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  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1980
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1980
w80 1/4 págs. 24-26

Cuando sucede lo peor

La historia de la conmovedora fe de una jovencita

NUESTRA hija Elise nació en 1962 en Helsinki, Finlandia. Su llegada nos ocasionó mucho gozo a nosotros y a su hermano mayor, Esa. Elise mostraba grandes deseos de aprender, y mi esposo y yo le enseñamos a leer antes de que entrara en la escuela. Además, tenía inclinación hacia la música, como lo tiene el resto de la familia.

Cuando Elise cumplió tres años, la inscribimos en una escuela de música para párvulos. Para el tiempo que tenía ocho años de edad había logrado tal destreza en tocar el violín que podía ejecutar el concierto de Vivaldi en “la” menor en bodas. Formamos una orquesta familiar. Mi esposo tocaba la viola, Esa el violoncelo y Elise el violín. Parecía que Elise llegaría a ser una música excepcionalmente talentosa.

Por más que nos interesaba la música, dábamos aún más importancia al desarrollo espiritual de nuestra hija, y estudiamos la Biblia con ella desde su infancia. Así, para cuando tenía cinco años de edad iba sola de casa en casa y ofrecía las revistas La Atalaya y ¡Despertad! Una de nuestras vecinas se sintió un poco irritada porque no le parecía correcto el que una persona tan joven hiciera esta obra.

La señora le dijo a Elise: “¡Qué ocurrencia el que una muchachita como tú venga a hablarme a mí acerca de la Biblia! ¡Si tú ni siquiera puedes leer esas revistas!”

“Pero sí puedo leerlas,” respondió Elise, y se puso a leer y explicar un párrafo de la revista que estaba ofreciendo. Cuando supimos de esto, nos sentimos muy complacidos. También nos alegró mucho notar el modo en que respondió Elise cuando la congregación anunció planes para construir un nuevo Salón del Reino. Sacó del banco todos sus ahorros de 15 marcos ($3,75, E.U.A.), y los contribuyó a la obra de construcción.

UN DESCUBRIMIENTO ATERRADOR

Un día, en el verano de 1972, cuando Elise tenía 10 años de edad, veníamos de regreso a casa de un viaje. Noté que Elise tenía un bulto extraño en la nariz. Era de tamaño bastante pequeño, pero empezó a crecer, de modo que la llevé al Centro Médico de Puotinharju. Un especialista me dijo que nunca antes había visto una protuberancia como ésta en la nariz de nadie, y nos aconsejó que fuéramos a la Clínica de Oídos de la Universidad. Pocos días después sentimos gran alivio al enterarnos de los resultados de la diagnosis: la protuberancia no era maligna.

Recibimos la receta de ciertas drogas y se nos aseguró que el bulto pronto desaparecería. Pero no desapareció. Después de dos semanas en las cuales no notamos ningún mejoramiento, volvimos a llevar a Elise al médico. Esta vez la admitieron en el hospital, y el 24 de septiembre tuvo que ser sometida a cirugía. Fue entonces que se nos dieron las dolorosas noticias: “Su hijita tiene cáncer.”

VALEROSA LUCHA POR LA VIDA

Los médicos temían que el cáncer se hubiera extendido a las amígdalas de Elise. De modo que se las quitaron. Durante los meses siguientes, el cáncer continuó extendiéndose, y los médicos practicaron más operaciones en un esfuerzo por detener su progreso. Elise llevaba un diario, que todavía tenemos. En el otoño de 1973 escribió lo siguiente:

“Después de haber sufrido tres operaciones, estuve esperando que hubiera lugar para mí en el departamento de cirugía plástica. Poco después se me admitió y no me agradó tener que volver al hospital. Pero había una buena amiga, Ritva, a quien le operaron el ojo. A menudo jugábamos al escondite con Pekka y Tiina. Le di tres libros a Ritva, Escuchando al Gran Maestro, ¿Es la Biblia realmente la Palabra de Dios? y La verdad que lleva a vida eterna. Ritva los leyó todos. Este otoño me ha parecido el más desagradable de mi vida.”

¿Puede usted imaginarse la angustia que nos ocasionaron estas operaciones, una tras otra, acompañadas de desfiguración? El diario de Elise refleja su sufrimiento y dolor. Pero, al mismo tiempo, se deja ver a través de todo ello la firme fe que ella tenía y su valor. Su diario sigue diciendo:

“En enero [de 1974] sufrí mi cuarta operación y me hicieron un corte bastante grande en la mejilla. Por unos cuantos días tuve vendada toda la cabeza, incluso los oídos. Como tenía menos vendas en el oído izquierdo, tenía que ponerme el auricular telefónico a ese oído. Cuando me quitaron las vendas, presentaba una apariencia terrible, y cuando me sacaron los puntos cerca del ojo, temí que fueran a arrancármelo. Salí del hospital el 19 de enero. Fue un día de felicidad para mí.”

Durante todo este tiempo nuestros hermanos y hermanas cristianos, entre ellos los que tocaban con Elise en la orquesta de la asamblea, se mantuvieron en comunicación con ella y fueron muy animadores. También los condiscípulos y maestros de Elise fueron muy amables y considerados. Le enviaron muchos regalos, y hacían cuanto podían para que ella supiera que se le aceptaba y se le quería. Pero muchas veces Elise hacía más para consolar a sus amigos y amigas de lo que ellos hacían para consolarla a ella.

Elise les decía que, aunque muriera, solo “estaría dormida” por un rato y entonces despertaría en un paraíso. “Para mí el nuevo mundo empezará tan pronto como yo muera, porque nadie sabe cuánto tiempo pasa cuando está dormido,” explicaba. A sus amistades se les hacía difícil contener sus emociones cuando veían el sufrimiento de nuestra hija, y sin embargo la oían hablar con calma y tremenda confianza respecto a la promesa de Dios de que habrá una resurrección.

Nosotros no abandonábamos la esperanza de que de algún modo quizás se lograra detener el cáncer. En marzo de 1974 se empezó el tratamiento con rayos de cobalto, y a esto siguió un tratamiento con drogas. Elise también se refirió a esto en su diario, así:

“Debido al tratamiento con los rayos me puse muy débil. Por tres semanas siguió lo mismo. Sin embargo, todavía no he relatado lo peor. En mayo, en vísperas de disolverse las clases escolares, tuve que tomar ciertas drogas que me debilitaron tanto que durante el entero mes de junio no pareció que hubiera el más mínimo rayo de esperanza. Estuve tres semanas casi sin comer nada, y a duras penas podía bajar de la cama. Perdí cinco kilogramos y se me cayó todo el pelo. Pero entonces tuve el deleite de recibir la casa de muñecas, ¡realmente fue estupendo que papá la construyera!

“Afortunadamente, mejoré un poco en julio y pude asistir a la asamblea de distrito. Me sentí bien durante la asamblea y a partir de ese tiempo seguí bastante animosa. En agosto tuve otra semana de tratamiento, pero no enfermé tanto esta vez. Según los planes, tengo que seguir con este tratamiento médico por dos años.”

Sin embargo, todos esos esfuerzos solo tuvieron un éxito limitado, y la condición de Elise empeoró. Cuando ella se dio cuenta de que pronto moriría, repartió sus juguetes entre sus amigas. Les recordó que volvería a verlas cuando fuera resucitada. Sin embargo, no se desprendió de su violín, porque tenía la esperanza de que, en el nuevo sistema, podría volver a tocar en nuestra orquesta familiar.

Además, durante todo este tiempo Elise se ocupó mucho en dar el testimonio a sus maestros, compañeros de clase, médicos y enfermeras. Dejó 12 ejemplares firmados por ella misma del libro ¿Es esta vida todo cuanto hay? Quería que, después de su muerte, los distribuyéramos al personal médico que había participado en suministrarle tratamientos. El caso de Elise llegó a ser muy conocido en Helsinki. Pero por fin murió el 4 de enero de 1976, antes de cumplir 14 años.

UN ENCUENTRO SORPRENDENTE

Año y medio más tarde, mientras mi esposo y yo asistíamos a una asamblea de distrito en el Estadio Glaciar de Helsinki, una persona se nos acercó y preguntó: “¿Se acuerdan de mí?” Al principio quedamos perplejos, pero luego reconocimos que el señor que nos hablaba era un médico, uno que, en una etapa de la enfermedad de Elise, le había administrado tratamiento. Sin su traje de médico parecía diferente, y se había afeitado la barba. ¿Qué había pasado?

Elise había hablado con él, como lo había hecho con todos los demás médicos, y él había sido muy amable y había parecido mostrar algún interés en la Biblia. De modo que nosotros, también, le habíamos dado el testimonio. Habíamos enseñado a Elise a orar por sus amistades y por las personas que le agradaban, y muchas veces en nuestras oraciones nocturnas ella mencionaba a este médico y pedía que aprendiera la verdad acerca de los propósitos de Dios. Bueno, ahora este facultativo nos estaba relatando que la fe de nuestra hijita durante su enfermedad mortífera había causado una profunda impresión en él.

“Ella me dio el libro Verdadera paz y seguridad,” explicó él, “pero yo estaba ocupado y lo puse en el estante. En aquel tiempo mis asuntos maritales no marchaban muy bien y, en un esfuerzo por mejorar la situación, decidí dejar las pesadas responsabilidades que tenía en la clínica de rayos X de Helsinki. De modo que nos mudamos a Aland, donde emprendí el ejercicio general en el Centro de Salud.

“El cambio en sí mismo no mejoró la situación de nuestra familia pero poco tiempo después un Testigo de la localidad visitó a mi esposa, y ella aceptó alguna literatura. Entonces recordó que teníamos el libro que Elise me había dado, de modo que lo sacó del estante y lo leyó por completo. Inmediatamente quedó convencida de que había encontrado la verdad, y el Testigo de la localidad empezó a estudiar la Biblia con ella. Al principio ella temió un poco decírmelo, porque pensaba que yo rehusaría permitirle estudiar. Pero yo le dije: ‘Cualquier cosa que mejore nuestras relaciones de familia es buena.’ Quise conocer al Testigo, y pronto hice arreglos para esto. El resultado fue que con el tiempo yo también participé en el estudio. Los principios bíblicos mejoraron los asuntos de nuestra familia y nos dieron un nuevo concepto de los valores de la vida. En 1976 nos bautizamos y actualmente mi esposa es precursora regular. Tres de nuestros cuatro hijos son publicadores de las ‘buenas nuevas,’ y el menor, que tiene siete años de edad, nos acompaña regularmente en el servicio del campo.”

¡El lector podrá imaginarse cuánto nos animó saber esto! Parecía que la oración de nuestra hijita había recibido la mejor respuesta posible. ¡Si solo Elise pudiese haber sabido de ello! Cuando llegue la resurrección, vamos a tener muchas cosas agradables que contarle.

Aunque el día más oscuro de mi vida fue aquel en que el médico dijo: “Su hijita tiene cáncer,” la lucha de Elise por vivir a pesar de ello fue animadora. Nuestro corazón se tranquilizó y alegró al ver que una fe firme en Jehová Dios y en sus promesas bíblicas puede guiar de un modo tan poderoso hasta la vida de una jovencita. Jamás olvidaré estas palabras de Elise: “Solo voy a estar dormida como si fuera por una noche, y despertaré en el nuevo mundo.”—Contribuido.

“Y vi un nuevo cielo y una nueva tierra; porque el cielo anterior y la tierra anterior habían pasado, y el mar ya no existe. Con eso oí una voz fuerte desde el trono decir: ‘¡Mira! La tienda de Dios está con la humanidad, y él residirá con ellos, y ellos serán sus pueblos. Y Dios mismo estará con ellos. Y él limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado.’”—Rev. 21:1, 3, 4.

[Ilustración de Elise en la página 24]

[Ilustración en la página 24]

Pareció que el sol se oscureció cuando un médico dijo “Su hijita tiene cáncer.”

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