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  • ¿Es la voz del pueblo la voz de Dios?
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1964
w64 15/2 págs. 99-100

¿Es la voz del pueblo la voz de Dios?

HAY el dicho latino: Vox populi, vox Dei, es decir: “La voz del pueblo es la voz de Dios.” Muchas personas sostienen que este dicho tradicional es cierto, y es especialmente acepto a los que creen en la democracia. Pero, ¿es necesariamente cierto que la voz del pueblo o la voz de la mayoría es la voz de Dios?

Por supuesto, si fuera literalmente cierto que la voz del pueblo es la voz de Dios, entonces bien podría argüirse que las minorías o los disidentes no tienen derechos, puesto que estarían de parte del opositor, Satanás el Diablo, en armonía con las palabras de Jesús: “El que no está de parte mía, contra mí está, y el que no recoge conmigo, desparrama.” Aunque pocos se animarían a decir eso en estas palabras, queda el hecho de que al grado que las mayorías son intolerantes con las minorías, hasta ese grado están diciendo de hecho, por lo menos por sus pensamientos y acciones, eso mismo.—Mat. 12:30.

Se ve que la voz del pueblo no es la voz de Dios, es decir, no forzosamente, por el hecho de que en los diferentes países la gente ha elegido distintos tipos de gobiernos. Si la voz del pueblo es la voz de Dios entonces Dios debe estar completamente confundido. Pero Dios no es un Dios de desorden ni de confusión, sino Uno de orden y paz.—1 Cor. 14:33.

Por otra parte, si la voz del pueblo fuera la voz de Dios, esto indicaría que Dios pelea contra sí mismo. En las recientes elecciones en Italia, los comunistas lograron decididas ventajas. Si sucediera que algún día llegaran a ser una mayoría en ese país católico romano, y se apoderaran de las riendas del gobierno, ¿podría decirse que fue la voz de Dios el que un dominio que asegura ser cristiano fuera sustituido por un dominio reconocidamente ateo? ¿Echaría Dios fuera a Dios? ¡Ni siquiera el Diablo haría eso!—Mat. 12:26.

Lejos de ser voz de Dios la voz del pueblo, la mayoría de las veces lo contrario ha sido lo cierto. Siga la voz del pueblo y con la mayor probabilidad se equivocará. Así, Aarón, el que llegó a ser el primer sumo sacerdote de Israel, escuchó a la voz de su pueblo al hacerles un becerro de oro, para su propia mortificación y perturbación posteriores. A aquel mismo pueblo Moisés le dijo, poco antes de su muerte: “Conozco bien tu rebeldía y tu obstinación. Si mientras yo todavía estoy vivo con ustedes hoy día, ustedes han resultado ser de comportamiento rebelde para con Jehová, ¡entonces cuánto más lo serán después de mi muerte!” Moisés tenía razón para saberlo, ¡pues condujo, juzgó y gobernó aquellos israelitas durante cuarenta años!—Éxo. 32:1-4, 21-24; Deu. 31:27.

Otro incidente bíblico que podría citarse es el de aquella ocasión en que el pueblo de Israel, en los días del juez Samuel, pidió un rey. Esta fue la voz del pueblo, pero ¿fue la voz de Dios? El juez Samuel, que también era profeta de Jehová, se sintió herido porque el pueblo lo rechazó, pero Jehová Dios le dijo que accediera a sus demandas: “Escucha la voz del pueblo en cuanto a todo lo que te dicen; porque no es a ti a quien han desechado, sino a mí que han desechado para que yo no sea rey sobre ellos. De acuerdo con todos los hechos de ellos que han hecho desde el día en que yo los saqué de Egipto hasta este día al seguir dejándome y sirviendo a otros dioses, así es como te están haciendo también a ti.”—1 Sam. 8:7, 8.

En vista de las experiencias de Aarón, Moisés y Samuel, no debería costarnos mucho esfuerzo entender cómo fue que la voz del pueblo judío cuando rechazó a Jesucristo el tan buscado Mesías hace unos mil novecientos años no fue la voz de Dios. Tal como Lucas registra el suceso, después que Pilato por tercera vez quiso librar a Jesús, “ellos se pusieron a instar a grandes voces, demandando que fuera fijado en un madero; y sus voces empezaron a prevalecer.”—Luc. 23:23; Juan 1:11, 12.

Si la voz del pueblo verdaderamente fuera la voz de Dios, entonces los hombres electos al gobierno en tiempos modernos serían la elección de Dios. ¿Pero cómo podrían las elecciones ser índices de la voluntad de Dios cuando la mayoría de las veces el éxito depende de la cantidad de dinero que se gasta, o de quién hace los llamados más fuertes a las pasiones y prejuicios o egoísmo de la gente mediante promesas vanas o inescrupulosas?

Son pertinentes en este respecto las declaraciones que hizo el cardenal Wyszynski de Polonia durante una entrevista en el reciente concilio ecuménico de Roma. Dijo que la Iglesia Católica de Polonia temió que en las elecciones de enero de 1957 el mal genio del pueblo le hiciera registrar un inmenso voto de protesta, de manera que ordenó a todo el clero católico que instruyera a sus rebaños que votara por los candidatos comunistas ateos que aparecían en las listas. Los católicos polacos obedientemente hicieron esto. Pero, ¿hizo esta aprobación de los candidatos comunistas ateos por la Jerarquía Católica Romana que la elección de ellos fuera una expresión de la voz de Dios?—Die Weltwoche (La semana mundial), Zurich, Suiza, 1 de marzo de 1963.

Da énfasis además a que la voz del pueblo no es necesariamente la voz de Dios el hecho de que Jehová Dios tiene su propio gobierno para el dominio de este mundo, su reino con su Hijo, Jesucristo, como su rey. Concerniente a este gobierno, Jesús, estando ante Pilato, dijo: “Mi reino no es parte de este mundo.” (Juan 18:36) Este no representaba la voz del pueblo de este mundo sino la voz de Dios. Es el reino por el cual todos los cristianos, los que solo afirman ser cristianos y los verdaderos por igual, han estado orando durante diecinueve siglos, pero solamente los cristianos verdaderos han estado obrando en armonía con esa oración.

Si la voz del pueblo fuera la voz de Dios, no hubiera sido necesario que los apóstoles de Jesucristo dijeran: “Tenemos que obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres.” En todo caso en que haya un conflicto entre lo que Dios requiere y lo que demandan los gobiernos del mundo, entonces los que practican el cristianismo apostólico responderán del mismo modo, pues bien saben que la voz del pueblo no es necesariamente la voz de Dios.—Hech. 5:29.

No deposites tu confianza en nobles, ni en el hijo del hombre terrestre, a quien no le pertenece salvación alguna. Su espíritu sale, él vuelve a su tierra; en ese día ciertamente perecen sus pensamientos. Feliz es el que tiene al Dios de Jacob como ayuda suya, cuya esperanza está en Jehová su Dios.—Sal. 146:3-5.

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