¿Cuál es la obligación del cristiano?
¿Es el deber del cristiano tratar de reformar al mundo y mejorarlo? Muchos que aseguran ser cristianos contestan esa pregunta afirmativamente. Pero ¿la contesta afirmativamente la Biblia?
A MUCHAS personas se les ha enseñado a creer que muchas naciones de la tierra constituyen la cristiandad. No obstante, admiten que hay mucho pecado en la cristiandad. De consiguiente, creen que su deber es ayudar a limpiarla y también reformar al paganismo. Esperan que mediante sus esfuerzos encaminados en esta dirección este mundo con el tiempo llegará a ser enteramente cristiano y un lugar mejor en el cual vivir.
Para llevar a cabo su propósito dan su apoyo a la organización de las Naciones Unidas y a pactos internacionales de paz y participan en la política de este mundo. Se unen a sociedades benéficas y a movimientos de fraternidad. Debido a que la delincuencia por parte de adultos y de jóvenes continuamente aumenta, escudriñan las causas y hacen planes para tratar de resolver la situación. De vez en cuando se realizan movimientos de ‘retornen a la iglesia’ y despertamientos religiosos. Pero, a pesar de los mejores esfuerzos de muchas personas bien intencionadas, los diarios a través de toda la tierra proclaman diariamente el hecho triste de que este viejo mundo, en vez de reformarse, constantemente está yendo de mal en peor. El crimen en todas sus formas está aumentando. Las prisiones, casas de corrección, instituciones Borstal (para delincuentes juveniles) y manicomios e instituciones semejantes están llenos en exceso. ¿Ha sido comisionado el cristiano para librar una batalla que no puede menos que perder? ¿o es esta idea de hacer de este viejo mundo un lugar mejor una idea equivocada?
Los que creen en la Biblia y que están familiarizados con su contenido saben que el poder de Jehová es ilimitado y que él nunca daría a sus siervos instrucciones de intentar lo imposible, ni los comisionaría para apoyar una causa imposible de lograr. Entonces, ¿de dónde surgió esta idea? Los hechos muestran que tanto los estadistas como los líderes religiosos han afirmado que ellos pueden hacer de la tierra un lugar adecuado para el hombre y hacerla segura para él. Y dado que los clérigos se han aliado abiertamente con los gobernantes políticos y han abogado a favor de apoyar los proyectos de los hombres, millones de personas de corazón honrado han sido engañadas concerniente al propósito de Dios. Han considerado que está en armonía con la voluntad de Dios el que el cristiano dedique su tiempo y energía a tratar de hacer del mundo un lugar mejor.
En apoyo de su punto de vista los líderes religiosos alegan que Cristo participó activamente en la vida política de su día y tomó parte en las reformas sociales. Pero, ¿es verdad eso? Ciertamente no hay nada en el registro bíblico que apoye esa alegación. Por lo contrario, cuando estuvo delante de Pilato, Cristo declaró: “Mi reino no es de este mundo.” (Juan 18:36, Mod) No hay un solo texto bíblico que muestre que Jesús haya tenido cosa alguna que ver con la política de su día. Tampoco pasó su tiempo tratando de mejorar las condiciones de vida de la gente o en movimientos de reforma. Desde el tiempo que comenzó su ministerio, a la edad de treinta años, él proclamó la verdad. Dijo él: “Yo para esto nací, y a este intento vine al mundo, para dar testimonio a la verdad.” (Juan 18:37, Mod) La verdad que predicó fué concerniente al reino de Jehová.
Al dar instrucción a sus discípulos acerca del reino de Dios y al enseñarles a orar por el mismo, Jesús no tuvo presente la conversión del viejo mundo. ¿Qué quiso decir, entonces, cuando dijo: “El reino de Dios dentro de vosotros está”? (Luc. 17:21, Mod) ¿No quiso decir esto que el Reino estaba en el corazón de los hombres y que la obligación de sus seguidores era por lo tanto convertir a tantos como fuese posible? ¡No! Tal cosa no podría ser la manera correcta de entender esas palabras. Note que Jesús no estaba hablando a los que lo habían aceptado o a los que tenían fe en su reino, sino a los fariseos, que eran enconados opositores de la verdad que él proclamaba. ¡Seguramente nadie alegaría que el reino se hallaba dentro del corazón de ellos! Una traducción mejor y moderna, la Traducción del Nuevo Mundo, aclara el asunto. Lo que Jesús dijo a los fariseos incrédulos fué “el reino de Dios está entre ustedes.” (Luc. 17:21) En otras palabras, él había sido ungido para ser Rey en el reino del justo nuevo mundo de Dios y, aunque los fariseos no lo aceptaban, allí estaba entre ellos proclamando ese reino.
Jehová prometió establecer un justo gobierno bajo la gobernación de su Hijo amado, Cristo Jesús. (Isa. 9:6, 7, Mod) Dicho gobierno había de ser un verdadero gobierno y no simplemente un reino espiritual en el corazón de los hombres. Había de ser un gobierno sin fin y uno que traería paz eterna, un gobierno bajo el cual los hombres obedientes disfrutarían de vida eterna en una tierra paradisíaca.
El propósito de este gobierno no es reformar al viejo mundo, sino destruirlo. Dice Jehová por medio del profeta Daniel: “El Dios del cielo establecerá un reino que nunca jamás será destruído, y el reino no será dejado a otro pueblo, sino que desmenuzará y acabará con todos aquellos reinos, en tanto que él mismo permanecerá para todos los siglos.” (Dan. 2:44, Mod) Este fué el reino acerca del cual habló Jesús hace 1,900 años y por el cual enseñó a sus seguidores a orar. Antes que este reino se estableciese primero había de darse un testimonio mundial concerniente al mismo.
LA IMPORTANCIA DE LA PREDICACIÓN
Con este fin Cristo Jesús entrenó a sus discípulos a predicar y aclaró que el predicar había de ser la cosa más importante de su vida. Algunos apreciaron que eso había de ser su principal obligación y responsabilidad, porque se nos dice que cuando se les invitó a ser “pescadores de hombres” inmediatamente “dejaron sus redes” para seguirlo. Estos primeros discípulos siguieron a Jesús en sus viajes. Le escucharon cuando dirigió la palabra a las multitudes. Lo acompañaron a los hogares de la gente. Cuando se interrogaba a Cristo Jesús concerniente a las cosas que decía, ellos escuchaban con gozo a las refutaciones que hacía citando la Palabra de su Padre como autoridad. En otras ocasiones Jesús los llamaba aparte y les daba instrucción privada. Entonces, cuando estuvieron entrenados, los envió a predicar. ¿Cuál fué el mensaje? ¿Limpiar al mundo viejo? ¿Tratar de convertir a toda la humanidad? No. “Los envió a predicar el reino de Dios.”—Luc. 9:2.
Había algunos en aquel entonces que pensaban que otras cosas eran de mayor importancia que la predicación. Por ejemplo, uno dijo: “Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre. “ Pero se le dijo: “Deja que los muertos entierren a sus muertos; mas anda tú y publica en derredor el reino de Dios.” (Luc. 9:59, 60, Mod) Esto no significaba que el padre ya hubiera muerto, de otro modo el hijo no habría estado allí escuchando a Jesús. No, el joven estaba poniendo obstáculos para ganarse algún tiempo. En vez de estar listo para seguir a Cristo inmediatamente, primero quería ir a casa. Sabía que su padre moriría tarde o temprano, de modo que pensaba regresar a casa y esperar esa ocasión antes de hacerse un predicador de tiempo cabal. Los parientes del joven no estaban siguiendo a Jesús en el camino a la vida y por consiguiente estaban muertos espiritualmente. Y por eso Jesús le dijo que ellos podían suplir lo necesario, pero que la obligación de él, si él deseaba ser Su seguidor, era predicar el evangelio.
¡Cuánto más importante es predicar las buenas nuevas de salvación por él hoy en día! Ahora vivimos en los días de la segunda presencia del Hijo del hombre. El Reino de Dios, prometido hace tanto tiempo, ha sido establecido en los cielos. (Apo. 12:5, 10) Cristo Jesús gobierna ahora entre sus enemigos. (Sal. 110:1, 2) El presente sistema de cosas ha sido pesado en la balanza y ha sido hallado falto. Pronto será destruído completamente en el Armagedón. (Apo. 16:12-16) ¡Cómo puede el cristiano verdadero usar tiempo y energía en tratar de reforzar o reformar aquello que Jehová ha condenado a la destrucción 1 Dijo Pablo, escribiendo a los corintios: “¿Qué consorcio tiene la justicia con la iniquidad? ¿o qué comunión tiene la luz con las tinieblas? ¿y qué concordia tiene Cristo con Belial? ¿o qué parte tiene el creyente con el incrédulo? ¿y qué acuerdo tiene el templo de Dios con los ídolos? Porque nosotros somos templo del Dios vivo: así como ha dicho Dios: Habitaré en ellos, y andaré entre ellos; y yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual ¡salid de en medio de ellos y separaos, dice el Señor, y no toquéis a cosa inmunda; y yo os recibiré!” (2 Cor. 6:14-17, Mod) Aquí se da a todos los cristianos verdaderos el mandato definido de no participar en los proyectos de los hombres. Tienen que estar separados y ser distintos de ellos.
El discípulo Santiago confirma el hecho de que el cristiano tiene que mantenerse sin mancha del mundo y de sus proyectos. En realidad, sigue y declara que los que profesan ser seguidores de Cristo y que tienen relación ilícita con el presente sistema de cosas se hacen enemigos de Dios. “¡Almas adúlteras! ¿no sabéis acaso que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Aquel pues que quisiere ser amigo del mundo, se hace enemigo de Dios.”—Sant. 1:27; 4:4, Mod.
TRABAJO EDUCATIVO
Por lo tanto, debe ser patente que el cristiano no tiene ninguna obligación de apoyar los proyectos de los hombres que son sabios según este mundo para el mejoramiento de este viejo mundo. Su obligación está bosquejada en su comisión, como se manifiesta en Isaías 61:1-3 (Mod). Ahora vivimos en “el día de la venganza de nuestro Dios.” Dentro del transcurso de la vida de la presente generación Jehová ejecutará su venganza contra toda la injusticia, incluyendo al presente inicuo sistema de cosas. Pero primero él hace que se dé una amonestación a todos los que ‘gimen y se angustian por todas las abominaciones que se cometen en la cristiandad’ para proporcionarles la oportunidad de ser preservados. (Eze. 9:4, Mod) Estas personas han de tener una marca en su frente, no una marca literal, sino un entendimiento intelectual de los propósitos de Jehová.
Esta obra educativa está en progreso ahora. Es una obra mundial y se lleva a cabo en 164 diferentes países. Todos los que aprecian la urgencia de ella ciertamente no tienen tiempo para meterse en los ciento y pico de proyectos de los hombres para el mejoramiento del viejo mundo. Los que pueden arreglar sus asuntos seguirán el ejemplo puesto hace 1,900 años y ‘dejarán sus redes.’ Tendrán el deseo ardiente de dedicar todo su tiempo a la predicación de las buenas nuevas del reino de Dios. Para ellos nada podría ser de mayor importancia que su trabajo de predicar. De consiguiente, su lema en cuanto a la predicación es semejante al de Pablo: “Una sola cosa hago.” Otros, que quizás tengan obligaciones bíblicas de proveer las cosas necesarias a su esposa e hijos pequeños, tal vez no puedan dedicar todo su tiempo y energía a su actividad de predicar. Pero ellos también, como siervos dedicados del Altísimo, saben que el principal propósito de su vida es predicar las buenas nuevas de salvación por él.
¿Qué importa que los que son sabios según el mundo digan que éstos no son prácticos y que su actividad de predicar es una pérdida de tiempo? Su comisión es de parte de Jehová. Por consiguiente continuarán dando la advertencia acerca de la inminente destrucción de este mundo y participarán en el cumplimiento de las palabras de Jesús: “Estas buenas nuevas del reino se predicarán en toda la tierra habitada con el propósito de dar un testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin cabal.” (Mat. 24:14) Después de eso el nuevo mundo de justicia de Dios será establecido bajo el benéfico reino de Cristo Jesús. Todos los males a los cuales han estado sujetos los hombres en el pasado, y los cuales no han podido rectificar mediante sus propios esfuerzos, habrán desaparecido. Satanás mismo estará en el abismo y los hombres obedientes podrán disfrutar de vida sin fin en la tierra paradisíaca. La manera y propósito de Jehová de salvar a muchos mediante la ‘insensatez de la predicación’ quedarán completamente vindicados.