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  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1980
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1980
w80 1/4 págs. 31-32

Preguntas de los lectores

● ¿Cómo debe el cristiano considerar el asistir a una ceremonia religiosa, como a un Bar Mitzvah judío o la fiesta que le sigue?

Los cristianos que desean agradar a Jehová querrán evitar tales acontecimientos religiosos.

Varias religiones tienen ritos especiales que señalan el ingreso de alguien en ellas como miembro. Puede ser una ceremonia de bautismo, circuncisión ritual o, en el caso de jóvenes judíos, el Bar Mitzvah.

Una enciclopedia de la religión judía dice que Bar Mitzvah significa “un judío varón adulto que está obligado a cumplir con los mandamientos.” Por extensión el término también aplica a “la ceremonia en la cual un muchacho de 13 años de edad llega a ser miembro adulto de la comunidad [judía] con propósitos ceremoniales.”

A menudo esos acontecimientos religiosos tienen dos fases, el rito mismo, que suele celebrarse en un edificio religioso, y entonces una fiesta que está asociada con él. Por ejemplo, esta enciclopedia dice, acerca de Bar Mitzvah, que hay “la ceremonia religiosa, en la sinagoga y la subsiguiente celebración social.” Puede que se invite a parientes y amigos de la familia a ambos acontecimientos, o quizás solo a la celebración o fiesta.

Algo que puede ser útil para el cristiano cuando piensa en tales acontecimientos es considerar qué propósito tiene todo el asunto. ¿Es simplemente un reconocimiento de que alguien ha alcanzado la mayoría de edad, o es, más bien, una ceremonia religiosa especial? Y, ¿es la fiesta solo una reunión normal de familia y amigos, o es una celebración porque alguien se ha sometido al rito por el cual ha llegado a ser miembro de esa religión?

Teniendo presentes estas preguntas, considere lo que Jesús le dijo a una samaritana: “Dios es un Espíritu, y los que lo adoran tienen que adorarlo con espíritu y con verdad.” (Juan 4:24) Por eso, ¿puede usted imaginarse que Jesús voluntariamente entraría en un templo romano porque algún pariente o conocido estuviera allí para ser iniciado en aquella religión? Además, ¿hubiera Jesús optado por unirse a la celebración de tal iniciación en una fiesta después? Difícilmente, porque eso estaría en conflicto con el punto de vista inspirado que dice: “¿Qué armonía hay entre Cristo y Belial? ¿O qué porción tiene una persona creyente con un incrédulo? ¿Y qué acuerdo tiene el templo de Dios con los ídolos? . . . ‘“Por lo tanto sálganse de entre ellos, y sepárense,” dice Jehová, “y dejen de tocar la cosa inmunda.”’”—2 Cor. 6:15-17.

Algunos parientes pudieran ofenderse si el cristiano rehusara aceptar la invitación que con buena intención ellos hicieran. Comprendiendo tal posibilidad, el cristiano que optara por no asistir querría explicar su decisión de manera bondadosa y apacible. (Pro. 15:23; Ecl. 12:10) Podría explicar que su ausencia allí de ninguna manera debería entenderse equivocadamente como falta de afecto familiar. Podría mencionar que tal como respeta la conciencia de su pariente, espera que su pariente entienda y respete sus sentimientos sinceros y de conciencia.

A veces un esposo o un padre no creyente quizás insista en que su esposa cristiana o su hijo o hija le acompañe a tal clase de fiesta. Esto puede presentar un problema. El cristiano desea mantenerse separado de otras religiones, y sin embargo la Biblia insta a mostrar respeto a la jefatura o posición que como cabeza ocupa el esposo o padre en la familia. (Efe. 5:22, 23; 6:1-3) Por eso, cada cristiano tiene que resolver personalmente qué proceder va a seguir. Una esposa, por ejemplo, pudiera llegar a la conclusión de que mientras ella misma no tenga que participar en ningún rito religioso, podría cumplir con la solicitud de su esposo de que esté presente; allí, en realidad, es donde él está suministrando la comida para la familia. Pero otra esposa pudiera discernir en esto un esfuerzo resuelto por procurar que ella transigiera en sus principios religiosos. Por eso pudiera decidir no asistir, aunque continuaría respetando a su esposo como cabeza de la familia.—Col. 3:18.

El cristiano, que reconoce que situaciones de esta índole suelen envolver sentimientos profundos por parte de parientes y conocidos, tiene que mantener en primer lugar en la mente la importancia de ser fiel a Jehová Dios. Esto le facilitará decidir apropiadamente cuando se le invita a celebrar el que alguien llegue a ser miembro de otra religión.

● ¿Es Jesús “mediador” solo para los cristianos ungidos?

El término “mediador” aparece solo seis veces en las Escrituras Griegas Cristianas y bíblicamente siempre se usa con relación a un pacto formal.

Moisés fue el “mediador” del pacto de la Ley hecho entre Dios y la nación de Israel. (Gál. 3:19, 20) Cristo, sin embargo, es el “mediador de un nuevo pacto” entre Jehová y el Israel espiritual, el “Israel de Dios” cuyos componentes servirán de reyes y sacerdotes en el cielo con Jesús. (Heb. 8:6; 9:15; 12:24; Gál. 6:16) En un tiempo en que Dios estuvo seleccionando a los que serían introducidos en ese nuevo pacto, el apóstol Pablo escribió que Cristo era el “un solo mediador entre Dios y los hombres.” (1 Tim. 2:5) Es razonable pensar que Pablo estaba usando aquí la palabra “mediador” de la misma manera que la usó las otras cinco veces, lo cual sucedió antes de la escritura de 1 Timoteo 2:5, con referencia a los que entonces estaban siendo introducidos en el nuevo pacto para el cual Cristo es “mediador.” Por eso, en este sentido estrictamente bíblico Jesús es el “mediador” solo para cristianos ungidos.

El nuevo pacto terminará con la glorificación del resto que hoy está en ese pacto mediado por Cristo. La “grande muchedumbre” de “otras ovejas” que se forma hoy no está en ese nuevo pacto. Sin embargo, por asociarse con el “rebaño pequeño” de los que todavía están en ese pacto llegan a estar bajo los beneficios que fluyen de ese nuevo pacto. Durante el milenio, Jesucristo será el rey, sumo sacerdote y juez de ellos. Para información más detallada, vea Aid to Bible Understanding, páginas 1129 a 1130 bajo “Mediator” (Mediador); también El “propósito eterno” de Dios va triunfando ahora para bien del hombre, página 160, párrafo 10; también los números de La Atalaya del 15 de julio de 1966, páginas 425 a 442 inclusive; 15 de mayo de 1973, páginas 301 y 302, bajo el encabezamiento secundario “Mostrando el camino a un nuevo pacto”; y 15 de marzo de 1974, páginas 181 y 182, bajo el encabezamiento “El nuevo pacto.”

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