La religión falsa engendra el fanatismo
CLARAMENTE muestra la Biblia que la religión falsa o la adoración falsa engendra el fanatismo. Un caso moderno que prueba cierto esto le sucedió en Panamá a un ministro de tiempo cabal de Jehová que se llama José.
Ocurrió el 5 de noviembre del año pasado cuando cuatro testigos de Jehová, incluyendo a José, iban a pie a una aldea para predicar. En camino se detuvieron en casa de un conocido de un miembro del grupo para dar el testimonio. Esta persona, cierta Sra. González, era miembro de la secta evangélica y, puesto que creía firmemente en la curación divina, la plática se concentró en este tema. Durante la conversación entró su esposo, el Sr. González, que venía del campo y traía su machete. Saludó a los cuatro visitantes, dándoles la mano, y se sentó para escuchar. A cierto punto la esposa declaró que su pastor había dicho que los testigos de Jehová eran una religión falsa. Esta declaración incitó a su esposo, quien se puso a gritarles injurias a los testigos, diciendo que eran borrachos y que su película acerca de la sociedad del nuevo mundo mostraba que eran gente mundana.
González demandó que se fueran inmediatamente, y al levantarse para salir, uno de los testigos, José, trató de razonar con él. En respuesta González contestó algo que el testigo no entendió claramente y por eso preguntó qué era lo que había dicho. Esto enfureció a González. Alzando su machete empezó a repetir: “Sí, o usted o yo, o usted o yo,” a medida que el testigo retrocedía. Al tratar José de levantar un palo para defenderse, González lanzó un tajo con su machete, haciéndole una cortadura grande en el lado izquierdo del rostro a José y casi cortándole la oreja.
Al salir José corriendo de la casa con González en pos de él los otros tres testigos también se esparcieron. Corriendo por el camino hasta que se rindió de cansancio, José pidió auxilio y una señora salió de una casa en las cercanías y lo llevó adentro y le dió un pañuelo para que se cubriera la herida. Su esposo ayudó a José a llegar a la carretera, donde, afortunadamente, sucedió que un pequeño autobús, conducido por una persona de buena voluntad, pasaba. Esta persona llevó al herido José a la dispensaría local de primeros auxilios, pero al llegar allí descubrió que estaba cerrada porque era día de fiesta. No parecía haber otro remedio sino esperar un ómnibus para llevar a José a la ciudad de Colón.
Mientras esperaban, José estaba acostado en el suelo con la cabeza sobre el regazo de un amigo, corriéndole la sangre de nariz y boca. Los vecinos trajeron hielo y toallas para ayudar a detener la sangre. Después de casi una hora un carro de la policía que venía pasando llevó a José y su compañero de buena voluntad al hospital Amador Guerrera, de Colón. Entretanto la policía arrestó a González.
Los demás de la familia de González quedaron muy disgustados con su acción fanática y se expresaron verdaderamente apenados por lo que había acontecido. Al visitarlo en la cárcel, su esposa halló que en ningún sentido se había arrepentido. Fanáticamente trató de justificarse citando como ejemplo que Pedro había usado la espada para defender a Jesús, olvidando por completo que la persona a quien Pedro hirió era parte de una chusma armada que había venido para llevarse al inocente Jesús, el Hijo de Dios. También que aun en esas circunstancias provocativas Jesús reprendió severamente a Pedro por haber recurrido a la espada literal. ¡Cuán ciega hace el fanatismo a la gente!
El ministro de tiempo cabal, José, recuperó completamente de su herida y de nuevo está disfrutando de sus privilegios ministeriales. Debido a este incidente tiene muchas más oportunidades para testificar en cuanto al nombre y reino de Jehová a los de su vecindad, señalando, también, que Jesús dijo que sus seguidores podían esperar persecución de esa clase. Por otra parte, la Sra. González informa que otros se dirigen a ella diciéndole que jamás pensarían en hacerse miembros de su secta evangélica puesto que a ellos se les enseña a matar. Es verdaderamente cierto que la religión falsa hace fanática a la gente y los fanáticos no sólo perjudican a otros, sino que perjudican su propia causa.