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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1959
w59 15/3 pág. 191

Preguntas de los lectores

● En vista de las declaraciones que se hallan en Capacitados para ser ministros, en la página 254, párrafo 5, ¿está bien que las hermanas hagan preguntas en las reuniones de congregación?

Este párrafo se basa en 1 Timoteo 2:11, 12 y 1 Corintios 14:33-35. El primero dice que en la congregación la mujer debería aprender “en silencio y en completa sumisión” y no enseñar ni ejercer autoridad sobre el hombre. El último dice: “Que las mujeres guarden silencio en las congregaciones, porque no se permite que ellas hablen, sino que estén ellas en sujeción, así como dice la Ley. Si, entonces, ellas desean aprender algo, que le pregunten a sus esposos en la casa, porque es indecoroso que una mujer hable en una congregación.”

En son de comentario el párrafo del libro de texto dice: “Las hermanas no deben tratar de dar consejo a los hermanos dedicados. En cuanto a este asunto han de ‘estar en silencio.’ No deben discutir ni contradecir a los hermanos en la congregación, ni tratar de corregirlos ni darles instrucciones. Si ellas desean saber algo, pueden preguntar a sus esposos en casa, o, si son solteras, pueden preguntar a un hermano maduro. No deben preguntar con la sola mira de hacer resaltar un punto que deba corregirse, ni para hacer que sus esposos u otros hermanos corrijan a los siervos. No. Pablo dice que ellas pueden preguntar si ellas mismas desean aprender algo.”

De modo que el libro de texto estaba en armonía con el consejo de Pablo dado en los susodichos pasajes bíblicos. Tal como en los pasajes bíblicos, así en el libro de texto, fué “en cuanto a este asunto” de dar consejo a hermanos dedicados que se les aconsejó a las mujeres “estar en silencio.” Era “en la congregación” que las hermanas habían de evitar el discutir con los hermanos y corregir o instruirles. Así como dice el libro “Esto significa vida eterna” en la página 159: “La mujer había de aprender en silencio en el sentido de no debatir allí [en la congregación] con los hombres, desafiándolos y participando en disputas y causando riñas, menospreciando el puesto nombrado del hombre.”

En el día de Pablo nada de su consejo imponía silencio absoluto sobre las mujeres en la congregación y en sus reuniones, sin embargo. Las mujeres podían orar y profetizar con la cabeza propiamente cubierta como señal de sujeción a su cabeza, el hombre, y lo hacían. De igual manera hoy, se puede usar a las hermanas hasta para desempeñar partes en las reuniones del pueblo congregado de Jehová y, en una congregación donde no hay hombres presentes para presidir las reuniones, hermanas pueden presidirlas teniendo la cabeza apropiadamente cubierta como señal de sujeción al hombre cuyo puesto están ocupando en la reunión. Cuando las hermanas hacen comentarios desde el auditorio en el estudio de La Atalaya y otras reuniones de estudio, no están tomando el puesto de un hombre y por lo tanto pueden expresarse sin necesidad de tener cubierta la cabeza. La admonición de Pablo acerca de estar “en silencio” en la congregación no prohibe esto, porque eso se refiere específicamente a su “silencio” en cuanto a instruir y aconsejar a hombres, discutiendo o riñendo con ellos.

Así como esto no prohibe del todo que una mujer hable en la congregación, de igual modo el consejo relacionado que tiene que ver con el hacerles preguntas a los maridos en casa no quiere decir que una hermana nunca pueda hacer una pregunta en una reunión de congregación. De nuevo la cosa que se prohibe es el hacer preguntas de una manera argumentista, desafiadora y debatiente, preguntas diseñadas para aconsejar e instruir a los hombres en la congregación. Sin embargo, así como lo dice otra vez “Esto significa vida eterna” en la página 159, esto no quiere decir que las mujeres no puedan participar en cantar cánticos o en hacer o contestar preguntas acerca de las cuales su fe y entendimiento han de expresarse. Pueden compartir su fe oralmente con otros y participar activamente en la discusión de congregación con el deseo de aprender de esta.

Pudiéramos agregar, también, que estas instrucciones respecto al lugar de la mujer en la congregación no significan que si un hermano señalado da un comentario erróneo, una hermana señalada después de eso tenga que guardar silencio si ella conoce la información correcta acerca del asunto, ni que tenga ella que amoldar su contestación de acuerdo con el comentario erróneo. Si se le pide que haga comentario puede expresar lo que ella cree ser la respuesta correcta, no, desde luego, de una manera polémica, sino sencillamente, de manera casual. El propósito y efecto del consejo de Pablo y del consejo dado en las publicaciones de la Sociedad no es el de sofocar la libre expresión de la fe de uno por parte de persona alguna de la congregación. Es más bien el de preservar el orden teocrático correcto de instrucción y dirección bajo el sistema de superintendencia que la Biblia enseña y para preservar la unidad y armonía del pueblo reunido de Jehová.

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