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  • Un tiempo de esperar con paciencia
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1979
w79 15/3 pág. 19

Un tiempo para esperar con paciencia

En el siglo octavo a. de la E.C. existía una situación lamentable entre los israelitas. El profeta Miqueas declaró: “¡Lástima para mí, porque he llegado a ser como los frutos del verano recogidos, como el rebusco de una vendimia! ¡No hay racimo de uvas que comer, ningún higo temprano, que mi alma desearía! El leal ha perecido de la tierra, y entre la humanidad no hay ningún recto. Todos ellos, para derramamiento de sangre asechan. Cazan, cada uno a su propio hermano, con una red barredera. Sus manos están sobre lo que es malo, para hacer esto bien; el príncipe está pidiendo algo, y el que está juzgando lo hace por la recompensa, y el grande habla del deseo vehemente de su alma, el suyo mismo; y lo entretejen. El mejor de ellos es como un abrojo, el más recto de ellos es peor que un cerco de espinos.”—Miq. 7:1-4.

Evidentemente Miqueas habla de sí mismo como si fuera la nación personificada. La nación parecía un huerto o una viña de la cual se ha recogido el fruto. No queda ni un racimo de uvas. No hay siquiera un deseable higo temprano. Esta comparación era apropiada debido a que era difícil hallar a personas leales y rectas. La mayoría de la gente andaba buscando la sangre de su congénere. La competencia era fiera. No había interés en el bienestar de las demás personas. El amor faltaba por completo. Para dar adelanto a sus propios fines, los individuos fraguaban tramas para entrampar a sus compañeros; los cazaban como con una red barredera. Tenían las manos plenamente ocupadas en hacer lo malo. En esto resultaban muy aptos, ‘lo hacían bien.’

La decadencia moral había llegado a los más altos niveles de la sociedad. Los príncipes o caudillos de la nación ‘pedían algo,’ pues buscaban con codicia un pago. Los jueces aceptaban sobornos y pervertían la justicia. Hombres acaudalados y prominentes expresaban sus deseos, y los jueces les daban lo que deseaban. De este modo, príncipes, jueces y otros hombres de influencia cooperaban inicuamente en un inicuo tramar, ‘entretejiéndolo.’ Hasta el mejor entre ellos era como un punzante abrojo o un cerco de espinos. Tanto el abrojo como el cerco de espinos pueden rasgar la ropa y herir dolorosamente la carne del que pasa a su lado. Así, también, los desaforados del tiempo de Miqueas eran traicioneros, punzantes y dañinos. Por tal deplorable situación, Miqueas pudo decir a los israelitas: “El día de tus atalayas, de que se te dé atención, tiene que venir. Ahora ocurrirá el confundirlos.” (Miq. 7:4) Los “atalayas” eran los profetas. Por eso, ‘el día de los atalayas’ quizás designe el tiempo en que Jehová tomaría acción contra los inicuos en cumplimiento de lo que los profetas habían proclamado. La ejecución del juicio de Jehová confundiría o dejaría perpleja a la gente desaforada.

La corrupción era tan grande que ni siquiera las relaciones de familia unían a la gente en vínculos de amor. Por eso, el profeta podía dirigir a compañeros israelitas estas palabras: “No pongan su fe en un compañero. No cifren su confianza en un amigo íntimo. De la que se reclina en tu seno guarda las aperturas de tu boca [es decir, vigila lo que dices]. Porque hijo desprecia a padre; hija se levanta contra su madre; nuera contra su suegra; los enemigos de un hombre son los hombres de su casa.”—Miq. 7:5, 6.

¡Imagínese, no se podía confiar en los amigos de uno... esposa, padre, madre e hijos! Dentro de su propia casa el hombre tendría enemigos.

Sencillamente sería imposible que tal situación continuara. Exigía acción por parte del Dios de la justicia, Jehová. Mientras tanto, había que esperar con paciencia. La profecía declara: “Pero en cuanto a mí, es por Jehová que me mantendré vigilante. Ciertamente mostraré una actitud de espera por el Dios de mi salvación. Mi Dios me oirá.”—Miq. 7:7.

De manera semejante, nosotros hoy día debemos estar dispuestos a esperar pacientemente que Jehová Dios tome acción contra toda injusticia. Su juicio adverso contra el sistema de cosas actual se ejecutará con tanta seguridad como se ejecutó su juicio contra los israelitas desaforados, ¡y eso sucederá muy pronto!

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