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  • Examinando los esfuerzos de la cristiandad por unirse
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1962
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1962
w62 1/11 págs. 664-667

Examinando los esfuerzos de la cristiandad por unirse

EN LOS días de los apóstoles no había una variedad de clases de cristianismo. No había una Iglesia Luterana, una Iglesia Metodista ni una Iglesia Episcopal, todas enseñando y creyendo un tanto distintamente, y no obstante al mismo tiempo todas pretendiendo ser cristianas. El mensaje llevado por los cristianos primitivos era el mismo prescindiendo de que viviesen en Jerusalén, en Asia Menor o en Roma. Todos creían y enseñaban lo mismo, porque estaban “aptamente unidos con la misma mente y con la misma forma de pensar,” en cumplimiento de la oración de Jesús de que todos fuesen uno.—1 Cor. 1:10; Juan 17:21-23.

¡Qué distinto hoy en día! La “interminable proliferación de sectas se reconoce en general como el escándalo de la cristiandad,” observó el clérigo Juan A. O’Brien. “Es lo directamente contrario de aquella unidad que Cristo dijo habría de caracterizar para siempre Su Iglesia: ‘Habrá un solo rebaño y un solo pastor.”’ (Juan 10:16) En un discurso el otoño pasado, Keith R. Bridston, anterior ejecutivo en el Concilio Mundial de Iglesias, describió el efecto de tal desunión: “Si la iglesia sale a predicar el evangelio, particularmente en las regiones no cristianas, la iglesia está tan dividida que el no cristiano tiene que decidir no solo si quiere ser cristiano, sino de qué clase. ¿Un cristiano metodista? ¿Un cristiano luterano? ¿Cristiano episcopal? Puede que llegue a la conclusión de que no quiere ser ninguno.”

Más y más ahora la cristiandad ve la desunión como una amenaza a su mismísima existencia. El comunismo impío avanza implacablemente dentro de los territorios de ella y poco a poco gana el apoyo mental de su gente confundida. En algunas regiones del África la religión islámica gana más conversos que todas las misiones de la cristiandad juntas. Muchos temen que en su condición dividida la cristiandad caerá; por eso durante los varios años pasados ha habido un programa intensificado por unirse.

LA HISTORIA DE LOS ESFUERZOS POR UNIFICACIÓN

El libro The Kingship of Christ considera la historia de los esfuerzos del día actual por unir las muchas denominaciones de la cristiandad. En su capítulo introductorio declara: “Los cristianos no están unidos en una sola Iglesia, ni están en posición alguna para suprimir los males del nacionalismo, o para corregir la injusticia en la sociedad que los rodea. No extraña el que un movimiento que procura vencer las divisiones dentro de la Iglesia, y acercar a las varias comuniones cristianas, sea asunto de suma importancia para la cristiandad en conjunto.”

El esfuerzo supremo de la cristiandad por lograr la unidad es el Concilio Mundial de Iglesias, que fue establecido en 1948 en Ámsterdam, Holanda. Es el producto de años de evolución, planeamiento y trabajo que radica en particular en la Conferencia Mundial de Misioneros en Edimburgo, Escocia, en 1910. Como resultado de esa conferencia vinieron a existir movimientos tales como el Concilio Internacional de Misioneros. Este concilio se formó en 1921 para facilitar la cooperación misional de las iglesias. Fe y Orden fue otro movimiento que se desarrolló como resultado de la conferencia de Edimburgo. Su propósito fue el de considerar cómo las varias denominaciones podrían lograr unidad doctrinal. Todavía otra fuerza que obraba hacia la unidad religiosa en este tiempo se llamaba Vida y Trabajo. Se preocupaba de asuntos de moralidad y sociales y procuraba promover la unidad religiosa por medio de un ataque unido de parte de las organizaciones religiosas contra los males sociales, económicos y políticos del día.

Después de un tiempo los líderes eclesiásticos concordaron en que Fe y Orden y Vida y Trabajo mejor se unieran en un solo movimiento para trabajar por la unidad religiosa. De modo que se decidió unirlas para formar un Concilio Mundial de Iglesias. Allá en 1938 en una conferencia que se reunió en Utrecht, Holanda, se llegó a un acuerdo respecto a una carta constitucional para el propuesto Concilio Mundial. Sin embargo, planes para una asamblea para poner en funcionamiento esta organización mundial fueron interrumpidos por la segunda guerra mundial. No fue sino hasta diez años más tarde que la primera asamblea del Concilio Mundial de Iglesias se celebró, en Ámsterdam, en los Países Bajos. El segundo día de la asamblea, el 23 de agosto de 1948, nació al fin el Concilio Mundial de Iglesias cuando su carta constitucional fue aceptada sin un voto disidente.

El otoño pasado, por tres semanas durante el fin de noviembre y la primera parte de diciembre, el Concilio Mundial llevó a cabo su tercera asamblea, en Nueva Delhi, India. Allí se tomó otro paso significante en el esfuerzo de la cristiandad por unirse. El Concilio Internacional de Misioneros, con sus treinta y tres concilios nacionales, llegó a ser parte de Misión y Evangelismo Mundiales del Concilio Mundial de Iglesias. Este acontecimiento fue considerado como el más sobresaliente de toda la asamblea, porque al fin unió las tres corrientes principales del movimiento ecuménico que se originaron en la Conferencia Mundial de Misioneros de Edimburgo en 1910. Esta fusión fue aclamada por líderes de la cristiandad como casi igual en importancia a la Reforma del siglo dieciséis. Enrique P. Van Dusen, ex presidente del Seminario Teológico Unión, lo llamó “uno de los primerísimos acontecimientos de la segunda reforma grande de la cristiandad.”

OTROS CONCILIOS ECLESIÁSTICOS

Además del Concilio Mundial de Iglesias hay otros esfuerzos en la cristiandad hacia la unificación. Muchos concilios cristianos nacionales trabajan en asociación con el Concilio Mundial y gozan de lo que se ha descrito como una relación “fraternal.” Sobresale entre los tales el Concilio Nacional de las Iglesias de Cristo en los EE. UU., el cual incluye treinta y tres comuniones protestantes y ortodoxas con un total de aproximadamente 39,000,000 de miembros. Este concilio fue establecido en una convención en Cleveland, Ohío, en 1950, por representantes de veintinueve cuerpos protestantes y ortodoxos, “con el propósito de expresar su fe y testimonio comunes y de cooperar unos con otros en varios programas.” Su formación produjo una unión de doce agencias interdenominacionales, incluyendo el Concilio Federal de Iglesias de Cristo en América.

Sin embargo, no todos los concilios de iglesias trabajan en cooperación con el Concilio Mundial de Iglesias. En realidad, el Concilio Internacional de Iglesias Cristianas, con sus oficinas principales en Collingswood, Nueva Jersey, y muchas organizaciones aliadas a través del mundo, es un movimiento rival. Ella considera que el Concilio Mundial es apóstata porque algunos de los dirigentes son clérigos modernistas que niegan doctrinas de las religiones fundamentalistas, y porque acepta entre sus miembros a religiones ortodoxas que retienen prácticas y enseñanzas que los reformadores del siglo dieciséis rechazaron como antibíblicas, algunas de las cuales son la celebración de la misa, el orar a María y a los santos, creencia en la transubstanciación, y así sucesivamente. Ella también cree que los tratos amistosos entre representantes del Concilio Mundial y la Iglesia Católica Romana pueden conducir a una unión que sacrificará todo cuanto fue ganado por la Reforma protestante.

También se elevan contra el Concilio Mundial acusaciones de que el comunismo influye en él. ¿Por qué? En la asamblea de Nueva Delhi la Iglesia Ortodoxa Rusa, con unos cincuenta millones de miembros de la Rusia dominada por el comunismo, junto con veintidós otras iglesias, fueron añadidas a su lista de miembros. Puesto que la iglesia rusa está tan estrechamente vinculada con el estado, muchos observadores consideran con trepidación el fin al cual esto puede conducir. Algunos temen que los comunistas podrán usar esta posición para adelantar su jugada por el dominio mundial.

BARRERAS A LA UNIDAD

Aunque el Concilio Mundial de Iglesias ha abierto de par en par sus brazos para recibir cerca de 200 iglesias que representan a unos 300 millones de supuestos cristianos a través del mundo, ha fracasado en cuanto a lograr unidad entre sus iglesias miembros. Esto estuvo particularmente patente durante la asamblea de Nueva Delhi cuando los centenares de representantes de las diferentes iglesias se reunieron para celebrar la Cena del Señor. Sin embargo, debido a diferencias de creencia una celebración unificada fue imposible. Comentó The Christian Century: “La celebración de distintos ritos por distintas iglesias dramatizó la división que permanece en el corazón de las iglesias. En ninguna cosa están las iglesias más claramente divididas de lo que están en aquello en que deberían ser segurísimamente una.”

Indica adicionalmente su desunión la tremenda dificultad que ha experimentado el Concilio Mundial en establecer una Base para miembros que todas las iglesias pudieran aceptar. Antes de la asamblea de Nueva Delhi, la Base decía: “El Concilio Mundial de Iglesias es una confraternidad de iglesias que aceptan a nuestro Señor Jesucristo como Dios y Salvador.” Pero esta declaración no era satisfactoria para los ortodoxos, así como para algunas de las iglesias protestantes. De manera que en Nueva Delhi se sometió una nueva Base que incluía una expresión trinitaria. Decía: “El Concilio Mundial de Iglesias es una confraternidad de iglesias que confiesan al Señor Jesucristo como Dios y Salvador de acuerdo con las Escrituras y por lo tanto procuran cumplir juntas su llamada común para la gloria del un solo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.”

¿Era esto por fin una declaración que todas pudieran aceptar sin vacilación? ¡Lejos de ello! Hubo larga y acalorada contención de parte de los que se oponían a ella, pero cuando se hizo una votación hubo 383 a favor de la nueva Base, treinta y seis en su contra y siete abstenciones, excediendo la mayoría necesaria de dos tercios para su adopción. Sin embargo, muchas opinan que éste no es todavía un punto en disputa solucionado. The Christian Century pronosticó: “La Base ensanchada seguirá siendo una manzana de discordia en el concilio y en asambleas futuras. . . . El debate seguirá hasta que se formule una Base que se recomiende a la consciencia de todas las iglesias miembros.” Sin embargo es dudoso, de hecho, es improbable que las iglesias puedan formular siquiera una expresión muy sencilla de fe que todas puedan aceptar. ¡Qué grandes las barreras que dividen las iglesias!

Aunque el tema de la asamblea fue “Jesucristo la luz del mundo,” no todos consideran a Jesús con el mismo punto de vista. Dirigentes del Concilio abrigan opiniones antagónicas respecto a él, algunos hasta negando su nacimiento de una virgen. Esta desunión de creencia se puso de manifiesto cuando no pudieron llegar a un acuerdo respecto a una declaración acerca de su posición como base de la fe de ellos. ¡No es extraño que las iglesias no puedan predicar un mensaje unificado al mundo cuando ellas están divididas en cuanto a enseñanzas tan fundamentales!

Cuando las religiones sostienen creencias contradictorias, no pueden todas tener razón. Y cuando uno cree que tiene la verdad no es sino natural y correcto que la hable. ¡Imagínese la dificultad entre las iglesias cuando esto se hace! La asamblea tuvo que hacer frente a este problema. El obispo Theophilos de la Iglesia Ortodoxa Etíope se quejó: “Estamos angustiados por el entusiasmo extraviado que revelan algunos grupos y cuerpos que se llaman cristianos para hacer que algunos miembros se aparten de la Iglesia Ortodoxa y entren en sus propios rebaños. Parecen creer que esta clase de robar ovejas es parte de su obra misional legítima. Queremos dar énfasis especialmente a lo importante que es tomar pasos definidos para contrarrestar el elemento no cristiano en las normas de proselitismo de estos grupos.”

¿Cómo trató la asamblea este problema? Condenó como no cristiano tal proselitismo. Sí, para tratar de preservar la unidad entre las iglesias ella procuró suprimir la predicación del evangelio, siendo la idea que lo que crea uno no es tan importante siempre que afirme ser cristiano. El Concilio Mundial de Iglesias se interesa más en la unidad que en hallar la verdad y predicarla. Pero aun la unidad que se obtiene es solamente superficial; no es la unidad de pensamiento y creencia que es distintiva del cristianismo verdadero.

LO QUE SIGNIFICA

Se hace patente que la cristiandad no ha logrado la verdadera unidad. El Concilio Mundial de Iglesias admite fácilmente que lo más que ha logrado es una unidad de diversidad, una combinación de muchas iglesias que han concordado trabajar juntas y pasar por alto sus diferencias. Pero esto no basta. No constituye la unidad que Cristo dijo que marcaría a su pueblo.

Así como Jesús mismo dijo: “Por sus frutos ustedes los reconocerán. La gente nunca recoge uvas de espinos o higos de cardos, ¿verdad? Asimismo todo árbol bueno produce excelente fruto, pero todo árbol podrido produce fruto inservible; un árbol bueno no puede dar fruto inservible, ni puede un árbol podrido producir excelente fruto.” Según las admisiones de su propio clero, la cristiandad no ha producido el buen fruto de la unidad cristiana.—Mat. 7:16-18.

Es verdad que los sistemas religiosos de la cristiandad invocan a Cristo como Señor, pero él advierte: “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor,’ entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.” (Mat. 7:21) Es obvio que los que han dejado de estar en unidad como un solo rebaño bajo un solo Pastor designado por el Padre no han estado haciendo la voluntad de Dios. Así, también, individuos que siguen indiferentemente identificándose con tales sistemas religiosos no están de esta manera siguiendo un proceder que Dios haya de bendecir. Ahora, por lo tanto, es el tiempo para descartar las tradiciones de hechura humana que han dividido las religiones de la cristiandad, no solo una de otra, sino de Dios, y estudiar lo que Dios dice en su propia Palabra la Biblia. Luego asóciese con los que creen en la Palabra de Dios y la enseñan y quienes, semejantes a Jesús, son denodados testigos de Dios y, semejantes a él, dan a conocer el nombre de su Padre, Jehová.—Juan 18:37; Apo. Rev. 1:5; Isa. 43:10; Juan 17:6.

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