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  • Criando a mis hijos sin esposo
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1979
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1979
w79 1/9 págs. 28-31

Criando a mis hijos sin esposo

¿SE ENFRENTA usted a la situación de tener que criar a sus hijos sin la ayuda de un esposo? ¿Teme que no podrá aguantar la pesada responsabilidad? Esta fue la situación en la cual yo misma me encontré.

Por experiencia personal, estaba al tanto de los problemas y decepciones que esperan a los muchachos a medida que crecen, y me resolví a prepararlos para hacer frente a estas cosas.

UNA INFANCIA TURBULENTA Y CONFUSA

Nací en Austria unos años antes de que empezara la II Guerra Mundial. Todavía tengo vivos recuerdos de los últimos ayes del insensato derramamiento de sangre que barrió por nuestro país en 1945. Soldados alemanes exhaustos por la guerra, medio muertos de hambre y de sed, fueron llevados al cautiverio en lo que daba la apariencia de ser una columna sin fin. A los lados de las carreteras había heridos y muertos.

Ante mí se había desplomado un mundo, un mundo al cual mis padres habían alabado hasta aquel mismísimo instante. Además, el entrenamiento que había recibido en las diferentes asociaciones de jóvenes de tendencias nacional-socialistas ensalzaban aquel mundo como el único por el cual valía la pena vivir y luchar. Pero ahora aquel mundo estaba en ruinas. Confusa, me preguntaba a mí misma, y preguntaba a otros: ‘¿Cuál es el verdadero significado de la vida?’

En aquellos turbulentos días nadie hallaba tiempo para interesarse en mis preguntas. Así que, en busca de respuestas, me dirigí a mi religión —la de la Iglesia Católica Romana— que hasta aquel momento no había ocupado un lugar importante en mi vida. Hábilmente, los representantes de ésta se aprovecharon del mundo emocional todavía desequilibrado de una adolescente. Me pusieron en contacto con conciertos de música religiosa, impresionantes servicios religiosos en catedrales antiguas y famosas y con literatura que exaltaba un curso de vida de sacrificio en aislamiento. Como resultado, decidí ingresar en un convento.

Me enteré de planes que se hacían para un viaje a Roma. Sin embargo, me sentía deprimida porque sabía que mi situación económica no me permitiría ir. ¡Cuánto me alegré cuando un cura anciano ofreció pagarme el viaje! Teníamos que considerar más detalles en cuanto a este asunto en su oficina. Con gozo y llena de agradecimiento y buena fe, me di prisa en visitarlo. ¡Qué sobresalto experimenté cuando comenzó a hacer requerimientos inmorales! ¡Apenas logré salir del salón sin que abusara de mí! Perturbada y profundamente desilusionada, comencé a ver la religión de manera más crítica.

Todavía pensaba que el amar a Dios y servirle era la meta más significativa de la vida. Pero, ¿cómo podía lograrse aquello? Más adelante, mientras trabajaba en la oficina de un tribunal, sucedió algo que me convenció aún más de que aquello no podía lograrse dentro de la Iglesia Católica. La Iglesia había provisto uno de los mejores abogados del país para defender a un cura que había abusado sexualmente de varias jovencitas, a pesar de que en las vistas anteriores al juicio se había establecido su culpabilidad.

FUENTE DE VERDADERA SABIDURÍA

Pasaron los años y me casé a principios de la década de los cincuenta y llegué a ser madre de dos hijos. Fue entonces cuando surgieron de nuevo las preguntas acerca del significado y propósito de la vida, que más o menos habían quedado relegadas al fondo de mis pensamientos. Comencé a pensar seriamente en el futuro de mis pequeñuelos. Estaba determinada a lograr que, cuando ellos tuvieran que enfrentarse a las situaciones de la vida, jamás tuvieran que hallarse perdidos, sin respuestas satisfacientes, como había sucedido en mi caso durante mi juventud.

Jamás había estado tan consciente de la ineptitud de la sabiduría humana como en aquel tiempo. Me dirigí a Dios en oración. Poco después me visitó un testigo de Jehová y me explicó el grandioso propósito de Dios con relación a su reino —un gobierno efectivo, real— que traería paz duradera a la humanidad. (Mat. 6:9, 10; Rev. 21:3, 4) Con el tiempo, se hizo más fuerte mi convicción de que lo que estaba aprendiendo en aquellas consideraciones bíblicas era la verdad que había estado buscando por tanto tiempo.

Al principio mi esposo aprobó mi actividad y hasta tomó parte en el estudio bíblico. Sin embargo, la situación cambió abruptamente cuando se dio cuenta de la obligación de observar estrechamente los principios morales de la Palabra de Dios. La inclinación hacia un derrotero de vida disoluto hizo que finalmente dejara el estudio bíblico, y hasta se opusiera a mí de manera enconada. Así que me separé de aquel cónyuge adúltero. Como resultado, perdí una casa preciosa y seguridad económica, pero obtuve libertad para enseñar a mis hijos la Palabra de Dios sin interferencia.

ESTABLECIENDO Y CULTIVANDO METAS

Consideré en oración el consejo bíblico que se dirige a los padres y dice: “Entrena al muchacho conforme al camino para él; aun cuando se haga viejo no se desviará de él.” (Pro. 22:6) En armonía con este consejo, me resolví a hacer lo mejor que pudiese para dar a mis hijos una formación que significara que llegaran a ser vasos útiles para el servicio de Jehová.

Primeramente, esto significó el poner ante mis chicos la meta de emprender la actividad de predicar de tiempo completo cuando crecieran. Desde luego, me daba cuenta de que el propio deseo de ellos de servir a Jehová sería en último caso la base para que emprendieran el servicio de tiempo completo. Por eso, para cultivar en ellos aquel deseo, conducía con ellos un estudio bíblico regular adaptado a sus necesidades.

En aquel tiempo no teníamos los dos excelentes libros Escuchando al gran maestro y Tu juventud... aprovechándola de la mejor manera. Así que había que hacer mucha investigación en las publicaciones bíblicas para hallar consejo sobre ciertos problemas que surgían. Al darme cuenta de que las experiencias de la vida real de la gente producen vigorosa impresión en la mente, hice arreglos para que nuestro grupo familiar leyera y considerara junto estas experiencias, especialmente las que se hallan en la Biblia.

Así que, con el tiempo, los muchachos llegaron a estar bien relacionados con personajes como Acán, Guejazi, Ananías y Zafira. ¿Por qué con éstos? Porque sus experiencias revelan la manera en que Jehová ve a los codiciosos y a los que mienten y roban. (Jos. 7:1-26; 2 Rey. 5:1-27; Hech. 5:1-11) Entonces, para tratar con el problema de la desobediencia, considerábamos a Adán y Eva o la gente que murió en el diluvio global y en Sodoma y Gomorra. Cuando surgía el asunto de la envidia era provechoso considerar el ejemplo de los hermanos de José. También solíamos leer acerca de hombres, mujeres y niños que fueron siervos leales de Dios y se habían esforzado por reflejar las excelentes cualidades de Dios.

Como parte adicional de su entrenamiento, nunca dejaba de llevarlos a las reuniones cristianas. Preparábamos comentarios juntos y yo los estimulaba a expresarse en las reuniones. Además, nos manteníamos al día con el programa de la lectura bíblica de la Escuela Teocrática y orábamos juntos con regularidad. Los entrené personalmente en hablar con otros acerca de la Biblia; desde mostrarles cómo dar una hoja suelta al amo de casa hasta hacer breves presentaciones de temas bíblicos, hacer revisitas y conducir estudios bíblicos en los hogares de la gente.

Dedicábamos nuestro tiempo libre a asociarnos con los que participaban en la obra de predicar de tiempo completo y con otros cristianos maduros y sus familias. Y a pesar de nuestra modesta situación económica, siempre me encargaba de que fuéramos a las asambleas de circuito y distrito y también a las internacionales. Allí nos sentábamos juntos y escuchábamos el programa.

AFRONTANDO PROBLEMAS EN LA ESCUELA

Al principio de cada año escolar repasaba los libros de texto de mis hijos. Me sorprendía ver la frecuencia con la cual estos libros propagaban puntos de vista antibíblicos, tales como el de que los seres humanos surgieron de formas inferiores de vida. La celebración de días de fiesta y ceremonias patrióticas estaban entre los asuntos de los cuales hablábamos. Considerábamos, de acuerdo con la Palabra de Dios, la posición apropiada que se debía adoptar en supuestas situaciones que pudieran surgir. Además, hablábamos acerca del vicio de las drogas, la homosexualidad, el concertar citas, el grado al cual participar en los acontecimientos deportivos de la escuela y así por el estilo.

¿No se preocuparía usted y se llenaría de inquietud si algún día un hijo suyo le revelara que: “En nuestra clase hay un muchacho dado al vicio de las drogas,” o: “Un homosexual ha estado molestando repetidas veces a mi amigo Otto”? Nunca adopté el punto de vista de que estas cosas no podían influir en mis hijos. Por el contrario, consideraba que estas situaciones eran serias. Juntos considerábamos artículos de La Atalaya y ¡Despertad! que trataban estos temas, y yo estimulaba a los muchachos a examinar las consecuencias de estas prácticas.

Todavía recuerdo vívidamente un incidente que se produjo cuando mi hijo menor, Gerfried, todavía asistía a la escuela primaria. En unas navidades el maestro pidió a los estudiantes que escribieran acerca de esas fiestas. Puesto que estaba bien informado del origen pagano de las navidades, Gerfried terminó la composición mucho antes que los demás. El maestro la leyó de inmediato y quedó asombrado. Rápidamente recogió los papeles de los demás estudiantes y dio nuevas instrucciones: “Escriban sobre el tema: Un día de invierno.” Más adelante me habló favorablemente acerca de los argumentos con buen fundamento que mi hijo había dado sobre el origen de las fiestas navideñas.

En otra ocasión se exigió que todos los estudiantes de una de las clases de Gerfried cantaran el himno nacional. Sin embargo, por motivo de objeción de conciencia, Gerfried rehusó cantar canciones que promovieran el nacionalismo y tendieran a idolatrar las naciones. Como resultado, le dieron bajas calificaciones. Llamé a la oficina del principal de la escuela y pedí una explicación. La respuesta fue: “Se le pidió que cantara el himno nacional porque su melodía tiene muchos semitonos, lo cual permite una mejor prueba del sentido del oído.” ¡Como si no hubiesen otras canciones con muchos semitonos!

Mi buen deseo de apoyarlos en sus convicciones infundió en mis hijos la seguridad de que nunca estaban solos en estas ocasiones, y eso los ayudó a continuar defendiendo valerosamente sus creencias. Sobre todo, me esforzaba por establecer buena comunicación con sus maestros. Esto ayudó a los muchachos a evitar muchos problemas.

COMPARTIENDO SU FE EN LA ESCUELA

Yo estimulaba a los muchachos a que hablaran con sus compañeros de clase acerca de su fe. Se presentaba una buena oportunidad cuando los estudiantes católicos tenían que recibir instrucción religiosa. Los que no tomaban parte en aquel curso pasaban la hora libre en un salón separado. Allí mi hijo mayor, Manfred, tuvo excelentes conversaciones sobre asuntos bíblicos con estudiantes que mostraban interés genuino en la verdad bíblica. Él invitaba a estos jóvenes interesados en la verdad bíblica a nuestro hogar para consideraciones adicionales. Así fue que Manfred llegó a estar conduciendo dos estudios bíblicos cuando todavía era muy pequeño. Con el tiempo, estos dos jovencitos se dedicaron a Jehová a pesar de gran oposición de los padres, y actualmente Le están sirviendo fielmente.

Nosotros apreciamos mucho la presentación del libro ¿Llegó a existir el hombre por evolución, o por creación? Uno de los maestros de Manfred, recibió el libro de parte de él y examinó cuidadosamente la evidencia que allí se presenta. Como resultado de esto, dejó de enseñar la teoría de la evolución y estimuló a la entera clase a obtener el libro y leerlo por completo. Así que Manfred distribuyó más de 25 libros Evolución entre sus compañeros de estudio.

El año siguiente se presentó el libro La verdad que lleva a vida eterna, y casi todos sus compañeros de clase obtuvieron un ejemplar.

Con frecuencia mis hijos basaban sus composiciones escritas y asignaciones orales en temas de la revista ¡Despertad! Frecuentemente el resultado era que la clase obtenía muchos ejemplares de ¡Despertad! Otros estudiantes también comenzaron a usar ¡Despertad! como la base de sus composiciones. La influencia de Manfred en algunos de sus compañeros de clase llegó a ser tan fuerte que la maestra católica, una monja que conducía las lecciones bíblicas, dio advertencias en contra de que se asociaran con él. Otra maestra llevó el asunto al director de la escuela.

Algún tiempo después la monja le dijo a Manfred: “He podido observarte por más tiempo y ahora tengo que admitir que eres el estudiante más cortés de la escuela. Aunque en una ocasión me expresé negativamente acerca de ti, sin embargo me has saludado amigablemente. Lo siento; ahora sé que me comporté mal contigo.” Todos los maestros que tuvieron que ver con mis hijos durante el transcurso de sus días escolares recibieron un testimonio cabal, ya fuese oralmente o por medio de nuestra excelente literatura basada en la Biblia.

GUÍA PARA EL ESTADO DE ADULTO

Con los años de la adolescencia llegaron al hogar las primeras “cartas de amor.” Yo no las echaba a un lado como si fueran cosas pueriles, sino que hablaba con los padres de las esperanzadas escritoras, con ellas, y cuando era necesario, con los ancianos de la congregación cristiana que tenía que ver con el asunto. De esa manera cortaba de raíz la inclinación hacia concertar citas prematuramente. Mis hijos no siempre estaban de acuerdo con mi manera de tratar con el asunto, y en ciertas ocasiones surgieron discusiones animadas. Desde luego, siempre me esforzaba por proveer alguna actividad sustituta.

Casi cada domingo invitábamos a testigos jóvenes a nuestro hogar para hablar, escuchar música o participar en algún deporte. ¡Y cuánto me alegraba de que Testigos maduros tomaran la iniciativa y consideraran con los muchachos cosas de las cuales normalmente un padre hablaría con sus hijos! Aprendí a buscar ayuda en la congregación cristiana y a aceptar y apreciar el consejo. Hay algo que nunca olvidé... el propio ejemplo de uno es el mejor método de educar.

Hace más de siete años que Manfred terminó los estudios académicos. Tan pronto como terminó, ambos entramos en la obra de predicar de tiempo completo como precursores. Gerfried estaba entonces en un período crítico de su desarrollo. ¿Qué decisión haría? Hoy puedo decir gozosamente que él también ha estado sirviendo de precursor por más de cuatro años.

¡Cuán feliz estoy de que ahora servimos a Jehová como familia unida! Ha sido solo con la fortaleza y guía que Jehová provee por medio de su Palabra y su organización que he podido criar con éxito a mis hijos sin un esposo. Es por eso que digo junto con el salmista bíblico: “Lleguemos delante de su persona con acción de gracias; con melodías gritemos triunfo a él. Porque Jehová es un gran Dios y un gran Rey sobre todos los demás dioses.”—Sal. 95:2, 3.

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