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  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1972
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1972
w72 15/12 págs. 739-740

¿Por qué tomar en serio las obligaciones?

ENTRE las obligaciones que muchas personas no toman en serio hoy día está la de pagar impuestos. El “eludir o burlar el pago de los impuestos,” dicen los diccionarios, es “defraudar.” Según un ex-funcionario de impuestos estadounidense, “el eludir el pago de impuestos está llegando a ser socialmente aceptable. Muchas personas lo toman por juego.”

Evidentemente muchísimas personas están tratando de demostrar hoy que Benjamín Franklin estuvo equivocado cuando dijo: “En este mundo nada es seguro salvo la muerte y los impuestos.” Entre los ejemplos más notorios de tales personas estuvo un ex-vicepresidente de una de las preponderantes corporaciones siderúrgicas de los Estados Unidos. Durante veintitrés años ni siquiera llenó una declaración de impuestos; un descuido que le costó $70.000 (dólares) de impuestos atrasados, castigos y multas. Aun más notorio fue nada menos que el ex-jefe comisario estadounidense de rentas internas, el Jefe recaudador de impuestos de la nación. No informó $160.000 (dólares) de sus ingresos, por lo cual se le multó con $15.000 (dólares) y recibió una condena de cinco años.

Hay relajación en cumplir uno sus obligaciones en toda esfera de las relaciones humanas... los impuestos solo son un campo. Por eso una revista norteamericana popular de ‘casa y jardín’ se quejó de que hoy a nadie le importa, nadie toma en serio las obligaciones: “Buscamos nuestra propia comodidad y lucro. . . . Los servicios están desmejorando. Es difícil hallar a un reparador que haga un buen trabajo la primera vez. . . . Costosos productos nuevos pierden tiradores y botones como juguetes baratos. Los meseros hacen como si le estuvieran haciendo un favor a uno al servirle. Vendedores chismean mientras uno aguarda. Los consultorios médicos programan citas . . . como si el tiempo de uno no valiera nada. . . . Las empresas de transporte aéreo extravían millares de maletas.”

Entre otros ejemplos que se pudieran citar está el hecho de que cónyuges no toman en serio sus obligaciones. Otra situación aun más extensa es que la gente en general desatiende crasamente sus obligaciones para con su Creador, Jehová Dios.—Job 35:10, 11.

Hay varias razones por las que muchísimas personas no toman en serio sus obligaciones. Por ejemplo, cuando se trata de Dios, la respuesta obvia es: a causa de falta de fe. La actitud de muchísimas personas es que Dios está muerto, o que Dios no ve o no le importa, o que Dios no va a hacer nada en cuanto a ello.—Eze. 8:12; 2 Tes. 3:2.

Cuando se trata de otras obligaciones, muchos tratan de disculparse dando una explicación justificativa. Así muchos justifican el no pagar impuestos sobre la base de que las leyes del impuesto sobre la renta a menudo favorecen a los ricos, o debido a que se paga dinero de impuestos a agricultores ricos para que no cultiven siembras. Cuando a un padre le es difícil hacer que el presupuesto alcance, quizás le parezca que el defraudar en cuanto a impuestos sea el menor de dos males. Por otra parte, un esposo galanteador quizás busque explicación justificativa para el hecho de que comete fraude en cuanto a sus obligaciones para con su esposa sobre la base de que ella es perezosa o no lo aprecia.

¿Por qué debemos tomar en serio nuestras obligaciones para con Dios y nuestro prójimo? Ante todo, porque Dios existe. El mismísimo universo es prueba de su existencia. Él ve todo; “no hay creación que no esté manifiesta a la vista de él, sino que todas las cosas están desnudas y abiertamente expuestas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.” Y como advierte su Palabra: “Los pecados de algunos hombres son públicamente manifiestos, conduciendo directamente al juicio, mas en cuanto a otros hombres sus pecados también se hacen manifiestos más tarde.”—Heb. 4:13; 1 Tim. 5:24.

Debemos tomar en serio nuestras obligaciones porque es lo correcto, lo justo y lo equitativo, lo honrado que hacer. No podemos evitar las implicaciones de la regla áurea, de que debemos tratar a otros como quisiéramos que nos trataran a nosotros. Para tener conciencias limpias, para tener dignidad, es preciso que hagamos esfuerzos sinceros por vivir en armonía con lo que sabemos que es correcto. Hay satisfacción, hay una sensación de fuerza cuando hemos vencido la tentación de defraudar al gobierno, o a nuestro cónyuge o a nuestro prójimo. El que cumple con sus obligaciones es tan denodado como un león, pero el que no lo hace es como la hiena que escurre el bulto.—Pro. 28:1.

Y además, siempre hay la probabilidad de que uno sea sorprendido. En ese caso quizás haya que pagar multas y hasta aguantar encarcelación, sin mencionar nada en cuanto a desenmascaramiento vergonzoso. El mismísimo temor de esas consecuencias debe servir para disuadirlo a uno.

Los padres en particular tienen una responsabilidad en este sentido, tanto para inculcar en su prole la necesidad de tomar en serio las obligaciones como practicar eso ellos mismos. Aun antes de la edad escolar, se les puede enseñar a los niños a aceptar la responsabilidad de atender sus necesidades personales y hacer un hábito de ser ordenados, como en recoger sus juguetes.

Al crecer más se les puede enseñar a hacer cosas para otros, a ayudar a sus hermanos y hermanas más jóvenes, a ayudar a su madre con su trabajo doméstico o ayudar a su padre con los quehaceres que tiene que hacer en la casa. Se les debe enseñar a ser confiables, a cumplir lo que prometen o convienen en hacer. También se les debe enseñar a aceptar la obligación de rendir cuentas por sus hechos. Se les debe enseñar a aceptar las consecuencias de sus propias faltas y no tratar de inventar excusas o culpar a otros. Toda esa disciplina los ayudará a tomar en serio sus obligaciones cuando tengan que obrar por su propia cuenta.

Sin duda, los más interesados de todos en cuanto a tomar en serio sus obligaciones deben ser los ministros cristianos dedicados. Habiéndose obligado a hacer la voluntad de Dios, especialmente tienen que rendirle cuentas a Él. Tienen la obligación de pagar de vuelta las cosas de César a César pero las cosas de Dios a Dios. (Mar. 12:17) Incluido en el pagar de vuelta las cosas de César está el pagar impuestos. El pagar de vuelta las cosas de Dios a Dios incluye el tomar en serio su comisión de dar testimonio del nombre y reino de Dios. (Isa. 43:10-12; Mat. 24:14) También incluye el tomar en serio su obligación de llevar una vida recta, limpia, cristiana. E incluye el tomar en serio su obligación de reunirse con compañeros cristianos con el propósito de animarse mutuamente.—Gál. 5:22, 23; Heb. 10:24, 25.

¿Por qué tomar en serio las obligaciones? En resumidas cuentas, porque Dios lo requiere. Porque es lo correcto, lo prudente, sí lo más remunerador que hacer.

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