Un precioso tesoro bíblico en Leningrado
ESTA experiencia empezó como una gira corriente de turismo desde Finlandia. Uno de los turistas y su esposa no tenían ninguna esperanza de pasar por alguna experiencia especial relacionada con la Biblia mientras estuvieran en Leningrado, pues el folleto de instrucciones de la agencia de viajes declaraba: “Está prohibido introducir literatura religiosa en el país.” No obstante, fue en esta ciudad donde este turista tuvo la experiencia más emocionante de su vida con relación a la Biblia como libro.
Hay muchos edificios eclesiásticos en Leningrado, pero solo unos cuantos de éstos cumplen con el propósito para el cual fueron construidos. Muchos han sido convertidos en museos, incluso la imponente Catedral de San Isaac, la cual se asemeja a la Basílica de San Pedro en Roma.
La actitud oficial hacia la religión se presenta de la manera más iluminadora en la Catedral de Kazán, situada en la avenida principal de Leningrado, Nevski Prospekt. Esta imponente catedral ha sido convertida en el Museo de la Historia de la Religión y del Ateísmo. En el sótano hay una exhibición que traza las etapas de la historia de la religión en orden cronológico hasta el tiempo presente. Se pueden ver los instrumentos de tortura que se utilizaron durante el tiempo de la Inquisición. Es especialmente impresionante una escena en la cual se representa con figuras de cera de tamaño natural un proceso de tribunal durante la Inquisición. La pobre víctima lleva cadenas y está arrodillada ante sus acusadores y monjes vestidos de mantos negros. El verdugo aguarda, listo para entrar en acción.
Al frente de la Catedral de Kazán, al otro lado de Nevski Prospekt, se encuentra la librería más grande de la ciudad. En el segundo piso, los turistas finlandeses vieron muchos cuadros y lemas que aparentemente tenían el propósito de animar al lector a rechazar la religión. Un cartelón mostraba peces en forma de mujeres de edad avanzada con bufandas en la cabeza. Estos peces estaban siendo atraídos por el “boleto al Reino de los cielos” que estaban en la punta de un anzuelo, el cual llevaba una etiqueta que decía: “Sectas.”
Después de continuar hacia el este por Nevski Prospekt y dar vuelta a la derecha justamente antes de llegar a la estatua de Catalina la Grande, los turistas se encontraron frente a la famosa Biblioteca Pública Estatal Saltikov-Shchedrín. Ésta es una de las bibliotecas más grandes del mundo, y dentro de la Unión Soviética solo hay una más grande que ella, pues Saltikov-Shchedrín contiene más de 17 millones de obras. Cuando uno de los turistas preguntó en cuanto al manuscrito especial, un encargado de la biblioteca planteó cortésmente una serie de preguntas escudriñadoras. Entonces desapareció, y regresó dentro de poco con una caja de color castaño. La colocó sobre la mesa y levantó la tapa. Allí estaba... el Códice de Leningrado del año 1008 (ó 1009). Pero ¿qué es este manuscrito, y por qué es de tanto valor?
EL CÓDICE DE LENINGRADO
¿Le interesaría ver un manuscrito de las Escrituras Hebreas que sirve de texto básico en la preparación de traducciones de la Biblia? Es así como se utiliza el Códice de Leningrado.
Pero usted tal vez se pregunte: ¿No se completaron las Escrituras Hebreas antes de Cristo? ¿Como podría este texto ser de una fecha tan tardía como el año 1008? Para entender mejor el asunto, necesitamos saber un poco en cuanto a los masoretas.
Los masoretas (en hebreo Baalei Hamasorah, “Señores de la tradición”), vivieron en los siglos posteriores a Cristo y eran copistas extremadamente exactos de las Escrituras Hebreas. No hicieron cambios en el texto; más bien, tomaron nota de los cambios que habían hecho los escribas de tiempos anteriores y llamaron la atención del lector a éstos por medio de poner comentarios marginales en el texto hebreo. Además elaboraron un sistema de puntos vocales y acentos a fin de ayudar al lector a lograr la pronunciación correcta. En vista del cuidado minucioso de los masoretas, su texto se presta muy bien para traducir la Biblia, a pesar de los 1.000 años que lo separan del texto original. Queda confirmada la exactitud del texto masorético cuando uno lo compara con textos mucho más antiguos, como el Rollo de Isaías del Mar Muerto.
Sin embargo, no hay ningún manuscrito por sí solo que sea del todo confiable, puesto que los copistas cometieron errores. Por esta razón empezaron a prepararse ediciones hebreas basadas en la comparación de diferentes manuscritos. Por ejemplo, en 1906 el erudito alemán Rudolf Kittel publicó su bien conocida Biblia Hebraica, es decir, Biblia Hebrea. Como base, él utilizó el texto masorético de Jacob ben Chayyim. Además, en sus notas al pie de las páginas comparó las lecturas que presentaban muchos otros manuscritos.
El texto de Ben Chayyim no apareció sino hasta 1524-25 E.C. Kittel y su sucesor, el profesor alemán Paul Kahle, fervorosamente procuraron conseguir textos masoréticos más antiguos. Había un excelente texto masorético en la sinagoga sefardita de Alepo, Siria. Fue compilado por la famosa familia Ben Asher y se preparó alrededor del año 930 E.C. Pero no pudo utilizarse este manuscrito porque, como dijo el profesor Kahle, “los dueños del códice no querían ni oír de que se hiciera una copia fotográfica,” pues temían que el códice quedara profanado y sobre ellos cayera una maldición.
Con todo, había otro texto masorético que estaba basado en la obra de la familia Ben Asher. Este contenía todas las Escrituras Hebreas y, de hecho, se había tomado la decisión de utilizarlo como base para la tercera edición de la Biblia Hebraica. Se había copiado en el Viejo Cairo en 1008 (ó 1009) de los libros corregidos y claros que preparó el maestro Aaron ben Moshe ben Asher, como lo menciona el copista mismo Samuel ben Jacob. Los dueños de este códice no tenían ‘miedo de que cayera sobre ellos una maldición’ por permitir que se hicieran copias de la Biblia, como el que manifestaron los dueños del Códice de Alepo. Por lo tanto, prestaron su manuscrito a Kittel y a Kahle por dos años. Este manuscrito es el mismísimo Códice B 19-A que ahora se conserva en la Biblioteca Pública de Leningrado.
¿SE ME PERMITE FOTOGRAFIARLO?
El Códice de Leningrado, manuscrito en forma de libro, ahora está en hojas sueltas. Debido a que el texto se había pasado a microfilme, se le había quitado la encuadernación. De tamaño, las hojas son casi como las de un libro en cuarto, pero más anchas, y el papel es grueso, casi como cartón delgado. Las orillas de algunas páginas están gastadas, pero el texto mismo, dispuesto en tres columnas, es nítido y fácil de leer.
“¿Se me permite fotografiar este manuscrito?,” preguntó el turista. El encargado fue de nuevo a un cuarto interior y regresó con una respuesta afirmativa. El turista sacó unos cuantos volúmenes sólidos de un estante cercano, los apiló ante la ventana que le quedaba más cerca, colocó encima de éstos su trípode de bolsillo con su cámara y seleccionó la segunda hoja del manuscrito para la fotografía.
El turista notó con interés que el nombre de Dios, el Tetragrámaton (Jehová, o Yahweh), aparecía varias veces en esta hoja, comenzando desde lo que ahora se designa como Génesis 2:4. El nombre divino aparece 6.960 veces en las Escrituras Hebreas. Esto ciertamente no hace quedar bien a aquellos traductores de la Biblia que, en vez de este nombre, utilizan la palabra “Señor.”
Al final de la gira, aquel encargado de la biblioteca mostró a los turistas varios manuscritos raros que estaban guardados en cajas de vidrio. Entre éstos estaba el bien conocido Evangelio de Ostromir, el más antiguo manuscrito fechado en existencia en ruso (es decir, el antiguo búlgaro), un manuscrito del año 1056.
Es verdaderamente una agradable sorpresa descubrir que un manuscrito tan precioso como el Códice de Leningrado se encuentre cuidadosamente preservado en un país que prohíbe la libre importación de Biblias. El manuscrito en cuestión no es simplemente uno entre muchos, sino el mismísimo que ha servido de base para muchas traducciones modernas de las Escrituras Hebreas, incluso la Traducción del Nuevo Mundo publicada por la Sociedad Watch Tower.