Josué testifica de la fidelidad de Jehová
LA CONFIABILIDAD del fiel Soberano universal Jehová Dios está en contraste notable con el fracaso de los gobernantes humanos en cuanto a cumplir sus promesas. Él es un Dios que siempre cumple sus promesas, que desempeña lo que le corresponde en todo pacto que celebra con sus criaturas. Correctamente, el profeta Moisés lo llamó “Dios de fidelidad.”—Deu. 32:4.
Josué, el sexto libro de la Biblia, en realidad es un registro de cómo Jehová Dios cumplió fielmente las promesas que hizo a la nación de Israel y a los antepasados de ésta. Vez tras vez prometió darles la tierra de Canaán. De hecho, aquella zona llegó a llamarse la Tierra Prometida.a Además, Jehová le aseguró a Josué éxito en todas sus empresas, con la condición de que se adhiriera a la ley de Dios. Josué sí obedeció y Jehová, en fidelidad a su promesa, le otorgó buen éxito.—Jos. 1:8.
AUTENTICIDAD Y AUTORÍA
Como muchos otros libros de las Escrituras Hebreas, el libro de Josué ha sido objeto de ataque. Algunos lo llaman un “romance,” otros alegan que “carece totalmente de carácter histórico.” Pero esos ataques no tienen fundamento sólido. ¿Cómo pudiera ser este libro una obra fraudulenta de escritura al tomarse en cuenta la manera en que honra al Creador, Jehová Dios, como el Cumplidor de Promesas? ¿Cómo pudiera alegarse eso en vista de las vehementes exhortaciones del libro a la fidelidad y el candor con el cual registra las fallas del pueblo de Dios? Además, el libro tiene todas las señales inequívocas de un relato contemporáneo. Hacen patente esto los muchos detalles que se suministran tanto en lo que toca a tiempo como a la ubicación geográfica de los sucesos que se narran.
También testifican vigorosamente a favor de su autenticidad las muchas referencias que posteriormente hacen escritores de la Biblia a los acontecimientos que están registrados en el libro de Josué. Vez tras vez los salmistas los mencionan, y también el gobernador Nehemías, el profeta Isaías, el primer mártir cristiano Esteban, el apóstol Pablo y el discípulo Santiago.b Sin duda estos escritores inspirados no habrían hecho eso si hubiese habido incertidumbre en cuanto a lo fáctico de los acontecimientos que se registran en el libro. Además, en 1 Reyes 16:34 hallamos el cumplimiento de la maldición que pronunció Josué sobre el hombre que reedificara a Jericó.—Jos. 6:26.
El que haya sido Josué mismo el escritor del libro es una conclusión sumamente razonable. Puesto que él sucedió a Moisés como caudillo de Israel, lógicamente él continuaría el registro de la historia de su pueblo que comenzó Moisés. Esta ha sido la firme convicción de los doctos judíos de tiempos pasados así como la de los cristianos primitivos. Además, aproximadamente una docena de veces aparece la expresión ‘hasta este día,’ lo que indica que el escritor fue contemporáneo de los acontecimientos que registra. También tenemos el testimonio directo: “Escribió Josué estas palabras en el libro de la ley de Dios y tomó una piedra grande y la erigió allí debajo del árbol macizo que está junto al santuario de Jehová.”—Jos. 24:26.
Parece que el libro de Josué se divide en cuatro partes principales: Los Jos. capítulos 1 al 5 tratan de los acontecimientos que sucedieron desde el tiempo de la muerte de Moisés hasta el principio de la conquista del país; los Jos. capítulos 6 al 12 hablan de la conquista de Canaán; los Jos. capítulos 13 al 22 tratan de la división de aquella tierra; y los Jos. capítulos 23 y 24 contienen los mensajes de despedida de Josué, que nos recuerdan los discursos de despedida de Moisés a Israel.
SUCESOS QUE PRECEDIERON A LA CAÍDA DE JERICÓ
Este libro por el sucesor de Moisés principia con la seguridad que se dio de que Jehová estaría con Josué tal como había estado con Moisés... si Josué leía con cuidado y fielmente la Palabra de Dios día y noche y obraba en armonía con ella. (Jos. 1:1-9) Habiendo recibido este estímulo, Josué ordenó a su pueblo que se preparara para atravesar el Jordán. Sin embargo, primero envió a dos hombres para espiar el país y en particular a Jericó. Estos entraron en la casa, que bien pudo haber sido una posada, que atendía Rahab la ramera. Esta mujer les dijo que en toda Jericó había cundido el temor a los israelitas y les habló de la fe de ella en Jehová Dios. Por haber escondido a los dos espías de los hombres enviados por el rey para aprehenderlos, ella obtuvo una promesa de que, cuando los israelitas tomaran a Jericó, a ella y su casa se les perdonaría.—Jos. 1:10-2:24.
Después que los espías se hubieron presentado ante él, Josué, junto con todo su pueblo, se levantó temprano para cruzar el Jordán. Al frente estaban los sacerdotes que llevaban el arca del pacto. Cuando éstos avanzaron, y de hecho pisaron las aguas del Jordán, que se hallaba en su etapa de inundación, Jehová, cumpliendo fielmente su promesa, dividió las aguas e hizo que los israelitas pudieran cruzar sobre tierra seca. Para conmemorar este milagro, Josué hizo que los israelitas colocaran como pilar o columna en el lugar donde acamparon aquel día unas piedras tomadas de en medio del Jordán. Luego, Josué ordenó la circuncisión de todos los varones, después de lo cual se celebró la Pascua. Entonces empezaron a comer del fruto de la tierra, y Jehová cesó de proveerles maná. Josué recibió consoladora seguridad cuando apareció ante él el angélico “príncipe del ejército de Jehová.”—Jos. 3:1-5:15.
LA CONQUISTA DE CANAÁN
En obediencia a las instrucciones divinas, los israelitas marcharon en torno de Jericó una vez al día durante seis días. El séptimo día marcharon siete veces alrededor de la ciudad. La procesión consistía de un ejército bien equipado, y también de los sacerdotes que, tocando cuernos de carnero, acompañaban el arca del pacto. En la última vuelta alrededor de la ciudad en aquel día final, cuando los sacerdotes tocaron sus cuernos el pueblo gritó y, tal como lo había dicho la palabra de Jehová, los muros de Jericó cayeron. Los soldados israelitas marcharon directamente adentro y pasaron a cuchillo a todos los habitantes, así como todo su ganado, y quemaron la ciudad con fuego. Solo Rahab y los parientes de ella en su casa fueron perdonados.—Jos. 6:1-27.
Enseguida Josué y su pueblo pasaron a atacar a Hai. Sin embargo, aquí, para gran consternación de ellos, fueron derrotados. Josué se postró delante de Jehová, y preguntó qué significaba este resultado contrario al esperado. Él estaba preocupado especialmente con lo que le sucedería al nombre de Jehová si su pueblo fuese destruido. Jehová contestó diciéndole que se había cometido infidelidad en relación con la destrucción de Jericó. Por medio de suertes, Josué detectó al culpable, Acán de la tribu de Judá, que había tomado despojo en oposición a las instrucciones explícitas de Jehová. Después que Acán y su familia y todo lo que era de él fueron destruidos, Israel de nuevo tuvo buen éxito, y tomó tanto a Hai como a la ciudad de Betel. Después, en obediencia a la instrucción que había dado Moisés, seis tribus de los israelitas fueron situadas enfrente del monte Gerizim y seis tribus enfrente del monte Ebal, y Josué les pronunció la bendición y la invocación de mal.—Deu. 11:29; Jos. 7:1-8:35.
Adelantando en el relato, leemos de como los hombres de Gabaón pidieron la paz con Israel. A causa de esto las naciones circunvecinas se presentaron para atacar a los gabaonitas, quienes entonces pidieron ayuda a Josué. Éste vino al rescate de ellos mediante marcha forzada. Fue durante esta batalla que Josué pidió al Sol y la Luna que se detuvieran. Éstos se detuvieron por aproximadamente un día entero, lo cual permitió que Israel pudiera completar su destrozo de las fuerzas combinadas que habían amenazado a los gabaonitas. En esta ocasión de nuevo Jehová resultó ser el Dios fiel. No solo contestó la petición de Josué, sino que hizo descender grandes piedras de granizo, las cuales mataron más enemigos de los que habían matado los guerreros israelitas.—Jos. 9:1-10:15.
Después de eso, Josué y su ejército conquistaron a los cananeos al sur y al oeste y luego en el norte. Repetidamente Israel ganó la victoria sobre fuerzas enemigas combinadas. En total derrotaron a 31 reyes.—Jos. 10:16-12:24.
LA DIVISIÓN DE LA TIERRA
Al registrar la división de la tierra, Josué lógicamente empezó con la repetición de que las tribus de Rubén, Gad y la mitad de la tribu de Manasés habían recibido su herencia al este del Jordán (por propia petición, puesto que era tierra de pasto ideal y ellos tenían grandes rebaños). Toda la tierra al oeste del Jordán se dividió por medio de echar la suerte, principiando con la tribu de Judá. Se hizo provisión para seis ciudades de refugio, en las cuales hallarían abrigo los que fueran homicidas por accidente. Estas ciudades estarían entre las 48 ciudades asignadas a la tribu de Leví, que no tenía herencia separada en la tierra.—Jos. 13:1-21:42.
Al concluir el relato de la división de la tierra, Josué recalcó: “Jehová le dio a Israel toda la tierra que había jurado dar a sus antepasados . . . No falló ni una promesa de toda la buena promesa que le había hecho Jehová a la casa de Israel; todo se realizó.”—Jos. 21:43-45.
Después de esto los guerreros de las dos tribus y media cuyo territorio estaba al oriente del Jordán, pero que habían ayudado a sus coterráneos israelitas a tomar posesión de la tierra, regresaron a su propia herencia. Cuando edificaron un altar como monumento, la mala interpretación de esto como un acto de apostasía produjo una crisis temporera. Pero cuando se explicó que el altar se había edificado simplemente para que sirviera de testimonio delante de Jehová, y no era para sacrificio, los demás israelitas quedaron satisfechos.—Jos. 22:1-34.
DISCURSOS DE DESPEDIDA DE JOSUÉ
Al percibir que no viviría por mucho más tiempo, Josué reunió ante sí a todos los hombres de mayor edad, los cabezas, jueces y oficiales de Israel. Les recordó lo que Jehová había hecho a favor de ellos, tal como había prometido, y entonces instó: “Tienen que ser muy animosos para guardar y hacer todo lo que está escrito en el libro de la ley de Moisés, nunca apartándose de ello a la derecha ni a la izquierda.” Después de advertirles lo que les acaecería si resultaban infieles, de nuevo les recordó: “Ustedes bien saben con todo su corazón y con toda su alma que ni una sola palabra de todas las buenas palabras que Jehová su Dios les ha hablado ha fallado. Todas se han realizado para ustedes. Ni una sola palabra de ellas ha fallado.”—Jos. 23:1-16.
Luego, después de convocar a todo Israel en Siquem, Josué les dio el mensaje de Jehová en el cual Jehová relató la historia de ellos, desde el tiempo de Abrahán hasta cuando salieron de Egipto, moraron en el desierto, atravesaron el Jordán y ahora habían tenido buen éxito en tomar la tierra de Canaán. En vista de todo esto, Josué instó a su pueblo a temer a Jehová Dios y a adorarlo a él únicamente. Pero, “si es malo a sus ojos servir a Jehová, escójanse hoy a quién quieren servir. . . . Pero en cuanto a mí y a mi casa, nosotros serviremos a Jehová.” Con aprecio, el pueblo contestó que sería inconcebible el que ellos sirvieran a dios alguno que no fuera Jehová.—Jos. 24:1-18.
Sin embargo, Josué no se conformó con aquello. Más bien, les recordó: “Ustedes no pueden servir a Jehová, porque él es un Dios santo; es un Dios que exige devoción exclusiva. Él no perdonará su sublevación y sus pecados.” A su vez el pueblo insistió: “¡No, sino que a Jehová serviremos!” Josué contestó a eso: “Ustedes son testigos contra ustedes mismos de que de su propia cuenta se han escogido a Jehová, para servirle.” Ellos contestaron a esto: “Somos testigos.” De modo que Josué celebró un pacto con el pueblo en armonía con aquello.—Jos. 24:19-28.
Poco después de eso Josué murió, a los 110 años de edad. Y leemos que “Israel continuó sirviendo a Jehová todos los días de Josué y todos los días de los ancianos que extendieron sus días después de Josué y que habían conocido toda la obra de Jehová que él hizo por Israel.” (Jos. 24:29-31) Indudablemente todos éstos habían visto cuán fiel es Jehová Dios, que cumple todas sus promesas.
Hoy nosotros podemos sacar provecho del libro de Josué, tal como lo hizo notar el apóstol Pablo: “Todas las cosas que fueron escritas en tiempo pasado fueron escritas para nuestra instrucción, para que por medio de nuestra perseverancia y por medio del consuelo de las Escrituras tengamos esperanza.” Sí, el libro de Josué fortalece la esperanza que tenemos en que todo lo que Jehová Dios ha prometido ciertamente lo realizará.—Rom. 15:4.
[Nota]
a A Abrahán (Gén. 13:15); a Isaac (Gén. 26:3); a Jacob (Gén. 35:12); a Moisés (Éxo. 3:8). Vea también las referencias de Moisés a esta promesa, como en Levítico 25:2; Números 14:31; Deuteronomio 4:22; 5:33; 6:10; 7:1; etcétera.
b Sal. 44:1-3; 78:54; 105:42-45; 135:10-12; 136:17-22; Neh. 9:22-25; Isa. 28:21; Hech. 7:45; 13:19; Heb. 4:8; 11:30, 31; Sant. 2:25.
[Ilustración de la página 25]
Josué estudiaba fielmente las leyes de Jehová “día y noche”