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  • Desacreditando el nombre de Dios
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1963
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1963
w63 1/8 págs. 451-452

Desacreditando el nombre de Dios

LA Biblia es la Palabra de Dios, el Creador. Lógicamente le revela al hombre no solo las cualidades y obras del Creador sino también su nombre. Esto lo hace especialmente en el hebreo original, donde el nombre de Dios aparece unas 6,900 veces en la forma de un tetragrámaton o vocablo de cuatro letras, que corresponden a YHVH en español. La traducción más popular del tetragrámaton al español es ”Jehová.”

Pero los traductores modernos de la Biblia parecen hacer todo esfuerzo por desacreditar ese nombre honorable, majestuoso y sagrado. Así, hace unos diez años el comité que revisó la Versión Americana Normal, produciendo la Versión Normal Revisada, eliminó por completo el nombre de Jehová. De ese modo insinuó que los eminentes eruditos bíblicos que habían producido la Versión Americana Normal y quienes habían argüido vehementemente a favor de la restauración del nombre de Dios a su lugar legítimo y quienes lo usaron consistentemente dondequiera que aparecía el tetragrámaton hebreo eran grandes tontos.

Ahora surge otra traducción de la Biblia que también desacredita el nombre de Dios. Hecha por un comité e prominentes eruditos bíblicos judíos del mundo de habla inglesa, se le dio importancia en la primera plana del Times de Nueva York del 12 de octubre de 1962. La manera en que este comité revela su inclinación a desacreditar el nombre de Dios puede verse por su actitud hacia el tercero de los Diez Mandamientos. Por medio de este mandamiento Jehová Dios indicó la importancia de su nombre y cuán seriamente él consideraba cualquier vituperio a él. Según la Traducción del Nuevo Mundo dice: “No debes tomar el nombre de Jehová tu Dios de manera indigna, porque Jehová no dejará impune al que tome su nombre de manera indigna.”—Éxo. 20:7.

No es así, dicen los eruditos judíos que acaban de producir esta nueva traducción de las Escrituras Hebreas. Según ellos, “el [tercer] mandamiento no podría interpretarse como prohibición del lenguaje profano, porque en ese sentido, carecía tanto de importancia suficiente para estar en la posición que ocupaba como también de propósito. Una traducción más exacta del hebreo,” sostuvieron ellos, “revela que el mandamiento concierne al perjurio en lugar de aquello.” Estos por lo tanto han vertido el Tercer Mandamiento: “No debes jurar falsamente por el nombre del Señor tu Dios; porque el Señor no absolverá al que jure falsamente por Su nombre.” No nombran a Jehová aquí.

El hebreo literalmente transmite la idea de no tomar el nombre de Dios para “vanidad” o “falsedad,” y por lo tanto a la verdad prohíbe el uso del nombre de Dios para juramentos falsos, así como han notado tales eruditos bíblicos judíos como J. H. Hertz, editor de la edición Soncino. Pero de ninguna manera había de limitarse a solamente eso. ¿Cómo podemos estar seguros?

Por lo que dice el Noveno Mandamiento: “No debes testificar falsamente como testigo contra tu semejante.” (Éxo. 20:16) Puesto que los israelitas estaban acostumbrados a jurar por el nombre de Dios, fuese en el tribunal o en alguna otra ocasión, se desprende que este mandamiento también prohibía el uso falso del nombre de Dios. (1 Rey. 1:30; Mat. 26:63) Si el Tercer Mandamiento estuviera dirigido solamente en contra del jurar falsamente por el nombre de Dios, ¿para qué repetirlo en el Noveno Mandamiento?

El que Jehová Dios no solamente quiso que los judíos no se perjuraran por su nombre sino también que no lo usaran de manera alguna que fuese vil, profana o irrespetuosa, y que él lo consideraba tan importante como para hacer que fuese uno de los Diez Mandamientos y alistarlo después de los primeros dos, los cuales prohibían la adoración de cualesquier otros dioses, queda claro por un incidente registrado por Moisés en Levítico 24:10-16, 23. En breve, relata acerca del hijo de un egipcio y de una israelita el cual abusó de “el Nombre,” pidiendo el mal sobre éste o maldiciéndolo, mientras participaba en una lucha con un israelita. Note que se le conocía simplemente como el Nombre. Se consideraba así de importante. No solo eso, sino que los que oyeron esta blasfemia quedaron tan horrorizados que llevaron al hombre en seguida a Moisés para tratar con él. Aparentemente ésta fue la primera vez que persona alguna se había atrevido a hacer esto, ya que Moisés se vio obligado a inquirir a Jehová mismo. ¿Y cuál fue el veredicto de Jehová? ¿Que esto no era nada grave? ¡Lejos de ello! ¡Era una ofensa mortal! El registro de la Biblia sigue diciendo:

“Jehová procedió a hablar a Moisés, diciendo: ‘Saca fuera del campamento al que pidió el mal; y todos los que le oyeron deben poner las manos sobre su cabeza, y toda la asamblea debe apedrearlo. Y debes hablar a los hijos de Israel, diciendo: “En caso de que hombre alguno pida el mal sobre su Dios, tiene entonces que responder por su pecado. De modo que él abusador contra el nombre de Jehová debe ser muerto sin falta. Toda la asamblea debe sin falta apedrearlo. El residente extranjero lo mismo que el nativo debe ser muerto por abusar del Nombre.”’”

¿Podría algo ser más explícito en cuanto a lo grave que consideraba Jehová que era el abusar de su Nombre? No cabe duda de que una ofensa tan grave debería prohibirse en los Diez Mandamientos. El registro muestra que los hijos de Israel llevaron a cabo el mandato de Jehová.

No, el Tercer Mandamiento no puede limitarse a la prohibición del perjurio. También aplicaba a, o prohibía, cualquier uso del nombre de Dios de una manera profana. Esto nos ayuda a apreciar cuán grave asunto es el tomar el nombre de Jehová sobre uno mismo de manera indigna, por medio de ser llamado uno de su pueblo, como lo eran los israelitas de tiempos antiguos y como lo son los testigos de Jehová de tiempos modernos, y luego no vivir de acuerdo con lo que uno afirma ser, testigo de Jehová.

Aunque los cristianos no están obligados por el Decálogo mismo, están obligados por sus principios. Ciertamente si los nombres de gobernantes mundanos, fuesen religiosos o políticos, han de tratarse con respeto, entonces con todavía más razón el nombre del Gobernante Soberano del universo. Para los cristianos los Diez Mandamientos se resumen en los dos grandes mandamientos que tienen que ver con el amor a Dios y el amor al prójimo. Todos los que aman a Jehová Dios con todo su corazón, mente, alma y fuerza darán a su nombre el respeto y la reverencia que merece y no lo tomarán de ninguna manera indigna.—Mar. 12:29-31.

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