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  • Poniendo a Jehová a prueba
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1957
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1957
w57 1/7 págs. 393-395

Poniendo a Jehová a prueba

“Sus perspectivas de contribución” muestran cuan dispuesto está usted a poner a Jehová a prueba.

¿PUEDEN atreverse los cristianos dedicados a poner al Creador, Jehová Dios, a prueba? ¿No sería presuntuoso, si no algo peor, el hacer tal cosa?

Cierto, como Jesús le dijo a Satanás el tentador en el desierto: “Está escrito: ‘No has de poner a Jehová tu Dios a prueba.’” (Mat. 4:7, NM) Pero hay una manera incorrecta y una manera correcta de poner a Jehová a prueba. Jesús, al replicar a la tentación que Satanás le presentó de que temerariamente saltara del pináculo del templo para probar que verdaderamente era el Hijo de Dios, estaba citando de Deuteronomio 6:16 (NM), donde Moisés dijo: “De la manera que lo pusieron a prueba en Masa.”

Masa fué un lugar llamado así porque allí los israelitas altercaron con Moisés y se quejaron a causa de la falta de agua, diciendo: “¿Está Jehová en medio de nosotros o no?” La palabra “Masa” en sí misma significa “Probando; Prueba.” Allí los israelitas estaban probando a Jehová, realmente mandándole—‘Si estás en medio de nosotros, ¿por qué no nos das agua?’ El poner a Jehová a prueba de esa manera es incorrecto, rebelde, presuntuoso e inicuo. También es incorrecto el que los cristianos prueben a Jehová exponiéndose o arriesgándose innecesariamente.—Éxo. 17:7, NM.

Sin embargo, hay una manera correcta en que se puede poner a Jehová a prueba, una manera en que él mismo nos invita a hacerlo. ¿Cómo se hace eso? Por medio de fiarse de su palabra. Como él dice: “Traed todo el diezmo al granero, para que haya alimento en mi Casa, y probadme, si queréis, en esto, dice Jehová de los Ejércitos; y veréis si no os abro las ventanas del cielo, y os derramo una bendición tal que no haya donde quepa.” Los israelitas que habían vuelto del destierro habían descuidado la adoración conectada con el templo de Jehová y aquí Jehová les estaba señalando la insensatez de dicho proceder.—Mal. 3:10.

De modo que apropiadamente podemos ponerlo a prueba—de hecho, Jehová nos invita a hacerlo—por medio de traer nuestros diezmos al granero. ¿Cuál es su granero? ¿Qué constituyen nuestros diezmos? Y ¿cómo podemos traer todo nuestro diezmo al granero de Jehová hoy en día?

El granero en el día de Malaquías era el templo reedificado de Jehová con sus sacerdotes y levitas ministrantes. Ese templo representó al templo espiritual de Dios, representado hoy día sobre la tierra por una clase, el “esclavo fiel y discreto,” a la cual Jehová ha nombrado “al cargo de todos sus bienes.”—Mat. 24:45-47, NM.

El diezmo no representa nuestro todo, aunque generalmente lo representa el número diez. No podría representarlo, porque damos nuestro todo una vez cuando nos dedicamos a Jehová, mientras que los israelitas daban su diezmo regularmente, año tras año. El diezmo israelita sólo era una señal representativa de su todo y literalmente era una décima parte. Igualmente nuestro diezmo sería una señal representativa de que hemos dedicado nuestro todo, pero no necesariamente ha de ser la décima parte ni necesita ser limitado a la décima parte. Como el apóstol Pablo manifiesta: “Si primero está allí la voluntad pronta, es especialmente aceptable de acuerdo con lo que una persona tiene, no de acuerdo con lo que una persona no tenga.”—2 Cor. 8:12, NM.

Y ¿cómo podemos traer los diezmos hoy en día? Bueno, hay diezmos espirituales y diezmos materiales que tenemos la obligación de traer al granero de Jehová al ponerlo a prueba para conseguir su bendición abundante. Traemos diezmos espirituales preparándonos para las cinco reuniones semanales en las que se efectúa adoración pura y luego asistiendo a éstas; y no sólo asistiendo, sino también haciendo “declaración pública de nuestra esperanza” según se presente la oportunidad, incitando de tal modo a otros “al amor y a las obras rectas.”—Heb. 10:23-25, NM.

También traemos diezmos espirituales cuando participamos en la predicación de “estas buenas nuevas del reino” “en toda la tierra habitada con el propósito de dar un testimonio.” Esto incluye la predicación de casa en casa, el hacer revisitas cuando hallamos a los que están conscientes de su necesidad espiritual, así como el estar de pie en las calles y ofrecer literatura bíblica a los transeúntes e invitarlos a los discursos públicos. Todos estos diezmos espirituales son los diezmos más importantes y por medio de traerlos al granero estamos poniendo a Jehová a prueba y podemos esperar que él derrame sobre nosotros una bendición tan grande que no podamos contenerla toda. El hecho de que Jehová se complace con esa manera de ponerlo a prueba y que cumple su palabra es algo a lo cual todo ministro de tiempo cabal y todo ministro celoso de tiempo parcial puede atestiguar prontamente.—Mat. 24:14, NM.

LOS DIEZMOS MATERIALES

Pero eso no es todo. Para llevar a cabo la obra de predicación en todo el mundo se necesitan fondos. Por eso leemos que cuando Jesús y sus apóstoles iban de ciudad en ciudad predicando las buenas nuevas muchas mujeres los acompañaban “las cuales les estaban ministrando de sus bienes.” (Luc. 8:1-3, NM) De modo que hoy día, por medio de contribuir materialmente al sostenimiento de la obra de predicación, también ponemos a Jehová a prueba. El hacer donaciones monetarias con ese fin, naturalmente, es obra voluntaria y no se hace por compulsión.

No existe entre los adoradores de Jehová una condición semejante a la que se informa en el Rocky Mountain News del 19 de noviembre de 1956, donde una madre escribió que su clérigo había rehusado “cristianar” a su infante porque, debido a las circunstancias, ella estaba atrasada en la cuota que le había impuesto la iglesia. Ni se pasan los platillos de colecta, lo cual, como se informó en la revista Time del 28 de mayo de 1956 es una de las razones por la cual muchas personas ancianas no asisten a la iglesia tan a menudo como lo hacían en otro tiempo. Más bien, en la sociedad del nuevo mundo se sigue el consejo de Pablo: “Que cada uno haga exactamente como lo ha resuelto en su corazón, no de mala gana o bajo compulsión, porque Dios ama al dador alegre.”—2 Cor. 9:7, NM.

Hay muchas maneras en que podemos poner a Jehová a prueba por medio de traer diezmos antitípicos materiales. Una es por medio de hacer contribuciones voluntarias para sostener el Salón del Reino en nuestra localidad; otra es por medio de ayudar a nuestros hermanos necesitados, especialmente los ministros de tiempo cabal; otra manera es por medio de hacer contribuciones en las diversas asambleas a las que asistimos. De hecho, aun los gastos hechos al ir y asistir a dichas asambleas son parte de traer nuestros diezmos a la casa del tesoro de Jehová, con lo cual ponemos a Jehová a prueba.

Y especialmente traemos dichos diezmos cuando hacemos donaciones directamente a la oficina central de la Sociedad Watch Tówer o a una de sus oficinas de sucursal. Estas donaciones no sólo se usan para hacer provisión para los miles de ministros de tiempo cabal, que sirven en diversas capacidades, sino también para sufragar los gastos de librar costosas batallas en los tribunales “en defender y legalmente establecer las buenas nuevas.”—Fili. 1:7, NM.

Como resultado de poner a Jehová a prueba por medio de traer dichos diezmos antitípicos materiales ha sido posible organizar y dirigir una tremenda obra de predicación por todo el mundo. Como muestra el Yearbook of Jehovah’s Witnesses para 1957, durante 1956 unos 640,000 ministros participaron en predicar “estas buenas nuevas del reino” en 162 tierras o países diferentes y dedicaron más de ochenta y siete millones de horas a ello. Verdaderamente Jehová está probando ser veraz a su palabra y derramando bendiciones sobre aquellos que traen todo el diezmo.

“SUS PERSPECTIVAS DE CONTRIBUCIÓN”

Podemos mostrar que estamos dispuestos a poner a Jehová a prueba en el asunto de traer diezmos antitípicos materiales por medio de cooperar en el arreglo de “sus perspectivas de contribución,” notificando a la Sociedad Watch Tówer por tarjeta o carta tocante a cuánto, al razonar, creemos que podremos y debemos contribuir a la Sociedad durante el año entrante. De esta manera la Sociedad puede planear apropiadamente su trabajo y nosotros tendremos presente una meta definida en cuanto a lo que creemos que podemos dar. En cada caso éstas deben ser enviadas a la oficina de sucursal de la tierra en que usted vive; hay ochenta y una de dichas oficinas en todo el mundo. Los que viven en los Estados Unidos deben dirigir su tarjeta o carta a la Watch Tower Society, Treasurer’s Office, 124 Columbia Heights, Brooklyn 1, N. Y.

¿Cómo debe ser redactada su tarjeta o carta de “sus perspectivas de contribución”? Usted pudiera escribir algo semejante a esto: “Son mis esperanzas que durante los próximos doce meses pueda donar a la obra de predicar las buenas nuevas del Reino la cantidad de $— las cuales contribuciones haré en tales cantidades y en tales ocasiones como resulten serme convenientes y según me dé prosperidad la bondad inmerecida de Jehová por medio de Cristo Jesús.” [Firmada] En la página 386 hay una lista de direcciones de algunas de las oficinas de sucursal. Una lista completa de todas las oficinas de sucursal se halla al fin de casi toda publicación de la Sociedad.

Jehová Dios no necesita nuestros “diezmos” de manera material, ni siquiera nuestros diezmos espirituales. Pero él ha juzgado conveniente en su amor y sabiduría el darnos la oportunidad de poner-lo a prueba por medio de traer todos nuestros diezmos, tanto materiales como espirituales, a su granero. Al grado que lo hagamos, a ese grado podemos esperar que Jehová derrame su bendición sobre nosotros individualmente, así como lo está haciendo sobre la sociedad del nuevo mundo en conjunto, y a tal grado que no podremos contenerla toda.

Verdaderamente, hay una manera aprobada en la que podemos poner a Jehová a prueba, y ésa redunda en alabanza para él y en bendición eterna para nosotros.

¡Dichoso el hombre que teme a Jehová, que se deleita mucho en sus mandamientos! Bienestar y riqueza habrá en su casa; y su justicia permanece para siempre.—Sal. 112:1, 3.

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