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  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1967
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1967
w67 1/7 págs. 412-415

Ofreciéndome voluntariamente

Según lo relató Malinda Z. Keefer

TENGO ya ochenta y tres años y soy muy feliz. Mi felicidad brota en gran parte del hecho de que hace más de cincuenta años me ofrecí como voluntaria anuente en el servicio de tiempo cabal de Jehová que ahora se llama ministerio de precursor. Desde ese tiempo hasta ahora me ha gustado pensar en las palabras del salmista: “Tu pueblo se ofrecerá de buena gana”; ¡y cuán agradecida estoy de que me ofrecí de buena gana como precursora!—Sal. 110:3.

Nací en Edén, Pensilvania; mis padres eran de la fe amish del antiguo orden del condado de Lancaster. Estos amish son muy sencillos en su manera de vivir y vestir, y algunos de ellos todavía viajan en caballo y calesa.

Debido a que mi padre murió cuando yo tenía cuatro años de edad, vendimos nuestra granja; y con el tiempo fui a vivir con mi hermana en una granja del condado de Lancaster, donde uno podía disfrutar de las bellezas de la creación de Dios. A menudo me paseaba por el manzanal, tan hermoso en la primavera, con los troncos blanqueados y las ramas simplemente llenas de fragantes capullos de color de rosa. “¡Qué maravilloso Creador y Proveedor!” me decía a mí misma; pero en la Iglesia Amish se me enseñó que algún día todas estas cosas que Dios creó serían quemadas. También me molestaba la enseñanza de que los inicuos sufrirían para siempre en tormento. Todo esto parecía tan irrazonable, y, ¿era esto realmente lo que enseñaba la Biblia?

Siempre me interesó la Biblia y anhelaba un mejor entendimiento de la Palabra de Dios, pero no fue sino hasta 1906 que llegué a conocer la verdad de la Biblia. Mi cuñado, conociendo mi interés por la Biblia, me dio un ejemplar de uno de los sermones impresos de Carlos T. Russell titulado “¿Dónde están los muertos?” Grande fue mi gozo al saber que la Biblia enseña que los muertos están durmiendo y no están conscientes en alguna parte en tormento. Este solo fue el principio de la luz que brillaría más y más en mi vida. ¡Cuán feliz me sentí al aprender que la Tierra y su belleza jamás serán destruidas! ¡Me sentía con muchas ganas de aprender más de la Palabra de Dios, y cuán agradecida estaba a Jehová por dejarme ver su verdad!

DEJANDO LA IGLESIA AMISH

Otros de la misma iglesia amish comenzaron a discernir la verdad de Dios. Pero algunos dijeron que nos estábamos volviendo locos por la religión. Cuando mi cuñado me entregó El Plan Divino de las Edades, el primer tomo de los Estudios de las Escrituras, dijo: “Si no quieres que te llamen loca, no lo leas.” Por supuesto, él sabía que yo lo leería, ya que él mismo lo estaba leyendo ávidamente. Recordé lo que Festo le dijo al apóstol Pablo: “¡Estás volviéndote loco, Pablo! ¡El gran saber te está impulsando a locura!” Pablo dijo: “No estoy volviéndome loco. . .sino que expreso dichos de verdad y de buen juicio.” (Hech. 26:24, 25) Yo, también, tuve que rehacer mi mente según la voluntad y el camino de Dios para los cristianos verdaderos, y en ese tiempo deseché la indumentaria amish que llevaba entonces.

El ministro amish me visitó varias veces para tratar de hacerme regresar a la iglesia. Cuando sabía el día en que iba a venir, me levantaba a las tres de la mañana para estudiar la Biblia a fin de poder defender la verdad, puesto que el apóstol Pedro dijo que los cristianos siempre deben estar listos para hacer una defensa ante todo el que exija una razón de su esperanza. (1 Ped. 3:15) Para mí la Biblia ahora era un libro lleno de significado.

Hubo bastante conmoción en la iglesia cuando, no solo yo, sino veinticuatro personas más también dejaron la Iglesia Amish. Según las reglas de la Iglesia Amish si uno deja la iglesia los miembros no deben comer con uno. Me despreciaron de muchas maneras, pero ni la intimidación ni el temor al hombre me podrían detener de ofrecerme a Jehová como voluntaria de buena gana para la obra de Dios. Ahora Jehová me había mostrado una nueva manera de vivir. Cuán bien recuerdo la última vez que fui a la iglesia, y Revelación 18:4 (VA) seguía pasando por mi mente: “Salgan de ella, pueblo mío,” “Salgan de ella, pueblo mío.” Eso fue lo que hice.

Comencé a reunirme con un grupito de Estudiantes de la Biblia, como se llamaban entonces los testigos de Jehová, y allí aprendí más de los propósitos maravillosos de Jehová. La actividad en la que participábamos entonces era la de repartir tratados, ejemplares del Mensuario de los Estudiantes de la Biblia, a las puertas los domingos por la mañana con la esperanza de que alguien los leyera y buscara conocimiento adicional de la Palabra de Dios.

OFRECIÉNDOME COMO PRECURSORA

Sin embargo, esta actividad limitada no me satisfacía, ya que quería participar de tiempo cabal en el servicio. Estaba anuente, pero, ¿cómo podría iniciarme en el trabajo de repartidor, como se llamaba entonces el precursorado? Se hizo accesible el camino. El 1 de junio de 1907 unos cuantos otros y yo fuimos a Pittsburgo para oír al hermano Russell, el presidente de la Sociedad Watch Tower. Le hablé a él de mi deseo de ingresar en el servicio de tiempo cabal pero le dije que yo creía que necesitaba más conocimiento. Su respuesta fue: “Si quieres esperar hasta que lo adquieras todo jamás comenzará, en cambio aprenderás a medida que hagas el trabajo.” Luego me habló de una hermana de Ohio que quería una compañera. Mientras aguardaba su contestación, se hicieron arreglos para que yo me quedara en Pittsburgo. ¡Aquí estaba yo... una joven campesina en una gran ciudad! No obstante recordaba las bendiciones que Jesús predijo para los que se ofrecían de buena gana: “Todo el que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o hijos, o tierras, por causa de mi nombre, recibirá muchas veces más y heredará la vida eterna.” (Mat. 19:29) Nunca olvidaré el estímulo que recibí y la bondad que me mostró el grupo de hermanos de las oficinas principales de la Sociedad Watch Tower.

Ahora se habían hecho todos los arreglos, y estaba en camino a Zanesville, Ohio, mi primera asignación en el ministerio de precursor. Mis oraciones fueron contestadas, y pude decir con el apóstol Pablo que una puerta grande que conducía a la actividad se me había abierto, y entré de buena gana por esa puerta.—1 Cor. 16:9.

No conocía a la hermana con la que iba a trabajar; pero cuando la conocí, se mostró muy bondadosa y servicial. Ahora, por medio de la fuerza de Jehová, estaba tocando la primera puerta para explicar la verdad bíblica a otros. ¡Poco comprendí que éste sería mi privilegio por cincuenta y nueve años! ¡Qué privilegio de parte de Jehová!

Ahora esperaba ansiosamente mi primera asamblea, que habría de celebrarse en Niágara Falls, Nueva York, del 29 de agosto al 5 de septiembre de 1907. ¡Qué emoción sentí al estar allí con tantos otros de fe semejante! Fue mi primera oportunidad para simbolizar mi dedicación mediante bautismo en agua. The Watch Tower del 1 de octubre de 1907 describió ese bautismo: “Se decidió usar una laguna o estanque cerca del río Niágara para la inmersión en agua, y celebrar el servicio en la ribera donde la ladera formaba un anfiteatro natural. Un auditorio de unas 1.500 personas se reunió a la hora designada, y después de un discurso que explicó el significado del bautismo verdadero, 241 hermanos fueron sumergidos.” ¡Qué ocasión gozosa fue ésa!

Siempre recordaré esa asamblea de Niágara Falls también por el discurso que dio el hermano J. F. Rutherford, que más tarde llegó a ser el presidente de la Sociedad Watch Tower. Él dio una conferencia en la asamblea sobre la importancia de la oración, y fue especialmente provechoso para mí saber que Jehová siempre provee la ayuda que necesitamos, si acudimos a él. Ciertamente fue como The Watch Tower describió esa asamblea: “En cuanto a provecho espiritual y manifestación del amor del Amo no podemos imaginarnos cómo pudiera haber sido mejor... pero esto también fue cierto de la asamblea de Indianápolis y de las otras. Parece ser cierto de nuestras asambleas . . . que ‘La última siempre parece la mejor.’ ” Y eso ha sido cierto en cuanto a las muchas otras asambleas a las que he asistido.

Mi siguiente asignación de precursora fue en el estado de Delaware y a lo largo de la costa oriental de Maryland, donde hallamos que la gente era muy amigable y colocamos mucha literatura. Más tarde, en 1914, regresamos a trabajar el mismo territorio, durante la I Guerra Mundial. En una pequeña población de Delaware un agente de la policía secreta nos llevó a mi compañera y a mí a la oficina del juez de paz. Cerraron con llave la puerta de la oficina y el agente de la policía secreta nos interrogó. Les mostramos el propósito de nuestra obra. Finalmente el juez de paz sacó el tomo cuatro de los Estudios de las Escrituras, titulado “La Batalla del Armagedón,” y dijo que lo había leído y no había encontrado en él nada malo. Decidieron ponernos en libertad. Estábamos agradecidas a Jehová por haber podido continuar en el servicio durante esos tiempos de prueba.

El precursorado me ha llevado a quince estados. Mientras trabajaba en los alrededores de Williamsport, Pensilvania, conocí a Natán J. Keefer, que fue criado en un hogar cristiano. Cuando lo conocí era el siervo de congregación de la congregación de Williamsport. También era miembro de la familia de Betel de Brooklyn u oficinas principales de la Sociedad Watch Tower por varios años. En 1928 Natán y yo nos casamos, y luego disfrutamos juntos de nuestro servicio voluntario.

En 1929 sucedió el derrumbe y depresión financieros; cerraron los bancos. Durante una depresión, ¿podríamos sufragar los gastos? Jamás lo dudamos, sabiendo que Jehová era nuestro Proveedor. Fue un gozo el traer las buenas nuevas del Reino a la gente deprimida en el estado meridional donde estábamos trabajando. Había muy poco dinero. A menudo cambiábamos un folleto de cinco centavos de dólar por un carrete de hilo. También cambiábamos nuestra literatura bíblica por cupones para jabón, legumbres, huevos, pollos, etc. Un día se nos escapó un pollo y corrió hacia su corral a través de un campo arado, pero teníamos que capturarlo, y lo hicimos, ya que lo necesitábamos para cambiarlo por gasolina para nuestro auto. Trabajamos de precursores en territorio aislado la mayor parte del tiempo.

PRIVILEGIOS DE PRECURSORES ESPECIALES

En 1939 se abrió aun más la puerta de actividad. La Sociedad Watch Tower le pidió al hermano Keefer que sirviera de siervo de zona en los estados de Virginia y Virginia Occidental. Esto implicaba el visitar unas veinte congregaciones pequeñas en esa región. Fue un verdadero privilegio trabajar con esos hermanos y nos sentíamos como parte de una familia grande. Cuando terminó el trabajo de zona, llegamos a ser precursores especiales.

Nuestra primera asignación como precursores especiales fue en Harrisonburg, Virginia. Se empezó un estudio de La Atalaya con los interesados, y celebramos el Memorial de la muerte del Señor con este grupito en la primavera de 1942.

Nuestra siguiente asignación fue en la ciudad de Mahanoy, Pensilvania, una población minera de muchos idiomas. Esta fue la última asignación para Natán y yo juntos, ya que él murió antes de que termináramos esta asignación. Muchas veces, al despedimos de los hermanos, él les decía: “¡Continúen con el buen trabajo!” Sentí que él me diría lo mismo, y yo estaba dispuesta a hacer esto con la ayuda de Jehová.

En 1943 la Sociedad me asignó a Trenton, Nueva Jersey, con otros diez precursores especiales. Había unos veinte publicadores en Trenton en ese tiempo; ahora hay cuatro congregaciones. Tuve el gusto de participar un poco en esta expansión.

Después de servir allí como precursora especial por veinte años, con bendiciones demasiado numerosas para relatarlas, comenzó a fallarme la vista debido a que empecé a sufrir de cataratas; de modo que en 1963 la Sociedad me dio una asignación en mi territorio natal, el condado de Lancaster, Pensilvania.

Se me han presentado unos cuantos problemas a lo largo de los años pero al mantenerme junto a la organización de Jehová pronto se desvanecieron. Me removieron la única catarata y la operación fue un éxito. Todavía estoy ofreciéndome de buena gana mientras permanezca abierta para mí esta puerta de actividad. Y, mientras he puesto los intereses del Reino en primer lugar, jamás me han faltado ningunos de los artículos de primera necesidad de la vida.

Las provisiones de Jehová han sido tan maravillosas durante todos los años, y las cartas animadoras que he recibido de la Sociedad de vez en cuando han sido una gran bendición también. Mis años en el precursorado han estado llenos de gozo y bendiciones. En meses recientes he tenido que conservar las fuerzas y por eso ahora dedico la mayor parte de mi tiempo ministerial a hacer revisitas y conducir estudios bíblicos de casa. Al tiempo presente he sido bendecida con algunos buenos estudios y me regocijo grandemente al enseñar a estas personas semejantes a ovejas la verdad de Dios.

Ahora, a la edad de ochenta y tres años, he disfrutado de cincuenta y nueve años de precursorado. ¡Cuán agradecida estoy de que me ofrecí de buena gana como precursora cuando joven y siempre puse los intereses del Reino en primer lugar!

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