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  • Pablo insta a los gálatas: ‘Estén firmes en la libertad cristiana’

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  • Pablo insta a los gálatas: ‘Estén firmes en la libertad cristiana’
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1976
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1976
w76 15/10 págs. 620-623

Pablo insta a los gálatas: ‘Estén firmes en la libertad cristiana’

EL Creador, el Señor Soberano Jehová, es un Dios de libertad. Creó libres a todas sus criaturas inteligentes y se propuso que continuaran libres. Por eso leemos: “Jehová es el Espíritu; y donde está el espíritu de Jehová, hay libertad.”—2 Cor. 3:17.

Cuando Jesús, el Hijo de Dios, vino a la Tierra, halló al pueblo de Dios en una esclavitud triple. Estaban en esclavitud al pecado heredado. Esto, a su vez, los mantenía en esclavitud a la Ley, porque no podían guardarla cabalmente. Además, sus líderes religiosos los ponían en esclavitud por sus tradiciones e interpretaciones arbitrarias de la Ley. Por consiguiente, entre las buenas nuevas que Jesús predicó estuvo “liberación a los cautivos.” Como dijo a sus seguidores: “Si permanecen en mi palabra, verdaderamente son mis discípulos, y conocerán la verdad, y la verdad los libertará.”—Juan 8:31-36; Mat. 23:4; Luc. 4:17, 18.

Como excelente imitador de Cristo, el apóstol Pablo también predicó las buenas nuevas de libertad. Señaló que, con el sacrificio de Cristo como base, los cristianos habían “sido libertados del pecado” y que al debido tiempo de Dios toda la creación “será libertada de la esclavitud a la corrupción y tendrá la gloriosa libertad de los hijos de Dios.” (Rom. 6:18; 8:21) Entre aquellos a quienes Pablo había predicado las buenas nuevas de libertad estaban las congregaciones de la provincia romana de Galacia, congregaciones que él mismo había establecido en su primera gira misional. Debido a que ciertos judaizantes estaban poniendo en esclavitud a sus “hijos” espirituales nuevamente al insistir en que tenían que circuncidarse, Pablo les escribió una vigorosa carta en algún tiempo entre los años 50 y 52 E.C.—Gál. 4:19.

En aquel tiempo Pablo muy probablemente residía ya o en Corinto o en Antioquía de Siria. Que él realmente escribió esta carta es certísimo. No solo hay en la carta misma mención de Pablo como el escritor de ella, sino que también está claro que la selección de palabras y las emociones que se expresan son de él. Éste está entre los primeros libros de la Biblia que él escribió, o poco antes o poco después de las dos cartas a los cristianos de Tesalónica. El intenso sentir de Pablo con relación al tema de la libertad cristiana está difundido por toda esta carta.

Pablo principia su carta a los gálatas recalcando que él es apóstol, “ni de parte de hombres ni por medio de algún hombre, sino por medio de Jesucristo y por medio de Dios.” Inmediatamente va al grano: Se maravilla de que tan pronto se les haya alejado de las buenas nuevas que les predicó. Entonces declara que “aunque nosotros o un ángel del cielo,” o “cualquiera” que fuera, les llevara unas buenas nuevas que pasaran más allá de lo que él les había llevado, “sea maldito.” Las buenas nuevas que él les había llevado no las había recibido de ningún hombre, sino “por medio de revelación por Jesucristo.”—Gál. 1:1-12.

Para que no pensaran que Pablo desconocía el judaísmo, les menciona, en un breve esbozo autobiográfico, el gran celo que solía sentir por la tradición judía y el progreso que había logrado en ella, “hasta el punto de exceso . . . persiguiendo a la congregación de Dios y devastándola.” Cuando Dios lo llamó para que declarara las buenas nuevas a los gentiles, no se puso “a conferenciar inmediatamente con carne y sangre,” es decir, no consultó inmediatamente con otros discípulos de Jesús, sino que se fue a Arabia. Después de tres años sí fue a Jerusalén para una visita breve, pero solo vio a Pedro y al medio hermano de Jesús, Santiago. (Gál. 1:13-19) Años más tarde volvió a ir allí, pero solo fundándose en una revelación. (Hech. 15:2-21) En aquel tiempo las “columnas” de la congregación vieron cómo Dios estaba utilizando a Pablo para predicar a los gentiles y por eso concordaron en que Pablo continuara haciendo aquello, mientras ellos continuaban predicando a los circuncisos, a los judíos. Pero después de aquello, cuando el apóstol Pedro transigió en cuanto a la libertad cristiana por temor al hombre, Pablo ‘lo resistió cara a cara,’ y lo censuró delante de todos ellos.—Gál. 2:1-14.

Continuando, Pablo les recuerda a los cristianos gálatas que ellos no habían sido declarados justos porque hubiesen guardado la Ley, sino por su fe en Jesucristo. Ahora bien, si se requirieran obras de la Ley, Cristo habría muerto en vano. Entonces Pablo se indigna por el paso que ellos han dado hacia atrás: “Oh gálatas insensatos, . . . ¿recibieron ustedes el espíritu debido a obras de ley, o debido a oír por fe?” ¿Podían efectuar obras poderosas ahora porque trataban de guardar la ley de Moisés, o porque habían recibido espíritu santo de Dios en virtud de su fe en Jesucristo? Entonces acude a las Escrituras Hebreas para recalcar su punto: ‘Abrahán puso fe en Dios y se le contó como justicia.’ Sí, “el justo vivirá a causa de la fe.” Por otra parte, los que tratan de guardar la Ley están bajo una maldición, puesto que no pueden evitar por completo cometer violaciones contra ella.—Gál. 3:1-14.

Jesucristo trajo libertad de la maldición de la Ley al morir en el madero de ejecución y hacer así posible que los de las naciones recibieran la bendición que se había prometido por medio de la descendencia de Abrahán. Sin embargo, como Pablo pasa a mostrar, la Ley no era un mal. Entre otras cosas sirvió “para poner de manifiesto las transgresiones,” y también sirvió como tutor que condujo los judíos a Cristo. En Cristo hay libertad, pues ‘no hay ni judío ni griego, esclavo ni libre, macho ni hembra.’—Gál. 3:16-29.

Continuando en su tema de libertad, Pablo hace notar que antes de que fueran cristianos eran como pequeñuelos. ‘Continuaban esclavizados por las cosas elementales que pertenecían al mundo.’ Pero ahora que Cristo ha venido ha puesto en libertad a los que están bajo la Ley a fin de que en vez de ser esclavos sean libres. ¿Por qué querían ahora regresar a la esclavitud y observar escrupulosamente días, meses, tiempos designados y años? Y ¿ha llegado a ser él, Pablo, enemigo de ellos porque les dice la verdad?—Gál. 4:1-16.

Para ilustrar su punto, Pablo considera a Abrahán y sus dos hijos por Sara y Agar. El pacto de la Ley celebrado en el monte Sinaí se compara a Agar, que fue una sierva y que “corresponde a la Jerusalén de hoy, porque está en esclavitud con sus hijos.” Por otra parte, el pacto abrahámico se compara a Sara, y ella corresponde a “la Jerusalén de arriba [que] es libre, y ella es nuestra madre,” es decir, la madre de los cristianos ungidos.—Gál. 4:21-31.

Después de recalcar este punto Pablo alcanza lo que se puede decir que es el clímax de su carta: “Para tal libertad Cristo nos libertó. Por lo tanto estén firmes, y no se dejen restringir otra vez en un yugo de esclavitud.” Si se circuncidan no solo se separan de Cristo y caen de su bondad inmerecida sino que están obligados a ejecutar toda la Ley. “Ustedes estaban corriendo bien,” les dice, y agrega: “¿Quién les estorbó para que no siguieran obedeciendo la verdad?” El culpable de eso llevará su juicio, sin importar quién sea. De hecho, Pablo está tan vigorosamente en contra de esos pervertidores de las buenas nuevas que dice: “Quisiera que hasta se castrasen los hombres que están tratando de derrumbarlos.”—Gál. 5:1-12.

NO HAY QUE ABUSAR DE LA LIBERTAD

Pablo estaba plenamente consciente de las implicaciones y el riesgo que acompañaban a las buenas nuevas de libertad, porque sabía cómo la naturaleza humana caída se inclinaría a aprovecharse egoístamente de la libertad cristiana. Por lo tanto advierte inmediatamente: “Ustedes fueron llamados, por supuesto, para libertad, hermanos; solamente no usen esta libertad como incentivo para la carne; antes bien, mediante el amor, sírvanse como esclavos unos a otros. Porque toda la Ley queda cumplida en un dicho, a saber: ‘Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo.’”—Gál. 5:13, 14.

CONDUCTA PROPIA DE LOS CRISTIANOS LIBRES

Pablo les muestra a los cristianos que tienen una ayuda para no abusar de su libertad: “Sigan andando por espíritu y no llevarán a cabo ningún deseo carnal.” ¿Cuáles son esos deseos carnales? Pablo los llama las “obras de la carne” y enumera dieciséis de ellas, entre ellas fornicación, inmundicia y conducta relajada, y agrega también “y cosas semejantes a éstas.” “Los que practican tales cosas,” advierte, “no heredarán el reino de Dios.” En contraste con todo eso está el fruto del espíritu, que comprende “amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, fe, apacibilidad, gobierno de uno mismo.” Obviamente, “contra tales cosas no hay ley”; ¡no hay límite para la cantidad del fruto cristiano del espíritu que se nos permite llevar!—Gál. 5:16-23.

Otra cosa que parece preocupar mucho a Pablo es la necesidad de que los cristianos vigilen sus relaciones de unos con otros. Por eso, no contento con recordarles que deben amar a su prójimo como a sí mismos, advierte: “Pero si ustedes siguen mordiéndose y devorándose unos a otros, cuidado que no sean aniquilados los unos por los otros.” Y más adelante agrega: “No nos hagamos egotistas, promoviendo competencias unos con otros, envidiándonos unos a otros.”—Gál. 5:14, 15, 26.

Esta es la línea de pensamiento que Pablo continúa en el capítulo Gál. 6 sexto de su carta. Si alguien da un paso en falso antes de darse cuenta de ello, que los que estén capacitados para hacerlo lo ayuden a reajustarse. Los cristianos tienen que llevar las cargas unos de otros y así cumplir la ley de Cristo. Vez tras vez da advertencia práctica: “No se extravíen: de Dios uno no se puede mofar. Porque cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará . . . Así es que no desistamos de hacer lo que es excelente, porque al debido tiempo segaremos si no nos rendimos. Realmente, pues, mientras tengamos tiempo favorable para ello, obremos lo que es bueno para con todos, pero especialmente para con los que están relacionados con nosotros en la fe.”—Gál. 6:7-10.

Antes de concluir su carta, Pablo una vez más se siente obligado a regresar al asunto de la esclavitud a la Ley. Denuncia los motivos de los que quisieran hacer que los cristianos gálatas volvieran a la esclavitud de guardar el requisito de circuncisión de ésta. Lo hacen para tener motivo para jactarse, para presentar una apariencia agradable según la carne y para evitar persecución. Pero en realidad, ‘ni la circuncisión ni la incircuncisión son nada, sino que lo que es algo es una nueva creación.’ “Y a todos los que hayan de andar ordenadamente por esta regla de conducta, sobre ellos sea paz y misericordia, sí, sobre el Israel [espiritual] de Dios.”—Gál. 6:12-16.

Verdaderamente, en la carta a los gálatas vemos el gran interés de Pablo en sus “hijos” espirituales, su fuerte indignación justa contra los que querían robarles su libertad. Para recobrarlos recurre a sus propias credenciales, a la razón y las Escrituras y entonces les suministra excelente consejo en cuanto a su conducta para que hereden el reino de Dios. Todo esto es excelente exposición de verdades y principios bíblicos y de poderosa exhortación para los cristianos de hoy día.

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