuló la llamada regla áurea: “Todas las cosas, por lo tanto, que quieren que los hombres les hagan, también de igual manera deben hacérselas a ellos.” (Mat. 7:12, NM) Hay que seguir esta regla de amor al prójimo para ganar la vida eterna en el nuevo mundo de Dios. Algunos creen, sin embargo, que todo lo que Dios requiere es que se cumpla la “regla áurea.” Pero realmente, ¿hemos desempeñado nuestro deber para con Dios al sólo hacerles bien a otros? ¿Muestran las Escrituras que basta con la “regla áurea”?

En realidad, cuando nos dirigimos a la Palabra de Dios, descubrimos que uno puede perder la vida eterna aunque esté ocupado en un programa de buenas obras constructivas. Este es un punto principal que Cristo Jesús mismo hizo claro. Uno de los escritores de la Biblia, Lucas, nos relata una ocasión en que Jesús fué invitado a un hogar:

“Cierta mujer llamada Marta lo recibió en la casa como invitado. Esta mujer también tenía una hermana llamada María, quien, sin embargo, se sentó a los pies del Señor y se quedó escuchando su palabra. Marta, por otra parte, estaba distraída atendiendo a muchos deberes. Así que se acercó y dijo: ‘Señor, ¿no le importa a usted que mi hermana me haya dejado sola para atender las cosas? Dígale, por lo tanto, que me ayude.’ En respuesta el Señor le dijo: ‘Marta, Marta, estás inquieta y perturbada en cuanto a muchas cosas. Sin embargo, sólo se necesitan unas cuantas cosas, o una nada más. Por su parte, María escogió la porción buena, y no se le quitará.’”—Luc. 10:38-42, NM.

Absorta, al parecer, en preparar muchos platos para una comida, Marta estaba “distraída atendiendo a muchos deberes.” Sus intenciones eran buenas; ella quería hacerle a Jesús todo el bien que le era posible. Sin embargo, María, la hermana de Marta, se sentó a los pies del Señor “y se quedó escuchando su palabra.” María se dió cuenta de la importancia del conocimiento, el conocimiento de Dios y sus propósitos. Marta, ocupada en tantas cosas domésticas, se molestó, y pidió a Jesús que le diera a María la instrucción de “que me ayude.” El Señor entonces le aclaró a Marta qué cosa realmente importaba. Él dijo que ella estaba “inquieta y perturbada en cuanto a muchas cosas,” que había una sola cosa que era realmente importante y que María había escogido esta porción buena.

¿Qué, pues, significa esto para nosotros? Esto: que no basta con servir a otros; que es posible estar ‘distraído atendiendo a muchos deberes’ que, aunque bondadosos y meritorios en sí mismos, pueden hacer que perdamos la vida eterna. Un programa de actividad sumamente útil no es suficiente de por sí.

“ESCUCHANDO SU PALABRA”

Jesús dijo a Marta que María ‘había escogido la porción buena’ porque María se quedó “escuchando su palabra.” María realmente había escogido una porción buena, porque como Simón Pedro en una ocasión dijo a Jesús: “Tú tienes dichos de vida eterna.” Puesto que el adquirir este conocimiento de “dichos de vida eterna” se coloca por el Hijo de Dios en un nivel de importancia más alto que el de rendirles servicio a otros, vemos el sentido de lo dicho por Jesús: que el hacerles bien a nuestros prójimos tiene que estar en la debida relación con el sentarnos regularmente “a los pies del Señor,” “escuchando su palabra.”—Juan 6:68, NM.

El cristiano verdadero, entonces, tiene que ser como María. Por su proceder tiene que mostrar que verdaderamente cree en las palabras de Jesús: “El hombre ha de vivir, no sólo de pan, sino de toda declaración que procede de la boca de Jehová.”—Mat. 4:4, NM.

Las palabras de Jehová se hallan en la Biblia. Es a ese Libro que tenemos que dirigirnos. De él podemos adquirir conocimiento de Jehová y sus propósitos. No hay substituto para este conocimiento. Es vital. La salvación depende de ello. Declaró un apóstol de Cristo: “Esto es recto y aceptable a la vista de nuestro Salvador, Dios, cuya voluntad es que hombres de toda clase sean salvados y lleguen a un conocimiento acertado de la verdad.” (1 Tim. 2:3, 4, NM) Recalcando la importancia del conocimiento acertado, Jesús dijo en oración a su Padre celestial: “Esto significa vida eterna, el que ellos adquieran conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú has enviado, Jesucristo.”—Juan 17:3, NM.

Ya que el conocimiento significa vida, debe ser verdad lo contrario: falta de conocimiento significa muerte. Esto fué verdad respecto a la antigua nación de Israel. Cuando se hizo porfiada y rehusó recibir la enseñanza de Jehová, Dios le dijo por medio de su profeta: “Mi pueblo está destruído por falta de conocimiento. Por cuanto tú has rechazado con desprecio el conocimiento de Dios, yo también te rechazaré.” (Ose. 4:6) Si nosotros dejamos de esforzarnos por obtener conocimiento acertado, Dios nos rechazará; él nos considerará como no estando “correctamente dispuestos para vida eterna.”—Hech. 13:48, NM.

EL MÁS GRANDE MANDAMIENTO

Cuando, por medio del estudio de las Escrituras, llegamos a un conocimiento acertado de la verdad, nos damos cuenta de que hay un mandamiento más grande en alcance e importancia que lo que es la “regla áurea” del amor al prójimo. El Hijo de Dios nos dió la perspectiva correcta en cuanto a esto cuando explicó: “‘Tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente.’ Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo, semejante a él, es éste: ‘Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo.’ De estos dos mandamientos pende toda la Ley, y los Profetas.”—Mat. 22:37-40, NM.

¡Qué claro está ahora! Hay dos mandamientos de vida. Los dos son esenciales. Tenemos que vivir de acuerdo con ambas reglas para ser dignos de la vida eterna. Pero un mandamiento es más grande que la “regla áurea” del amor al prójimo; ése es el mandamiento de amar a Jehová Dios “con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente.”

¿Cómo mostramos esta clase de amor para con Dios? La Biblia contesta: “Esto es lo que el amor de Dios quiere decir, que observemos sus mandamientos; y sin embargo sus mandamientos no son gravosos.” (1 Juan 5:3, NM) Aunque guardemos la “regla áurea” hasta donde sea humanamente posible, si aun así dejamos de observar los otros mandamientos de Dios, faltamos en nuestro amor para con Dios. Eso es serio.

Antes que uno pueda observar los mandamientos de Dios, es menester que sepa cuáles son. Esto nos trae de nuevo a la necesidad vital de obtener un conocimiento acertado de la Palabra de Dios. Podemos entender ahora por qué Jesús dijo a Marta, que estaba inclinada a seguir la regla áurea, que María había escogido la porción buena, porque María escogió conseguir conocimiento. Sin conocimiento no podemos saber cuáles son los mandamientos de Dios; sin conocimiento de estos mandamientos es imposible guardarlos, y a menos que los guardemos faltamos en cuanto al mandamiento más grande de todos.

REQUISITOS PARA VIDA

Los requisitos de Dios no son requisitos que apliquen un solo día de la semana; abrazan el modo de vivir cotidiano de uno. El verdadero cristianismo realmente hace algo para uno; lo cambia. Todo su punto de vista tocante a la vida se transforma; se hace una nueva personalidad. Note el alcance que tiene el mandato de Dios: “Desnúdense de la vieja personalidad con sus prácticas, y vístanse con la nueva personalidad, la cual por medio de conocimiento acertado está siendo renovada de acuerdo con la imagen del que la creó.” (Col. 3:9, 10, NM) Para hacer esto, uno tiene que ser verdaderamente humilde; tiene que ser amante de la justicia. Dios requiere esto: “Antes que os venga el día de la ira de Jehová. Buscad a Jehová, todos los mansos de la tierra, los que habéis obrado lo que es justo; buscad la justicia, buscad la mansedumbre; puede ser que os pongáis a cubierto en el día de la ira de Jehová.”—Sof. 2:2, 3.

El nuevo mundo será completamente justo. Este viejo mundo tiene que pasar. Muy pronto será destruído en el Armagedón. De modo que Dios requiere: “Siendo que todas estas cosas así serán disueltas, ¡qué clase de personas deben ser ustedes en actos santos de conducta y obras de devoción piadosa, aguardando y teniendo muy presente la presencia del día de Jehová, mediante el cual los cielos estando encendidos serán disueltos y los elementos estando intensamente calientes se derretirán!”—2 Ped. 3:11, 12, NM.

Tenemos que estudiar constantemente la Palabra de Dios, y ayudar a otros de una manera espiritual. A otros les hace falta saber acerca del nuevo mundo de Dios y de lo cerca que está el Armagedón. El modo de mostrar amor al prójimo y amor a Dios es por medio de contar a otros acerca de los propósitos de Jehová. Esto es lo que está haciendo la sociedad del Nuevo Mundo de los testigos de Jehová. Usted puede participar en la obra que Jesús mandó que se hiciera en estos últimos días: “Estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada con el propósito de dar un testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin consumado.”—Mat. 24:14, NM.

El dar lo espiritual es seguir la “regla áurea.” Pero sobre todo, esto, unido con “actos santos de conducta,” muestra que el amor que le tenemos a Dios es completo. La “regla áurea,” en su sentido estrecho de sólo hacerles bien a otros físicamente, no basta.

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