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  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1981
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1981
w81 15/1 pág. 10

Ponderando las noticias

¿Resulta en felicidad el tener dinero?

● A menudo se atribuye a la falta de dinero el fracaso de los programas sociales organizados para ayudar a la población nativa de países invadidos por la “civilización.” Pero el caso de los esquimales de Alaska pone en tela de juicio, seriamente, esta conclusión. De hecho, el Alberta Report del Canadá dice que los esquimales mismos comisionaron una investigación que “llevó a la conclusión de que un ingreso anual de cien millones de dólares proveniente del petróleo esta casi por destruir del todo a los nativos individualmente como personas y colectivamente como cultura.” El artículo indica que “hace tan solo 15 años estas personas, los inupiat, . . . por la mayor parte mantenían un espíritu que impulsó a muchos de los primeros exploradores a describir a los esquimales originales como la gente más feliz del mundo.” ¿Qué sucedió?

El artículo explica que “a fines de los años sesenta se descubrieron las enormes reservas de petróleo y gas en Prudhoe Bay a lo largo del vertiente norteño de Alaska. Los blancos entraron en tropel. Peor aún, con ellos entró su dinero.” Individualmente hay esquimales que ahora reciben un ingreso de más o menos 20.000 dólares al año del petróleo, pero se dice que su situación es “atroz.” Se informa que el 70 por ciento de los adultos de la comunidad son alcohólicos, y se dice que la causa más común de muerte es la violencia. Por lo tanto, como declara el Alberta Report, el efecto de todo este dinero “ha sido causar ruina.”

Estas consecuencias trágicas que ha sufrido un pueblo que anteriormente era feliz ilustran de manera extremada el error de pensar que el simplemente acumular bienes materiales puede resolver los problemas del hombre. De hecho, tal cosa a menudo produce el efecto directamente contrario. Como lo indica la Biblia, los bienes materiales pueden hacer que la persona desprevenida ‘caiga en tentación y en un lazo y en muchos deseos insensatos y dañinos, que precipitan a los hombres en destrucción y ruina.’—1 Tim. 6:9.

Bebés sesudos

● Un neurólogo de pediatría asociado con la Universidad de Chicago parece haber encontrado pistas en cuanto a por qué los niñitos aprenden tan rápidamente y pueden adquirir fácilmente idiomas adicionales. Con el uso de un microscopio electrónico el Dr. Peter Huttenlocher descubrió que bebés cuyas edades fluctuaban entre uno y dos años tenían 50 por ciento más sinapsis, o interconexiones de células cerebrales en la corteza frontal (“la zona del pensamiento”) que los adultos. Después de alcanzar su punto máximo a los dos años de edad, la densidad sináptica va disminuyendo constantemente hasta los 16 años de edad, después de lo cual permanece aproximadamente igual hasta la edad avanzada. El informe en Brain Research (Investigaciones del cerebro) dice que esto tal vez explique por qué el cerebro de los bebés es más “flexible” y recupera mejor de los daños recibidos.

No hay duda de que los padres pudieran aprovechar de mejor manera esta capacidad que Dios ha dado al humano de aprender a tierna edad. Por ejemplo, el profesor Archil Alkhazishvili, de la Academia de Ciencias de Georgia en la Unión Soviética, dice que a los niños se les puede enseñar a leer desde la infancia, e indica que sus propias dos hijas comenzaron a leer a los dos años de edad y habían “devorado” muchas obras clásicas para cuando tenían siete años. Según sus comentarios presentados en la revista soviética Sputnik, los padres deberían “colgar en las paredes cuadros que muestren letras, palabras y frases.” Esto llama la atención del niño, y los padres pueden leerle las palabras en voz alta informalmente. “El niño las recordará involuntariamente,” dice Sputnik, y asegura que “tal enseñanza latente es mucho más eficaz que la intencional.”

Hallazgos como éstos están en armonía con el énfasis que da el consejo bíblico al valor del entrenamiento a tierna edad, como en el caso de Timoteo, de quien se dijo: “Desde la infancia has conocido los santos escritos, que pueden hacerte sabio.”—2 Tim. 3:15; Pro. 22:6.

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