No juzgue según el rostro
EL QUE una persona tenga rostro bien parecido, ¿querrá decir que es de buen corazón? ¿Querrá decir que es honrada y digna de confianza? Hay personas que aparentemente piensan que sí, pero el rostro no es una ventana al corazón. No revela la verdadera personalidad de la persona.
La hermosura puede ocultar corazones de la clase más vil. Satanás, el dios de este mundo, es buen ejemplo de esto. Él es una criatura de hermosura radiante, pero no obstante es la personificación de la iniquidad.—Eze. 28:17, Mod.
Aunque nosotros no podemos penetrar la apariencia exterior de un hombre y mirar su corazón, Dios puede hacerlo. Los hombres juzgan según lo que ven en la superficie, pero Dios según lo que ve en el corazón.—1 Sam. 16:7.
Una persona tal vez oculte su verdadera personalidad de los ojos humanos mediante un rostro bien parecido y una apariencia respetable, pero no puede ocultarla de Dios. Su personalidad está despojada de toda cubierta y está expuesta delante de Él. “Y no hay una creación que no esté manifiesta a su vista, sino que todas las cosas están desnudas y abiertamente expuestas a los ojos de aquel a quien hemos de dar cuenta.”—Heb. 4:13.
Así como los hombres se juzgan unos a otros según las apariencias exteriores, del mismo modo juzgan a organizaciones religiosas. Porque una organización tiene hermosos edificios eclesiásticos, ceremonias pintorescas y clérigos de apariencia piadosa, juzgan que ésta es el siervo escogido de Dios. A los testigos de Jehová, por otra parte, los rechazan porque no presentan la misma apariencia encantadora. El mundo considera a los testigos de Jehová de la misma manera que consideró a los cristianos del primer siglo. “Hemos llegado a ser como el desecho del mundo, el desperdicio de todas las cosas.”—1 Cor. 4:13.
Dios no ha escogido a sus siervos a base de la apariencia que tengan a los ojos del mundo, sino a base de la condición de corazón de ellos. Lo que Dios ha escogido son “las cosas innobles del mundo y las cosas despreciadas.” (1 Cor. 1:28) Así como hay que juzgar la personalidad del hombre por sus obras y no según su rostro, asimismo hay que juzgar a los siervos de Dios por sus frutos.