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  • Las buenas nuevas según Mateo

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  • Las buenas nuevas según Mateo
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1962
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1962
w62 15/5 págs. 312-316

Las buenas nuevas según Mateo

El VOCABLO “evangelio” significa literalmente “buenas nuevas.” El anuncio de que “el reino de los cielos se ha acercado” era verdaderamente buenas nuevas para los judíos. Ellos ardían de irritación bajo el desagradable yugo de Roma así como bajo el riguroso yugo que sus líderes religiosos habían colocado sobre ellos, sin decir nada acerca del yugo todavía más pesado que ellos, en común con todo el género humano, tenían que llevar debido a la transgresión de padre Adán.—Mat. 4:17.

El que se había acercado el reino de los cielos significaba que el Rey, el Mesías, se había acercado. A partir del mismo tiempo de la caída del hombre en el pecado Jehová Dios ha estado dando a los hombres de buena voluntad hacia él esperanza en un salvador. Declarándolo por primera vez en el jardín de Edén, Dios lo reiteró a Abrahán, también a David. David llamó al prometido salvador el Ungido de Dios o el Mesías, y también lo hizo Daniel, en cuya profecía se indicó el año preciso en el cual aparecería el Mesías. No es extraño que en el tiempo de Juan el Bautista la gente haya estado en expectación del Mesías.—Gén. 3:15; 22:17, 18; 2 Sam. 7:12, 13; Sal. 2:2; Dan. 9:24-27; Luc. 3:15.

¡Al fin el Mesías había venido, el prometido Salvador! ¡Qué buenas nuevas eran éstas! Para ayudar a esparcir las buenas nuevas acerca de su reino el Mesías escogió a doce hombres para que fueran sus asociados íntimos y enviados o apóstoles. Entre éstos hubo varios pescadores y un recaudador de impuestos, cuyo nombre era Mateo, lo cual significa “don de Jehová.”—Mat. 9:9.

Mateo apreció cabalmente este honor. El celebró el haber recibido esta llamada mediante una fiesta a la cual invitó a todos sus amigos para que pudieran conocer a Jesucristo, su Amo. Este humilde recaudador de impuestos—sin embargo de ninguna manera pobre en cuanto a fe en Dios y amor a la justicia, ni en cuanto a educación y habilidad de pensar—llegó a ser el primero en poner en forma escrita las buenas nuevas acerca del Mesías. Ese es el consenso de todos los historiadores primitivos de la iglesia. Según lo declara Orígenes: “El primer Evangelio fue escrito por Mateo y arreglado en el idioma hebreo para judíos creyentes.” En cuanto al año exacto, hay alguna diferencia de opinión. La mejor evidencia señala a 50 d. de J.C. como lo más tarde y quizás a fecha tan temprana como 41 d. de J.C.—Mat. 9:10-13; Luc. 5:29.

Este privilegio no fue ninguna responsabilidad insignificante, pero mediante la ayuda del espíritu santo de Dios, Mateo dio prueba de poder hacer frente al desafío que representó. Sí, en cumplimiento de la promesa de Jesús, el espíritu santo trajo de vuelta a la mente de Mateo todas las cosas que Dios quiso que Mateo registrara de lo que Jesús había dicho.—Juan 14:26.

De paso, tómese nota de que si no fuera por la declaración de Mateo mismo no hubiésemos sabido que él había sido recaudador de impuestos, lo cual constituía una profesión despreciada por los judíos. Marcos y Lucas lo llaman Leví, su otro nombre, al relatar acerca de su profesión de recaudador de impuestos. El candor de Mateo le obligó a mencionarlo; el amor y lealtad de los otros les permitieron paliarlo, no haciéndole ningún daño a la verdad por medio de no mencionar este hecho desfavorable respecto a Mateo. Esta honradez y amor fortalecen nuestra fe en lo que escribieron tales hombres—prueba adicional, puede asegurarse, de lo digno de confianza que son las Escrituras.—Mar. 2:14-17; Luc. 5:27-32.

CARACTERISTICAS

Mateo escribió su Evangelio primeramente en hebreo, de manera que definitivamente no fue escrito primero en el idioma universal del día, el griego koiní. El hecho de que su versión griega se lea tan suavemente no es argumento válido en contra de que sea una traducción al griego, sino que meramente prestaría peso a la opinión de que fue Mateo mismo quien, después de escribir para su propio pueblo, los judíos, se dio cuenta en seguida de la necesidad de poner su mensaje en griego y por lo tanto procedió con la tarea. El que Mateo escribió su Evangelio primeramente en hebreo se manifiesta por el hecho de que un examen cuidadoso de todas sus citas de las Escrituras hebreas muestra que él citaba directamente del hebreo y no de la Versión de los Setenta. Si él hubiese escrito su Evangelio primeramente en griego habría citado muy probablemente de la versión griega de los Setenta. Tanto en la versión original hebrea del Evangelio de Mateo como en su versión griega es razonable concluir que el nombre “Jehová” aparecía frecuentemente, puesto que así como su Amo Jesucristo no fue afectado por la superstición en contra de su uso tampoco lo sería él.

Habiendo sido Mateo recaudador de impuestos, el que hiciera referencia a dinero y cifras sería bastante natural para él, al menos más natural que para un médico o un pescador. De modo que le hallamos haciendo más referencias a valores monetarios que los otros y siendo más explícito con sus números. Así que él fragmenta su genealogía de Jesús, en el capítulo uno, en tres grupos de catorce generaciones cada uno. El alista siete peticiones en el padrenuestro, siete ilustraciones en el capítulo 13, así como siete ayes en el capítulo 23.

El no se contenta con mencionar solamente una cosa si están implicadas más de una, como Marcos y Lucas. En la tentación en el desierto él habla de “piedras” y de “panes,” mientras que Lucas habla de una “piedra” y de un “pan.” Mateo dice que dos poseídos por demonios y dos ciegos fueron sanados mientras que tanto Marcos como Lucas mencionan solamente uno. También, Mateo cuenta que los dos ladrones empalados con Jesús se burlaron de él, de los cuales uno cambió de parecer más tarde, como lo manifiesta el relato de Lucas.—Mat. 4:3; 8:28; 20:30; 27:38.

Los Evangelios de Mateo y de Lucas han sido bien clasificados como complementarios. Así, Mateo relata que vinieron magos desde lejos para ver al rey de los judíos, mientras que Lucas cuenta que vinieron pastores para ver al Salvador de todo el género humano. Mateo registra los aparecimientos angelicales a José; Lucas cuenta del aparecimiento del ángel a Elisabet y a María—muy probablemente el ángel Gabriel en todos los casos. Mucho se ha escrito acerca de las dos genealogías distintas, pero en vista de las características de cada uno de estos Evangelios es razonable concluir que Mateo suministra la genealogía legal, Abrahán, David, Salomón y José, mientras que Lucas da la genealogía verdadera o natural, desde Adán a través de Abrahán, David, Natán y el padre de María, Heli. El hecho de que estas genealogías distintas no causaron ninguna discusión o pregunta en el primer siglo parecería indicar que no presentaban dificultad alguna para los que estaban familiarizados con los hechos.

Más de un 40 por ciento del Evangelio de Mateo es singular de él. Debido a que tanto de lo restante se halla también en el Evangelio de Marcos algunos sostienen que el de Marcos vino primero y que Mateo copió del registro de Marcos. Pero no es así. Hay verdaderamente demasiadas distinciones específicas que estampan a Mateo como independiente de Marcos. Además, ¿no prometió Jesús que el espíritu santo traería estas cosas a la mente de sus apóstoles? De manera que deberíamos esperar que se parecieran; lo cual hacen mucho más en cuanto a las citas directas que en sus porciones narrativas. Una explicación interesante se ha ofrecido en este respecto, a saber, que puesto que el Evangelio de Mateo se escribió temprano, Pedro tuvo acceso a él y lo usó en su predicación. Marcos, quien estuvo en compañerismo estrecho con Pedro, al hacer apuntes para su Evangelio en cuanto a la predicación de Pedro estaría apuntando, por lo tanto, mucho de lo que era de Mateo, sin embargo con los muchos puntos específicos añadidos por Pedro.

EL PUNTO DE VISTA DE MATEO SOBRE LAS BUENAS NUEVAS

El Evangelio de Mateo ha sido bien descrito como el puente entre las Escrituras Hebreas y las Escrituras Cristianas Griegas. Sin duda él mismo tenía la intención de que lo fueran, como puede verse de sus palabras de apertura, el que diera inmediatamente la genealogía de Jesús, y el énfasis que dio al Mesías. El que sea puente lo manifiestan también las muchas citas de las Escrituras Hebreas y las referencias que hace Mateo a éstas, excediendo de cien, más que cualquier otro de los escritores de los Evangelios. De acuerdo con eso él cita las palabras de Jesús de que no vino para destruir la Ley sino para cumplirla.—Mat. 5:17.

El tema de Mateo es el Reino y por eso hallamos que él menciona el Reino más que cualquiera de los otros—55 veces. En vista de la situación apremiante de su pueblo, las buenas nuevas del reino de Dios constituían las mejores buenas nuevas; Mateo apreciaba cabalmente el atractivo de ellas, y particularmente tenía presente a su pueblo cuando escribió su Evangelio. Es verdad que el interés inicial quizás haya sido el ganar libertad política, pero a medida que llegaban a ser discípulos y seguidores dedicados de Jesús llegaron a gozar de una libertad mucho más preciosa, una libertad espiritual.

Después de relatar acerca de la genealogía de Jesús, su nacimiento, huida a Egipto y regreso, y la visita de los magos, Mateo informa acerca del ministerio de Juan, el bautismo de Jesús y la tentación en el desierto. Entonces viene el emocionante anuncio por Jesús: “Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos se ha acercado.” Jesús llamó a sus primeros discípulos y “entonces recorrió toda la Galilea, enseñando en sus sinagogas y predicando las buenas nuevas del reino y curando toda suerte de enfermedad y toda clase de dolencia entre el pueblo.”—Mat. 4:17, 23.

En seguida Mateo nos provee el Sermón del Monte, y ¡cuán comprensivamente lo registró! ¡Qué dulce consuelo en sus nueve “Bienaventuranzas” de apertura (llamadas más correctamente “Felicidades,” puesto que la palabra griega que usa Mateo allí significa “feliz,” no “bendito”)! Sí, felices son los que están conscientes de su necesidad espiritual, los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia, los de genio apacible, los misericordiosos, los de corazón puro, los pacíficos así como los que son perseguidos a causa de la justicia, puesto que el reino de los cielos pertenece a ellos, puesto que ellos heredarán la Tierra, verán a Dios, y así sucesivamente. A través de este sermón el Reino se mantiene en el primer plano: Haga esto o haga aquello y usted o entrará o no entrará en el Reino. Ore, “Venga tu reino,” y, “Sigan, pues, buscando primero el reino y su justicia.” Incluidas también están las palabras más conocidas de Jesús, la llamada regla áurea: “Todas las cosas, por lo tanto, que quieren que los hombres les hagan, también de igual manera deben hacérselas a ellos; esto, en realidad, es lo que significan la Ley y los Profetas.”—Mat. 6:10, 33; 7:12.

Después de este informe Mateo nos da dos capítulos sobre las actividades de Jesús, sus milagros y predicación del Reino, y luego en el capítulo 10 la comisión de Jesús a los doce al enviarlos de dos en dos para predicar el Reino. Y qué comprensivo es el registro, con tales joyas como: “Recibieron gratis, den gratis,” “Pruébense cautos como serpientes y no obstante inocentes como palomas.”

Sigue más acerca de los milagros de Jesús, su predicación y denunciación de los inicuos, después de lo cual Mateo vuelve a recalcar el tema del Reino por medio de presentar siete ilustraciones relacionadas con el Reino: el sembrador, la cosecha, el grano de mostaza, la levadura, el tesoro en el campo, la perla de gran valor y la red; todas en el capítulo 13.

En los cuatro capítulos siguientes, entre otras cosas, Mateo trata ligeramente de la decapitación de Juan el Bautista, la alimentación de 5,000 hombres y de 4,000 hombres además de mujeres y niños, la confesión de Pedro: “Tú eres el Cristo,” y la visión de la transfiguración por medio de la cual tres de los discípulos de Jesús vieron “al Hijo del hombre viniendo en su reino.” Entonces sigue la admonición amorosa de Jesús en el capítulo 18. En éste tenemos el consejo de él sobre la manera en que los hermanos deberían arreglar sus dificultades, su promesa de que él estaría en todo lugar donde se reunieran dos o tres de sus seguidores y su mandato de perdonar setenta y siete veces, ilustrándolo todo por medio de otra parábola del Reino.

LA CULMINACION

Hasta este punto Mateo había arreglado su material según su tema y eficacia, pero para sus últimos diez capítulos él sigue el arreglo cronológico. A medida que los leemos percibimos cómo va aumentando la tensión entre Jesús y sus adversarios. En el capítulo 19 aprendemos que ellos trataron de enredar a Jesús en cuanto al asunto del divorcio, y en el capítulo 20 Jesús vuelve a advertir a sus discípulos en cuanto a lo que le espera, ya que se acercaba su fin.

Los últimos ocho capítulos de su Evangelio Mateo los dedica casi enteramente a tan solo ocho días de la estadía terrenal de Jesús. Primero viene la entrada triunfal en Jerusalén y la limpieza del templo. ¡Cómo debe de haberse encendido el odio de sus enemigos a causa de estos incidentes! Cuando le preguntan con qué autoridad él hacía estas cosas, Jesús les devuelve la pelota preguntándoles con qué autoridad bautizaba Juan, exponiendo de ese modo la insinceridad de ellos. En seguida les dice que los recaudadores de impuestos y las rameras entrarán en el reino de Dios antes que ellos, y, por medio de su ilustración de los cultivadores que matan al heredero, los desafía, por decirlo así, a seguir adelante con su conspiración asesina; y ellos se dieron cuenta, nos dice Mateo, de que Jesús hablaba de ellos.

En el capítulo 22 vemos crecer la tensión. En otra parábola Jesús cuenta acerca de la fiesta de bodas de cierto rey y de que éste ejecuta a ciertos asesinos. Luego leemos cómo Jesús venció a sus opositores en las cuestiones del pago de impuestos, la resurrección y el más grande mandamiento, y luego cómo les hizo callar: “Nadie se atrevió desde ese día en adelante a preguntarle algo más”—después de preguntarles él cómo podía el hijo de David ser el Señor de David. Luego, en el capítulo 23, tenemos el final dramático del ministerio público de Jesús: sus ayes dirigidos a los que se negaban a entrar en el reino de los cielos y no permitían entrar a los que estaban entrando, su pesar a causa de ser rechazado él por su pueblo y su proclamación de que la casa de ellos se les dejaba a ellos.

En seguida notamos como si fuera un breve respiro en que Mateo nos cuenta acerca de Jesús presentando su gran profecía respecto a su segunda presencia a varios de sus discípulos en privado en el monte de los Olivos a poca distancia fuera de Jerusalén. Esta profecía ha tenido cumplimiento notable en los sucesos que han estado aconteciendo desde 1914: guerras, terremotos, escasez de alimento, y, entre otras cosas, la predicación de las buenas nuevas del reino de Dios en toda la Tierra. Entonces Mateo nos da otras tres parábolas del Reino, la de las diez vírgenes, la de los talentos y la de las ovejas y las cabras.

Ahora siguen en sucesión rápida la descripción por Mateo de la institución por Jesús de la “cena del Señor,” su juicio y muerte—acontecimientos con que están familiarizados todos nuestros lectores. Entonces viene el emocionante clímax con la resurrección de Jesús, en el capítulo 28—las mejores de las noticias; porque sin la resurrección de Jesús todo habría sido en vano. Y puesto que una conclusión es lo que con más probabilidad será recordada, Mateo cierra su Evangelio sabiamente con la comisión mundial de Jesús a sus discípulos y su promesa segura de permanecer con ellos: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y sobre la Tierra. Vayan pues y hagan discípulos de gente de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del espíritu santo, enseñándoles que observen todas las cosas que yo les he mandado. Y, ¡miren! estoy con ustedes todos los días hasta la conclusión del sistema de cosas.”

El Evangelio de Mateo es verdaderamente buenas nuevas. Su selección y arreglo eficaces de los acontecimientos del ministerio terrenal de Jesús manifiestan el efecto del espíritu santo sobre una mente perspicaz y apreciativa. Una vista panorámica de él ciertamente aumenta nuestra apreciación del Evangelio de Mateo. ¡Que seamos mejores cristianos en virtud de esa apreciación aumentada!

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