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  • El dar que sí vale
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1976
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1976
w76 15/12 págs. 739-740

El dar que sí vale

¿QUIÉN no aprecia un regalo de alguien que no tenga motivos de conveniencia para darlo? El dar altruista verdaderamente se atrae el afecto del corazón. Pero ¿qué hay del dar que es parte de la celebración de la Navidad? ¿Está libre de motivos egoístas ese dar? Más importante: ¿Satisface los nobles requisitos que la Biblia establece para los que dan regalos? ¿Es algo que de veras valga para con Dios?

Muchas son las personas que dan por sentado que el dar regalos de Navidad está en armonía con las Escrituras. Esto se debe a que creen que la Navidad es un “día santo” que honra a Cristo y que tres “reyes magos” le llevaron regalos al infante Jesús. Pero ¿es ésta la realidad? ¿Qué orígenes tiene en verdad la Navidad?

Un editorial que salió en el número de diciembre de 1974 de MD, una revista médica, declaró: “Esta ocasión festiva, que en algunos países todavía se considera como un día santo y no simplemente como un día de fiesta, combina tanto costumbres religiosas como seglares, la mayoría de las cuales se sacan de fuentes paganas y míticas. . . .

“El 25 de diciembre originalmente era una fiesta del Sol, que tuvo como causa el hecho de que el hombre, cuya vida dependía de la luz y el calor del Sol, temía que el esférico dios dorado no regresara del viaje anual que efectuaba en los cielos. . . . En las heladas tierras septentrionales, el solsticio de invierno era el momento en el cual encender enormes hogueras para prestarle fuerzas al Sol del invierno y devolverlo a la vida. La idea del solsticio de invierno —el regreso de la luz— con el tiempo fue cristalizado en el símbolo del nacimiento de Cristo, la Luz de la humanidad. En el siglo cuarto los Padres de la Iglesia escogieron el solsticio de invierno como la mejor fecha en la cual celebrar el nacimiento de Cristo, y así lo unieron simbólicamente a una fecha de tremenda importancia pagana.”—Pág. 13.

Puesto que la celebración de la Navidad tiene raíces antiguas en lo que no era cristiano, no sería lo razonable esperar que sus rasgos característicos estuvieran en armonía con la Palabra de Dios. Pero ¿no pudiera ser una excepción a esto la característica de dar regalos?

Hay personas que creen que los regalos que los “magos . . . del oriente” le llevaron al niñito Jesús suministran la base para dar regalos de Navidad. (Mat. 2:1, Versión Valera) El relato bíblico dice: “Cuando entraron en la casa vieron al niñito con María su madre, y, cayendo, le rindieron homenaje. También abrieron sus tesoros y le presentaron dones, oro, olíbano y mirra.” (Mat. 2:11) Sin embargo, estos “magos,” que en realidad eran un número no especificado de astrólogos, simplemente hicieron lo que entonces se acostumbraba cuando se visitaba a alguna persona distinguida... en este caso “el que nació rey de los judíos.” (Mat. 2:2) Tocante al origen de dar regalos de Navidad, The Encyclopedia Americana (edición de 1959, tomo VI, pág. 622) dice que de la fiesta romana que honraba al dios Saturno, una fiesta que se celebraba a fines de diciembre, “provino el banquetear elaborado, el dar regalos y el encender velas.”

En vista de los idolátricos antecedentes antiguos del dar regalos de Navidad, ¿resultaría en recibir reconocimiento favorable de Dios el que uno participara en ello? ¿Cómo podría ser así cuando Su Palabra condena el mezclar la adoración verdadera con la oscuridad de la idolatría? Leemos: “¿Qué participación tiene la luz con la oscuridad? Además, ¿qué armonía hay entre Cristo y Belial [Satanás]? ¿O qué porción tiene una persona creyente con un incrédulo? . . . ‘Por lo tanto sálganse de entre ellos, y sepárense,’ dice Jehová, ‘y dejen de tocar la cosa inmunda.’”—2 Cor. 6:14-17.

También, en otros respectos el dar de la Navidad está lejos de lo que las Escrituras recomiendan a los que dan. A menudo ese dar de la Navidad simplemente es un intercambio de regalos. Pocas personas dan regalos sin el propósito de obtener algo de vuelta. No dan por el puro gozo de dar y contribuir a la felicidad de otra persona. Sus acciones demuestran que no aprecian las palabras de Jesucristo, aquel a quien afirman honrar. Jesús dijo: “Hay más felicidad en dar que la que hay en recibir.”—Hech. 20:35.

En vez de ser una celebración que alegre a las personas como resultado de que hayan participado en dar altruistamente, la Navidad con frecuencia tiene un efecto diametralmente opuesto a ése. Puede resultar en preocupación, desilusión y desagrado como resultado de lo que se da y lo que se recibe. “Aun para el individuo ‘normal,’” escribe el doctor Félix Martí Ibáñez, “la Navidad es un período de intensificación de muchos conflictos: el temor a la soledad, la inseguridad financiera, social y emocional... de hecho, el temor a la vida.”—MD, diciembre de 1974, pág. 14.

Porque se sienten obligadas a dar, muchas personas no sienten gozo en ello. Dan simplemente por un sentido de deber. Esto tampoco está en armonía con los principios de la Biblia. Las Escrituras nos dicen: “Que cada uno haga así como lo ha resuelto en su corazón, no de mala gana ni como obligado, porque Dios ama al dador alegre.”—2 Cor. 9:7.

El dar que vale para con Dios también debe ser sin ningún despliegue ostentoso. El dador no debe llamar la atención a sí. Jesucristo instó: “Cuando hagas dones de misericordia, no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha, para que tus dones de misericordia sean en secreto; entonces tu Padre que mira en secreto te lo pagará.” (Mat. 6:3, 4) ¿No ha observado usted que a menudo se pasa por alto este principio durante la Navidad?

Por supuesto, hay quienes quizás tengan motivos correctos al dar. Pero muchísimas personas solo dan porque se sienten obligadas a hacerlo. Su dar no es el dar altruista, sincero, que recomienda la Biblia. Además, sin importar con qué motivo se haga, el dar de la Navidad perpetúa una práctica que está arraigada en la idolatría antigua. Esto es algo que las Escrituras condenan específicamente. Entonces, ¿cómo es posible que el dar de la Navidad valga para con Dios?

Si usted quiere que su dar sea aceptable desde el punto de vista de Dios, ¿no lo pone a usted esto cara a cara con una decisión? ¿No debería usted querer librarse de toda práctica asociada con la idolatría? Al mismo tiempo, ¿no sería un verdadero deleite para usted el dar en otras ocasiones del año, no como obligado, sino alegremente, de corazón?

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