‘Siguiendo sus pasos con cuidado’
Según lo relató George J. Rowan
“TENGO un libro publicado en 1889 que lo explica todo acerca de esta guerra y que dice que vendría en 1914.” Así me dijo mi cuñado en abril de 1915 cuando los dos considerábamos la situación mundial que en aquel tiempo empeoraba. Le pedí que me dejara ver el libro y resultó ser The Time Is at Hand por Carlos Taze Russell, presidente fundador de la Sociedad Watch Tower Bible and Tract. Inmediatamente devoré su mensaje.
Viendo que yo estaba tan intensamente interesado en lo que leía, mi cuñado me ofreció este libro y otros dos por el mismo autor. ¡Cuánto me deleité con sus tesoros de conocimiento bíblico! Todos los estudié cuidadosamente, comenzando con El Plan Divino de las Edades. No habiendo sido adoctrinado con ninguna de las enseñanzas falsas de la cristiandad, mi mente estaba abierta a los hechos y el razonamiento bíblico.
Leía y todavía leo lentamente, habiendo tenido solo una educación moderada, de modo que todo requirió bastante tiempo. Pero desde el principio estuve seguro de que había hallado la verdad acerca de la Biblia. Escribí a la oficina de la Sociedad Watch Tower de Melbourne y obtuve todos los otros libros y referencias bíblicas disponibles. Pasados dos años había leído los seis tomos de “Estudios de las Escrituras” del pastor Russell. ¡Qué banquete espiritual! ¡Y pensar que el Creador perfecto estaba ofreciendo vida celestial a los que se amoldaran a la imagen de su propio Hijo!—Rom. 8:29.
Pero, ¿quién era yo para aspirar a tan gloriosa meta? Gleniffer, al lado del río Bellinger, en Nueva Gales del Sur, Australia, fue el lugar donde nací en diciembre de 1888. Vivíamos en una granja lechera y allí continué hasta que tuve veinticinco años. Desde noviembre de 1913 fui conductor de tranvía en Sydney hasta que comencé a interesarme vivamente en las Escrituras, y después de eso. Pero iba a efectuarse un cambio grande en mi vida.
COMIENZO DE LA CARRERA
Una mañana de febrero de 1917, mientras conversaba con un señor que viajaba en el tranvía, comencé a decirle lo que había estado aprendiendo de la Biblia. Jesucristo informó a sus discípulos las cosas que había oído de parte de su Padre. ¿Qué otra cosa podía hacer yo que decirle a la gente acerca de lo que estaba aprendiendo? Pues, resultó que este señor era Estudiante de la Biblia (como entonces se conocía a los testigos de Jehová) y me invitó a asistir a un grupo de estudio. Imagínese el gozo que tuve al hallar a otros cincuenta con quienes podría estudiar y considerar las verdades preciosas. Desde aquel tiempo jamás miré atrás. Mientras más estudiaba, más valiosa se me hacía la verdad y más quería seguir en los pasos de Jesús.
Entonces vino la publicación de The Finished Mystery (El misterio terminado). Este libro creó una tremenda controversia. ¡Ciertamente era una condenación franca de la religión falsa! Aunque algunos mostraron timidez en cuanto a promover su distribución entre el público, yo quise participar en distribuir tantas copias como fuera posible. Habíamos estudiado acerca de “Babilonia la Grande” y ahora teníamos la oportunidad de participar en desenmascarar lo que la Biblia llamaba “la gran ramera.” Jesús, también, había desenmascarado la religión falsa durante su ministerio. Sus seguidores no podían hacer menos.—Rev. 17:1, 5.
Al debido tiempo recibí cincuenta ejemplares de este libro tan debatido y tuve el privilegio de organizar a unos cuantos impávidos para distribuirlo de casa en casa los fines de semana. Me bauticé en octubre de aquel mismo año, 1917. Ahora estaba obligado a amoldar mi vida al ejemplo perfecto que Jesús dejó. Los pocos de nosotros que habíamos en aquellos días teníamos toda la ciudad de Sydney como territorio nuestro. Verdaderamente era territorio “virgen,” con maravillosas oportunidades para despertar interés. Todavía hay un “precursor” o predicador de tiempo cabal de las buenas nuevas del Reino aquí en Sydney a quien tuve el privilegio de llevar las primeras publicaciones bíblicas esclarecedoras que recibió.
DEJANDO TODO PARA SEGUIR
Vez tras vez yo recordaba estas palabras de El Plan Divino de las Edades:
“Al obtener el conocimiento y la fuerza de que Dios se propone surtir á todo el que vaya en pos del premio celestial, se pondrá á prueba la sinceridad de vuestros votos [de dedicación]. Vosotros habéis [dedicado] todo vuestro tiempo y todos vuestros talentos al Señor, ahora la pregunta es: ¿Cuánto estáis dando? . . . Pero no creáis que el acto de dar terminará al dar el tiempo y energía necesarios para este estudio: pues no es así. Se pondrá á prueba la sinceridad de vuestro sacrificio de vosotros mismos . . . Si estudiáis la Palabra de Dios diligentemente, y recibís sus verdades con corazones buenos, honestos y [dedicados], engendrará en vosotros tal amor para Dios . . . y tal deseo de decir las buenas nuevas y de predicar el evangelio, que será el tema que absorba toda vuestra vida subsecuente.”
En el otoño de 1918 dejé mi empleo seglar e hice arreglos para empezar la predicación de tiempo cabal en Melbourne. Mi compañero tenía un carromato tirado por caballos y yo tenía una bicicleta. Salimos a territorio rural, acampando dondequiera que nos sorprendía la noche. El primer día... ¡ninguna colocación de literatura! Pero al día siguiente, haciendo nuevos esfuerzos por vencer la nerviosidad inicial, ¡jamás olvidaré la emoción de colocar aquel primer juego de libros en manos de alguien verdaderamente interesado en la Biblia!
De regreso a Melbourne, entonces, para una asamblea en El Tabernáculo, nuestro lugar de reunión adyacente a la sucursal de la Sociedad. ¡Qué gozo fue el reunirme con aproximadamente cien Testigos de todas partes del país y tener compañerismo por cuatro días! Teníamos mucho en común... especialmente el anhelo de aprender más acerca del ejemplo de Jesús y seguirlo.
En 1920 tuvimos la primera visita de un “peregrino,” un representante de la Sociedad que había venido de Brooklyn, Nueva York. Él hizo una gira de todas las ciudades más grandes de Australia, pronunciando el discurso “Millones que ahora viven no morirán jamás.” El participar con él en anunciar las conferencias y oír sus discursos espirituales a la congregación local me proporcionó verdadero ánimo. Era exactamente lo que yo necesitaba como estímulo para perseverar en el ministerio de predicación de tiempo cabal. Para perseverar en la carrera para la vida hay que mantener la vista fija en el dechado perfecto, Jesús.—Heb. 12:1, 2.
MUCHOS RECUERDOS FELICES
En 1922 se me invitó a servir en la sucursal de la Sociedad, que entonces estaba en Melbourne, y allí permanecí durante tres años. Entonces, en 1925, me casé y mi esposa y yo seguimos como predicadores precursores en la zona de Sydney. Pasaron once años y una vez más se me invitó, con mi esposa, a servir en la sucursal australiana, que ahora había sido mudada a Sydney. Para ese tiempo el uso de fonógrafos y discos se había puesto en primer plano, y uno de mis trabajos fue hacer centenares de cajas y montar las máquinas para el uso de los Testigos en el campo.
Recuerdo que un día le dije al siervo encargado de la sucursal: “¿Ha pensado en testificar a los marineros?” “Me parece que sería buena idea,” contestó. “Trate de hacerlo y dígame cómo le va.” Bueno, hice exactamente eso, comenzando en 1946 cuando mi esposa y yo reanudamos el ministerio de precursor.
Desde ese tiempo los barcos han constituido mi campo principal de trabajo. Me propuse estudiar el modo de vivir en los barcos y cómo debía hablar y obrar para asegurarle una buena acogida al mensaje del Reino a bordo de los barcos. Me enteré de que era necesario obtener dos pases de las autoridades marítimas, y éstos me dieron el derecho de subir a bordo de “todos los barcos a todo tiempo.” Hasta la fecha he tenido el privilegio de dar el testimonio en más de 12.000 barcos de toda nacionalidad y el trabajo va haciéndose más interesante cada día.
Ha sido un placer observar el fruto de este servicio. Sé que varios marinos se han hecho siervos dedicados de Jehová. Otros aceptan de buena gana la literatura, y entonces en el siguiente viaje conversamos de nuevo, y quizás hasta iniciemos un estudio bíblico. Las cantidades aproximadas de Biblias y literatura bíblica que he colocado en manos de los hombres de los barcos desde 1948 han sido 6.000 libros encuadernados, 6.000 folletos y 20.300 revistas. ¡Ciertamente una montaña de testimonio!
Durante los años de mi servicio de tiempo cabal he pasado muchos millares de horas dando el testimonio, y, al reflexionar, es maravilloso pensar en lo velozmente que ha pasado el tiempo. Además, ha sido sumamente remunerador ver a algunos a quienes he ayudado esforzarse por adelantar a privilegios mayores, entrenando a otros a su vez y continuando hasta llegar a ser superintendentes en muchas partes del campo. Por supuesto, Jehová es quien proporciona el crecimiento mientras nosotros plantamos y regamos fielmente.
Ahora han pasado más de cincuenta y un años desde que empecé a servir de tiempo cabal en el interés del Reino. He tenido muchas pruebas y algunas de ellas severas, algunas procedentes de lugares inesperados, pero me he esforzado por impedir que cualesquier rencores personales afecten adversamente mi amor leal a nuestro Padre celestial y mi determinación de seguir amoldándome a la imagen de su Hijo amado. El Salmo 91:4 ha traído magnífica seguridad en medio de toda circunstancia.
Mi esposa y yo tenemos recuerdos preciosos de las maravillosas asambleas internacionales de 1958 y 1969. La asamblea de 1958 en el Estadio Yanqui, en la ciudad de Nueva York, satisfizo un deseo que yo había abrigado por más de treinta años... obtener un conocimiento directo de los arreglos teocráticos en la central de Brooklyn y conocer a algunos de los hombres de más edad cuyas conferencias habíamos leído por años en los Informes de las Asambleas. Por supuesto, a través de los años, jamás había dudado de que Jehová estaba utilizando ampliamente a la Sociedad Watch Tower en relación con su propósito bondadoso de hacer que se prediquen las “buenas nuevas” en todo el mundo.
Las Asambleas “Paz en la Tierra” han sido inolvidables. Nos alegró mucho poder asistir a Auckland y Suva así como a Melbourne durante 1969. ¡Imagínese cómo nos sentimos cuando comparamos los 25.837 concurrentes al Showgrounds de Melbourne con los cien que se reunieron en la misma ciudad en 1918! Los temas que se presentaron desde la plataforma fueron instructivos y estimulantes, especialmente porque nos mostraron cómo tenemos que vivir y servir en el “tiempo del fin” de este sistema de cosas condenado a la destrucción. ¡Y qué gozo fue conocer a nuestros compañeros Testigos de todas partes e incitarnos unos a otros a aun mayores obras de fe en los días futuros!
¡Ciertamente ha sido por el espíritu de Jehová que se organizaron y se llevaron a cabo con éxito esas asambleas! ¡Verdaderamente, podemos esperar como resultado una afluencia aun mayor de hombres y mujeres temerosos de Dios en la organización que Jehová está utilizando tan señaladamente para su propia alabanza! En cuanto a nosotros, estamos resueltos, con Su ayuda, a seguir dando a otros el maravilloso mensaje dador de vida. Jehová nos ha dado fuerza adicional.
UN CAMPO FRUCTÍFERO
Ahora estoy de vuelta en mi asignación, y estoy disfrutando de algunas experiencias maravillosas entre los marinos. A menudo pienso en que Jesús, también, tuvo mucho que ver con hombres que estaban familiarizados con los barcos, y hasta escogió a algunos de sus apóstoles de entre ellos. En un caso yo le había dejado el libro De paraíso perdido a paraíso recobrado a cierto hombre, y después de dos o tres semanas cuando volví e iba pasando de proa a popa me gritó: “George, tú eres precisamente a quien quiero ver. Ese fue el libro más interesante que jamás he leído. Quiero ver cuántos más tienes como éste.”
Otro que recibió de mí el libro Paraíso dijo, cuando volví a visitarlo: “Cuando leí ese libro sabía que había encontrado la verdad. Me dejó plenamente convencido. Quiero otros libros que me ayuden a hacer la voluntad de Dios, para poder conseguir la vida.”
Otro más que había estado tomando libros y revistas por unos dieciocho meses dijo: “George, si no sigo hasta el grado de hacer la voluntad de Dios y dedicarle mi vida, sé que voy a dar con este viejo sistema de cosas en la destrucción.” Entonces preguntó cómo podía dar el testimonio como yo lo hacía a bordo del barco. Le aconsejé que guardara un abastecimiento pequeño de literatura en su camarote y que hablara a los hombres durante las horas del almuerzo o en otras ocasiones libres. Ahora ha pedido una licencia de tres meses para estudiar y dedicar su vida a Dios antes de volver a su barco.
Hay por lo menos tres jefes camareros que se interesan y que me invitan a participar de su hospitalidad cada vez que sus barcos atracan aquí. Un capitán toma las revistas con regularidad y siempre se alegra de tenerme como invitado suyo. Algunos a quienes he dado el testimonio siguen comunicándose conmigo por correspondencia. Estas experiencias que tenemos hacen que siga recordando las palabras registradas en Eclesiastés 11:1: “Envía tu pan sobre la superficie de las aguas, pues con el transcurso de muchos días lo hallarás otra vez.” Parece muy aplicable cuando uno tiene presente que “aguas” en las Escrituras a menudo son símbolo de “pueblos.”
Es apropiado, también, mencionar aquí cuánto apreciamos el servicio fiel e impávido que han desempeñado los tres presidentes de la Sociedad: C. T. Russell, J. F. Rutherford y N. H. Knorr. A medida que ellos han llevado a cabo la voluntad del Maestro, en unión con asociados diligentes, sirviendo alimento espiritual a todo el cuerpo de siervos de Dios en la Tierra al debido tiempo, han sido y son una verdadera inspiración para nosotros.—Mat. 24:45-47.
Teniendo ahora ochenta y un años de edad y trabajando afectado por diversas incapacidades físicas, quisiera instar a todos los que puedan hacerlo a emprender la actividad de predicación de tiempo cabal y permanecer en ella mientras puedan. Yo he obtenido mucha satisfacción al hacerlo, siempre prestando atención a este recordatorio del apóstol Pedro: “Ustedes fueron llamados a este derrotero, porque hasta Cristo sufrió por ustedes, dejándoles dechado para que sigan sus pasos con sumo cuidado y atención.” (1 Ped. 2:21) Con la ayuda de Jehová me propongo continuar en este servicio, reservando mis energías menguantes para la alabanza de Aquel que nos proporcionó su propio Hijo como sacrificio para nuestros pecados y como el Modelo de devoción a su Dios y nuestro Dios.