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  • La “navaja alquilada”... la verdadera amenaza
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1977
w77 1/8 págs. 478-479

La “navaja alquilada”... la verdadera amenaza

EN EL transcurso de la historia humana con frecuencia ha sucedido lo inesperado. En unos años, naciones que en otro tiempo infundieron temor en otras han caído en la impotencia. Habría sido difícil predecir estas cosas que sucedieron en el pasado. Sin embargo, a veces Jehová Dios reveló de antemano, por medio de sus profetas, la manera en que se desenvolverían los acontecimientos. Hoy los cumplimientos de muchas de estas profecías son asunto de registro histórico y sirven para fortalecer nuestra fe en que más profecías sin duda se cumplirán.

Lo asombroso en cuanto a las profecías de la Biblia es que pudieran señalar a acontecimientos que parezcan ser completamente contrarios a las tendencias que al momento existen. Una notable ilustración de esto es la palabra que Jehová le dirigió al rey Acaz de Judá por medio del profeta Isaías. En aquel tiempo en particular, en el siglo ocho a. de la E.C., el reino de diez tribus de Israel formó una alianza con Siria. Esta combinación siro-israelita se resolvió a destronar al rey de Judá y reemplazarlo con un hombre que no era de la línea real de David. (Isa. 7:1, 2, 6) Sin embargo, por medio del profeta Isaías vino la revelación divina de que esto fracasaría, y de que la verdadera amenaza vendría desde otra dirección.—Isa. 7:7-9, 17.

Leemos en el libro de Isaías: “Por medio de una navaja alquilada en la región del Río [Éufrates], aun por medio del rey de Asiria, Jehová afeitará la cabeza y el pelo de los pies, y ella barrerá hasta la barba misma.” (Isa. 7:20) Acaz, careciendo de fe en la palabra que Jehová había enviado por Isaías, apeló a Asiria por ayuda contra la alianza siro-israelita. No creyó que el rey de Asiria, obrando como navaja, fuera a acarrearle ruina al reino de Judá, afeitándole todo el pelo como a un hombre a quien hubieran despojado de todas sus vestiduras.

La devastación que los asirios causarían en la tierra de Judá hasta afectaría lo que la gente comería. Continúa la profecía de Isaías: “Tiene que ocurrir en aquel día que un individuo conservará vivas una novilla de la vacada y dos ovejas. Y tiene que ocurrir que, debido a la abundancia de la producción de leche, comerá mantequilla; porque mantequilla y miel será lo que comerán todos los que queden en medio del país. . . . Y todas las montañas que se limpiaban con azadón de todas las plantas molestas... no irás allá por temor de las zarzas y las malas hierbas; y ciertamente llegará a ser un lugar donde soltar los toros y terreno de holladura para las ovejas.”—Isa. 7:21, 22, 25.

Como resultado de la invasión asiria, la tierra que anteriormente había estado cultivada llegaría a verse ahogada por zarzas y malas hierbas. Por lo tanto, para alimentarse la población que quedara tendría que depender en gran parte de productos lácteos y miel silvestre. Puesto que habría suficientes pastos al tomar en cuenta la devastación, los animales que hubieran sido conservados con vida producirían con abundancia para una población en gran parte reducida.

Adicionalmente, los animales salvajes se pondrían a morar en lo que anteriormente era lugar de vides. Evidentemente aludiendo a la necesidad de protección contra éstos, la profecía de Isaías declara: “Tiene que ocurrir en aquel día que todo lugar donde antes había mil vides, que valían mil piezas de plata, llegará a ser... para las zarzas y para las malas hierbas llegará a ser. Con flechas y el arco irá allá, porque todo el país llegará a ser meras zarzas y malas hierbas.” (Isa. 7:23, 24) Sí, el individuo tendría que estar preparado para defenderse con arco y flechas contra las bestias salvajes que estuvieran al acecho en las vides desoladas.

¿Participaron los asirios en poner a la tierra de Judá en una condición de ruina? Sí, durante el reinado de Ezequías hijo de Acaz, el monarca asirio Senaquerib invadió a Judá y fue capturando una ciudad fortificada tras otra. (Isa. 36:1) Sus anales existentes informan: “En cuanto a Ezequías, el judío, no se sometió a mi yugo, sitié 46 de sus ciudades fuertes, fortalezas amuralladas y al sinnúmero de aldehuelas en sus alrededores, y (las) vencí . . . Eché (de ellas) a 200,150 personas, jóvenes y viejos, varones y hembras, caballos, mulas, asnos, camellos, ganado grande y pequeño sin número.” (Ancient Near Eastern Texts, editados por J. B. Pritchard, pág. 288) Aunque quizás haya exageración en la declaración de Senaquerib, no obstante nos da un cuadro breve de una devastación que encaja con la palabra profética.

La profecía acerca de la “navaja alquilada” es solo una de las muchas que contienen las Santas Escrituras. Ésta, junto con las otras, suministra fuerte evidencia de que el mensaje de la Biblia no es de origen humano, sino inspirado por Dios. Por eso debemos prestarle atención. Esto puede resultar en el mejor modo de vivir ahora y encierra promesa de vida eterna en un justo nuevo orden de hechura divina.—2 Ped. 3:13; Rev. 21:3-5.

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