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  • Éxito en servir a Jehová a pesar de obstáculos

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  • Éxito en servir a Jehová a pesar de obstáculos
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1974
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  • HALLANDO UNA RELIGIÓN QUE NO EXPLOTA A LA GENTE
  • APRENDIENDO LA VERDAD BÍBLICA Y COMPARTIÉNDOLA CON OTROS
  • SIRVIENDO DONDE LA NECESIDAD ES MAYOR
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1974
w74 1/1 págs. 27-30

Éxito en servir a Jehová a pesar de obstáculos

Según lo relató Florentino Banda

CUANDO fui joven, había dos cosas que me molestaban en cuanto a la religión. No podía aceptar la enseñanza de que el hombre tiene un alma inmortal. Y me repugnaba la preocupación que tenían las iglesias por el dinero; parecía que siempre se estaban haciendo colectas. De modo que decidí, más o menos, evitar la religión.

En 1923, salí de México e inmigré a los Estados Unidos, donde hay una cantidad grande de sectas religiosas. A veces, al pasar junto a las iglesias, entraba simplemente para ver lo que hacía la gente. ¡Efectivamente, de vez en cuando pasaban el platillo de colecta! Decía yo para mí mismo: “¡Explotadores!”

HALLANDO UNA RELIGIÓN QUE NO EXPLOTA A LA GENTE

Vivía en Houston, Texas, en 1928, y en una ocasión pasé junto a la casa de algunos conocidos cuando salían. “¿Adónde van?” pregunté. Me dijeron: “Vamos a una reunión. ¿Le gustaría acompañarnos?” Pregunté: “¿De qué se trata? Porque si tiene que ver con política o religión, no me gusta.” Ellos contestaron: “Tiene que ver con el estudio de la Biblia.”

“¡Ah!,” dije, “¡religión! Quizás en otra ocasión.” Y me fui.

Pasaron varios días, y volví a encontrar a estos conocidos; de nuevo me invitaron a asistir a la reunión. Esta vez, por cortesía, acepté.

Los Estudiantes de la Biblia, como se llamaban entonces los testigos de Jehová, nos recibieron bondadosamente. Pero se me hizo difícil entender las discusiones bíblicas. A pesar de este obstáculo, encontré algo raro. ¿Sabe usted qué? ¡En esta reunión no se hizo ninguna colecta!

Cuando salíamos, alguien me preguntó: “¿Qué le pareció?” Puesto que yo había entendido tan poco, mi respuesta fue: “Pues bien, ustedes son muy amables.” La siguiente vez no hubo necesidad de que me invitaran. Vine solo, ¡y quince minutos antes que comenzara la reunión! Puesto que yo no entendía mucho acerca de la Biblia, ¿por qué era yo tan ansioso y puntual? Bueno, quería ver si se hacía una colecta antes de comenzar la reunión. Pero no se hizo ninguna.

Durante las cuatro reuniones a las que asistí ese mes, no descubrí nada de la colecta. De modo que le pregunté a uno de los Estudiantes de la Biblia: “¿Es ésta la única reunión que tienen ustedes?” Explicó que había otras, una de las cuales se celebraba los domingos por la mañana. Al siguiente domingo estuve allí, ¡porque pensaba que ésta era la ocasión en que se hacía la colecta! Pero aun entonces la colecta no se manifestó.

Pasó otro mes. Seguí asistiendo a las reuniones, pero todavía no se hacía colecta alguna. Cuando volví a preguntar si tenían más reuniones, me dijeron que tenían otra los jueves por la noche, pero en otro lugar. Tomé nota de ello, diciéndome a mí mismo: “Voy a ir a esta reunión porque tiene que ser en este otro lugar que se hace la colecta.”

Pero no se hizo colecta alguna en ninguna de las reuniones. Después de haber pasado otro mes pregunté a uno de los Estudiantes de la Biblia: “¿No pagan renta por el salón? Nunca he visto que se hagan colectas, por eso, ¿quién la paga?” Él explicó que había una caja para contribuciones voluntarias.

Al ver que no había explotación y que se manifestaba amor entre ellos y que también me lo manifestaban a mí, decidí continuar yendo a las reuniones, aunque algunos de mis amigos empezaron a dejar de hablarme por motivo de mi asociación con estos estudiantes de la Biblia.

Pero ¿cómo podría yo servir a Dios con éxito? Sabía tan poco acerca de la Biblia. ¿Cómo podría tener éxito con tal desventaja? Lo pensé y me dije a mí mismo: “Bueno, no sé de qué se trata, pero continuaré asistiendo a las reuniones y con el tiempo llegaré a saber.”

APRENDIENDO LA VERDAD BÍBLICA Y COMPARTIÉNDOLA CON OTROS

Unos tres meses más tarde, en una de las reuniones, se explicó la verdad bíblica acerca del alma. Ahora pude entender que la Biblia no enseña la doctrina de la inmortalidad inherente del alma humana. Ahora sabía con certeza que las iglesias estaban enseñando una doctrina falsa, como había yo sospechado. Aprendí de Génesis 2:7 que “procedió Jehová Dios a formar al hombre del polvo del suelo y a soplar en sus narices el aliento de vida, y el hombre vino a ser alma viviente.” ¡De modo que el hombre mismo era un alma; no tenía un alma inmortal, alguna cosa tenebrosa que simplemente habita en el cuerpo o que puede existir separada de una persona!

Ahora sabía esta verdad bíblica, y me pareció que aunque estaba sumamente limitado en conocimiento bíblico, sin embargo había algo que podía compartir con la gente. Quería decir a otros la verdad acerca del alma, que su alma es realmente usted, y que el alma realmente puede morir. (Eze. 18:4, 20) ¡Y yo quería que la gente supiera que las iglesias enseñaban una falsedad! De modo que inmediatamente pedí un territorio en el cual trabajar de casa en casa. Sin que nadie me dijera qué decir, empecé a tocar las puertas. En cada casa hablaba acerca del alma y les decía que no había tal cosa como un alma inmortal, como las iglesias enseñan acerca de los humanos.

En poco tiempo la gente comenzó a decir acerca de mí: “Allá viene el que nos quita las almas.” Pero no me desanimaba; mi conocimiento aumentaba.

Al continuar asistiendo a las reuniones, aprendí que no toda la gente buena iría al cielo, sino que la mayoría de la humanidad obediente conseguirá la vida eterna en la Tierra. También aprendí que la enseñanza eclesiástica de la Trinidad no era una enseñanza bíblica verdadera. Esta era otra falsedad que yo quería poner de manifiesto. Poco a poco, iba quedando vencido el gran obstáculo de la ignorancia bíblica, y mi conocimiento aumentaba de modo que yo podía ayudar a la gente considerando una variedad de temas. ¡Ya no tenía que hablar únicamente acerca del alma!

Con regularidad le hablaba de la Biblia a uno de mis compañeros de trabajo, y él también progresó en conocimiento bíblico. Finalmente, en 1930, me dijo que quería bautizarse como cristiano verdadero antes de mudarse a México. Más tarde, cuando yo también regresé a México, tuve el gozo de verlo a él y a su familia predicar las verdades de la Biblia de casa en casa.

Ahora yo había decidido servir a Jehová, y lo mostré siendo bautizado en agua el 2 de febrero de 1931. Al asistir a las reuniones, y con la ayuda de mis hermanos cristianos, aprendí a usar la Biblia. ¡Qué bendición el vencer un gran obstáculo! ¡El éxito en servir a Jehová de veras fue posible!

Hacia fines de 1931 fui a Corpus Christi, Texas. Ese mismo año hubo una asamblea del pueblo de Jehová en inglés, y puesto que yo estaba con un amigo que hablaba inglés así como español, me traducía lo que se hablaba desde la plataforma. Aprendí entre otras cosas que había oportunidad de ser precursor o predicador de tiempo cabal de la Palabra de Dios bajo la dirección de la Sociedad Watch Tower, de modo que pedí una solicitud. Fui aceptado, y en 1932 trabajé de predicador de tiempo cabal en el estado de Texas.

SIRVIENDO DONDE LA NECESIDAD ES MAYOR

En abril de 1932, me mudé a México, creyendo que allí había más necesidad de predicadores de la verdad de Dios. Mientras predicaba en Gómez Palacio, Durango, encontré a un señor interesado y volví a visitarlo. Pronto fue conmigo en la obra de predicar, e invitamos a otra familia a asistir a una reunión bíblica. Así comenzamos a formar una congregación. Tiempo después, lo recomendé como superintendente presidente de esa congregación. Todavía enseña la Biblia en esa zona.

En 1934 tuve el privilegio de organizar una congregación en San Pedro, Coahuila. Más tarde en 1935, fui a Parras, Coahuila, donde trabajé, junto con mis compañeros, durante dos meses. Aquí el cura mandaba a las monjas adelante de nosotros a advertir a la gente, diciéndoles que teníamos “libros ateos” y que no nos escucharan. A pesar de este obstáculo, proseguimos. Cuando tocábamos las puertas, algunas personas no salían, y de adentro nos decían: “No queremos nada; ya sabemos lo que traen.” Sin embargo, otras decían: “Nos acaban de decir que ustedes traen unos libros y queremos saber qué clase de libros son.” Muchas de estas personas, habiendo sido despertada su curiosidad por las monjas, aceptaban la literatura bíblica. Por eso a pesar de las acusaciones falsas del cura, dejamos muchas publicaciones bíblicas con la gente.

Mientras predicaba la verdad de Dios en la población de San Buenaventura, Coahuila, compré dos llantas delanteras de un automóvil e hice una carreta con una caja; luego compré un burrito. Así yo ya no tenía que cargar todas mis cosas.

UNA CAMPAÑA DE FOLLETOS CON ÉXITO

Continué predicando en varias poblaciones y me dijeron que había una población minera a cierta distancia. De modo que fui a ese lugar y empecé a hablarle a la gente. En ese tiempo teníamos una campaña para colocar folletos. El primer hombre que encontré tomó un libro y le obsequié el folleto ¿Quién es Dios? Tenía unos 250 ejemplares de este folleto para su distribución. ¿Cuánto tiempo necesitaría para distribuirlos todos?, me preguntaba.

Cuando salí de la casa del primer hombre que encontré, empezaron a repicar las campanas de la iglesia. Resultó que hacía tres años que no se paraba el sacerdote allí, y ahora había venido a efectuar bautismos. Pero antes de hacerlo, juntó suficiente dinero de la gente para llenar tres taleguitas.

Al día siguiente, comencé a visitar a más personas en esta población minera, preguntándome cuál sería la recepción ya que había llegado un sacerdote. ¡Qué sorpresa recibí cuando empezaron a preguntarme: “¿Trae usted el folleto ¿Quién es Dios?”! Cuando terminé de visitar a la gente en la población minera, ¡había colocado todos mis folletos! Pero, ¿cómo sabía toda la gente acerca de este folleto? Lo supe más tarde cuando fui a otro pueblito, y ellos también me pedían este folleto. Le pregunté a una señora: “¿Cómo sabía usted en cuanto al folleto?”

Ella contestó: “El sacerdote nos dijo que este folleto es muy bueno y que debíamos leerlo.” Lo que sucedió fue que la esposa del señor que tomó el libro y a quien le regalé el folleto fue al cura a preguntarle si era bueno el folleto. En ese tiempo en particular, el sacerdote estaba ocupado recogiendo dinero, y, no deseando desistir de esta actividad lucrativa, simplemente le dijo a la mujer: “Sí, es muy bueno, puedes leerlo.” Y así se esparció la noticia, y se me acabaron los folletos en corto tiempo.

PROVISIÓN PARA NUESTRAS NECESIDADES

Más tarde fui a Santiago Papasquiaro, Durango. Mi compañero y yo nos quedamos allí un mes predicando las buenas nuevas, y tuvimos buen éxito. Dejamos tres libros con el presidente municipal entre otros, y le hicimos algunas revisitas. Cuando terminamos este pueblo, empezamos a subir la sierra. Sin embargo, algunas personas nos dijeron que sería difícil porque no halla uno nada que comer allí. ¿Fue la sierra un obstáculo demasiado grande para nosotros? Pensamos que no, y dijimos: “Jehová es quien nos hará la provisión.”

Y sucedía que en cada pueblito al que llegábamos, encontrábamos a un señor a quien le gustaba oír las buenas nuevas del reino de Dios. A veces después de hablar con el señor, él decía: “Queremos que se queden aquí esta noche para que nos platiquen de estas cosas.” En una ocasión un señor nos detuvo dos días para platicar sobre los propósitos de Jehová, y no nos dejó usar nada de los víveres que traíamos, sino que se encargó de nuestras necesidades de alimento.

PRIVILEGIOS ADICIONALES DE SERVICIO

En 1942 me casé, y seguimos predicando las buenas nuevas. Pero en 1946 estuve enfermo durante tres meses. Eché de menos la predicación de tiempo cabal. ¿Podría vencer un obstáculo y volver a empezar? Con la ayuda de Jehová lo hice. En 1949 hasta pudimos emprender los privilegios de predicar como precursores especiales, dedicando así aun más de nuestro tiempo al ministerio del campo. Después de eso, empezando en mayo de 1951, tuve el gozo de comenzar en la obra de circuito, visitando al pueblo de Dios en diversas congregaciones, para animarlos y fortalecerlos. Y fuimos asignados a muchas partes de México en el transcurso de los años.

Después de once años de este servicio, problemas de salud, esta vez de parte de mi esposa, hicieron aconsejable volver a solicitar el servicio de precursores especiales. Con la ayuda de Jehová, hemos tenido el privilegio de ver aumento en cada una de las congregaciones con las cuales hemos servido desde entonces.

A los setenta y dos años de edad, todavía tengo la energía para ser ministro precursor especial, empleando por lo menos 150 horas cada mes en predicar las buenas nuevas. Después de muchos años de experiencia, he llegado a tener mucha confianza en que, a pesar de los obstáculos, es posible tener buen éxito en el servicio de Jehová, con su ayuda.

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