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  • ¿Cómo afecta a sus hijos su relación con Dios?
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1972
w72 1/11 págs. 649-651

¿Cómo afecta a sus hijos su relación con Dios?

LAS evidencias históricas que se consideraron en el artículo previo sirven para demostrar el hecho de que lo que el padre o la madre hacen tiene efectos profundos en sus hijos, extendiéndose a varias generaciones futuras. El derrotero correcto de la vida adoptado por los padres y su ejemplo adecuado de seguro resultarán en bien para sus hijos, particularmente si los padres son siervos verdaderos de Jehová Dios. Su relación con Dios significa vida para los hijos, con tal que cuidadosamente les enseñen las leyes de Dios e inculquen en ellos obediencia a la autoridad de los padres.

Sin embargo, ¿qué hay de la situación en que uno de los padres es “creyente,” cristiano, pero el otro no? ¿Resulta esta unión, o la continuación de la unión sin separación, en contaminar o hacer inmundo al creyente, y hace inmundos a los niños como consecuencia?

No. ¿Por qué no? Por motivo de los principios justos de Dios, los cuales él sostiene lealmente, y por motivo de su bondad amorosa para con aquellos que le sirven con devoción exclusiva. Consuela a los que están en casas divididas religiosamente, donde uno es creyente y el otro no, al decir en su Palabra: “Porque el esposo incrédulo es santificado con relación a su esposa, y la esposa incrédula es santificada con relación al hermano; de otra manera, sus hijos verdaderamente serían inmundos, mas ahora son santos.”—1 Cor. 7:14.

En los idiomas hebreo y griego, en los que se escribió la Biblia, las palabras derivadas de la palabra hebrea qadhash, que tiene el significado primitivo de “ser brillante, nuevo, limpio,” y de la palabra griega hagios se vierten “santo,” “santificado” y “apartado.” Tanto el uso hebreo como el griego tenían un sentido religioso, espiritual y moral. Por lo tanto, cualquier cosa santificada sería limpia, santa, apartada para el servicio de Dios.

Esta posición limpia delante de Dios se obtiene al ejercer fe en la provisión de Dios por medio de su Hijo. La persona que no ejerce esta fe no ha sido limpiada de su imperfección y pecaminosidad heredadas. Las personas en esta situación, llamadas por el apóstol Pablo ‘incrédulos,’ quizás lleven vidas honradas y morales. Pero no se han separado del mundo sucio. No han aceptado la provisión de Dios para la remoción de su condición pecaminosa, por eso todavía no han sido libertadas de esclavitud al pecado por medio de hacerse seguidores verdaderos del Señor Jesucristo. Estas personas, en sí, no son limpias a los ojos de Dios.—2 Cor. 6:17; Sant. 4:4; Juan 8:34-36.

Note que la declaración del apóstol, en 1 Corintios 7:14, no dice que el incrédulo, debido al vínculo matrimonial, es hecho limpio o santo él mismo. Puede que éste, de hecho, sea una persona que lleve a cabo maldad o prácticas inmundas. Más bien, Pablo dice que el incrédulo es santificado “con relación” al creyente. De modo que Dios considera esa relación o unión matrimonial limpia, como una bondad amorosa al creyente y a los hijos jóvenes.

¿Sobre qué base puede favorecer así Dios a los hijos jóvenes de familias divididas religiosamente? Bueno, el matrimonio es una institución de Dios, y la relación matrimonial es un arreglo adecuado para los humanos. Por lo tanto, cualquier matrimonio adecuado tiene la aprobación de Dios. Él considera a los cónyuges como “una sola carne.” (Mat. 19:5) Por consiguiente, cuando uno de los cónyuges es cristiano fiel, ése no se contamina al continuar viviendo con el incrédulo. El matrimonio es aceptable a Dios. Si no fuera aceptable, los hijos serían como ilegítimos. Pero ahora son considerados santos, limpios. O, si ambos cónyuges son incrédulos, el matrimonio mismo no es condenado, pero los hijos son considerados como sus padres, no santificados o santos para con Dios.

Sin embargo, los hijos que Dios considera como santos sobre la base de mérito paternal son aquellos hijos que todavía no tienen bastante edad para entender a grado cabal lo que se requiere de los que sirven a Dios. No pueden tomar de por sí la decisión trascendental que se requiere de los que llegan a ser discípulos bautizados del Señor Jesucristo. Pero un hecho muy importante que debe tenerse presente es que hasta estos hijos jóvenes tienen que saber lo que significa la obediencia. Tienen que ser obedientes a sus padres. Tienen que ser hijos que en ningún sentido son ingobernables ni practicantes de lo que es malo. (Pro. 20:11) Esto haría imperativo el que los padres, o el padre o la madre que es creyente, enseñe obediencia a los hijos, y también les enseñe la verdad de la Biblia a toda oportunidad.

No solo se requiere que el padre críe a los hijos “en la disciplina y regulación mental de Jehová,” sino que a los hijos también se les da el mandato directo: “Hijos, sean obedientes a sus padres en todo, porque esto es muy agradable en el Señor,” e, “Hijos, sean obedientes a sus padres en unión con el Señor, porque esto es justo: ‘Honra a tu padre y a tu madre’; que es el primer mandato con promesa: ‘Para que te vaya bien y dures largo tiempo sobre la tierra.’”—Efe. 6:1-4, New World Translation; Col. 3:20.

Por consiguiente, si un hijo joven es rebelde y se opone a los mandatos y peticiones de sus padres, si él, cuando está lejos de sus padres, hace cosas que sabe que son contra la voluntad de ellos, o que son incorrectas a los ojos de Dios, si anda con asociados que practican la maldad, entonces ciertamente no puede alegar que tiene derecho a los beneficios del mérito de familia. Él mismo cancela el mérito que su padre o madre o padres cristianos pudieran aportarle a los ojos de Dios, y es inmundo, tal como lo son aquellos con quienes él practica la maldad.—Sal. 50:16-20.

¿Qué significa para el hijo obediente tener el mérito de un padre cristiano o de ambos padres cristianos? Significa que tiene el favor de Dios. Tiene la protección y ayuda de Dios, tal como los tiene su padre o madre cristiano. Él no tiene el juicio de Dios contra él, como lo tiene el mundo. (2 Ped. 2:9; compare con Salmo 37:25, 26.) Cuando Dios ejecute el juicio en los inicuos dejará vivos a estos hijos puesto que los considera limpios, santos, así como es santo el padre creyente.

A la inversa, la Biblia declara: “‘Porque, ¡miren! viene el día que está ardiendo como el horno de fundición, y todos los presuntuosos y todos los que hacen iniquidad tienen que llegar a ser como rastrojo. Y el día que viene ciertamente los devorará,’ ha dicho Jehová de los ejércitos, ‘de modo que no les dejará raíz o rama mayor.’” (Mal. 4:1) Cuando Jerusalén fue destruida en 70 E.C. debido a su infidelidad a Dios, los hijos fueron muertos junto con sus padres. Los cristianos que habían prestado atención a la advertencia profética de Jesús de salir de la ciudad condenada antes que los romanos embotellaran a todos en ella, se salvaron junto con sus hijos.

Así mismo en la destrucción de los inicuos en este sistema de cosas actual aplicará el principio: La prole (la rama mayor) que no se ponga de parte de lo justo por su propia cuenta recibirá el mismo juicio adverso que los padres (la raíz).

La atención especial que Jehová Dios da a sus siervos fieles revela el gran amor y aprecio que él tiene a los que lo aman, y muestra a la vez su habilidad sabia para hacer que “todas sus obras cooperen juntas para el bien de los que aman a Dios.” (Rom. 8:28) Además, la justicia de Jehová queda engrandecida puesto que él logra todo esto dentro de la estructura de sus propios principios declarados.

[Ilustración de la página 650]

El hijo joven que es rebelde cancela el mérito que su padre cristiano pudiera aportarle a los ojos de Dios

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