No lo postergue; ¡hágalo ahora!
¿NO ES cierto que todos, en una ocasión u otra, hemos hecho resoluciones personales de hacer algo bueno para alguien a quien amamos muy tiernamente? Nos prometemos que vamos a expresar nuestro amor y aprecio a esa persona, sea amigo o amiga, nuestro cónyuge o nuestros padres. Quizás tenemos planes de expresar nuestros sentimientos por medio de un regalo, una nota, una expresión verbal o algún acto bondadoso. Sí, queremos que la persona a quien amamos sepa cuánto significa para nosotros, cuánto apreciamos lo que ha hecho o está haciendo por nosotros.
Esas resoluciones personales son nobles, pues reflejan una disposición altruista. Sin embargo, una cosa es hacer la resolución personal de llevar a cabo algo y otra el llevarla a cabo. Esto se debe posiblemente a que dejamos que otras cosas nos hagan seguir postergándola. A menos que la llevemos a cabo sin demora mientras el deseo arde vivamente en nuestro corazón, quizás estemos continuamente postergándola. Esto por lo general resulta en que nos olvidemos de nuestra buena intención o renunciemos del todo a la idea.
Para evitar el fallar en este respecto, tenemos que reconocer que las complejidades del modo de vivir del día moderno hacen que el olvidar una buena intención sea la manera más fácil de proceder. Hay asuntos que surgen inesperadamente, algunos de los cuales exigen nuestra atención inmediata. Sin embargo, si no permitimos que asuntos insignificantes dicten nuestro proceder, hay más probabilidad de que cumplamos nuestras buenas intenciones, para gran gozo de nuestros amados y de nosotros mismos.
La Santa Biblia ofrece consejo sabio sobre este asunto. Dice: “Sigan siempre tras lo que es bueno los unos para con los otros y para con todos los demás.” (1 Tes. 5:15) Note que hay necesidad de seguir tras el efectuar lo bueno, a todo tiempo haciéndolo nuestra mira. Se da tal consejo porque los humanos tendemos a dejar que otras cosas echen fuera esta cualidad sumamente deseable. Sí, es preciso que nos guardemos del hábito de postergar el hacer lo bueno a nuestros amados y amigos.
Además, el darse a dilaciones o el postergar las cosas para otro tiempo se alimenta de la tendencia de dar por supuestas las cosas. ¿Cómo? Bueno, digamos que un matrimonio ha estado pensando por algún tiempo en invitar a sus padres ancianos a comer. Sin embargo, siempre está surgiendo algo que hace que sigan posponiéndolo. ¿No están dando por supuesto que ellos y sus padres ancianos estarán aquí la semana siguiente o el mes siguiente? Ciertamente, ¿y qué dice la Biblia acerca de esto? “Ustedes no saben lo que será su vida mañana. Porque son una neblina que aparece por un poco de tiempo y luego desaparece.” (Sant. 4:14) ¡Cuán cierto es eso! Ninguno de nosotros sabe lo que el día siguiente dará a luz, mucho menos la semana siguiente.—Pro. 27:1.
Los esposos y las esposas también tienen que guardarse del sentimiento complacido de darse por supuesto el uno al otro. Aprovéchese de las numerosas oportunidades de hacer cositas consideradas para su más allegado compañero en la vida. No adquiera el hábito de demorarse en hacer el bien que usted piensa efectuar para aquella persona. Un esposo quedó para atender a sus dos hijos solo, al morir su esposa súbitamente. El confesó que la había dado por supuesta y ahora quisiera muchísimo tener la oportunidad de decirle cuánto significaba ella para él y lo buena que ella era. ¡Qué lección podemos sacar de su experiencia! Tomando en cuenta la naturaleza pasajera de la vida, debemos hacer ahora lo que hemos resuelto en nuestro corazón y no postergarlo.
Para no postergar lo que planeamos, también debemos tener cuidado de no ponernos trabas pensando que tenemos que efectuar un acto lujoso para expresar nuestros sentimientos. Esto, también, contribuye a que dejemos para más tarde el cumplimiento de nuestros deseos amorosos. Sí, el forjar planes para hacerlo extraordinario quizás anule nuestro propósito. ¿Cómo? Cuando surjan cositas que no requieren mucho para efectuarse, estaremos abordando éstas y postergando la resolución más complicada.
Hoy existen muchas personas que están plagadas de remordimiento y pesar. Entre ellas están las que nunca apreciaron lo que tenían hasta que lo perdieron. Otras se mantuvieron postergando el llevar a cabo sus nobles intenciones por tanto tiempo que repentinamente la muerte se llevó lo que había de ser el objeto de su atención. A estas personas las persiguen los recuerdos de lo que pudiera haber sido pero no fue. Aunque es demasiado tarde para hacer algo que corrija ahora el asunto, esas personas pueden aprender de su experiencia. Sí, pueden efectuar cambios, haciendo la resolución de nunca dejar que suceda otra vez. En vez de atormentarse por las resoluciones no cumplidas del pasado, positivamente pueden aprovechar las oportunidades que ahora tienen de hacer lo bueno a sus amados que viven. Estas lecciones aplican a todos nosotros. Lo bueno que pensamos hacer debemos hacerlo ahora, mientras tenemos la oportunidad. Es verdad, hay la esperanza de la resurrección, pero no tenemos que aguardar hasta entonces.
Una hija respondió sabia y rápidamente a su deseo noble, y escribió a sus padres, diciendo: “Queridos papacitos. El estudio de La Atalaya ayer fue bueno. Me hizo meditar una vez más en mi niñez y dar gracias a Jehová por los tan maravillosos padres que me criaron en la disciplina y consejo autoritativo de Jehová. Se los agradezco muchísimo. Lo aprecio cada vez más a medida que crezco.” ¡Qué gozo causó eso a sus padres! ¡Cuán amoroso y prudente es el no retraerse de decirles a sus padres queridos el aprecio intenso que usted tiene por lo que ellos han hecho por usted! ¿Por qué no darles a saber ahora cuánto aprecia usted su amor, devoción y sacrificios por usted?
No solo para nuestro propio bien, sino para nuestra propia dignidad, tenemos que vencer la tendencia de postergar las cosas, especialmente lo que es provechoso y bueno. Nos animará a hacer esto el tener presente lo que dice la Palabra de Dios acerca de esto. “No retengas el bien de aquellos a quienes se les debe, cuando sucede que está en el poder de tu mano hacerlo.” (Pro. 3:27) ¿Se ha resuelto usted a hacer algo bondadoso por alguien? No lo postergue; ¡hágalo ahora!