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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1959
w59 1/10 págs. 606-607

La unidad de la Biblia como libro

ENTRE las muchas evidencias internas de la Biblia que alegan a favor de su autenticidad y origen divino está su unidad como libro. Hace algunos comentarios categóricos respecto a esto el erudito Orr en su libro The Problem of the Old Testament, del cual se cita:

“La primera cosa, nos parece, que debe impresionarnos en cuanto a éste, es, que este libro es, en un sentido extraordinario, una unidad. Desde otro punto de vista, por supuesto, la Biblia no es un solo libro, sino una colección de libros: como lo denominó Jerónimo, ‘una biblioteca divina.’ Viene a nosotros ‘por diversas porciones y de diversas maneras.’ Los escritos de que se compone se extienden a través de por lo menos mil años. Sin embargo el hecho singular de ello es que, cuando éstos se juntan en uno, constituyen, en lo que concierne a su estructura, un solo libro; forman una ‘Biblia,’ como lo llamamos, con principio, y medio, y fin, que produce en la mente un sentido de armonía y cabalidad.

“Esta peculiaridad de la Biblia, a la cual no afectan esencialmente los resultados de la crítica—ya que, en realidad, mientras más divide y distribuye su material el crítico, el resultado del libro tal como lo tenemos, sólo viene a ser más maravilloso—se ilustra mejor por el contraste. Porque el cristianismo no es la única religión en el mundo, ni es la Biblia la única colección de libros sagrados en existencia. Hay muchas Biblias de diferentes religiones. El mahometano tiene su Corán, el budista tiene su Canon de Escrituras Sagradas; el zoroástrico tiene su Zendavesta, el bracmán tiene sus Vedas. Basada en este mismísimo hecho, la religión comparativa agrupa varias de estas religiones como ‘religiones de libro.’ Gracias a traducciones fidedignas nos es posible hacer una comparación de estos libros sagrados con nuestras propias Escrituras.

“Pero sin hablar de la enorme superioridad de la Biblia a estos otros libros sagrados, aun en el sentido literario,—porque pocos, nos suponemos, capacitados para juzgar, pensarían en comparar aun los más nobles himnos babilónicos o védicos, o de las gothas zoroástricas, en poder o grandeza, con los salmos hebreos o harían una comparación entre las extravagancias de la Lolita Vistara budista y la simplicidad, belleza y la restricción propia de los Evangelios Cristianos,—deseamos fijar la atención sobre este único punto—el contraste en cuanto a unidad. En vano buscamos en estas Escrituras étnicas cosa alguna a que le corresponda este nombre. El Corán, por ejemplo, es una miscelánea de pedazos descoyuntados, de los cuales es imposible sacar orden alguno o progreso o arreglo. Los 114 Suras o capítulos de que se compone están arreglados principalmente según su largura—los más largos casi siempre antes de los más cortos. No es diferente en las Escrituras zoroástricas y budistas. Estas igualmente carecen de principio, medio y fin. Mayormente son colecciones de materiales heterogéneos, puestas juntas flojamente.

“¡Qué diferente, se halla obligado a confesar todo el mundo, sucede con la Biblia! Desde el Génesis hasta el Apocalipsis sentimos que este Libro es en un sentido muy real una unidad. No es una colección de fragmentos, sino que tiene, como lo expresamos, un carácter orgánico. Tiene un relato conectado que va contando desde el principio hasta el fin; vemos algo que va creciendo delante de nuestros ojos; hay un plan, propósito, progreso; el fin se dobla de vuelta al principio, y cuando la totalidad queda completa, sentimos que en este caso de nuevo, como en la creación prístina Dios ha terminado todas Sus obras, y he aquí, son muy buenas. Se puede conceder que ésta es una manera muy externa de contemplar la Biblia, no obstante es una manera muy importante. Desde el mismo principio coloca la Biblia ante nosotros como libro singular. No hay nada que se parezca a ella exactamente, o que siquiera se aproxime a ella en toda la literatura. Para hallar la explicación de ella, se nos obliga a ir detrás de lo fragmentario de sus partes, a la unidad de pensamiento y propósito fundamental de la totalidad. La unidad de la Biblia no es algo ficticio—fabricado. . . . La historia de la Biblia no es un sencillo registro de acontecimientos, sino que revela diseño, propósito, una meta, lo cual indica que detrás de ella está una mente divina.”

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