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  • Aprendiendo la técnica de guerra
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1959
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1959
w59 1/5 pág. 270

Aprendiendo la técnica de guerra

EN Man and His Gods (El hombre y sus dioses), Homero W. Smith relata brevemente acerca de los horrores de las Cruzadas: “Concibiendo la idea de que la Tierra Santa, y segundamente las grandes ciudades del Asia Menor, podrían ser recobradas para la iglesia, Urbano II en 1095 instigó una vasta peregrinación de penitencia a Jerusalén, la cual también había de ser una guerra contra los infieles. A todo el que participara en ella le prometió libertad de la ley común, remisión de los pecados, y la bendita inmortalidad.

“Esta, la Primera Cruzada, procedió hacia el sur a través de Europa, matando atrozmente, atormentando y saqueando sin restricción. Dos divisiones se entregaron a los excesos a tal grado en Hungría que fueron destruidas; una división tercera, después de matar unos diez mil judíos en el valle del Rhin, fué disipada al sur; multitudes pertenecientes a otras dos divisiones perecieron por el camino y los demás llegaron a Constantinopla en números lastimosamente reducidos después de haber saqueado a los griegos que les habían prestado ayuda. . . . Siete mil de una cantidad que se calcula variamente de entre 150,000 a 300,000 por fin cruzaron el Bósforo y perecieron por completo a manos de los turcos. Un montón de huesos en proceso de emblanquecerse fué lo único que quedó como testimonio a los cruzados subsiguientes del destino de esta llamada ‘Cruzada del pueblo.’

“Dos años después un ejército militar organizado en forma mejor, bajo Godofredo de Bullón, logró tomar a Jerusalén y fundó el reino latino de Palestina. . . . Se requirió un sitio de un mes para tomar la ciudad, y ningún ejército pagano demostró mayor ferocidad que los cristianos. . . . Jerusalén resistió el sitio por un mes, y cuando por fin cayó llenaron las sinagogas de judíos y los quemaron vivos, y los cronistas se jactaron de que los cruzados fueron al Templo a caballo, cabalgando en sangre de no creyentes que les llegaba hasta las rodillas. . . . El día siguiente, en el nombre de Jesús que supuestamente había sido enterrado en el sepulcro, mataron a una grande muchedumbre de gente de toda edad, ancianos y ancianas, jovencitas, niños y madres con infantes, en son de sacrificio solemne.

“Ocho veces durante los siguientes dos siglos recrudeció el conflicto entre el cristianismo y el islam en oriente. A medida que veía el papado su oportunidad para debilitar a un emperador, o enriquecerse él mismo, o simplemente desviar a la gente de Europa de guerra entre estados, se repetía el esfuerzo de las cruzadas. El tomar parte en cruzadas vino a ser una vocación cristiana y, habiendo aprendido los cristianos en práctica contra los no creyentes el principio de guerrear en forma organizada y cruel, no pasó mucho tiempo antes de que estuvieran aplicando su técnica a ellos mismos.”

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