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  • ¿Es cristiana la sociedad occidental?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1964
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1964
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¿Es cristiana la sociedad occidental?

ROBERTO E. L. STRIDER, presidente del Colegio Superior Colby en Maine, EE. UU., se enfrentó a esta pregunta sondeadora en su discurso a la clase que se graduaba en el colegio en junio de 1962. Su conclusión, de que “la nuestra no es una sociedad cristiana,” puede apreciarse cuando uno considera la conducta anticristiana de los que componen el mundo occidental. La fe firme en Dios es rara, y pocos siguen en las pisadas de Jesús.

El clérigo danés Per Dolmer reconoció que la inmensa mayoría de las personas en su país pertenecía a la iglesia estatal, pero que esto no quería decir que eran cristianas. Dijo: “Todavía, por causa de la verdad, debe agregarse que si el 97% pertenece a la Iglesia del Estado, entonces la parte mucho mayor vive muy lejos de la fe en Dios, se muestra entera y absolutamente indiferente hacia Él, nunca piensa en Él, vive de manera contraria a la voluntad revelada de Dios, y en cuanto al gran número de ellos también muere en esta indiferencia e incredulidad.”

En armonía con esto, una conversación que el periodista Sydney J. Harris informa que tuvo con un hindú es interesante. En su columna del diario Free Press de Detroit del 21 de septiembre de 1961, Harris informa que la discusión fue así: “‘Desde que viajo en el mundo cristiano de Occidente,’ dijo a la hora de la cena, ‘he quedado perplejo a causa de mis lecturas del Nuevo Testamento. ¿Cómo interpretan ustedes las palabras de Jesús?’

“‘¿Qué quiere usted decir?’ pregunté, temiendo lo que vendría después.

“‘Quiero decir,’ dijo cortésmente, ‘¿cómo reconcilian ustedes Su doctrina clara de no resistir con sus armas y sus aeroplanos y sus guerras cada pocas décadas? ¿Qué nación cristiana ha vuelto la otra mejilla alguna vez? ¿Quién entre ustedes está dispuesto a devolver bien por mal? ¿Cómo puede la gente que participa de las buenas nuevas de Su mensaje matarse unos a otros continuamente, mientras que ambos lados le oran a Él?’

“‘Bueno,’ tartamudeé, ‘después de todo, esa doctrina que Jesús predicó es de perfección. Los hombres mortales ordinarios no siempre pueden vivir en conformidad con ella.’

“‘Eso lo comprendo,’ asintió con la cabeza, ‘pero ésa debe ser su meta—y yo solo puedo ver que ustedes van en la dirección opuesta. . . .’

“‘Sin duda la masa de la gente India no está mejor, moral y espiritualmente, que los occidentales.’

“‘Quizás no,’ dijo él. ‘A pesar de eso, no pretendemos tener una revelación especial de parte del Hijo de Dios. No insistimos en seguir al Príncipe de Paz, y luego seguimos al Príncipe de Guerra.’

“‘No todos convienen en que Jesús fuese pacifista,’ objeté. ‘Algunas personas aluden a cuando él sacó del templo a los cambistas con un azote.’

“‘Ah, pero existe una diferencia entre azotar— como usted pudiera hacerlo a un hijo desobediente por amor a él—y matar desenfrenadamente a millones de hombres y mujeres y niños inocentes, todo en el nombre de Dios. A ustedes se les manda que amen a su prójimo—y hoy, en este mundo encogido, todos son el prójimo.’

“Me quedaba una defensa: mi puñetazo de día domingo, si se perdona la expresión. ‘¿No tenemos el derecho, la obligación, de pelear contra la injusticia y la iniquidad y la tiranía?’ reclamé.

“‘Sí,’ dijo él, ‘ustedes tienen que pelear contra ello—pero en su propia mente y alma, porque allí es donde comienza, no en alguna tierra extranjera. Cuando se hayan purificado, el ejemplo de su bondad será el arma más eficaz en el mundo—si no por ahora, entonces en el futuro.’”

Harris concluyó confesando: “Quizás usted pueda contestarle al hindú. Yo no pude, con toda honradez.” Prescindiendo de cómo pueda uno considerar los diversos argumentos del hindú, es evidente que las naciones occidentales se hallan, de hecho, indefensas contra la acusación de que no han seguido el ejemplo que puso Cristo. ¡En el sentido verdadero de la palabra, no son cristianas!

De hecho, ustedes fueron llamados a este derrotero, porque hasta Cristo sufrió por ustedes, dejándoles dechado para que sigan sus pasos con sumo cuidado y atención. Cuando lo estaban injuriando, no se puso a injuriar en cambio. Cuando estaba sufriendo, no se puso a amenazar, sino que siguió encomendándose al que juzga con justicia—1 Ped. 2:21, 23.

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