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  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1966
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1966
w66 15/1 págs. 57-62

“No te olvides jamás de todos sus beneficios”

Según lo relató ALBERTO WANDRES

CUANDO tenía yo siete años de edad murió mi madre en Estrasburgo. Mi padre estaba completamente absorto en su vida de negocios y tenía poco tiempo para nosotros los hijos. No obstante, nuestra costumbre era leer un capítulo de la Biblia por la noche. No se daban comentarios, pero este libro gradualmente comenzó a influir en mi modo de pensar muy fuertemente. El Salmo 103 me impulsó de manera formidable y más tarde pensaba a menudo en cuanto a él, particularmente el versículo dos: “¡Bendice, oh alma mía, a Jehová, y no te olvides jamás de todos sus beneficios!”—Mod.

Cuando me gradué de la escuela en 1916, se glorificaba la guerra y a los jóvenes se les animaba a registrarse como voluntarios para el ejército. Esto, sin embargo, no coincidía con lo que yo había leído en la Biblia. El amor es el tema de la Biblia y no el odio.

En una noche despejada, iluminada por las estrellas, oré: “Dame a conocer el camino en que debo andar, porque a ti he elevado mi alma. Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios. Tu espíritu es bueno; guíeme éste en la tierra de rectitud.” (Sal. 143:8, 10) Me parecía como una pesadilla cuando me enteraba de informes de millares de bajas en los campos de batalla. Mi actitud era: Si uno cree en Dios, entonces debe escucharle. ¿Por qué los que afirman creer en Dios no lo obedecen?

A TRAVÉS DE OSCURIDAD Y LUZ

De repente terminó la primera guerra mundial. Al año siguiente se exhibió en Kehl, donde vivíamos, el Foto–Drama de la Creación. Era una hermosa película que mostraba el propósito de Dios para la humanidad. Comenzaba con la preparación de la Tierra para el hombre, y mostraba la historia de la familia humana desde su comienzo hasta el tiempo, todavía en el futuro, cuando el reino de Dios derramará bendiciones eternas sobre la humanidad. Respondí con entusiasmo a este mensaje. ¡Era exactamente lo que había estado esperando! De modo que inmediatamente pedí una Biblia Elberfelder, y los siete tomos de las ayudas para el estudio de la Biblia llamadas “Estudios de las Escrituras.” Repetidamente leí los maravillosos capítulos del primer tomo: El Plan Divino de las Edades, que mostraba cómo el período sombrío de pecado sobre la Tierra terminaría en una mañana gozosa. ¡Cuán feliz estuve de que se explicara claramente la llamada celestial! Me aprendí de memoria muchos párrafos.

Después de varias semanas fui visitado por un ministro que me ayudó. Pronto comencé a asistir a las reuniones bíblicas con regularidad, pero mi padre no aprobaba esto. Una vez mientras estudiaba hasta medianoche forzó la puerta y exigió que apagara inmediatamente la luz. Era un hombre de negocios bien conocido en la comunidad, y no tenía ningún deseo de que se rieran de él por culpa mía. Me amenazó con echarme de la casa.

Yo estaba determinado a apegarme fuertemente a las verdades que había aprendido, y por lo tanto dediqué mi vida a Jehová. Me bauticé un año después. Mi padre continuamente me oprimía pero el Salmo 27:10 era una fortaleza para mí: “En caso de que mi propio padre . . . me [dejara], aun Jehová mismo me acogería.”

En 1920 conocí a un predicador de tiempo cabal de las buenas nuevas que testificaba de un lado a otro en mi ciudad natal. Me dio mucho estímulo. Con el tiempo, las circunstancias hicieron necesario que yo dejara mi casa, pero en la ciudad de Mannheim encontré trabajo inmediatamente. Le di gracias a Jehová por proveerme fuerzas espirituales cuando más las necesitaba.

Al fin tenía mucho tiempo a mi disposición, de modo que estudié diligentemente y pronto emprendí el ministerio. La oposición realmente había servido para fortalecerme en mi determinación de continuar en las cosas que había aprendido. Estaba lleno de gratitud y jamás quería olvidar los beneficios que Jehová me había mostrado. En Mannheim encontré de nuevo al ministro que había testificado en mi ciudad natal y que me había ayudado tanto, y a menudo trabajamos juntos en el ministerio del campo. Años más tarde murió en el campo de concentración de Mauthausen, permaneciendo fiel a Dios hasta la muerte.

Ahora mi deseo era llegar a ser un predicador de tiempo cabal de las buenas nuevas. El artículo conmovedor del número de La Atalaya del 15 de enero de 1923 (en alemán), intitulado “El reino de los cielos se ha acercado,” me dio el estímulo necesario. Decía:

“Desde 1914 el Rey de gloria ha tomado su poder y reina. Ha limpiado los labios de la clase del templo y los envía con el mensaje. . . . Sean fieles y verdaderos testigos para el Señor. Sigan adelante con la lucha hasta que todo vestigio de Babilonia quede desolado. Proclamen el mensaje lejos y extensamente. El mundo tiene que saber que Jehová es Dios y que Jesucristo es el Rey de los reyes y Señor de los señores. Este es el día de todos los días. ¡Miren, el Rey reina! Ustedes son sus agentes de publicidad. Por lo tanto, anuncien, anuncien, anuncien, al Rey y su reino.” Esta Atalaya fue mi compañera continua por varios meses hasta que solo quedó un montón de páginas sueltas.

PRESTANDO ATENCIÓN A LA LLAMADA

El 1 de enero de 1924, cuando tenía veintidós años de edad, emprendí el ministerio de tiempo cabal y me regocijé grandemente al poder dedicar todo mi tiempo a traer verdades bíblicas a otros. De esta manera quería mostrar que no había olvidado los beneficios que Jehová me había mostrado.

Durante un servicio de bautismo algunos hermanos de Mainz y Wiesbaden me instaron a venir y ayudarlos a organizar una congregación allí. Acepté la invitación gozosamente, y poco después fui nombrado superintendente de congregación de Mainz y Wiesbaden, donde permanecí hasta 1933. Trabajé el territorio vez tras vez con el mensaje del Reino, y di conferencias bíblicas.

Se formaron más grupos de estudio y algunas de las personas a quienes testifiqué todavía pertenecen a las congregaciones de Wiesbaden, Mainz y Bad Kreuznach-otros se han dormido en la muerte. En aquel tiempo no teníamos automóviles. Todo nuestro viajar se hacía en bicicleta, y a menudo viajábamos de cincuenta a noventa kilómetros en un solo día para participar en el ministerio. Pero el entusiasmo por efectuar la predicación siempre era grande.

Durante este tiempo también participé en predicar en Rheinhausen, Hessen—Nassau, Taunus, Hunsrück, Nahetal y partes de Saarbrücken. Cuando pienso en el pasado solo puedo decir agradecidamente que Jehová me proveyó maravillosamente todo lo que necesitaba. Nunca experimenté falta de los artículos de primera necesidad de la vida y siempre fui abundantemente recompensado por lo que había dejado atrás, así como dijo el Señor en Mateo 19:29: “Todo el que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o hijos, o tierras, por causa de mi nombre, recibirá muchas veces más y heredará la vida eterna.” Hoy en día puedo ver el maravilloso crecimiento de la organización de Dios. Nuevos ministros han salido de cada territorio al cual fui asignado, y algunos de ellos se encuentran en el trabajo de predicación de tiempo cabal. Me regocijo por la participación que Jehová me ha dado en este aumento.

PREDICANDO CLANDESTINAMENTE

El año 1933 señaló el principio del régimen de Hitler y un cambio completo en nuestro método de servicio. En el verano de 1934 tuvimos que trabajar clandestinamente, llevando a cabo la obra de predicación en secreto. Pude discernir claramente que sería una lucha dura, pero la promesa de Revelación 2:11 me fortaleció: “El que venza no recibirá daño de ninguna manera de la muerte segunda.”

Donde el enemigo infligía heridas profundas en las congregaciones, el trabajo más apremiante era el de consolar, edificar, y suministrar a los hermanos el alimento espiritual esencial que Jehová fielmente siguió proveyéndonos. Muchos hermanos arriesgaron su vida para encargarse de que la literatura bíblica se distribuyera. Jehová fue nuestro refugio y nuestra fuente de fortaleza en todo tiempo de angustia.—Sal. 46:1.

Se introdujo secretamente literatura bíblica desde Suiza, Holanda y el territorio del Saar. Esta no se limitaba a La Atalaya, sino incluía también libros encuadernados como Preservación y Preparación. Los hermanos manifestaron profundo aprecio por este alimento espiritual, y su gozo nos recompensaba por todas las incomodidades y peligros que encontrábamos. Varias veces se me ofreció la oportunidad de permanecer en la hermosa Suiza. Pero contesté que no era posible que pudiera dejar a mis hermanos, que no habían doblado sus rodillas ante Baal.

Puesto que la Gestapo me buscaba y tenía orden de arresto para mí, tenía dificultad en cruzar la frontera. En una ocasión dos de nosotros caminábamos tocando nuestras armónicas cuando un guardia suizo nos llamó. Nos identificamos como errantes, y pudimos atravesar la frontera sin dificultad. A menudo no sabía dónde pasar la noche, porque los hermanos con quienes me asociaba se encontraban bajo vigilancia. Muchas veces dormía en trenes que viajaban, pero también éstos eran registrados. La mano protectora de Jehová pudo verse a menudo en acción. Mi fe siempre me acercaba más a Él, ya que él era el Único en quien podía confiar. Como dijo el apóstol Pablo: “Se nos oprime de toda manera, mas no se nos aprieta de tal modo que no podamos movernos; nos hallamos perplejos, mas no absolutamente sin salida.”—2 Cor. 4:8.

ESCAPADAS DIFÍCILES

Un día en Karlsruhe visité a mi hermana que también era estudiante de la Biblia. Al acercarme a la casa vi a un hombre vestido de paisano esperando enfrente de ésta. Pasé junto a él y seguí por el patio hasta la casa. La puerta se abrió y salió otro hombre. Lo llamé, pidiéndole que no cerrara la puerta. Cuando mi hermana me vio casi se desmayó. Entendí inmediatamente lo que sucedía, de modo que di la vuelta y pasé en medio de los dos hombres que todavía estaban de pie en el patio, y me dirigí a la estación del ferrocarril. Después mi hermana me dijo que los hombres eran oficiales de la Gestapo, ¡y que me estaban buscando!

En los muchos juicios de compañeros ministros a menudo se mencionaba mi nombre, puesto que yo era bien conocido debido a mis muchos años de predicación. La Gestapo estaba siempre pisándome los talones, y solo tenía que cerrar la red a veces. Sin embargo, Jehová demostró su poder protector.

En una ocasión tenía dos maletas llenas de literatura bíblica que había pasado por la frontera para entregarlas en Bonn y Cassel. Avanzada la noche llegué a Bonn e hice que las maletas fueran puestas en el sótano del superintendente de congregación. A la mañana siguiente a las cinco y media sonó el timbre. Era la Gestapo. El superintendente de congregación tocó a mi puerta para decirme que habían llegado. Puesto que no había tiempo para salir, solo podíamos esperar y ver qué sucedía.

Cuando llegaron a mi puerta me preguntaron qué hacía yo aquí. Contesté que estaba viajando por el río Rin y quería visitar los jardines botánicos de Bonn. Entonces examinaron mis papeles, y me los devolvieron con escepticismo. Le dijeron al superintendente de congregación que se arreglara para ir con ellos. Más tarde me dijo que cuando llegaron a la jefatura de policía el oficial preguntó: “Había otro tipo allí también. ¿Dónde lo tienen?”

“No lo trajimos,” fue la respuesta. ¿Quiere que vayamos por él?”

“¿Que vayan por él?” preguntó el oficial, sorprendido por la estupidez de ellos. “¿Creen que él esperará hasta que ustedes regresen?”

Por supuesto, yo no había esperado, sino que había salido inmediatamente con la literatura bíblica para Cassel.

En otra ocasión traje dos maletas pesadas llenas de literatura bíblica a Burgsolms cerca de Wetzlar. Eran casi las once en una noche oscura como boca de lobo. No vi ni oí a nadie, pero, no obstante, tenía la sensación de que me estaban vigilando. Cuando llegué a la casa del hermano, inmediatamente hice que escondiera las maletas en un lugar seguro. A las cinco y media de la mañana siguiente vino la policía. Yo estaba de pie directamente en medio de la habitación, y estaba preparándome para lavarme.

“Anoche vino aquí un hombre con dos maletas grandes. Sin duda usted recibió libros otra vez. ¿Dónde están?”

La señora de la casa, que había abierto la puerta, contestó: “Mi esposo ya está en su trabajo y no sé lo que pasó anoche, pues yo no estuve en casa.”

El policía no estaba satisfecho. “Si usted no me da las maletas, entonces tendré que registrar la casa.” Cuando ella no hizo ningún movimiento, él dio órdenes: “No salga. Voy a ver al alcalde para obtener permiso para registrar.”

Durante la conversación yo estaba de pie en medio de la habitación, y me pregunté por qué no me vio. Supongo que debe haber sido cegado en cuanto a mi presencia. Cuando salió para ver al alcalde yo salí por la puerta de atrás. Los vecinos deben haber observado, porque se alegraron porque me escapé, como alguien me dijo después. Terminé de vestirme en el bosque, y fui a la siguiente estación de ferrocarril, donde continué mi viaje.

ARRESTO Y ENCARCELACIÓN

El verano de 1937 tuve el privilegio de asistir a una asamblea bíblica en París y hablar con el presidente de la Sociedad Watch Tower, J. F. Rutherford, en cuanto a la obra de predicación en Alemania. Mientras tanto casi todos los hermanos en Sachsen habían sido arrestados. Por eso cuando regresé me esforcé por reorganizar las cosas allí. Pero el segundo día de nuestra actividad nos arrestaron a mí y al hermano que me acompañaba. Nos llevaron a la Gestapo en Berlín, donde hubo una sesión de interrogatorios por cuarenta días, los primeros diez días de los cuales fueron los más horribles. Luego nos trasladaron al tribunal especial en Francfort del Main y recibí una condena de cinco años de prisión.

Durante el curso del juicio se me preguntó por qué no servía a Adolfo Hitler. Contesté: “Según sé Adolfo Hitler exige participación de 100 por ciento.” La respuesta fue: “¡Sí, así es!” Contesté: “Entonces, Sr. Juez, por favor, ¿pudiera usted decirme qué queda para Dios, cuando se dice: ‘Dad las cosas de César a César, pero las cosas de Dios a Dios’?” Solo hubo un bochornoso despeje de su garganta en respuesta. Estuve muy agradecido a Jehová de que me dio el valor para representarlo dignamente con franqueza de expresión. Mi estudio previo de la Biblia constituyó una fuente verdadera de fortaleza para mí.

Agradezco el que, mientras estuve incomunicado durante los siguientes dos años y medio, pude continuar mi lectura de la Biblia con devoción, porque pude obtener una de los oficiales de la prisión. La leí de cubierta a cubierta dos veces, y leí las Escrituras Griegas Cristianas casi diez veces.

Más tarde, con un grupo de otros quince, me pusieron a trabajar en la sastrería de la prisión. Allí se presentaron muchas oportunidades para testificar. En una ocasión pude dar una conferencia sobre el tema “¿Dónde están los muertos?”, y un clérigo católico, que también estaba preso, debía expresar sus pensamientos en cuanto al tema después. A muchos se les abrieron los ojos cuando oyeron al clérigo decir finalmente en desesperación: “Todos los paganos creen en la vida después de la muerte; ¿por qué no deberíamos creer en ello también?” La respuesta fue: “Ah, ¿y ellos también leen la Biblia?”

Poco antes de terminar mi condena en la prisión repasé cuidadosamente algunos textos bíblicos apropiados porque esperaba que me llevaran ante la Gestapo otra vez. Sucedió esto, y durante el curso de tres días pude dar un buen testimonio y hacer añicos los argumentos de los opositores, así como había prometido Jesús: “Yo les daré boca y sabiduría, que todos sus opositores juntos no podrán resistir ni disputar.”—Luc. 21:15.

Después me llevaron al campo de concentración de Mauthausen. Dijeron que era con el propósito de “borrarme de la Tierra.” Pero aquí nuevamente la mano de Jehová no se acortó, y jamás olvidaré los beneficios que me mostró durante este tiempo. Fui colocado en la cuadrilla de construcción de carreteras, y con una dieta de nabos y café negro mis fuerzas se agotaron en tres meses. Solo pesaba treinta y cuatro kilos y estaba preparado para morir en cualquier ocasión. Pero luego llegó la orden: “Veintiún prisioneros del Cuartel I preséntense en la cocina.” Yo estaba entre ellos. Pronto comencé a recobrar las fuerzas, y le di gracias a Jehová por su dirección misericordiosa. Después de ocho años y medio se abrieron las puertas en 1945, y estuvimos libres nuevamente.

EL TRABAJO DE REORGANIZAR

En agosto llegué a Wiesbaden, y en septiembre comenzamos con el trabajo de reorganizar. Puesto que se expidieron muchas instrucciones de organización durante los años que habíamos estado trabajando clandestinamente, primero recibimos un curso recordativo en Magdeburgo. Se hicieron arreglos para que los ministros de circuito y distrito visitaran regularmente las congregaciones. Por medio de aplicar las instrucciones recibidas, la obra de predicación en Alemania avanzó maravillosamente. Aquí otra vez pude ver la bondad inmerecida de Jehová por la manera en que conduce a su pueblo por medio de su organización.

Han pasado ya veinte años desde nuestra liberación de los campos de concentración de Hitler. Durante este tiempo he tenido el privilegio de servir en el trabajo de distrito y circuito. Ha sido un ministerio que Jehová ha bendecido abundantemente y me ha causado gran gozo. A menudo los hermanos dicen: “¿Puede usted recordar cuando colocó la primera ayuda para el estudio de la Biblia conmigo?” o, “Usted fue el primero que me visitó.” De vez en cuando tuvimos cursos recordativos adicionales, el más impresionante e instructivo de los cuales fue en la Escuela del Ministerio del Reino, al que tuve el privilegio de asistir en 1960. ¡Cuánto apreciamos las explicaciones amorosas de nuestro instructor! Desde entonces nos hemos esforzado por aplicar las cosas aprendidas, para bendición de nuestros hermanos.

Fue un gozo y sorpresa especiales para mí cuando recibí la invitación para la Asamblea Aumento de la Teocracia en Nueva York en 1950. El vuelo a través del gran océano, la enorme ciudad de Nueva York con sus muchos panoramas, la inmensa asamblea en el Estadio Yanqui, ocho días llenos de instrucciones maravillosas—todas estas impresiones son inolvidables. Una hermana nos tradujo las conferencias al alemán, e hicimos muchos apuntes para ayudar a los hermanos en nuestro país. Puesto que yo había efectuado trabajo en conexión con las asambleas de Alemania, tenía interés especial en observar el funcionamiento suave de la organización de esta asamblea y me fijé en todo.

Dos años más tarde estuve lleno de alegría al enterarme de que iba a haber otra asamblea internacional del pueblo de Jehová en la ciudad de Nueva York en el verano de 1953. Por la bondad inmerecida de Jehová pude estar presente otra vez. Verdaderamente aquí estaba un pueblo que se hallaba separado del mundo para servir los intereses de Jehová. Más tarde en el año, en la asamblea de Nuremberg, conocí a una hermana celosa y diligente que participaba en el ministerio de tiempo cabal. En 1954 nos casamos, y desde entonces me ha acompañado en el ministerio de circuito. Tuvimos el privilegio de asistir juntos a la inolvidable Asamblea Voluntad Divina en la ciudad de Nueva York en 1958. Aquí también recibimos bendiciones que nos estimularon a permanecer despiertos y a cumplir con nuestra obligación de jamás olvidar los beneficios que Jehová nos ha mostrado.

Experimenté las horas más felices de mi vida en estas tres asambleas internacionales en Nueva York. Jamás habría gustado de estas cosas buenas si no me hubiera aprovechado de la oportunidad del servicio de tiempo cabal mientras era joven. Vez tras vez he visto que no le es difícil a Jehová ayudarnos con mucho o con poco.

Todos los años pasados han probado que puedo tener paz de corazón y satisfacción si me esfuerzo cuanto puedo y cumplo con mis obligaciones poniendo primero los intereses del Reino. Es verdad, hay obstáculos, pero cuando éstos han sido salvados contribuyen grandemente a nuestra fortaleza espiritual.

Mi oración y deseo sinceros es que mi amor y fidelidad continúen aumentando a fin de que, cuando envejezca más y mis fuerzas y salud disminuyan, pueda continuar siendo rico en obras de alabanza a Jehová, que me ha mostrado tantos beneficios.

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