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  • No se aísle
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1981
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1981
w81 1/5 págs. 5-7

No se aísle

EN LA mayoría de las circunstancias, el aislamiento no es natural. El aislamiento continuo no es proceder cristiano. Aunque Jehová Dios es completo en sí mismo y no necesita la compañía de otros, a él le pareció apropiado rodearse de miríadas de hijos espirituales. (Job 38:4-7; Dan. 7:10) Esta fue una expresión activa de su amor. Más tarde, ese mismo amor lo impulsó a crear un hijo terrestre, Adán. Se implantó tanto en los hijos terrestres como en los celestiales una maravillosamente diseñada facultad de comunicación. (1 Cor. 13:1) Dios no produjo a estos seres inteligentes sencillamente para recibir de ellos, sino, más bien, para dar. Se deleitó en tales hijos, y a ellos les complació el estar con él y estar unos con otros.—Compare con Proverbios 8:30, 31.

El Altísimo también decidió que no era bueno que Adán continuara solo, y por eso le suministró una compañera. (Gén. 2:18) El cumplimiento del mandato de Jehová de que la primera pareja llenara la Tierra habría de traer a la existencia una familia mundial de criaturas humanas que se comunicarían entre sí. (Gén. 1:28) ¡Qué claro está el hecho de que no había la intención de que los humanos sufrieran por los malos efectos del aislamiento!

No es maravilla, por lo tanto, que la Biblia haga referencia a casos de aislamiento mayormente desde un punto de vista negativo. (Sal. 25:16; 102:7) El destierro de Caín por el asesinato de su hermano fue una forma de aislamiento para él del resto de la familia humana. Él consideró esto como un castigo, difícil de soportar.—Gén. 4:11-14.

La solución

Pero, ¿qué puede hacer una persona que se siente sola, que piensa que nadie la ama o que nadie desea su compañía? En vez de tenerse lástima, o esperar que otros hagan algo, o estar a la espera de recibir, debería imitar a Dios y a Cristo al tomar la iniciativa en expresar activamente amor a otros. Cuando uno se aísla, sea que lo haga a propósito o no, está obrando de modo contrario al propósito divino para la humanidad. ¡No sorprende que el aislamiento cause problemas! Por lo tanto, el remedio está en hacer lo que el Creador tenía presente para nosotros. Su deseo era que disfrutáramos de compañerismo con semejantes humanos. Una mujer que anteriormente se sentía sola llegó a comprender esto. Dijo: ‘Por fin me di cuenta. Por eso, me reanimé y dejé de pensar en mí misma y comencé a trabajar con ahínco. He estado trabajando duro desde entonces.’

¿Qué podemos aprender de esta experiencia? Nadie tiene que sentir que está solo. Hay algo positivo que puede hacer al respecto. Puede practicar el cristianismo básico. Después de todo, ¿puede alguien ser cristiano y aislacionista al mismo tiempo? No, pues el amar al prójimo requiere hacer el bien al semejante, por medio de estar activo en imitación del Creador. (Mat. 22:37-39; 7:12) Y el dar misericordiosamente a personas necesitadas trae gozo. Tal dar disipa la infelicidad que a menudo caracteriza una vida solitaria.

Prevención

Por supuesto, requiere esfuerzo el hacerse activo en compartir con otros, sin permitirse uno el desalentarse por sentirse incapacitado. Puesto que no es fácil vencer la soledad, es bueno que evitemos caer en su agarro. Por lo tanto, aunque quedemos desilusionados por el proceder de otros, es necesario que ejerzamos cuidado para no alejarnos de la gente. La Biblia declara: “Ninguno de nosotros vive para sí mismo.” (Rom. 14:7, Versión Popular) Una vez que alguien se aísla, está en peligro de pensar imprudentemente, hasta tontamente, para su propio perjuicio. Un proverbio bíblico lo expresa de esta manera: “El que se aísla buscará su propio anhelo egoísta; contra toda sabiduría práctica estallara.”—Pro. 18:1.

Considere el caso de una esposa joven que se aficionó a ver películas pornográficas en televisión tarde en la noche. Puesto que se sujetó a esta influencia malsana, pronto dejó de orar, leer las Escrituras y asistir a las reuniones cristianas. Pronto comenzó a pensar que su esposo era inadecuado y empezó a tenerse lástima. Emprendió un derrotero que meses antes hubiera rechazado rápidamente como tontedad. Provocada por sus malos deseos, abandonó a su esposo y a su hijita para irse a vivir con otro hombre. ¿Encontró realmente la felicidad? No. Luego admitió a una amiga que su nuevo compañero la golpeaba, y que se sentía infeliz sin su hija. Esta mujer se hizo daño a sí misma, e hizo daño a su esposo, a su hija y a sus compañeros cristianos, y trajo gran oprobio sobre el nombre del Creador... todo esto debido a que se aisló.

El aislamiento no es cristiano

Realmente, el aislamiento no es cristiano. Crea disensión, resta celo en el desempeño de las obras cristianas y restringe la comunicación. Al no comunicarse con otros, la persona puede llegar a sentirse deprimida y ceder a las dudas con relación a la confiabilidad de otros, y aun de Dios y de las Escrituras. El discípulo Judas nos muestra que algunas personas de su día no reconocieron que hasta ángeles se perjudicaron cuando dejaron de asociarse con Dios y los ángeles fieles para participar en sus propios deseos malos.—Jud. 6, 8, 10, 20-22.

Todo el espíritu de la Biblia va en contra del aislamiento y sus resultados indeseables... la inactividad, la falta de comunicación y el no expresar amor. Las Escrituras nos enseñan y nos estimulan a tomar acción positiva, y al hacer esto usan muchas palabras que denotan acción. Se nos estimula a ‘hacer a otros,’ a ‘ir a hacer discípulos,’ a ‘pedir y se nos dará,’ a ‘seguir tocando’ para recibir respuesta, a ‘amar al prójimo,’ a ‘reunirnos con otros cristianos,’ a ‘seguir el derrotero de la hospitalidad.’ Todos éstos son antídotos para el letargo, el tenerse lástima, y los sentimientos de que nadie quiere a uno o que uno es inútil. El cristianismo exige que la persona muestre compasión al mostrar compasión por otros, al hacer que otra persona sienta que se desea su compañía y que es útil, en vez de hacer que se sienta inútil. Cuando damos de todo corazón, podemos sentirnos seguros de que recibiremos abundantemente de nuestro Padre celestial. (Mat. 6:1-4) El dar hace que las personas se quieran unas a otras, y disipa así los sentimientos de soledad.

Por supuesto, hay ocasiones en que necesitamos momentos a solas. Hasta el mismo Jesucristo, aunque estaba ocupado ayudando a otros, sacó tiempo para estar a solas. Al oír las noticias acerca de la muerte de Juan el Bautizante, se retiró “a un lugar solitario en busca de aislamiento.” (Mat. 14:13) Para las personas que por lo general están en la compañía de otros, el aislamiento puede ser un cambio refrescante y puede proveer excelente oportunidad para pensar. En una ocasión el Hijo de Dios dijo a sus discípulos: “‘Vengan, ustedes mismos, privadamente a un lugar solitario y descansen un poco.’ Porque eran muchos los que venían e iban, y no tenían tiempo libre siquiera para tomar una comida.” (Mar. 6:31; 3:20) La soledad era precisamente lo que necesitaban entonces.

Cuando pasamos nuestros momentos a solas en meditación provechosa, podemos fortalecer nuestra fe. Tal meditación puede servir para acercarnos más a Dios. Nos puede impulsar a expresarnos con aprecio en oración, y así intensificar nuestra relación personal con el Todopoderoso. Pero esas ocasiones son temporales. Nunca querríamos aislarnos hasta el punto de llevar una vida monástica.—Compare con Juan 17:15.

Ciertamente tenemos razones sólidas para evitar una vida de aislamiento. Decididamente es perjudicial. El aislamiento puede afectar adversamente la actividad cristiana, la asociación y la comunicación. Por lo tanto, saque provecho de las provisiones espirituales de Dios. Lea su Palabra diariamente. No descuide la oración. Mantenga la mente llena de pensamientos sanos. Manténgase en asociación constante con los que tienen la misma fe preciosa suya. Manténgase ocupado en la obra provechosa de enseñar la Palabra de Dios, y responda de otras maneras a las necesidades de sus compañeros. El apegarse estrechamente a Jehová y su Palabra y ceder a la influencia de su espíritu ‘impedirá que usted sea inactivo o infructífero respecto al conocimiento exacto de nuestro Señor Jesucristo.’ (2 Ped. 1:5-8) No se aísle.

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