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  • La verdad permanecerá
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1960
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1960
w60 15/12 págs. 739-740

La verdad permanecerá

¿QUÉ determina lo que es verdad? ¿Depende meramente del punto de vista que uno tenga? ¿Podrá decirse que lo que es verdad para uno es verdad y que lo que es verdad para su prójimo también es verdad a pesar de que exista una contradicción de puntos de vista? O ¿podrá decirse que la verdad es lo que se acepta y se cree popularmente? Más bien que precisarse por impresiones personales, imaginación y popularidad, la verdad es determinada por Aquel que creó al hombre. Él creó el universo material según ciertas verdades físicas que él estableció en éste. Permanecen a pesar de que el hombre crea una teoría u otra. Antes de que teoría alguna pueda aceptarse como verdad, hay que probar que está de acuerdo con estas verdades.

La norma para la verdad espiritual también fue establecida por Dios y se halla en su Palabra escrita, la Santa Biblia. Su Palabra es la norma con la cual las creencias humanas tienen que estar de acuerdo para que sean verdades. Hace más de 1,900 años Jesucristo dijo a Dios: “Tu palabra es la verdad.” (Juan 17:17) Lo es todavía, aunque lo contradigan los que se creen sabios.

La verdad de Dios no es cambiada ni se le hace caer simplemente porque poderosas organizaciones de propaganda logren regimentar mentes humanas para que piensen de acuerdo con los puntos de vista torcidos de algunos gobernantes políticos. No deja de existir simplemente porque la creencia religiosa popular en un país la contradiga o sostenga que la tradición humana también es una norma para determinar verdad. No pierde debate alguno con hombres instruídos que adelantan argumentos astutos contra ella. Aunque contraargumentos de parte de personas menos instruídas quizás parezcan endebles y no impresionantes, la verdad de Dios permanece y, al fin, gana el debate.

Es semejante a una semilla que cae en terreno bueno. El retoño que brota puede resistir el calor tórrido del sol y el embate de tempestades. Tiene suficiente fuerza para hender una piedra. De igual manera la verdad de la Palabra de Dios aguanta la oposición vehemente y con el tiempo hende y demuele las falsedades populares que han parecido ser tan sólidas e inmovibles como las rocas. Propagandistas, intelectuales mundanos y grupos religiosos poderosos pueden romper contra ella y aparentemente demolerla, sin embargo ella persistentemente vuelve a crecer. Mucho después de haber dejado de existir ellos, la verdad se halla en el corazón de los piadosos.

Porque uno pertenezca a una organización religiosa popular, tal vez la que predomina en su país, no debe concluir que lo que ella enseña tiene que ser la verdad, que su popularidad, tamaño y edad son garantía de ello. Para que sean la verdad, sus enseñanzas tienen que cuadrar con la Palabra de Dios, así como las teorías científicas tienen que cuadrar con las verdades que Dios estableció en el universo físico para que sean ciertas. Compare las creencias de su religión con la Palabra escrita de Dios y vea si permanecen o caen. Si usted confía en que pueden permanecer, no habrá por qué no hablar acerca de ellas cuando los testigos de Jehová llamen a su puerta. Si las enseñanzas no cuadran con la Palabra de Dios, sino que son simplemente filosofía y tradición humanas, no pueden permanecer. Al debido tiempo caerán y también caerán los que confían en ellas. “Si, pues, un ciego guía a un ciego, ambos caerán en un hoyo.”—Mat. 15:14.

La verdad de Dios no es más popular hoy que lo que era en el día de Jesús. En ese tiempo pugnaba con puntos de vista religiosos populares, y hoy en día hace lo mismo. Porque la odiaba, el mundo persiguió a Cristo y a sus seguidores; hoy día el mundo manifiesta la misma aversión por los que la proclaman. El apóstol Pablo predijo que la verdad no sería popular cuando dijo: “Todos los que deseen vivir con devoción piadosa en asociación con Cristo Jesús también serán perseguidos. Por otra parte, los hombres inicuos e impostores irán de mal en peor, desviando y siendo desviados.”—2 Tim. 3:12, 13.

Aunque la cristiandad dice ser cristiana y que se adhiere a las verdades de la Palabra de Dios, sus acciones lo desmienten. Se ha acercado a Dios con su boca pero su corazón ha estado lejos de él. “Es en vano que continúan guardándome respeto, porque enseñan mandamientos de hombres como doctrinas.” (Mat. 15:9) En tiempos pasados ella ha tratado de extirpar la verdad de Dios por medio de destruir copias de la Biblia, por medio de torturar y matar a traductores y lectores de la Biblia, y por medio de hacer callar a cualquiera que la proclamara. Por sus obras los líderes de la cristiandad han mostrado que son impostores inicuos que pretenden ser seguidores de Cristo. “Tales hombres son apóstoles falsos, obreros engañosos, transformándose en apóstoles de Cristo.”—2 Cor. 11:13.

A pesar de esfuerzos por destruir la Palabra escrita de Dios y por silenciar a los que hablan su verdad, ha prevalecido la verdad de Dios. Ha seguido brotando en el buen terreno de corazones piadosos y produciendo fruto bueno para el honor de Dios. Hoy se proclama por toda la tierra ante mucha oposición de parte de los líderes políticos y religiosos de la cristiandad. No armoniza con ambiciones políticas ni con muchas costumbres y enseñanzas religiosas.

No cometa usted el error que cometió la gente del primer siglo que rechazó la verdad que predicaba Jesucristo, debido a que no estaba en armonía con la creencia popular de ese tiempo y la condenaban sus líderes religiosos. No cometa el error de pensar que el tamaño, la edad y la popularidad de una organización religiosa aseguran la verdad de lo que enseña. En vez de eso, use la norma de verdad que Dios le ha dado a usted—su Palabra escrita. Desconfíe de líderes religiosos que no quieren que la lea. Si lo que enseñan es verdad, no tendrían por qué temer que la gente la lea.

A pesar de los esfuerzos de este mundo por extirpar la Palabra de la verdad de Dios o viciarla por tradiciones y filosofías populares, persiste y permanece como la única vara de medir de la verdad espiritual. Todavía permanecerá, y también permanecerán los que armonicen su vida con ella, mucho después que este mundo y los que lo aman sean convertidos en polvo y sus creencias populares sean fantasías de lo pasado. “La palabra misma de nuestro Dios durará hasta tiempo indefinido.”—Isa. 40:8.

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