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  • De detrás de la Cortina de Hierro

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  • De detrás de la Cortina de Hierro
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1963
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1963
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De detrás de la Cortina de Hierro

HACE dos años fui arrestado por ser testigo de Jehová. A las dos de la madrugada se me llevó a la prisión, encerrándoseme en una celda. Ya había un hombre en la celda cuando entré, y se quejó: “Ni siquiera de noche puede uno descansar; un hombre se va, otro hombre viene y mañana tengo que comparecer ante el tribunal.” Me disculpé y le dije que el disturbio no era por culpa mía y entonces le pregunté por qué estaba allí. Replicó que era un contratista de construcciones; el hecho de que no haber podido terminar a tiempo un edificio fue interpretado como sabotaje por el gobierno, de modo que se le apresó. Dijo que estaba a favor de la justicia y no quería tener nada que ver con la política, y por eso se le había arrojado a la prisión. Entonces me preguntó qué crimen había cometido yo, a lo que contesté que era testigo de Jehová y le decía la verdad a la gente. Sugerí que continuáramos la conversación en otra ocasión.

El día siguiente este constructor fue condenado a varios años de prisión. Ahora podría instruirlo en la verdad todos los días, porque quería saber quiénes eran los testigos de Jehová y qué creían, y su interés aumentaba de día en día. Después de tres semanas no comenzábamos una comida sin haber orado juntos, y algunas veces hasta decía la oración él mismo. Algún tiempo después me preguntó si podía dirigirse a mí como hermano, a lo cual prestamente accedí. Dijo: “Un día usted saldrá de la prisión y yo me quedaré aquí y quisiera cumplir mi condena como testigo de Jehová.” Continué enseñándole, y cuando llegamos al tema de la dedicación, expresó su deseo de ser bautizado. Pero me opuse a esto, porque me parecía demasiado pronto. Sin embargo insistió y dijo: “Hermano, usted no toma con suficiente seriedad la dedicación”; lo cual me turbó algo. Le dije que continuaríamos estudiando y le dejaríamos el asunto a Jehová. Aquí en la prisión el bautismo no podía efectuarse, de modo que, de cualquier manera, tendríamos que esperar. Asintió, y oramos juntos todas las noches.

Una noche el carcelero vino, abrió la puerta de nuestra celda y nos dijo que lo siguiéramos. Al principio esperamos algo malo, pero estábamos equivocados. Nos condujo a una puerta, la abrió, nos ordenó que pasáramos y dijo: “Quédense aquí hasta que los venga a buscar, y no hagan ningún ruido.” Cerró la puerta con llave y allí nos quedamos, mirándonos sin decir una sola palabra; ¡estábamos en un cuarto de baño! Había dos bañeras llenas de agua. Mi compañero, de prisión, señalando con el dedo a una de las bañeras, dijo una sola palabra: “Aquí.” Me sentí como Felipe en presencia del etíope. Le dije que no era fácil ser testigo de Jehová; uno tiene que cumplir con muchas obligaciones y uno debe enterrar su modo de vivir pasado. Contestó: “Ese es el motivo por el cual estoy aquí.” Todo esto me llegó más bien de repente, pero puesto que él sabía lo que significaba la inmersión, insistió en que lo bautizara. De modo que oramos a Jehová y le pedimos su bendición y guía sobre nosotros, y entonces sumergí a mi compañero de prisión en el agua. Después de eso nos afeitamos y pusimos todo nuevamente en orden. Después de un rato vino el carcelero, abrió la puerta y nos llevó de vuelta a nuestra celda, sin decir ni una sola palabra. Expresamos gracias nuevamente a Jehová por esta maravillosa oportunidad y continuamos nuestro estudio.

Al fin del estudio mi amigo me dijo: “Ahora cuando se vaya no quedaré solo, sino que Dios estará conmigo.” Poco después fui puesto en libertad. Correspondo con él por carta y siempre nos amonesta a permanecer fieles a la verdad y cumplir nuestros votos, y permanecer fuertes hasta el fin. Está esperando gozosamente el momento de salir libre, para entonces unirse a nosotros en nuestra buena obra.

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