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  • Los apócrifos—¿de Dios o de los hombres?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1960
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  • EVIDENCIA EXTERNA CONTRA LOS APÓCRIFOS
  • 1 Y 2 DE LOS MACABEOS, BARUC
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1960
w60 15/10 págs. 617-622

Los apócrifos—¿de Dios o de los hombres?

¿SON los libros apócrifos de Dios o de los hombres? ¿Son parte de “toda Escritura [que] es inspirada por Dios” y benéficos para que seamos ‘enteramente competentes, completamente equipados para toda buena obra’? O ¿pertenecen a “la tradición de los hombres,” a “las cosas elementales del mundo,” en contra de las cuales el apóstol Pablo advirtió a los cristianos? ¿Cuál es la realidad?—2 Tim. 3:16, 17; Col. 2:8.

El significado original del vocablo “apócrifos” se aclara por el uso que Jesús le dio: “No hay nada escondido que no haya de manifestarse, ni cosa alguna que esté cuidadosamente oculta que nunca llegue a conocerse.” Con el tiempo, sin embargo, el término asumió la connotación desfavorable de “escritos o declaraciones de autor o autoridad dudosos.” Según se usa comúnmente hoy día, “Los Apócrifos” se refiere a los once escritos adicionales que la Iglesia católica romana declaró canónicos en su Concilio de Trento (1546), pero cuya canonicidad otros disputan.—Luc. 8:17.

Estos once escritos adicionales son Tobías (Tobit), Judit, Sabiduría (de Salomón), Eclesiástico, Baruc, 1 y 2 de los Macabeos, un suplemento de Ester y tres adiciones a Daniel: El cántico de los tres mancebos, Susana y los ancianos, y La destrucción de Bel y el dragón. Escritores católicos se refieren a estos libros como deuterocanónicos, que significa “del canon segundo (o posterior),” a distinción de protocanónicos.

HISTORIA DE LOS APÓCRIFOS

Hay poca información respecto a cuándo y por quiénes fueron escritos los varios libros apócrifos. La evidencia que hay señala a los siglos segundo y primero a. de J.C. La Versión de los setenta griega fue producida sin los apócrifos, pero más tarde esos escritos fueron agregados a ella. Vinieron a ser parte de la Biblia católica debido a que Jerónimo usó la de los setenta como base para su traducción Vulgata latina.

Los escritos apócrifos habían sido colocados en la de los setenta en cualquier parte donde parecía que cuadraran mejor y allí permanecieron hasta el tiempo de la Reforma. Lutero, debido a la influencia del hábil erudito bíblico y reformista radical Karlstadt, juntó los apócrifos en un solo lugar, entre las Escrituras Hebreas y las Cristianas Griegas, y al mismo tiempo notó que éstos no tenían el mismo peso de autoridad que tenía el resto de la Biblia.

Más de un siglo antes Wiclef el amador de la Biblia dejó los apócrifos enteramente fuera de su traducción. Coverdale, sin embargo, quien en 1535 produjo la primera Biblia en inglés en letra de imprenta, volvió a poner en la Biblia los apócrifos. La Versión del Rey Jaime de 1611 también contenía los apócrifos. De hecho, el arzobispo de Cantórbery, Jorge Abbot, ¡decretó un año de prisión para cualquiera que osara publicar una Biblia sin los apócrifos! A propósito, debería mencionarse que los escritos apócrifos de esas Biblias protestantes en inglés eran catorce, habiendo la Iglesia católica romana visto conveniente, en su Concilio de Trento, eliminar tres de los que se hallaban en la Vulgata. Estos tres eran la Oración de Manasés y 1 y 2 de Esdras (conocidos en la de los setenta como 3 y 4 de Esdras, ya que en esa versión 1 y 2 de Esdras se refieren a Esdras y Nehemías).

Pero los apócrifos no habían de permanecer en la Biblia protestante en inglés. Aquellos celosos, los puritanos, se opusieron tanto a su presencia que se les acusó de “perseguir los apócrifos.” Manifestaron celo parecido los protestantes escoceses, cuyos sentimientos en cuanto al asunto eran tan fuertes que dieron a las Sociedades bíblicas de Inglaterra un ultimátum: ¡Eliminar los apócrifos o nosotros eliminaremos nuestro apoyo financiero!

Actualmente los apócrifos están cobrando mayor popularidad. Eruditos bíblicos liberales y modernistas y también teólogos sostienen que los apócrifos influyeron en la formación de la religión cristiana y que por lo tanto para entenderla cabalmente hay que estar familiarizado con los apócrifos. Sostienen que ninguna Biblia está completa sin ellos y que deberían leerse más extensamente y considerarse con más seriedad. Así, uno de ellos pregunta: ¿Qué ventaja tiene Eclesiastés sobre Sabiduría y Baruc? ¿Por qué debería Ester ser parte del canon bíblico y no Judit? ¿Por qué son parte de la Biblia 1 y 2 Crónicas y no 1 y 2 de los Macabeos?

De modo que tenemos dos opiniones opuestas hoy en día respecto a los apócrifos con un mismo resultado: Los liberales y los modernistas, que no creen que exista tal cosa como inspiración o revelación divina, sostienen que los apócrifos son tan buenos como la Biblia. Los teólogos católicos romanos, que creen que los apócrifos son inspirados, sostienen que los apócrifos son tan buenos como la Biblia y que, de hecho, son parte de ella. Sin embargo, los hechos mostrarán que ambos están equivocados.

EVIDENCIA EXTERNA CONTRA LOS APÓCRIFOS

Puesto que la autenticidad de la Biblia se ha demostrado vez tras vez en las columnas de esta revista por tales líneas de evidencia como el cumplimiento de las profecías, descubrimientos arqueológicos, la armonía y candor de los escritores, y así sucesivamente, la consideración actual procederá con las evidencias externas e internas que muestran que es imposible que los apócrifos hayan sido inspirados. La principal evidencia externa es el hecho de que ni uno de los escritores cristianos de la Biblia jamás citó de los apócrifos, aunque sin duda usaron la Versión de los setenta, la cual en el día de ellos contenía los apócrifos. Aunque hay que admitir que esto en sí mismo no es decisivo, ya que estos escritores no citaron de ciertos libros canónicos, tales como Ester, Eclesiastés y el Cantar de Cantares, no obstante el hecho de que ni uno de los catorce escritos apócrifos que se hallan en la Versión de los setenta se cita siquiera una vez indica propósito deliberado.

También arguye contra el aceptar los apócrifos como canónicos el hecho de que ni la Gran Sinagoga de los judíos de Palestina ni el historiador Josefo ni Filo, sobresaliente apologista judío del primer siglo, reconocieron como inspirado libro alguno de los apócrifos. Las Escrituras Hebreas de ellos constaban solamente de veinticuatro libros, los cuales son lo mismo que los treinta y nueve libros del canon de las Escrituras Hebreas que generalmente se acepta. (En versiones hebreas 1 y 2 de Samuel, 1 y 2 de Reyes, 1 y 2 de Crónicas, Esdras y Nehemías, se cuentan como cuatro en vez de ocho libros, y los doce profetas menores, desde Oseas a través de Malaquías, como un solo libro.)

No deja de tener peso además el hecho de que eruditos bíblicos sobresalientes y “padres de la iglesia” de los primeros siglos de nuestra era común definitivamente relegaron los apócrifos a una posición inferior. También parece que cuanto más letrados fueran los eruditos, tanto más se oponían a los apócrifos. Así, a Agustín, quien se inclinaba hacia el reconocimiento de los apócrifos, le faltaba mucho para alcanzar la altura de erudición bíblica que tenía Jerónimo, traductor de la Vulgata, y quien escribió en una ocasión a Laeta, una señora conocida, acerca de la educación de la hija de ella: “Todos los libros apócrifos deberían evitarse; . . . no son obras de autores por cuyos nombres se distinguen, [porque] contienen mucho que es erróneo, y . . . es una tarea que requiere gran prudencia la de hallar oro en medio de arcilla.”—La Cyclopædia de McClintock y Strong, Tomo 1, pág. 290.

1 Y 2 DE LOS MACABEOS, BARUC

Hay que colocar como principal entre los libros apócrifos el 1 de los Macabeos, de autor desconocido y fecha incierta. Es una historia patriótica de los judíos que abarca cuarenta años, desde 175 a. de J.C. hasta 135 a. de J.C. Su “estilo es sencillo, terso y restringido, y objetivo”; lo cual es extraordinario, puesto que ensalza la valentía y celo religioso de cierto Matatías y de sus cuatro hijos, los fundadores y líderes de los Macabeos. Buena historia es, pero ¿es de Dios o de los hombres?

Definitivamente de los hombres. Por lo tanto la Jewish Encyclopedia nos dice que en él la “historia está escrita desde el punto de vista humano.” Parece que su autor era saduceo, ya que pasa por alto los crímenes que cometieron los principales sacerdotes durante ese tiempo, mostrando así su falta de objetividad. Otra autoridad disculpa las “pocas inexactitudes históricas y geográficas,” pero la historia divina no yerra de ese modo. Más que eso, los elementos proféticos, milagrosos y mesiánicos faltan enteramente, así como también toda referencia a la esperanza de la resurrección. El escritor hasta evita muy estudiosamente llamar al Creador “Dios” o “Jehová.” ¡Cuán superior es en estos respectos el libro inspirado de 1 Crónicas!

¿Qué hay de 2 de los Macabeos? Contrario a lo que pudiera esperarse, éste no sigue a 1 de los Macabeos cronológicamente como los libros de las Crónicas siguen el uno al otro. Se escribió enteramente independiente de 1 de los Macabeos y aparentemente por un fariseo que no tenía aversión alguna contra el registrar los crímenes de los principales sacerdotes. Abarca entre quince y veinte años, desde 180 a. de J.C. hasta 160 a. de J.C., no estando de acuerdo las autoridades respecto a estas fechas. Comienza más temprano que 1 de los Macabeos y abarca aproximadamente la mitad del período de tiempo de éste. Su estilo es netamente lo contrario: emotivo, florido, sensacional, y abunda en referencias a ángeles y lo milagroso.

Sostiene que el profeta Jeremías, al tiempo de la destrucción de Jerusalén, llevó el tabernáculo (que había sido reemplazado por el templo 420 años antes) y el arca del pacto al monte desde el cual Moisés contempló la tierra de Canaán. Su mención de hacer oraciones a favor de los muertos “no tiene paralelo en la literatura judía.” (2 Mac. 12:43-45) Obviamente exagera y está repleto de crasos errores históricos y cronológicos. Pero no es menester señalar éstos, ya que el escritor mismo admite que la obra es de origen humano, diciendo:

“Y aquí terminaré. Y si he hecho bien, y según merece la historia, es lo que yo deseaba: empero si ligera y mediocremente, es lo que estaba dentro de mi alcance. Porque es perjudicial beber vino o agua solos, y como el vino mezclado con agua es agradable, y deleita el paladar: así también el habla coordinada finalmente deleita los oídos de los que leen la historia. Y aquí habrá un fin.” (2 Mac. 15:37-39, VA) ¿Quién dice que el vino y el agua solos son dañinos y que vino mezclado con agua es mejor?—y ¿qué significa eso? ¿Podemos hallar paralelo alguno en la Biblia de un escritor disculpándose por sus esfuerzos y confesando esforzarse por el efecto?

El libro de Baruc igualmente da prueba de ser de origen humano por sus errores típicamente apócrifos. Da a entender que judíos cautivos en Babilonia reunían dinero y lo enviaban a los sacerdotes en Jerusalén en el quinto año de haber sido quemada esa ciudad por Nabucodonosor, cuando, en realidad, en ese tiempo no había ni hombre ni bestia en ella. Muestra a Jeconías con los otros judíos en Babilonia, cuando, en realidad, él estaba en prisión. Dice a los judíos que ellos estarán en Babilonia durante siete generaciones, mientras que los hechos muestran que estuvieron allí sólo setenta años. Y habla de que los judíos habían ‘envejecido en tierra extraña,’ aunque habían estado allí solamente cinco años. ¡Con razón Jerónimo no lo consideró digno de traducción!—Baruk 1:2-7; 3:10; 6:2, BC.

SABIDURÍA (DE SALOMÓN) Y ECLESIÁSTICO

Así como el libro de Baruc afirma ser obra del siervo de Jeremías, Baruc, pero no lo es, de igual modo Sabiduría profesa hablar por Salomón pero fue escrito muchos siglos después del tiempo de Salomón. No solamente cita libros de la Biblia escritos mucho después del día de Salomón, sino que los cita de la Versión de los setenta. Un ejemplo típico es Sabiduría 15:10, tomado de Isaías 44:20. Su origen humano se expone más todavía por el hecho de que contradice lo que declara la Palabra de Dios acerca de que el hombre fue creado mortal y que moriría si fuera desobediente. Sabiduría dice: “Dios creó al hombre para que fuese inmortal, y lo hizo para que fuera una imagen de su propia eternidad.” “Al parecer de los imprudentes parecían morir, . . . sin embargo su esperanza está llena de inmortalidad.” Y no sólo se le atribuye repetidas veces la inmortalidad al hombre sino que se representa el cuerpo del hombre como un mero estorbo al alma, la cual en la muerte es “recibida arriba.”—Sabiduría 2:23; 3:2, 4; 16:14, VA.

Eclesiástico tiene la doble distinción de ser el más grande de los libros apócrifos y de tener un autor definitivamente conocido, cierto Jesús, hijo de Sirac. Tiene una mentira en su primerísimo prólogo (escrito por otro), porque afirma que este Jesús “no era menos famoso por sabiduría y erudición” que el rey Salomón. El autor mismo, sin embargo, en el segundo prólogo se disculpa: “Que nos perdonen, en donde parezca que hayamos faltado en cuanto a algunas palabras, que hemos trabajado para interpretar. Porque las mismas cosas pronunciadas en hebreo y traducidas a otra lengua no tienen en ellas la misma fuerza.” (VA) Realmente una justificación de sí mismo por medio de disculparse.

Lo obvio de que este libro es de los hombres más bien que de Dios puede verse adicionalmente por su sabiduría mundana y, en particular, por la baja opinión que tiene el autor respecto a las mujeres. En contraste con la Palabra de Dios, que de frente culpa al hombre Adán por nuestros ayes, él dice: “De la mujer proviene el principio del pecado y por su causa morimos todos.” “¡Cualquier maldad, mas no la de la mujer!” (Pero, ¿por qué desear iniquidad alguna?) “Pocas maldades hay comparables con la maldad de la mujer.” Y hay quienes quisieran colocar estos dos libros en el mismo nivel con los libros de “sabiduría” de la Biblia.—Eclesiástico 25:23, 13, 18, BC.

TOBÍAS, JUDIT Y LOS AGREGADOS

En Tobías se nos pide que creamos que un viejo judío piadoso fue cegado por excremento de ave que le cayó en los dos ojos; que un ángel personificando a un humano se hizo compañero de viaje de su hijo, a quien el anciano mandó a cobrar una deuda; que en el camino el hijo consiguió el corazón, hígado y bilis de un pescado; que por medio de quemar el corazón y el hígado causó un hedor que alejó a cierto demonio, quien, por celos, había dado muerte a siete maridos de cierta mujer; que esta viuda entonces se casó con el hijo, quien, después de cumplir su misión, regresó a casa y restauró la vista a su padre por medio de colocar en sus ojos la bilis del pescado. ¿Podría cosa alguna ser menos digna de crédito a la luz de las Escrituras? ¿Podría ser de Dios este libro?

También da prueba de que es de origen humano, pero por motivos diferentes, el Libro de Judit. Este relata acerca de una mujer hermosa que decapita al principal general de los enemigos de los judíos, resultando en la liberación de éstos. Aunque la historia misma no deja de ser plausible, los detalles son tan antihistóricos que se hace imposible ubicarla en el transcurso del tiempo. Por una parte pretende relatar acerca de condiciones posteriores al regreso de los judíos del cautiverio, sin embargo menciona a Nínive, los ejércitos asirios y al rey Nabucodonosor, todos los cuales perecieron mucho antes de que los judíos regresaran a Palestina, y hasta hace que Nabucodonosor sea rey de los asirios. Autoridades declaran que “las inexactitudes geográficas son igualmente embarazosas,” y la censura de ellas de que los libros apócrifos “demuestran que toda verdadera conciencia histórica estaba desertando a la gente” aplica con mas vigor al libro de Judit. En vista de todo esto, ¿qué duda puede haber respecto a cuál es su origen?

¿Qué hay del suplemento a Ester, 10:4 hasta 16:24, que se halla en los apócrifos? De ninguna manera le va mejor a la luz de la crítica objetiva. Nos pide que creamos que Mardoqueo era “personaje notable, que ministraba en la corte del rey” (BC) en el segundo año de Artajerjes, 150 años después de haber sido tomado cautivo la primera vez que Nabucodonosor atacó a Jerusalén. Y al pretender que Mardoqueo ocupara esta posición tan temprano en el reinado del rey no sólo contradice la parte canónica de Ester sino también su propia referencia más tarde acerca de ser él ascendido. Profuso con referencias a Dios y a acciones de piedad, obviamente se agregó para dar un tono religioso a Ester. Pero referencias a Dios por sí mismas no son prueba de origen divino, así como la falta de ellas no son prueba de origen humano.

El Cántico de los tres mancebos parece indicar que uno de ellos primero ofreció una oración, al estilo de las de Esdras y de Nehemías, y entonces el ángel del Señor “sacudió la llama de fuego del horno.” (BC) Después de esto sigue el cántico, el cual es muy parecido al Salmo 148. El cántico, sin embargo, hace referencia al templo de Jehová, a sacerdotes y querubines, lo cual no cuadra de ninguna manera con la condición desolada de Jerusalén en aquel tiempo. Consta de sesenta y ocho versículos que fueron interpolados entre los versículos 23 y 24 de Daniel 3.

Susana y los ancianos, capítulo 13 de Daniel, relata cómo dos ancianos formaron un complot contra una mujer virtuosa porque ella se negaba a tener relaciones con ellos, haciendo que se le sentenciara a morir. El joven Daniel expone la duplicidad de ellos por medio de interrogarles separadamente. Los ancianos mueren, Susana se salva y Daniel llega a ser famoso. Si esto verdaderamente le sucedió al joven Daniel, ¿por qué aparece como apéndice y porque se escribió primero en griego, igual que los otros dos agregados a Daniel, cuando el libro mismo se escribió en hebreo y arameo?

El escrito apócrifo restante que hay que considerar es la Destrucción de Bel y el dragón. En la primera mitad Daniel expone un engaño practicado por los sacerdotes de Bel de comer alimento puesto delante de Bel y supuestamente consumido por el ídolo. Al mandársele que adore a un dragón vivo, él hace que éste estalle por medio de darle de comer una mezcolanza compuesta de betún, cebo y pelo. Por esto sus devotos hacen que Daniel sea arrojado al foso de los leones. Mientras está allí un ángel toma del pelo al profeta Habacuc, quien por casualidad se halla lejos, y lo lleva hasta el foso para darle a Daniel un plato de potaje. Después de siete días Daniel es librado y sus enemigos son echados a los leones. ¿Se recomienda semejante cuento a nuestro juicio como la Palabra de Dios?

Una autoridad resumió el caso contra los escritos apócrifos diciendo: “No han tenido la sanción de la Iglesia judía ni de la cristiana primitiva; . . . carecen por completo del espíritu profético . . . ; no sólo no pretenden tener inspiración sino que lamentan la falta de ella; se caracterizan en muchos pasajes por un aire de romance y de mitología ajenos a la grandeza sencilla de la Biblia; se contradicen a sí mismos y a algunos hechos bien conocidos de la historia seglar; enseñan doctrinas no contenidas en la Biblia. . .; y aparentemente nunca fueron citados como autoridad por el Señor ni por sus apóstoles.”—Dictionary of Religious Knowledge, Abbott, págs. 50, 51.

Verdaderamente los apócrifos no son de Dios sino de los hombres. ¡Qué falta de entendimiento y de aprecio se muestra al colocar sus escritos en el mismo nivel que los de la Palabra de Dios, la Biblia! Bien puede aplicarse a los apócrifos la advertencia de Pablo de no prestar atención a fábulas judías.—Tito 1:14.

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